mayo 11, 2011

Resurgió la esperanza

por Isabel Dorado Auz


Después de tantos agravios, de tantos excluidos y de muchos muertos resurge la esperanza de que la sociedad tomará al país en sus manos y propiciará un cambio brusco en la conducción política de nuestro país.


Han sido muchos los agravios y ante ellos la respuesta siempre ha sido pacífica. Cuauhtémoc Cárdenas en 1988 decidió no convocar a la desobediencia civil después de que le robaran la elección presidencial. En 1994, aun y cuando el Ejército Zapatista de Liberación Nacional le declaró la guerra al gobierno mexicano, en los hechos fue la prosa del subcomandante Marcos lo que marcó el derrotero pacífico de esa gran conflagración. En el 2006, después de otro fraude electoral López Obrador convocó a la instauración de un Gobierno Legítimo acompañado de un gran movimiento de resistencia civil pacífica. Por todo lo anterior, si lo que los mexicanos más anhelamos es la paz por qué quiere seguir adelante Felipe Calderón con su mal llamada guerra en contra del narcotráfico. Si quería legitimarse como presidente, ya no lo logró.


Aún y cuando mencioné a tres personajes emblemáticos en la historia reciente, es obvio que las decisiones que ellos tomaron fueron compartidas por la sociedad en su conjunto. De no haber sido así, sus liderazgos hubiesen sido rebasados y el estallido social nos hubiera conducido a una tercera guerra civil. Sabemos que este sistema político se encuentra en fase terminal desde hace tiempo y ha logrado subsistir a través de engaños, fraudes y un control férreo de los medios de comunicación masiva. Por eso no es de extrañar que los merolicos del sistema estén haciendo su chamba desacreditando a cuanto líder social surja, en el caso más reciente al poeta Javier Sicilia.


Los Ciro Gomes Leyva, Pepe Cárdenas, López Dóriga, por mencionar solo algunos, que son representativos, harán hasta lo imposible por desacreditar las movilizaciones ciudadanas y los "líderes de opinión" (Aguilar Camin, Jorge Castañeda y demás fauna nociva) se encargarán desde una posición intelectualoide de marcar los defectos y "errores" de los líderes que se atrevan a encabezar estas importantes movilizaciones. Si esa es la estrategia para mantener el status quo, a nosotros nos corresponde responder con un mayor grado de organización, desde abajo y siempre remarcando lo que no nos gusta de la mal llamada "clase política".


La desesperanza a veces nos lleva a cuestionar nuestras estrategias y es muy recurrente esperar resultados inmediatos después de una acción concreta. Sin embargo, los cambios sociales ocurren de manera gradual cuando se quiere llevar a cabo una transición pacífica. En lo personal, me causó sorpresa el buen número de participantes en la marcha convocada para este 8 de mayo acá en Hermosillo. Sobre todo, porque logré ver familias enteras y corroborar que quienes estudiamos en nuestra Universidad de Sonora, en aquel tiempo distante de la derecha sonorense, nos reencontramos exigiendo Paz con Justicia y Dignidad.


Me queda claro que vendrán nuevos acontecimientos y que el hartazgo nos está dando fuerzas para seguir denunciando atropellos, pero sobre todo para mantener firme la esperanza de que juntos vamos a cambiar este país y vamos a derrotar a los poderes fácticos.

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