por Rogelio Ramírez de la O
(publicado en El Universal el 10 de diciembre de 2008)
Estados Unidos lucha con todo para no caer en una depresión, pero aun con cuantiosos recursos para apoyar a bancos y consumidores, la crisis tiene su propia espiral y será difícil cambiar su dirección. El desempleo en ese país puede llegar a dos dígitos en 2009.
Si aun con buenos tiempos americanos México no creció en los últimos 30 años más de 2.5% sostenidamente, el resultado sería desastroso si el gobierno no hace nada. Con el agravante de falta de empleo para medio millón de trabajadores que cada año emigraban a Estados Unidos.
Desde luego, ninguna política económica podrá impedir una recesión. Pero el gobierno podría suavizarla con medidas no muy difíciles de aplicar. Debería apoyar a productores, frenar una espiral de inflación y reforzar los programas sociales.
Para los productores la renovación de créditos es vital. El apoyo lo inició el gobierno con créditos de Nafin y de la Sociedad Hipotecaria Federal. Debe aumentarlo, pero también hacerlo transparente y sentar criterios uniformes que garanticen que no sólo apoyará a sus amigos. Esto porque los recursos no van a alcanzar para todas las empresas que los necesitan. Con el antecedente de Fobaproa, otro rescate viciado por conflictos de interés sería ignominioso. Estados Unidos ofrece una buena guía: se apoya a los grupos a cambio de acciones preferentes, mismas que garantizan que algún día se podrá recuperar el dinero de los contribuyentes.
La devaluación del peso va a causar mayor inflación. Si ésta se sale de control complicará todo. El gobierno puede y debe llamar a un pacto de moderación y poner por delante la reducción de los precios de gasolina, electricidad y gas. Y en paralelo exigir al sector privado que modere sus alzas. Debería derogar el IETU, que a estas alturas resulta perverso, pues no permite la deducción de intereses sobre la deuda o las pérdidas cambiarias. Aparentemente se diseñó con una economía ideal en mente.
El déficit fiscal aumentará aun si el gobierno no hace nada, pues las presiones para otorgar apoyos se van a multiplicar. Sería mejor tener un programa establecido y no gastar según las presiones del día.
También debería exigir la reducción de precios que en México son injustificadamente superiores a los de Estados Unidos. Éstos no son de toda la industria, sino los precios de monopolios. Si el gobierno reduce la energía, puede exigir que bajen el cemento, las telecomunicaciones, el pan, el transporte aéreo y los servicios bancarios y financieros, incluyendo las comisiones de las afores. Una reducción significativa de estos precios sería como una transfusión sanguínea a la economía.
La devaluación del peso muy probablemente aumente, dado lo precario de la cuenta externa. En 2009 la cuenta externa del gobierno va a empeorar por el menor ingreso petrolero. La cuenta externa privada también va a empeorar por los numerosos vencimientos de deuda de las empresas, la falta de crédito externo y la caída de exportaciones y de remesas. Será un golpe al poder adquisitivo de las familias y por eso se requiere que los programas sociales apoyen alimentos, pequeños productores y trabajadores de las ciudades, en donde el mayor desempleo podría ser alarmante.
Esto no es más que la repartición de una carga extraordinaria entre sectores, lo único lógico para la tarea gubernamental en una crisis. Ponen su parte el gobierno, las utilidades de monopolios, los salarios y la mayoría que debe aceptar menor bienestar. Es posible, desde luego, si el gobierno reconoce que hay una crisis.
diciembre 11, 2008
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