enero 02, 2009

Estados Unidos y la Unión Europea son cómplices de la masacre en Gaza

Enviado por redactor el Vie, 02/01/2009 - 10:26
Tariq Ali / The Guardian

El asalto a Gaza, planificado desde hace más de seis meses y ejecutado en un momento cuidadosamente seleccionado, fue hecho, como Neve Gordon observó correctamente, como un instrumento de campaña electoral, con vistas en las elecciones del mes que viene y para mantener en el poder a los partidos que están hoy en el gobierno de Israel. Los palestinos asesinados son un triunfo electoral, en una disputa cínica entre la derecha y la extrema derecha israelí. Sus aliados en Washington y en la Unión Europea, perfectamente informados de que Gaza iba a ser atacada, exactamente como en el caso del Líbano en 2006, se sentaron y esperaron.

Washington, como siempre hace, culpa a los palestinos favorables a Hamas, con Obama y Bush cantando la partitura del siempre igual AIPAC (American Israel Public Affairs Committee). Los políticos de la Unión Europea supieron los planes, asisten a los ataques, al sitio, al bloqueo, al castigo colectivo impuesto a la población en Gaza, a los asesinatos de civiles, etc. (sobre eso, ver el impresionante ensayo de Sara Roy, de Harvard, en la London Review of Books [en portugués, “si Gaza cae…”)

A pesar de ver y saber todo eso, fueron fácilmente convencidos de que algunos ruidos de cohetes de cuatro arrobas habrían “provocado” la reacción de Israel. Y se pusieron a “exigir” el fin de la violencia de los dos lados. ¿Efecto? Cero.

La dictadura carcomida de Mubarak en Egipto y los islámicos preferidos de la OTAN en Ankara, ni siquiera se molestaron en registrar alguna protesta simbólica; ni siquiera retiraron sus embajadores de Israel. China y Rusia no convocaron una reunión del Consejo de Seguridad de la o­nU para discutir la crisis. Para discutir. Aunque sólo fuese eso.

Resultado de la apatía oficial, un de los resultados de las más recientes agresiones de Israel será incendiar las pasiones en las comunidades musulmanas en todo el mundo y hacer crecer la influencia, y el prestigio incluso, de las organizaciones terroristas que, en Occidente, se presentan como líderes de una “guerra contra el terror”.

La carnicería en Gaza obliga a discutir cuestiones estratégicas cruciales en los dos lados, relacionadas con la historia reciente. El hecho que todos deben reconocer es que ya no existe Autoridad Palestina. Jamás existió. Los Acuerdos de Oslo fueron un completo desastre para los palestinos, creando un conjunto de guetos desconectados, todos bajo la obcecada vigilancia de un perro de presa brutal. La OLP, sobre quien una vez se depositaron todas las esperanzas de los palestinos, es hoy poco más que un mendigo que suplica migajas de dinero de la Unión Europea.

El entusiasmo por la democracia se vuelve cero entre los aliados occidentales, en el instante que, en oriente, los electores elijen partidos y candidatos que se opongan a las políticas occidentales. Israel y Occidente hicieron de todo para elegir candidatos del grupo Fatah: los palestinos enfrentaron maniobras, amenazas, golpes, tentativas de soborno por la “comunidad internacional” y su campaña incansable de persecución a los candidatos de Hamas y otros grupos de oposición. La campaña fue incansable. Los candidatos de Hamas eran rutinariamente perseguidos o atacados por los soldados y por los policías de Israel, las pancartas eran confiscadas y quemadas, ríos de dinero de los EE.UU. y de la Unión Europea enriquecieron la campaña a favor de Fatah, y, en los EE.UU., diputados y congresistas discursaban diciendo que, si fuese elegido, Hamas no podría gobernar.

Hasta el día de las elecciones fue planificada para alterar el resultado de las urnas. Marcadas para el verano de 2005, fueron aplazadas hasta enero de 2006, para que Abbas pudiese distribuir prebendas a manos llenas porque – en palabras de un oficial de la inteligencia egipcia -, “después, la gente apoyará a la Autoridad, contra Hamas.”

