esta manera, en las economías con bajos ingresos, muchos jóvenes no tienen la opción de seguir estudiando por los altos costos educativos (relativos al ingreso familiar) o porque valoran que los costos de oportunidad de hacerlo son demasiado altos, es decir que se considera que no siempre beneficia permanecer en la escuela: una mayor educación no es garantía de tener un buen trabajo.

México es el segundo país, dentro de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), con mayor inactividad juvenil. 16.8% de los jóvenes mexicanos no estudian ni trabajan. De estos jóvenes el caso más alarmante es el de las mujeres jóvenes  en edades de entre 15 y 19 años, quienes representan el 26.3%, en tanto que los hombres inactivos de la misma edad representan el 4.6%, lo cual es una gran desproporción.
De acuerdo con datos del Factbook 2008, la inactividad juvenil presenta una tendencia descendente debido a una menor deserción escolar principalmente de las mujeres. Por otra parte la Organización Internacional del Trabajo (OIT) señala que dado que, por voluntad propia o no, cada vez más jóvenes hoy en día están posponiendo su entrada al mercado laboral hasta después de los 25 años, cuando ya no clasifican como “jóvenes” según las normas internacionales, las tasas de inactividad juvenil han disminuido. De la manera en que se quiera tomar, estos índices siguen siendo una preocupación internacional.
Las consecuencias de la inactividad se ven reflejadas en dos factores al menos: su bienestar actual y sus perspectivas a futuro.
Algunas de las principales consecuencias de la inactividad de estos jóvenes se encuentran en la falta de acumulación de educación formal y de experiencia, lo que les imposibilita conseguir trabajo. Una mayor educación no sólo aumenta el salario, sino que además la probabilidad de trabajar cuando se terminen los estudios.
Algunos de los factores que propician la inactividad son las características de las familias de origen de los jóvenes, la residencia en zona rural, las condiciones del área geográfica de residencia (como tasa de desempleo de la región y la tasa de inactividad juvenil).
Debido a los escasos logros educativos de esta población inactiva resulta complicada su integración laboral; como consecuencia, este sector se convierte en personas socialmente excluidas con ingresos mínimos y con escasas destrezas para mejorar su condición económica.
El destino de estos jóvenes probablemente será tomar cualquier trabajo para mantener, aunque sea, un apoyo a nivel de subsistencia para ellos y sus familias. La participación de los jóvenes que viven en hogares pobres en la fuerza laboral no es opcional sino necesaria.
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