enero 15, 2010

Para comprender la crisis / II

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Julio Boltvinik   /   La Jornada
Luis Arizmendi, en el Seminario de la Fundación Heberto Castillosobre la crisis que vengo reseñando en esta serie, presentó una ponencia llena de ideas y conceptos esclarecedores. Empieza señalando que la crisis contemporánea es la crisis más compleja, de mayores alcances y riesgos de la historia moderna y que llegó a contrapelo de la euforia que acompañó el crecimiento de fin del siglo XX y primeros años del XXI, visto como el símbolo de un nuevo capitalismo que, al globalizarse con el neoliberalismo, llegaba para vencer y dejar atrás la repetición cíclica de las crisis. En el discurso convencional, agrega, el desarrollo del poder planetario, que depreda la naturaleza y la sociedad, se transfigura en la ilusión de un progreso económico y social indetenible. Arizmedi añade que la teoría crítica se vuelve imprescindible ante esta crisis radical, y subraya la vigencia de la formulada por Marx. En las crisis, de modo cada vez más esquizoide se entrecruzan progreso y devastación, dice Arizmedi, y podemos añadir que esto es aplicable al capitalismo incluso sin crisis. Hace explícito un rasgo del capitalismo implícito en la ponencia de Bartra (véase entrega del 08/01/10): Sin dejar de ser efectivos los adelantos de la técnica moderna, otras trayectorias enteramente posibles de desarrollo tecnológico son bloqueadas para hacer prevalecer las que sirven al poder planetario. Porque pone en riesgo los fundamentos sociales y naturales mismos de la civilización, la crisis actual es caracterizada, brillantemente por Arizmedi, como crisis epocal que se conforma, y en ello consistiría su especificidad, por tres crisis: 1) el colapso de la configuración neoliberal de la mundialización capitalista; 2) la cuarta gran crisis de la historia del capitalismo moderno; y 3) la crisis ambiental mundializada. Abordo sólo las dos primeras por razones de espacio.
Arizmedi sostiene que la configuración actual del capitalismo no es neoliberal, porque (siguiendo a Wallerstein) sostiene que la configuración liberal actuaba como contrapeso de la violencia económica anónima que conlleva el capitalismo, impulsando la elevación del nivel de vida de la población e introduciendo procesos electorales (no democracia, porque se trata de un simulacro para rotar el poder entre grupos de la clase política funcionales al poder empresarial). Por ello el nombre neoliberal le parece un eufemismo y lo sustituye por el de configuración cínica que es aquella que deja operar sin restricciones el dejar hacer, dejar pasar, para hacer del mercado la entidad que define los heridos y los muertos. Aunque para muchos de nosotros el dejar hacer, dejar pasar es el lema del liberalismo, la clasificación de configuraciones capitalistas que presenta Arizmedi(que incluye la fascista) es muy sugerente: en la medida, dice, en que el cinismo constituyó una configuración que desmontó múltiples restricciones, privatizando, subordinando a las naciones al mercado planetario, propició desregulaciones de tal alcance que impactaron negativamente el proceso de reproducción social que se expresa en la crisis mundial alimentaria y en la mundialización de la pobreza.
Tipifica tres configuraciones de la economía mundial alimentaria en el Siglo XX. La segunda de ellas, el predominio mundial de la agricultura de EU y subordinación y dependencia alimentaria del grueso de naciones, se basó en el desfinanciamiento estratégico del campo en muchos países subdesarrollados (incluido México), combinado con enormes subsidios a la producción cerealera en EU. La crisis alimentaria, concluye, es el tránsito de la vulnerabilidad al hambre, no porque estas naciones carezcan de la capacidad productiva para autoalimentarse, sino porque sus capacidades económicas son cínicamente refrenadas para garantizar ganancias extraordinarias para las transnacionales. La mundialización de la pobreza revela, dice Arizmedi, el profundo impacto generado por el cinismo histórico, lo que ilustra con cifras de un trabajo reciente de Hábitat (organismo de la ONU que se ocupa de la vivienda y su entorno) que muestran que el neoliberalismo ha incrementado la pobreza urbana en las cerca de 250 mil áreas urbanas hiperdegradadas (slums) existentes (véase gráfica). Arizmedi argumenta que la liberalización internacional de flujos de capital y mercancías (pero no de la fuerza de trabajo), llevó a una drástica reducción de los salariaos internacionales. Concluye señalando que los slums son la concreción histórica de la configuración cínica del capitalismo porque incluso con crecimiento económico el capitalismo de la vuelta de siglo produjo el mayor ejército internacional de reserva de su historia, lo que se agudizará con la crisis. Al concentrar la mirada en los slums, Arizmendi pone el dedo en la llaga del creciente desempleo y pobreza urbanas, pero deja fuera la creciente pobreza rural que su propio análisis de la crisis alimentaria y el de Bartra sobre la crisis del modelo capitalista en la agricultura, ponen de relieve.
Arizmedi identifica a la actual como la cuarta gran crisis del capitalismo, cuyo problema de fondo es que ante la tendencia hacia la automatización total del proceso productivo, tiene que imponer una tendencia inversa para mantener a los trabajadores en la producción y garantizar la generación incesante de plusvalía, porque de otro modo padecería su muerte. Por ello el capitalismo tiene, necesariamente, que entremezclar progreso y devastación. El decrecimiento económico, el aumento del desempleo mundial, la represión salarial, la disminución drástica de las remesas y el retorno de los migrantes, señala, constituyen efectos de la cuarta gran crisis que se vienen a sumar a la mundialización de la pobreza y a la crisis alimentaria, productos del capitalismo cínico. Explica la mundialización de la economía criminal por el altísimo nivel de desempleo juvenil mundial anterior a la crisis y la mundialización de la pobreza.
Al explorar críticamente la encrucijada de nuestro tiempo, abre la posibilidad de una transición que trascienda al capitalismo ya que, dice, en términos negativos la crisis ha puesto en el escenario la necesidad de un profundo cambio histórico, y en términos positivos existe hoy la capacidad material para volver realidad medidas de respuesta inéditas ante la crisis. Se requieren formas de [lucha] anticrisis que hagan valer anti y transcapitalistamente principios de seguridad de la reproducción nacional e internacional. Entre ellas destaca el principio de la desmercantilización y el proyecto del Ingreso Ciudadano Universal (ICU) que garantiza la reproducción vital de la sociedad desestructurando la mediación del mercado y que le quita el carácter obligatorio a la venta de la fuerza de trabajo: para los dominados modernos, dice, el ICU instalaría un cierto grado de independencia económica. Hubo aquí un amplio consenso en el Seminario de la Fundación Heberto Castillo, pues también en las ponencias de Damián, Yanes y Boltvinik se propone la puesta en práctica del ICU como salida anticrisis y como medida de transformación social.

jbolt@colmex.mx

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