noviembre 10, 2008

No hay borrón…

lunes 10 de noviembre de 2008

Jorge Gómez Barata (especial para ARGENPRESS.info)

Mientras no demuestre lo contrario, Barack Obama es ponente de una nueva orientación. No sería el primero. En Estados Unidos el cambio de acentos, prioridades e incluso de orientación política global, tiene precedentes: Jackson, Mckinley, Lincoln, Wilson y Roosevelt cambiaron radicalmente las políticas y reorientaron al país, no siempre para mejor.

Harry Truman invirtió completamente el comportamiento de Roosevelt hacía la Unión Soviética y Nixon rompió con Taiwán, protagonizó el deshielo con China, se entendió con Breznev para la limitación de las armas estratégicas y negoció el fin de la guerra en Vietnam. En uno de aquellos giros se creó el Estado de Israel.

Lo que nunca ha ocurrido es que un presidente haya girado contra el sistema; cuando con un enfoque de derecha, como parte de su histérica cacería de brujas, McKarthy creyó ver comunistas en todas partes, intentó investigar y desmoralizar a las fuerzas armadas y al Departamento de Estado, atentando contra instituciones que son pilares del sistema, Eisenhower le puso coto y lo sacó de circulación.

Cambiar para Obama o para cualquier otro presidente, significa trabajar para elevar la eficiencia del sistema político y reforzar la imagen del país, de ninguna manera relegarlo o disminuir su influencia. No es exactamente más de lo mismo aunque lo parece.

En la historia no existe el borrón y cuenta nueva. Lo ocurrido se puede reinterpretar, pero es imposible rehacerlo. El desastroso legado de Bush tendrá consecuencias negativas a largo plazo, será para siempre un baldón y rectificar la orientación que le imprimió a la política exterior norteamericana resultará difícil mientras que administrar la crisis económica y financiera requerirá valor, creatividad tiempo y esfuerzos e implicará enormes riesgos.

Esperar que Barack Obama suprima la desastrosa zaga de las dos últimas administraciones republicanas es una ilusión o una manipulación. Aun cuando fuera su deseo y cuente con el respaldo de la clase política y del pueblo, desmontar en andamiaje levantado por los neoconservadores para sostener sus reaccionarias políticas, requiere de complejas maniobras y difíciles decisiones, incluso existen compromisos de carácter estatal a los que ningún gobierno puede volver la espalda.

Tal vez por apreciar correctamente esas circunstancias que, esencialmente son siempre las mismas, Franklin D. Roosevelt, el presidente que realizó las reformas más amplias, drásticas y profundas, que incluso lo colocaron en ruta de colisión con el Congreso y el Tribunal Supremo, planteo lo que llamó New Deal, nueva orientación. En esencia la clase política y el pueblo lo apoyaron y lo premiaron al reelegirlo en tres ocasiones.

En los primeros pasos en la formación de su equipo de transición, Obama adelanta lo que puede ser el gabinete y refuerza su imagen de persona serena y responsable que, de momento no parece estar guiado por criterios ideológicos ni por lealtades incondicionales, incluso puede ser que, obviando colores partidistas, trate de escoger a quien considera mejor para cada posición, sobre todo profesionales con aval para integrar una administración más eficiente que partidista. Los nombramientos de los secretarios de Defensa, Estado y del Tesoro, así como del Fiscal General y el Presidente de la Reserva Federal, ofrecerán una idea más exacta de sus intenciones.

El hecho de que no improvise y se haga acompañar por profesionales experimentados, muchos de los cuales están identificados entre si por haber formado equipo durante los gobiernos de Clinton, podrá imprimirle cohesión a su administración y velocidad a su gestión.

Obama no puede evadir el hecho inevitable que en cualquier campo, para cambiar, incluso cuando no sea drásticamente, deberá confrontar la hostilidad de poderosas fuerzas que por su radicalismo reaccionario y su apego a la violencia son capaces de acciones drásticas. En algunos campos tales fuerzas pueden resultar incluso imbatibles, al menos en una primera etapa.

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