abril 15, 2010

Binderberg, el Olimpo de los depredadores

Jaime Richart (especial para ARGENPRESS.info)

La localidad barcelonesa de Sitges se prepara para acoger a los miembros del selecto Club Bilderberg entre el 3 y el 6 de junio. El club está formado por un centenar de los más influyentes políticos, banqueros y empresarios del mundo.

Clinton, Blair y Obama fueron convocados a la cumbre poco antes de presidir sus países. El club ya se reunió en España en 1989. El entonces presidente Felipe González recibió a los denominados "sumos pontífices del capitalismo" en La Toja (Pontevedra). En aquella ocasión, asistieron políticos como Boyer, y el ex secretario general de la OTAN Lord Carrington, Kissinger o Rockefeller.

Entre los españoles habituales, destacan la reina Sofía y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre. Los elegidos: Bancos, empresas, políticos y medios de comunicación. Esta alianza ha hecho que coincidan directivos de France Telecom, Coca-Cola, Warner, Bundesbank, Microsoft y Banco Santander con líderes políticos como Bill Clinton, Gordon Brown o Tony Blair. La lista de invitados suele incluir directivos de medios influyentes como The New York Times, Le Figaro o Die Zeit. Juan Luis Cebrián, consejero delegado del Grupo Prisa, es otro de los habituales. Sin embargo, evitan informar sobre el encuentro. Hasta aquí la noticia (resumida) del “Público”…

A medida que voy cumpliendo años más odio a los ricos, a los poderosos y a los que su única preocupación en la vida es ser rico o poderoso. Más difícil es que entre un rico en el cielo que un camello pase por el ojo de una aguja… reza uno de los pasajes evangélicos que ignoran precisamente ricos y poderosos. Yo detesto la religión también. Pero la conozco, y conozco lo suficiente el cristianismo como para saber que lo que menos les importa a los cristianos es esta advertencia evangélica. Seguro es que no creen en ese reino de los cielos, sino en el suyo… Pero también sé que los que braman contra el aborto son precisamente los que lo practican, lo mismo que los que en el seno de la Iglesia disculpan la pederastia son los que practican o practicaron la pederastia o la encubren o la encubrieron, y también que los que impiden la independencia personal y territorial de los que las aman son los que ven peligrar su riqueza o su poder ante las gentes que piensan por su cuenta. Desde luego la católica, lo mismo que la judía y la protestante, está plagada de ricos. Todos prácticamente occidentales, y todos influyendo en los vaivenes y en el destino final del mundo y de todas sus sociedades, occidentales u orientales.

Yo odio a los ricos. De hecho he ido rompiendo mis relaciones con casi todos los compañeros de colegio y universidades por esa razón. Todos son ricos y ejercen como tales. A duras penas conservo el contacto con un par de ellos que viven y piensan como si no lo fueran. Porque entre los reparos que oponemos quienes no somos ricos a la riqueza, el de la ostentación es el más repulsivo tras la constatación de que la propiedad privada es por sí misma siempre un robo.

Pues si yo los odio, ¿cuánto no les odiarán quienes han perdido lo poco que poseían y han perdido a sus seres queridos en torturas, en persecuciones, en masacres o en invasiones? ¿cuánto no les odiará Al Qaeda, esa organización fantasmal antiimperialista que no tiene armas nucleares ni misiles?

Pues bien, sabiendo cuándo y dónde se reúnen estos cien personajes mundiales de la economía capitalista y la política neoliberal a su servicio, ¿cómo es que nunca hasta ahora esa famosa organización no ha hecho volar por los aires alguno de los recintos en los que a lo largo de los años se van reuniendo ese centenar de fantoches? Si fuera tan monstruosa Al Qaeda como nos la definen los capitalistas, no dudemos que esos cien de Bildeberg hace mucho hubieran volado por los aires. La prueba de que Al Qaeda no es lo que propala la propaganda yanqui y anglosajona es que ni siquiera lo ha intentado nunca.

En el Club Binderberg se dan cita los hombres y mujeres que, con el respaldo de políticos, ejércitos y policías mantienen en el mundo las condiciones abominables en el reparto de la riqueza impuestas por el capitalismo y ahora por el neoliberalismo. Y de alguna manera el Club Binderberg es el símbolo de la prepotencia, del avasallamiento y del crimen organizado de los Estados, y el principal destinatario de todo el odio que acumula a lo largo de los siglos la comparsería del mundo que es casi toda la humanidad.

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