marzo 31, 2008

Al PRI:

Manuel Camacho Solís
31 de marzo de 2008

Con respeto, me dirijo a los priístas. Lo hago por la importancia que tendrán sus votos en el Congreso, sobre el dominio nacional del petróleo y Pemex. Me preocupan más la estabilidad política y el futuro de México que las luchas partidistas inmediatas.

La reforma energética para abrir el petróleo al capital exterior (para privatizar lo que cuenta, que es una parte de los futuros grandes negocios) es un asunto distinto a una reforma de pensiones, electoral o a una negociación sobre el presupuesto. Es un cambio en una decisión fundamental del pueblo de México que debiera tomarse —por las mayorías necesarias y previo debate nacional— con visión histórica y haciendo un cálculo político racional. La componenda y el engaño no caben en este asunto crucial. Hay que hacerse las preguntas de fondo.

¿Si entran las transnacionales petroleras, habrá mayor o menor seguridad para México, tomando en cuenta la experiencia mundial de todo el siglo XX y las condiciones post 11 de septiembre para los Estados Unidos?

¿Qué gana nuestro país con compartir en este momento su renta petrolera —si no hay ganancia no habrá inversión extranjera— para explorar el Golfo, cuando existen reservas de petróleo más barato en el sureste y las aguas someras?

¿Por qué enfatiza el gobierno la falta de recursos, cuando ni siquiera ha dedicado a la inversión en Pemex los recursos que en los últimos años le ha autorizado el Congreso y por qué no da cuenta fehaciente de su manejo financiero?

¿Ante el retraso tecnológico, no habría una extraordinaria oportunidad para sumar los mejores recursos humanos del país y la cooperación internacional, para crear un cluster entre el gobierno, las universidades y empresas?

¿No ofrece Pemex una gran oportunidad para levantar el nivel de nuestras ingenierías, al sacar adelante proyectos accesibles —como las refinerías— que levantarán la confianza nacional?

¿No permiten la Constitución y la ley tomar las decisiones necesarias, en asociación con los empresarios, para rehabilitar y desarrollar las industrias química y petroquímica?

¿Se puede entregar la confianza de la toma de las principales decisiones a funcionarios que están involucrados en conflictos de interés, o a quienes han dilapidado la renta petrolera en gasto corriente?

¿Conviene hacerle el trabajo sucio al PAN, de apoyar una reforma inconstitucional y sin un verdadero debate nacional, a cambio de migajas y ofrecimientos de impunidad, cuando además se sabe que esa decisión le quitará votos al PRI en las elecciones nacionales y poder a sus legisladores y gobernadores?

¿Si el PRI concede la apertura, el gobierno va a resistir las movilizaciones populares, u ocurrirá como con el desafuero: que se vota en el Congreso con la idea de que ya todo terminó, para acelerar más la protesta durante el proceso judicial consecuente, y tener que dar marcha atrás ante el altísimo costo que tendría someter por la fuerza al movimiento social?

Al PRI no le conviene perder votos, reactivar la calle, otorgarle al PAN la mayoría en 2009, ni heredar un movimiento social que no le permitiría gobernar. La fuerza del PRI está hoy en la política local y en el Congreso; en no exponer su unidad. No está en la calle, ni en el manejo de los expedientes, ni en la distribución de los grandes negocios a los empresarios que guardarán lealtad a quien se los otorgue. El PRI no es gobierno nacional. Aspira a serlo. Si el PRI se sale de sus fortalezas, o lo logran sacar, volverá a perder.

Miembro de la Dirección Política del Frente Amplio Progresista

0 comentarios: