por Rogelio Ramírez de la O
(publicado en El Universal el 13 de mayo de 2009)
Lo que explica las medidas raquíticas del gobierno frente a la profunda recesión económica es principalmente un diagnóstico probablemente equivocado de la recesión, tanto internacional como nacional.
Desde que no pudo reconocer durante más de un año la recesión y sólo lo hizo cuando su postura llegó a ser insostenible, indica que está muy detrás de los acontecimientos. Peor, como estos acontecimientos violentan su concepción de la economía, sus medidas siempre van a tener el riesgo de ser incompletas o aun erróneas.
Su diagnóstico es que la recesión estadounidense termina este año. Por eso las medidas en su programa llamado “acuerdo nacional” son pequeñas y algunas no se cumplen, como las inversiones en infraestructura.
Luego, en mayo, contra la secuela económica de la influenza, anunció apoyos por sólo 7 mil 400 millones de pesos, cuando las pérdidas de ingreso nacional son seis veces más en sólo 10 días de caída de ventas y actividad.
Como anécdota, entre tanto la Secretaría de Comunicaciones reconoció que sus proyectos para puertos del Pacífico están suspendidos por falta de financiamiento y menor atractivo para los participantes privados. Ni hablar de que el Estado ofrezca financiarlos y menos de que lleve a cabo él mismo las obras.
La lógica del gobierno es que a la larga es mejor proteger el equilibrio de sus finanzas en lugar de aumentar la inversión pública. Así, los mercados financieros van a estar tranquilos y eventualmente tendremos bajas tasas de interés y un peso fuerte.
El problema es que esta crisis tiene una profundidad y naturaleza muy distinta de las recesiones de los últimos 30 años y el diagnóstico oficial quedará rebasado. La economía estadounidense tomará años en repuntar después de tocar fondo. Y por sus efectos estructurales la economía global no será la misma de 2007.
Primero, los estadounidenses seguirán aumentando su tasa de ahorro. En 2007 fue sólo de 0.7% del PIB, pero hoy llega a 5% y sigue en aumento. Que llegue a 10% será un golpe severo a nuestras exportaciones.
Segundo, las familias están pagando deuda aceleradamente debido a sus temores de perder empleo e ingreso. En el tercer trimestre de 2008 pagaron deuda hipotecaria por 300 mil millones de dólares anualizados y continuaron en el cuarto con 230 mil millones. Esta es la primera vez en 30 años que la deuda hipotecaria cae en cualquier trimestre.
Países como México, cuya política macroeconómica ha sido el equilibrio de las finanzas públicas, una baja inflación y veladoras prendidas para que Estados Unidos siga creciendo, carecerán de palanca económica.
En el diagnóstico oficial interno también hay un error. Primero, la recuperación esperada para 2010 será impedida porque la pérdida de empleo y la caída del crédito ya contaminaron la capacidad de inversión de las empresas. Éstas seguirán recortando gastos, nómina e inversiones.
Segundo, el deterioro en las carteras de créditos al consumo y a la vivienda será mayor. La morosidad citada en la prensa de carteras de bancos de tercer nivel (como Banco Fácil y Bancoppel) es tan alta como 30% y 23%, lo que provoca la pregunta de cómo resistirían una recesión prolongada a 2010.
Tercero, la caída de ventas y empleo ya golpeó la recaudación. No sólo se trata del equilibrio de las finanzas públicas, sino de recortes muy grandes a los ingresos de estados y municipios.
El diagnóstico del gobierno está así desfasado de las fuerzas económicas y por ello las medidas que anuncie van a ser inadecuadas o insuficientes para la salud del país.
mayo 13, 2009
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