Sergio Aguayo Quezada
15 de diciembre 2010
15 de diciembre 2010
Para Carlos Salinas de Gortari “México está en peligro” y su propuesta de salvación viene en su libro: Democracia republicana. Ni Estado ni mercado: una alternativa ciudadana.
Un obstáculo a su proyecto son los “intelectuales orgánicos” que “dominan hoy el debate de las ideas” y presentan “versiones simplificadas de la realidad” en las cuales “domina el estereotipo”. Los personaliza con Jorge Castañeda, Enrique Krauze, Lorenzo Meyer y el autor de esta columna. Su planteamiento es “discutir con ellos y cuestionar sus posiciones con miras a construir una nueva hegemonía que parta de la sociedad civil”. Respondo a sus críticas y reseño su libro.
En las dos páginas y media que Carlos Salinas me dedica, hace suyas las añejas acusaciones de que estoy “vinculado con agencias extranjeras [de Estados Unidos] especializadas en operaciones de espionaje e intervención”. Aparece entonces la primera gran debilidad de su texto: el autor ignora información que lo contradice. En este caso no aclara que demandé judicialmente al principal difamador y que en agosto de 2007 la Suprema Corte ratificó el fallo de un tribunal que había calificado de ilícitas 29 publicaciones, y le ordenó indemnizarme con 400 mil pesos. El difamador me solicitó un descuento de 90 por ciento. Se lo concedí, me pagó aceptando tácitamente su responsabilidad y cesaron ese tipo de calumnias (toda la información sobre el caso, pulsar aquí).
Otra debilidad es que el autor no discrimina entre fuentes. En el capítulo dedicado a los intelectuales orgánicos cita a pensadores de izquierda como Antonio Gramsci y Eric Hobsbawm para luego darle valor a textos poco confiables. Recurre a Pepe Grillo, sección de chismes sin verificación documental del diario La Crónica de Hoy, para sostener la versión de que fui empleado del Centro de Investigación y Seguridad Nacional, Cisen. Nunca lo fui, pero sí investigué la dependencia cuando estaba preparando el libro, La Charola. Para no utilizar espacio en esta columna puede descargarse gratuitamente el capítulo 1 de este libro pulsando aquí, en donde explico con todo detalle cómo accedí a los archivos de la Dirección Federal de Seguridad que entonces custodiaba el Cisen.
Salinas también me acusa de manipular evidencia para presentar una “visión distorsionada y parcial de la realidad” cuando escribo sobre “diversos personajes”. Lo asegura pero no lo demuestra porque una tercera debilidad de su libro son las ambigüedades e imprecisiones (en el espacio que me dedica detecté 14).
La revisión de otras partes de Democracia republicana me permite asegurar que estamos ante un libro poco riguroso, que divaga constantemente y que omite información de manera deliberada. Eso empobrece el diagnóstico y las soluciones propuestas. Por ejemplo el ex Presidente se indigna con la “pésima calidad educativa” pero al proponer soluciones hace malabarismos para exculpar al poderosísimo sindicato magisterial. Es tan cauteloso que en ninguna parte del libro menciona a Elba Esther Gordillo, la lideresa que él puso en el cargo en 1989 y que se ha convertido en la política más poderosa de este país (a costa de la educación).
Esas fallas reducen a una enumeración de buenas intenciones el capítulo dedicado a su tesis de que estamos en la “hora de los ciudadanos participativos” que deben organizarse en “agrupaciones independientes del Estado”. Comparto la prioridad que concede a la participación ciudadana pero me sorprende que no discuta la manera en que enfrentarán a partidos decididos a reducir al mínimo la incidencia social en la vida pública.
Carlos Salinas es un político en busca de lugar. Se rebela contra el retiro y eso se advierte en los últimos párrafos donde recuerda que cuando fue Presidente, el liberalismo social tuvo una “oportunidad como gobierno” que no pudo “institucionalizarse y consolidarse como alternativa”. Exhorta entonces a la ciudadanía a tomar la bandera de ese liberalismo para librar una “lucha de posiciones, de desgaste del adversario” que incluye la confrontación con “ideas frescas a la sofisticada propaganda” de los intelectuales orgánicos que tanto detesta. Nada dice sobre el papel que jugará su partido, el PRI, en esta movilización.
En el fondo Carlos Salinas se autopropone, con discreción y modestia, como dirigente social y el libro es una dispersa disertación de 975 páginas. Ya veremos si logra convencer a un sector de la ciudadanía. Por ahora estamos ante las divagaciones y las adjetivaciones de un aspirante a líder social.
La Miscelánea
David Razú es presidente de la Comisión de Derechos Humanos de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal y ha sido notable su trabajo a favor de los capitalinos y su disposición a escuchar y trabajar con los organismos civiles.
Las citas del libro de Carlos Salinas provienen de las páginas 11, 537, 723, 721, 21, 695, 25, 722 y 723 respectivamente
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