Joaquín Ortega Arenas / Poresto.net
Desde la Ciudad de Guadalajara, nos comenta el artículo mi querido amigo Pascual López Velarde de Gyves. Con toda razón critica el que los que nos ocupamos de comentar el estado del País sólo señalamos atrasos, lacras y atropellos; pero no ofrecemos formas de resolver esos problemas. Sin embargo, los críticos no tenemos opciones de ninguna especie para resolver o encontrar remedio a las situaciones que criticamos. Me pide, además, que profundice en los más graves problemas que nos aquejan, y con todo gusto, emprendo esa tarea.
El más grave problema de México es el de la carencia plena de educación de todos los mexicanos siempre existente, pero agravada por la laguna de desarrollo cívico que llamamos “La revolución” a punto de completar el siglo. Se abandonaron los programas educacionales traídos a nuestra patria por D. Enrique C. Rebsamen, a quien invitó a que los formulara el Gobernador de Veracruz, Teodoro Dehesa, allá por el segundo medio del Siglo XIX, que básicamente determinaron que se estableciera en todo el País un sistema tendiente a proporcionar a los niños desde que ingresaban a las escuelas, en primer lugar EDUCACIÓN, es decir formación de hábitos (atención, limpieza, estudio, lectura, dedicación, orden, etc), en los cuatro primeros años y subsidiariamente INSTRUCCIÓN (transmisión de conocimientos). En los dos últimos años, ya con una base sólida de hábitos, se incrementaba la Instrucción. El órgano administrativo encargado de esa tarea fue, hasta 1910, la Secretaria de Justicia e Instrucción Pública, y en las escuelas normales se impartían cursos para lo que llamaban “educación elemental, y “educación superior”. Aunque en Alemania se estableció la educación preescolar desde mediados del siglo XIX, el sistema de “kinder garden”, jardín de niños, llegó a México como nos llegan todas las cosas: con cincuenta o más años de retraso. La sacrosanta “revolución” destruyó todo y poco ha construido, a pesar que se creó la Secretaria de Educación Pública. Sin embargo, ha sido durante esa etapa de nuestra historia en la que aparece uno de los más distinguidos ideólogos de la Educación e Instrucción Pública. José Vasconcelos, designado por el general Eulalio Gutiérrez como Secretario de Instrucción Pública y posteriormente por el presidente Adolfo de la Huerta, Jefe del Departamento Universitario y de Bellas Artes en 1920. Iniciador de las campañas de alfabetización y el principal impulsor de la construcción de escuelas y de la generosa política de acercamiento con los pueblos hispanoamericanos. Creó las comisiones culturales y envió a los maestros rurales por todo el país, reestructuró la educación mexicana, mejoró la Biblioteca Nacional y mandó construir el actual edificio de la Secretaría de Educación Pública. No fue sino hasta la llegada de Jaime Torres Bodet a la Secretaría de Educación, en que se continuó la obra alfabetizadora iniciada por Vasconcelos, durante los gobiernos de 1940-1946 y 1958-1964. Después, NADA.
Empero, según los expertos mexicanos en educación, la escuela en nuestro país privilegia la memoria y la repetición, Y DE NINGUNA MANERA EL RAZONAMIENTO, de modo que convierte a nuestros niños en verdaderos loros que, carentes de herramientas para pensar por sí mismos, llegan a titularse de ingenieros sin saber las operaciones básicas de aritmética, o de abogados sin conocer ni por equivocación la ortografía y la sintaxis castellana. En un estudio de Hiram Arco del Río, el autor sostiene, lleno además de razón, que la revolución nos trajo como lema para la educación “ dotar a los niños de herramientas básicas para ganarse la vida y legitimar al régimen político“ y, que, “A partir de la reforma educativa de Echeverría, ambas dimensiones pierden fuerza. Las habilidades se van reduciendo, y la legitimidad del régimen también. Esta última afirmación sí puede comprobarse de manera indirecta gracias al voto diferenciado por edad. Hoy, los votantes por la Revolución son sobre todo adultos mayores de 50 años. Los 10 años dedicados a la educación básica deberían comprender al menos 10 mil horas efectivas de aprendizaje, y deberían concentrarse en el manejo de lenguajes por parte de los niños: el español, el inglés, el lenguaje matemático, el musical, el plástico.
Es tradicional en las dictaduras el desprecio por la instrucción y la educación. No somos una excepción, y
los presupuestos de egresos que año con año acepta el Congreso de la Unión, destinan 1.5 % a estos renglones, y 12.5 % a las armas y las balas. El Estado “manipula” a los siempre mal preparados profesores mediante un sistema criminal de “sindicalización” forzosa.
Pero, ¿cual es la solución a este problema?
Desgraciadamente, la situación actual de carencia absoluta de educación en el pueblo mexicano, sólo tiene un remedio. Comenzar desde CERO. Reformar de raíz los programas de educación e instrucción diferenciándolos. La educación es una y la instrucción es otra. La educación la ha dejado el estado a cargo de los ciudadanos que NO ESTÁN EDUCADOS y es un verdadero fracaso. Entender que sin EDUCACIÓN no hay formación de hábitos.
julio 27, 2009
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