En memoria de Gilberto Rincón Gallardo
Sergio Aguayo Quezada
Jalisco reconfirma el quebranto de una clase política cuyo apetito insaciable por el dinero público y su tolerancia de los negocios opacos alimentan males nacionales.
Dinero y política. Partidos y universidades son entidades de interés público y deberían privilegiar el bien común. Jalisco demuestra exactamente lo contrario.
El 30 de mayo los 40 diputados jaliscienses –es decir, todas y todos—aprobaron por unanimidad una reforma electoral que incluye un aumento a las prerrogativas que Jalisco entrega a los partidos. En tiempos de carestía uno esperaría un gesto de austeridad republicana. Quienes piensen así son unos ilusos. ¡Los partidos se concedieron un aumento de hasta 500 por ciento en el dinero recibido del estado!
Si en el 2008 recibirán 32 millones de pesos, en año electoral podrían llegar a los 265 millones. Por razones que el espacio me impide comentar, en esta ocasión el gobernador panista, Emilio González Márquez, se vio poco generoso y se opuso a la reforma e interpuso una controversia constitucional. Cisma en el panismo jalisciense.
La Universidad de Guadalajara (UdeG) es la segunda más importante del país.
Tiene más de 180 mil estudiantes y en el 2008 un presupuesto aprobado de 7,148 millones de pesos. También controla empresas lucrativas, es una fuerza política en el estado y se le asocia a una izquierda laica y liberal. Desde hace décadas está controlada por un grupo que muestra síntomas de división. Según la lectura más extendida es una riña, por el control de recursos públicos y negocios, entre la poderosísima corriente encabezada por un exrector, Raúl Padilla y la lidereada por Carlos Briseño rector expulsado el viernes pasado. Desde ese día la UdG tiene un rector “legítimo” que se pasea abanicando un amparo milagroso y un “espurio” al que nombraron interino. Litigio judicial en el Grupo Universidad.
Significado y consecuencias. Si existiera una sociología de la degradación política de un país, Jalisco sería un paradigma de la adicción al dinero, de los conflictos de interés y de la simulación.
Los partidos son la cara institucional de una democracia cara y mediocre en la cual abrevan y nutren izquierda y derecha. Me resulta inconcebible que después de una reforma electoral que acortó el tiempo de campañas y eliminó los pagos de publicidad electrónica se concedan aumentos estratosféricos. ¿Para qué quieren y en qué van a gastar tanto dinero? Ese 500 por ciento de aumento es la confirmación de que con inyecciones de presupuesto público buscan subsanar su crisis de representatividad y alimentan burocracias que monopolizan el acceso a cargos públicos lo cual repercute, negativamente, en la calidad del trabajo público.
La historia de la UdeG también es un ejemplo vivo de la simulación y los conflictos de interés. Es una institución que desde hace mucho ocupa el vacío gelatinoso que se localiza entre el discurso y la práctica. En el conflicto que actualmente los divide, ambos rectores esgrimen un lenguaje progresista que incluye referencias a la legalidad, la democracia, la transparencia y la rendición de cuentas. Es una retórica sin contenido porque la UdeG es una institución modernizada a retazos.
Existe, de hecho, un cierto paralelismo entre Raúl Padilla, Carlos Salinas y una parte de la izquierda. A Raúl tenemos que reconocerle el aliento a los islotes de excelencia que van transformando a la UdeG y su papel como el empresario cultural capaz de construir de la nada esa extraordinaria Feria Internacional del Libro, entre otras iniciativas igualmente notables. Y sin embargo, toda esa actividad despide el penetrante tufo a conflicto de interés dejado por la estela de opacidad creada por una institución pública que también se utiliza para obtener ganancias… sin tener claridad sobre su destino.
La UdeG, Salinas y una parte de la izquierda han contribuido a la transformación modernizadora del país, pero han sido incapaces de adecuar su existencia a las nuevas condiciones. En la UdeG hay avances académicos pero el nivel promedio de la educación es la mediocridad. Y todavía ahora flota en el ambiente el miedo a la violencia en un estado proclive a sacar los fierros para arreglar sus diferencias. Cuán saludable sería que de la misma comunidad saliera el impulso transformador que completara su puesta al día. Cuadros tienen y pienso en el diputado Tonatiuh Bravo y en sus núcleos de excelencia.
Son historias de mi tierra que ejemplifican la proliferación de enclaves de poder capaces de frenar o descarrilar cualquier intento de reforma. Réplica a escala local de los sindicatos, monopolios y carteles del crimen organizado que sobreviven con la impunidad. Virreinatos modernos en los que se perpetúan y hacen inexpugnables las desigualdades.
¿Qué hacer? Vivimos momentos de exaltación de una sociedad a la que se convoca para combatir la inseguridad. Sostengo que en la raíz de la criminalidad, y muchos otros males, está la degradación de los partidos. Los diputados de Jalisco pueden aprobarse ese incremento del 500 por ciento porque las dirigencias nacionales de sus partidos lo sancionan con su silencio. Podrán renunciar los funcionarios ineptos; corremos el riesgo de que lleguen otros iguales. La solución de fondo está en la vigilancia permanente de las autoridades y en la corrección de una corrupción sistémica ejemplificada en partidos insaciables y en el conflicto por el presupuesto y los negocios de la UdeG.
En tanto conocemos desenlaces, se justifica abrir el pecho soltar un lastimoso ¡Ay Jalisco!
La Miscelánea
En Nicaragua el gobierno de Daniel Ortega responde a las críticas del poeta Ernesto Cardenal hostigándolo judicialmente. Como sería absurdo competir prefiero compartir con los lectores el resumen hecho por José Saramago. “La primera precaución consistirá en no confundir nunca la ley con la justicia. A Ernesto Cardenal no le ha servido la ley porque la administra una justicia que se dejó corromper por los rencores y las envidias del poder. Ernesto Cardenal, uno de los más extraordinarios hombres que el sol calienta, ha sido víctima de la mala conciencia de un Daniel Ortega indigno de su propio pasado, incapaz ahora de reconocer la grandeza de alguien a quien hasta un papa, en vano, intentó humillar… Una vez más una revolución ha sido traicionada desde dentro”. Los interesados pueden visitar: www.poetascontraladictadura.blogspot.com
Comentarios: e-mail: saguayo@colmex.mx
septiembre 03, 2008
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