"Hablando de alianzas y traiciones, se fueron consumiendo las botellas, pidieron que cantara mis canciones, y yo canté unas dos en contra de ellas". Así podrían cantar quienes consideran que las alianzas de moda, entre ¡PRD y PAN!, son uniones anti natura. Reforzarán su idea quienes han dicho que la política convierte a los seres más extraños entre sí, en apasionados compañeros de cama.
Para solaz y esparcimiento de los interesados en el tema, sirvan estas líneas para explorar, en los anales de la historia, mezclada con mitología, así como en la ficción postmoderna, los antecedentes más interesantes de este tipo de uniones, a primera vista inconcebibles. Estos antecedentes nos mostrarán dos cosas, una buena y una mala: la buena es que este tipo de alianzas sí son posibles, la mala es que sus resultados suelen ser impredecibles, o, mejor dicho, contrarios a los previstos.
Hace cuatro mil años, en los albores de la civilización griega, en la isla de Creta, gobernó el rey Minos. Minos tenía una esposa que a su vez tenía un nombre muy extraño, Pasifae; pero no sólo el nombre era extraño, también los gustos de Pasifae iban de lo raro a lo extravagante. Hete aquí que Pasifae se enamoró de un toro. Quién sabe cómo se las ingeniaron ese par de canijos, Pasifae y el toro, el caso es que ella quedó embarazada. El rey Minos estaba muy contento, pues esperaba al hijo varón que hasta entonces se le había negado; pero ignoraba que competía con el toro no sólo en el amor de Pasifae, sino también en el tamaño de sus respectivas cornamentas.
Cuando Minos fue a conocer al fruto del vientre de Pasifae, su sorpresa fue mayúscula. Efectivamente había tenido un hijo varón, al menos de la cintura para arriba; porque de la cintura para abajo aquel era un toro hecho y derecho: había nacido el Minotauro, mitad humano, mitad toro. Minos se jaló los cabellos, no lo podía creer. Cuando se acercó a la ventana de la alcoba de Pasifae, la verdad asomó ante sus ojos: en el corral, serenamente, pastaba el toro; hasta creyó ver en él una mirada pícara. ¡Pinche toro! pensó el rey Minos, me hiciste buey, ¡y chivo!
Pero andamos muy lejos; así que regresemos a nuestros tiempos, aunque sea al terreno de la ficción cinematográfica. En la película Shrek, parte tres, se presenta otra unión o alianza que, como dicen los chamacos, ni al caso: sucede que el Burro, el mejor amigo de Shrek, se enamoró de la Dragona. No sabemos qué le vio la Dragona al Burro, pero quedó muy impresionada, y el Burro fue correspondido. De hecho, bastante correspondido, por que luego luego tuvieron cinco hijos: los burridragones, mitad burro, mitad dragón.
Ahora parece que entre el PRD y el PAN han parido un burridragón. Es el arma secreta con el que pretenden derrotar a su enemigo común. La izquierda y la derecha han creado un engendro que jala para los dos lados al mismo tiempo. ¿Qué propuesta podría presentar este burridragón? ¿Fortalecer y desarrollar a PEMEX, como propone la izquierda? ¿Entregarlo a la iniciativa privada extranjera, como lo está haciendo la derecha? ¿Acaso revertir la ilegal privatización de CFE? De hecho, el burridragón partidista no podría ofrecer propuesta alguna. Por tal razón la parte de adelante tendría que corresponder al burro; así que en cuanto a propuestas no pueden esperarse más que rebuznos. Y es ahí en donde el burridragón panperredista se vuelve peligroso para sus creadores.
La razón del peligro es bastante simple: Si el burridragón rebuzna por delante ¿Ya se imaginan por dónde va a soltar la lumbre? Por eso, a nuestros amigos, entusiastas promotores que marchan detrás de tan imponente cuan curioso engendro, debemos recomendarles que no se acerquen demasiado. No vaya a ser que les toque un flamazo, y luego parezca que les explotó el boiler en la cara.
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