abril 16, 2008

El Tío Taco

Sergio Aguayo Quezada / Reforma
saguayo@colmex.mx

Fue la excusa ideal porque evadían los temas espinosos culpando a Andrés Manuel López Obrador. Ahora que se pospuso la reforma energética abordemos asuntos que se relacionan; entre ellos, la actitud hacia los extranjeros y el complejo de inferioridad de nuestros gobernantes frente a Estados Unidos.


Cuando en México se dice "privatizaciones" brinca a la memoria aquel
"chupacabras" que simbolizara la corrupción desenfrenada del sexenio de Carlos
Salinas de Gortari. Si desconocemos la magnitud del saqueo es porque Vicente
Fox -el Presidente de lengua larga e ideas cortas- se rehusó a crear la Comisión
de la Verdad que tenía entre sus objetivos aclarar los grandes casos de
corrupción.

Pero el centro de gravedad de esta columna es la tortuosa actitud mexicana hacia
los extranjeros. ¿Qué lugar tienen y queremos darles en nuestro proyecto de país?
En el origen está un historial de agresiones que luego fue manipulado por
gobiernos priistas que denunciaban a los estadounidenses en el discurso, para
luego acordar en la penumbra tratos ofensivos para el interés nacional. A partir
de 1990 entramos en un limbo porque Carlos Salinas dio un manotazo al mito
nacionalista y, aprovechándose de una clase política sin orgullo ni proyecto,
negoció un tratado de libre comercio que cambió la historia.

Han pasado 14 años desde la entrada en vigor del TLCAN y el comercio con
Estados Unidos se ha multiplicado y nuestra economía se ha modificado trayendo
riquezas a un sector de la población y la inversión extranjera sigue llegando. En
el mismo periodo, 10 millones de mexicanos se fueron a vivir a Estados Unidos y
creció el crimen organizado y seguimos siendo un país de pobres. También
persiste la desconfianza hacia los extranjeros y el resentimiento hacia Estados
Unidos.

El Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública (CESOP) de la Cámara de
Diputados publicó, en febrero de este año, un útil estudio sobre "La opinión
ciudadana en temas nacionales". México sigue desconfiando de los forasteros. El
50 por ciento piensa que representan una amenaza para nuestras costumbres y
tradiciones, el 82 califica de agresión la construcción del muro fronterizo y el 93
considera injusto el trato que Estados Unidos da a nuestros migrantes.

Según esta misma encuesta el 57 por ciento de la población pensaba en diciembre
del 2007 que el gobierno mexicano no había hecho lo suficiente para lograr el
acuerdo migratorio que corregiría el maltrato hacia nuestros paisanos.

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Quisiera, en este punto, subrayar que estas opiniones anteceden al debate actual
sobre la reforma energética. Es lógico que así sea. Si las privatizaciones no han
traído beneficios a mayorías que las asocian con la llegada de extranjeros y creen
que el gobierno no defiende los intereses nacionales frente a Estados Unidos, es
natural que la mitad de la población disintiera de la propuesta oficial de reforma
energética. Sigue entonces que las estrategias de López Obrador no crearon la
realidad; se montaron sobre ella.

El éxito del líder opositor se explica porque el gobierno federal optó por negociar
con el PRI y con las empresas nacionales y extranjeras sin tomar en cuenta a la
sociedad. En esta ocasión les falló una estrategia que tiene como corolario la
actitud de sometimiento frente a Estados Unidos. Lo explico con un concepto
antropológico. En algunas regiones de ese país se usa el término de "Tío Taco"
(equivalente al "Tío Tom" afroamericano) para describir a aquellos mexicano-
americanos que incorporaron la manera de pensar y actuar estadounidense.

En las vertientes de la relación bilateral se encuentran diferentes manifestaciones
del "Tío Taco". La migración mexicana, por ejemplo, siempre ha sido tratada por
Estados Unidos como un asunto interno y no les interesa saber lo que pensamos o
deseamos. En los últimos dos siglos han hecho lo que les viene en gana y nuestro
Instituto Nacional de Migración es como el lacayo menospreciado por su
sumisión e ineficacia. Ni ellos ni la Cancillería han tenido la capacidad o la
voluntad para hacerse escuchar por los vecinos.

Tienen tan interiorizado el síndrome del "Tío Taco" que desaprovechan cartas de
negociación tan interesantes como la multitud de estadounidenses que viven de
ilegales en México. De acuerdo con Migración mexicana entre 1995 y el 2004
sólo obtuvieron papeles de inmigrantes 2 mil 650 estadounidenses. Según el
Departamento de Estado norteamericano había en el país un millón 36 mil
viviendo en México (Almanaque México-Estados Unidos, FCE, 2005). Me
consta que el gobierno federal ni siquiera tiene conciencia de esta realidad que
podría servir como palanca de presión.

No estoy sugiriendo una deportación masiva de estadounidenses sino el
aprovechamiento de ése y otros aspectos de la relación para defender nuestros
intereses, aprovechando sus elecciones presidenciales. Los tres aspirantes
coinciden en modificar la arrogancia y el unilateralismo de la política exterior de
George W. Bush. El aspirante republicano, John McCain, declaró hace poco que
"nuestro gran poder no significa que podamos hacer lo que queramos y donde
queramos... trataremos de convencer a nuestros amigos de que estamos en lo
cierto. Pero, a cambio, nosotros tenemos que estar dispuestos a dejarnos
persuadir por ellos". Es un momento para recordarles que el bienestar de Estados
Unidos depende de nosotros. Pero eso requiere de una visión fresca y una
claridad sobre la relación que deseamos tener con los extranjeros.

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Y el gobierno tiene un déficit de frescura, vigor y compromiso con las mayorías.
Por eso y por mucho más es que provocan tanto escepticismo los planes
energéticos de Felipe Calderón. Por eso es que López Obrador se convirtió en el
mensajero que logró ganar tiempo para que discutamos la reforma energética y
asuntos tan importantes como el papel de los extranjeros en nuestro futuro.


La Miscelánea

Frescura y compromiso marcaron la vida de Carlos Núñez, un líder social
recientemente fallecido. En los sesenta dejó su promisoria carrera de arquitecto
para dedicar su vida a defender y educar a los desposeídos. Estaba tan dispuesto a
renovar su pensamiento que su experiencia como diputado externo por el PRD lo
llevó a ser un precursor de la ética en la política. Tuvo una espléndida vida
privada. Se rodeó de amigos, formó una pareja excepcional con Graciela
Bustillos (fallecida en 1992) y educó a tres hijos exitosos: Juan Carlos, Marisa y
Marimar. Lo vamos a extrañar.

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