Las revelaciones de los documentos de Wikileaks dados a conocer por La Jornada el lunes pasado nos muestran que no era cierto que todo lo que nos descubrían ya lo sabíamos. En este asunto, en particular, sabíamos que existía una alianza entre el PRI y el PAN desde, por lo menos, 1990, y que había sido ideada por Salinas, atemorizado por el avance impresionante de la izquierda en las elecciones de 1988 y por su hallazgo de que entre el PRI y el PAN había diferencias, pero que resultaban menores ante el peligro que la nueva izquierda representaba para ambos. Sabíamos también que el PAN, representado por Fernández de Cevallos, aceptó la propuesta salinista. Desde entonces se dio esa alianza histórica priísta y panista que no ha dejado de funcionar con gran eficacia, hace ya veinte años.
Los documentos de Wikileaks nos muestran ahora el carácter perverso y sucio de esa alianza y el modo especial en que funciona. Ahí no hubo nunca acuerdos para siempre, excepto uno: no dejar, jamás, que la izquierda llegara al poder. Todo lo demás era negociable y nada se daría por garantizado. Esa alianza, dicho en otros términos, tiene un solo fin: impedir el triunfo de la izquierda en las elecciones nacionales. Los relatos que pueden hacerse a partir de esos documentos nos indican que los aliados eran, de verdad, enemigos en el campo de la lucha política y que cada uno hacía por sus intereses y lo hacía despiadadamente, sin importar si al aliado se lo llevaba entre las patas. Sólo se juntaban y la alianza operaba cuando ambos sentían que el enemigo los amenazaba a los dos.
También sabemos, gracias a esos documentos, que ese momento llegaba cuando uno de los aliados se rezagaba a ojos vistas y ya no podía aspirar a nada más. Eso le ocurrió a Madrazo y al PRI. Cuando supieron que estaban perdidos, el PAN acudió a ellos y les hizo ver que la alianza debía ya ponerse en movimiento en contra de una izquierda pujante que los amenazaba a ambos y era preciso hacerle frente en común. Los priístas lo aceptaron y, en ese instante, decidieron que Calderón sería su propio abanderado. Claro que también podemos saber algo que fue claro en su momento: que Madrazo fue condenado al fracaso por sus correligionarios, particularmente por algunos de los gobernadores priístas que se vieron amenazados de muerte por un posible triunfo del tabasqueño. Para consolidar su poder local, prefirieron apoyar al candidato panista, tratando de obtener todo lo que pudieran en esta alianza dictada por las circunstancias.
Mucho de canibalesco tiene esta alianza y es una muestra de que el objetivo es único: destruir a la izquierda o impedir su acceso al poder. En todo lo demás, que cada quien se atenga a su santo y que gane el más fuerte. Es difícil no pensar en esta alianza como una que se da entre rufianes, entre auténticos mafiosos para los que la ley vale un comino y las instituciones del Estado no son más que viles instrumentos de sus sucios enjuagues y trapacerías. Decir, como lo hizo alguno de los informantes de la embajada, que se estaba haciendo presión
sobre López Obrador y que se mantendría y se aumentaría en la medida en que se acercara la fecha de las elecciones, no quería decir que en el terreno electoral se haría lo posible para hacerle perder terreno al perredista. Quería decir que se emplearía todo el poder del Estado para derrotarlo a como diera lugar, por encima de la legalidad y de la institucionalidad. Fox mismo lo dijo, con la estupidez que lo caracteriza.
Que los priístas, principalmente los gobernadores del norte del país, le hayan temido a Madrazo, como lo revelan los documentos de la embajada, nos habla de dos cosas al mismo tiempo: una, la feudalización priísta que había hecho de esos gobernadores dueños de su propio reino y que veían en Madrazo no a un correligionario, sino a una amenaza a sus intereses particulares; dos, que habían entendido perfectamente ya el sentido de la alianza. Eso quiere decir que la alianza no operó únicamente en contra de López Obrador, sino también de Madrazo y de eso éste ni siquiera se dio cuenta. Dan náuseas de sólo ver a los protagonistas, expuestos por los documentos de la embajada, tirándose piales y haciéndose porquerías indecibles entre ellos mismos no sólo con tal de impedir el triunfo de la izquierda, sino también de aprovechar las debilidades del aliado o de los propios correligionarios para sacar provecho para sí.
Madrazo, por lo que puede verse, fue más una víctima de los mismos priístas que de los panistas o de la izquierda. Todos unidos contra Madrazo (Tucom)
o Tú, ¿le crees a Madrazo? Yo tampoco
fueron creaciones de la impudicia priísta en contra de su propio abanderado. Eso es revelador de otro aspecto que se esconde detrás del feroz pragmatismo de los gobernadores priístas y de los grupos que los apoyan y del oportunismo que, en general, ha caracterizado a los priístas durante los gobiernos panistas: la derechización irremediable del PRI que corre parejas (así se dice en el español clásico) con su absoluta incapacidad de actuar como un partido de oposición, como también lo revelan los documentos de Wikileaks. Es probable que una buena mayoría de los cuadros priístas de alto nivel se hayan alegrado de la derrota de su propio partido.
Podríamos hacer una inferencia de todas esas revelaciones que explican la actitud traidora (respecto a la alianza histórica de la derecha, por supuesto) de los priístas en su actuación en el Congreso. No le dan nada al gobierno panista no porque ellos no sean derechistas igual que los panistas, sino porque dentro de la alianza hay una guerra sin cuartel con sus propios aliados por posiciones de poder. Muchos se han preguntado el porqué no han prosperado lo que los derechistas de todos los signos llaman reformas estructurales
. Ahora todo parece mucho más claro: la alianza histórica del PRI y el PAN sólo incluye un acuerdo básico: impedir el triunfo de la izquierda a nivel nacional. En todo lo demás, ¡olvídense!, es la guerra. Parece increíble que entre aliados se pueda dar toda clase de porquerías y de golpes bajos; pero la verdad es que la alianza se hace efectiva cuando hay intereses concretos que la hacen necesaria, como en la reforma laboral o, de nuevo, cuando se trata de derrotar a la izquierda. Ambos sirven a los dueños del dinero, pero cada uno a su modo y por su lado. Hasta en eso son enemigos.
La conclusión es la misma: en México ya hay sólo dos fuerzas: la derecha, encarnada por el PAN y el PRI, y la izquierda que, hoy por hoy, sólo se encarna en López Obrador y en su gran movimiento de masas. La derecha se lleva muy pesado en sus entrañas y es capaz de cualquier atrocidad y, también, de todos los crímenes imaginables. Frente a ella, la izquierda que hoy existe sólo tiene una perspectiva: fortalecerse a sí misma hasta poder acceder al poder, respetando siempre la legalidad y las instituciones. No puede, de ningún modo, comportarse tan suciamente como la derecha.
Sí, es verdad, hay muchas y muy graves diferencias entre el PRI y el PAN. A ambos sólo los unifica la voluntad de combatir a la izquierda. Pero es, justo, eso lo que define hoy a la derecha.
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