por José Luis Piñeyro
(publicado en El Universal el 20 de diciembre de 2008)
Cierra el año con situaciones reales o potenciales que deberían preocupar a la fracción dominante de la clase gobernante y de la clase económica, pero no saben más que repetir la cantaleta de los últimos 25 años: “no hay de otra”, o sea, no hay de otra política económica, financiera, bancaria, fiscal, comercial, laboral, social, alimentaria, educativa, policíaca, exterior, ambiental, etcétera. Los cambios mínimos son para preservar lo esencial, las famosas variables macroeconómicas (control de la inflación, del gasto público, de los salarios) que se dan desde que De la Madrid recetó medicina amarga a la nación que hoy no ha mejorado sus condiciones de vida tras un tratamiento de choque que dura un cuarto de siglo.
La política de seguridad pública en el mejor de los casos se encuentra en un frágil equilibrio frente al crimen organizado, donde tiempo de guerra y espacio territorial se ensanchan sin una fecha creíble para regresar los militares a los cuarteles y con varios frentes de lucha y una moral y capacidad de fuego delincuencial reforzada.
La política laboral ya muy restringida en cobertura de empleo, salarial y de prestaciones sociales, no enfrenta al actual y futuro desempleo masivo (engrosando así las filas de la economía informal y criminal) y solo llama a que los empresarios usen los despidos como “último” recurso. La política social antipobreza no reacciona de cara a los 10 millones de nuevos pobres en alimentación y a los al menos 500 mil migrantes repatriados.
La política comercial con EU no toma nota de que disminuirán los ingresos por petróleo, turismo, remesas, inversión de ese país y demanda de importaciones mexicanas, hechos que se enfrentan con ¡mayor apertura comercial y la “positiva” devaluación del peso¡. Podríamos seguir con otras políticas públicas fracasadas para abonar al pesimismo nada gratuito, mas solo queremos destacar que los elementos objetivos estructurales se complementan con otros subjetivos que ya son estructurales como la reiterada y extendida corrupción, impunidad, ineptitud y demagogia o mentiras al estilo de: “Vamos ganando la guerra anticriminal aunque no lo parezca” o “La crisis financiera de EU afectará como un catarrito”.
Prevalece una parálisis operativa del gobierno federal combinada con un hiperactivismo mediático que apela a la unidad nacional y a la voluntad colectiva frente a la crisis, o a “perder el miedo” vía el Televisa circus. Sin duda, se requiere voluntad social y liderazgo político pero se subestiman barreras estructurales y la ausencia de líderes con propuestas distintas al “más de lo mismo”.
Esta conducta gubernamental y privada contribuye a que aumente la inseguridad pública, social, laboral, económica y ambiental y a que se retroalimenten y conformen como retos o amenazas a la seguridad nacional, si consideramos el criterio de la dimensión o tamaño de la inseguridad múltiple.
El criterio gubernamental de sólo considerar riesgos o amenazas a situaciones que puedan rebasar la capacidad de respuesta del Estado es de bomberos: articulación de narcos, pobres y guerrilleros en una región, pero, eso no soluciona el problema, lo prolonga. Urgen estadistas democráticos. Deseo al público lector, dado el negativo entorno futuro, que el próximo año sea mejor, que sea al menos como los primeros meses del 2008, cuando el deterioro de la nación y del Estado no era tan grave.
diciembre 20, 2008
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