Axel Didriksson / Proceso
MÉXICO, D.F., 6 de agosto.- A unas semanas de dar inicio a las celebraciones centenarias, se vive en el país un proceso de vacío educativo y cultural, en el espanto de las muertes por violencia, de los jóvenes sin futuro, de la descomposición política y social, y de la ineficacia de las políticas de Estado.
La crisis económica que, se asegura, será muy prolongada, va de la mano con el deterioro de la escuela y de las posibilidades de desarrollo social y cultural del país. La pretendida recuperación financiera y de los activos públicos al nivel de las grandes potencias aparece en los debates económicos como bastante insegura, y la vuelta a una nueva fase recesiva apunta, hacia el siguiente semestre del año, de forma bastante fuerte. Para los países dependientes, como México y el resto de América Latina, la recesión ha sido más breve y la crisis se ha podido sortear con mayores expectativas (Cepal, 2010), pero nadie puede asegurar que el impacto de una nueva fase de recesión mundial no alcance a frenar y deshilvanar las condiciones favorables que se alcanzaron en estos meses pasados.
En el fondo, lo que no ha podido superarse es la creciente desigualdad en los ingresos, la ampliación de la pobreza, la exclusión educativa y cultural. Y es esto lo que tendrán enfrente los festejos, que buscarán resaltar una pretendida identidad nacional. Los pobres resultados de la transmisión educativa y cultural dan cuenta, mucho más de lo que se cree, de una verdadera catástrofe que no podrá ocultarse en la parafernalia de los festejos y en el derroche criminal de los recursos, cuando deberían prevalecer la austeridad y el debate sobre el cambio y la creación de nuevas instituciones educativas y culturales para alcanzar una sociedad más justa.
El tema no es de ninguna manera irrelevante, pero se aniquila cualquier debate desde el discurso monotemático del enfrentamiento contra el crimen organizado, o se raya en la superficie de los grandes problemas con la sola aplicación de políticas cortoplacistas de fuerte orientación clientelar, ahora que se ha adelantado la sucesión presidencial de 2012, porque hay que acarrear votantes con becas, programas insustanciales de combate a la exclusión educativa y cultural, y promesas de mayores lugares educativos de baja calidad, cuando el abandono de la escuela es cada vez mayor, los logros educativos y docentes están por los suelos y las desigualdades educativas debidas a los ingresos que se reciben, al tipo de institución y a la ubicación geográfica, son reconocidas pero no atendidas.
En el sistema educativo y cultural mexicano se forman élites que ya son indiferentes a la historia nacional y a la identidad popular que se pregonará como incólume en los festejos centenarios, frente al declive de la autoridad gubernamental, del enorme deterioro de las condiciones de transmisión de aprendizajes de los docentes (que debería ser motivo de verdadera alarma) y de la crisis de las instituciones educativas y culturales a nivel nacional. En este vaciamiento general ya se están apuntando algunos políticos e intelectuales de la derecha para atacar a las pocas instituciones públicas que nos quedan, como las universidades, y muy en lo particular a la UNAM, para evidenciar esta crisis con aseveraciones mal formuladas y datos inconsistentes fuera de contexto y de lugar, con la sola intención de degradar.
Va a ser muy chocante presenciar la inauguración de obras de relumbrón, programas televisivos de ficción histórica, y la hora de los discursos elocuentes sobre la mexicanidad, en medio de la realidad estrujante de poblaciones enteras excluidas y marginadas, en zonas sin autoridad, de desintegración y de total falta de protección. Debería dar pena lo que está pasando y proponerse la hechura de, aunque fuera, algún remedio en serio. l
agosto 07, 2010
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