POR ESTO! 4/Oct/2011
Ricardo Andrade Jardí
No deja de ser muy alarmante ver la reacción cuando menos en la Internet de una parte de la sociedad apoyando la barbarie que significa, para cualquier país, el surgimiento de los grupos paramilitares. Lo que en el México de la usurpación panista es más grave aún.
Las subjetividades opresivas que viven una política del terror impuesta por los poderes de facto (los que verdaderamente gobiernen en México) y muy particularmente a través de los medios masivos de comunicación (léase bien: Televisa, TV Azteca y todas sus filiales) se inclinan por el uso de la violencia paramilitar para frenar la violencia producto de la corrupción institucional. Pero esas subjetividades opresivas que celebran a los "vengadores" son incapaces de entender que la violencia en México es ya estructural. Incapaces de entender, como lo es una buena parte de la sociedad, que entre los Mata Zetas y Roberto Hernández (ladrón ex-banquero dueño de BANAMEX), la única diferencia real se mide en los montos millonarios del dinero robado a los mexicanos, siendo ambos también asesinos. Aunque con la certeza de que en algún momento de nuestra siniestra historia "futura", los primeros serán asesinados como lo fueron los integrantes de la vieja Brigada Blanca al final de los 70 y principios de los 80. Cuando dejen de ser "útiles" y se conviertan en un estorbo para los poderes de facto. Cuando cumplan con su parte del exterminio al que la derecha neoliberal (PRI y PAN) nos han conducido. Cuando dicho exterminio, deba pararse, otra vez, para "ahora sí transitar a la democracia".
La historia que hoy vive México no es ni original, ni novedosa, es la historia de una buena parte de nuestro Continente (quizás con una dosis mayor de bestialidad) y es justo en la pérdida de la memoria histórica que las subjetividades opresivas se transforman en imaginarios colectivos.
Sólo las sociedades más atrasadas culturalmente, como lo es hoy la mexicana, gracias al trabajo "ideológico" de "la maestra", Chabelo y Chespirito y como lo ha sido siempre la gringa, es que se puede suponer que los grupos "vengadores" "terminarán" con el azote de la violencia. Violencia que es producto justamente de quienes hoy la impulsan institucionalmente y que va más allá de las balas y la sangre que esas balas derraman. Violencia es la corrupción y la IMPUNIDAD en la que se cobija, violencia es el FOBAPROA y violencia es que nos hablen de "ciudades modernas" donde cruzar una calle es jugarse la vida.
Pero las subjetividades opresivas sólo son capaces de ver la violencia que las subjetividades opresoras les imponen y en esa ecuación es donde se cultivan todos los caminos del fascismo.
Hoy, más que nunca, la sociedad mexicana, altamente enajenada, celebra a los "vengadores" o lincha a sus vecinos, mientras se pone una venda, ni siquiera es necesario ya que se la pongan como un impedimento para canalizar sus iras contra sus verdaderos enemigos, es decir, cierra los ojos para no actuar con la responsabilidad social de cambiar lo que debería ser urgente de cambiar y desterrar a quienes nos agreden sistemáticamente desde esa peligrosa idea burguesa de la representatividad, que es precisamente donde operan todas las condiciones para hacer de la opresión una construcción colectiva de comportamiento, en tanto los opresores demagógicamente apelan al confort aparente del pantano que habitamos, mientras nos hablan de soluciones que jamás llegan, pues los opresores no pretenden solucionar nada y menos aún si en las soluciones sus privilegios rapaces pueden afectarse.
Es la voluntad de unos cuantos convertida en la verdad "inalterable" de millones incapaces de querer ver la violencia de la realidad que los opresores nos ofertan y nos imponen.
Ellos, han hecho su trabajo, han borrado en una buena parte de la sociedad la memoria histórica y nos han convertido en discapacitados críticos de la realidad; la ceguera es una norma que se enseña desde el jardín de niños hasta la universidad; los dichos de la telebasura y el pederasta clero se convierten en verdades absolutas y la opresión se convierte así en un estado de ánimo colectivo que impide la movilidad de millones para combatir a los tiranos. Mientras nuestra energía se canaliza en delatar y linchar a nuestros vecinos, es decir, en agredirnos a nosotros mismos, sin tocar, o ni siquiera ofender, a quienes nos agreden y explotan en realidad. Nos han arrebatado el sentido de colectividad y solidaridad, junto a la esperanza de futuro, la dictadura toca nuestras puertas. Será muy tarde y a un precio altísimo cuando por fin el despertar ciudadano logre desprender de su imaginario la opresión colectiva que nos han impuesto.
Para mediados del 2012 la cifra de muertos (asesinados con las balas del programa gringo "rápido y furioso") superará ya los 100 mil y la violencia paramilitar controlará casi todos los rincones del país... Resulta difícil saber cuánto durará la noche que nos invade. Pero pasarán décadas, y muchas más serán las generaciones pérdidas, antes de poder recuperar lo mucho que se nos ha arrebatado. La noche aún es larga y no hay por ahora ningún destello a la vista que anuncie la madrugada.
Contar muertos es nuestro presente y será nuestro futuro mientras la sociedad, toda, no logre desterrar el miedo y frenar la IMPUNIDAD con la que transnacionales, oligarcas y políticos, hacen su gran fortuna.
No deja de ser muy alarmante ver la reacción cuando menos en la Internet de una parte de la sociedad apoyando la barbarie que significa, para cualquier país, el surgimiento de los grupos paramilitares. Lo que en el México de la usurpación panista es más grave aún.
Las subjetividades opresivas que viven una política del terror impuesta por los poderes de facto (los que verdaderamente gobiernen en México) y muy particularmente a través de los medios masivos de comunicación (léase bien: Televisa, TV Azteca y todas sus filiales) se inclinan por el uso de la violencia paramilitar para frenar la violencia producto de la corrupción institucional. Pero esas subjetividades opresivas que celebran a los "vengadores" son incapaces de entender que la violencia en México es ya estructural. Incapaces de entender, como lo es una buena parte de la sociedad, que entre los Mata Zetas y Roberto Hernández (ladrón ex-banquero dueño de BANAMEX), la única diferencia real se mide en los montos millonarios del dinero robado a los mexicanos, siendo ambos también asesinos. Aunque con la certeza de que en algún momento de nuestra siniestra historia "futura", los primeros serán asesinados como lo fueron los integrantes de la vieja Brigada Blanca al final de los 70 y principios de los 80. Cuando dejen de ser "útiles" y se conviertan en un estorbo para los poderes de facto. Cuando cumplan con su parte del exterminio al que la derecha neoliberal (PRI y PAN) nos han conducido. Cuando dicho exterminio, deba pararse, otra vez, para "ahora sí transitar a la democracia".
La historia que hoy vive México no es ni original, ni novedosa, es la historia de una buena parte de nuestro Continente (quizás con una dosis mayor de bestialidad) y es justo en la pérdida de la memoria histórica que las subjetividades opresivas se transforman en imaginarios colectivos.
Sólo las sociedades más atrasadas culturalmente, como lo es hoy la mexicana, gracias al trabajo "ideológico" de "la maestra", Chabelo y Chespirito y como lo ha sido siempre la gringa, es que se puede suponer que los grupos "vengadores" "terminarán" con el azote de la violencia. Violencia que es producto justamente de quienes hoy la impulsan institucionalmente y que va más allá de las balas y la sangre que esas balas derraman. Violencia es la corrupción y la IMPUNIDAD en la que se cobija, violencia es el FOBAPROA y violencia es que nos hablen de "ciudades modernas" donde cruzar una calle es jugarse la vida.
Pero las subjetividades opresivas sólo son capaces de ver la violencia que las subjetividades opresoras les imponen y en esa ecuación es donde se cultivan todos los caminos del fascismo.
Hoy, más que nunca, la sociedad mexicana, altamente enajenada, celebra a los "vengadores" o lincha a sus vecinos, mientras se pone una venda, ni siquiera es necesario ya que se la pongan como un impedimento para canalizar sus iras contra sus verdaderos enemigos, es decir, cierra los ojos para no actuar con la responsabilidad social de cambiar lo que debería ser urgente de cambiar y desterrar a quienes nos agreden sistemáticamente desde esa peligrosa idea burguesa de la representatividad, que es precisamente donde operan todas las condiciones para hacer de la opresión una construcción colectiva de comportamiento, en tanto los opresores demagógicamente apelan al confort aparente del pantano que habitamos, mientras nos hablan de soluciones que jamás llegan, pues los opresores no pretenden solucionar nada y menos aún si en las soluciones sus privilegios rapaces pueden afectarse.
Es la voluntad de unos cuantos convertida en la verdad "inalterable" de millones incapaces de querer ver la violencia de la realidad que los opresores nos ofertan y nos imponen.
Ellos, han hecho su trabajo, han borrado en una buena parte de la sociedad la memoria histórica y nos han convertido en discapacitados críticos de la realidad; la ceguera es una norma que se enseña desde el jardín de niños hasta la universidad; los dichos de la telebasura y el pederasta clero se convierten en verdades absolutas y la opresión se convierte así en un estado de ánimo colectivo que impide la movilidad de millones para combatir a los tiranos. Mientras nuestra energía se canaliza en delatar y linchar a nuestros vecinos, es decir, en agredirnos a nosotros mismos, sin tocar, o ni siquiera ofender, a quienes nos agreden y explotan en realidad. Nos han arrebatado el sentido de colectividad y solidaridad, junto a la esperanza de futuro, la dictadura toca nuestras puertas. Será muy tarde y a un precio altísimo cuando por fin el despertar ciudadano logre desprender de su imaginario la opresión colectiva que nos han impuesto.
Para mediados del 2012 la cifra de muertos (asesinados con las balas del programa gringo "rápido y furioso") superará ya los 100 mil y la violencia paramilitar controlará casi todos los rincones del país... Resulta difícil saber cuánto durará la noche que nos invade. Pero pasarán décadas, y muchas más serán las generaciones pérdidas, antes de poder recuperar lo mucho que se nos ha arrebatado. La noche aún es larga y no hay por ahora ningún destello a la vista que anuncie la madrugada.
Contar muertos es nuestro presente y será nuestro futuro mientras la sociedad, toda, no logre desterrar el miedo y frenar la IMPUNIDAD con la que transnacionales, oligarcas y políticos, hacen su gran fortuna.
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