El deseo popular de promover limpieza general, después de diez años de corrupción, de conversaciones sin propósito ni objetivo, bajo gobiernos de Fatah, fue más fuerte que nada. El triunfo electoral democrático de Hamas fue tratado como una señal de renacimiento del fundamentalismo y preocupante derrota en los planes de paz con Israel, por gobiernos y todos los grandes imperios mediáticos de todo el mundo atlántico.

Inmediatamente comenzaron las presiones financieras y diplomáticas, para forzar a Hamas a adoptar las mismas políticas del partido derrotado en las urnas.

Sin ninguna ligazón con la mezcla de ganancia y dependencia, con el sueño de enriquecimiento rápido de los portavoces y políticos serviles de Fatah posteriores a Arafat, sin el mismo tipo de adulación servil a ninguna idea de que algún “proceso de paz” fuese algún día posible mediante las políticas deFatah posterior a Arafat y de Israel, Hamas construyó en Palestina la alternativa y la lección de su propio ejemplo.

Sin tener la abundancia de medios con que cuenta el actual Fatah, Hamas construyó clínicas, escuelas, hospitales, ofreció programas de asistencia social para las poblaciones más pobres. Los líderes y cuadros dirigentes de Hamas viven frugalmente, como viven todos los pobres en Palestina.

Este tipo de respuesta social y política a las reales necesidades del día en el día a día explica el amplio apoyo popular y electoral del que Hamas goza hoy, no alguna recitación diaria del Corán. No se sabe aún cuanto la conducta de Hamas en la II Intifada aumentó su credibilidad en Palestina.

Los ataques armados a Israel, como los de la Brigada de los Mártires, de Al-Aqsa, de Fatah, son respuestas de represalia a la ocupación mucho más mortal que cualquier acción armada de resistencia. Estimadas en la escala de las masacres perpetradas por el ejército de Israel, la reacción de los palestinos es escasa y siempre es mucho menos violenta.

La asimetría puede ser bien computada durante el alto el fuego (que fue una propuesta unilateral de Hamas), iniciado en junio de 2003, y mantenido durante el verano, a pesar de los innumerables ataques israelíes y de las prisiones en masa que aumentaron mucho durante el alto el fuego, cuando más de 300 combatientes de Hamas fueron hechos “desaparecer” o muertos en Cisjordania.

El 19/8/2003, una célula que se autoproclamaba perteneciente aHamas, en Hebrón, ya denunciada y desautorizada oficialmente por los dirigentes de Hamas, hizo estallar un ómnibus en Jerusalén Oeste. Como reacción, Israel inmediatamente asesinó a Ismail Abu Shanab, negociador-jefe, por Hamas, del alto el fuego. Hamas respondió. Respuesta a la respuesta, la Autoridad Palestina y los Estados árabes suspendieron todo el flujo de ayuda financiera a las iniciativas sociales de Hamas y, en septiembre de 2003, la Unión Europea accedió a la petición que Tel Aviv le hacía desde hacía tiempo: incluyó a Hamas en su relación de “organizaciones terroristas”.

El trazo que distingue a Hamas en toda la Región, obligado a luchar en una lucha desesperadamente desigual, no son los hombres-bomba – recurso desesperado que se ve en muchos otros grupos -, sino una especie superior de disciplina, firmemente orientada hacia atender necesidades vitales de una población también desesperadamente desamparada. Prueba de ese tipo de disciplina dedicada es, por ejemplo, la competencia con que Hamas consiguió implantar el alto el fuego, también entre sus grupos, a pesar de las aprobaciones de Israel, durante todo el año pasado. Todas las muertes han de ser condenadas, sobre todo la muerte de civiles, pero Israel es, de lejos, autor de mucho mayor número de asesinatos en la Región, estadística que los euro-norteamericanos ignoran completamente. En Palestina, aunque quisiesen los palestinos no matarían en la escasa en que los israelitas matan.

El ejército de Israel es el más modernamente armado ejército de ocupación que hay en el mundo. Y es, sin duda, el más fuertemente armado ejército de ocupación de toda la historia moderna.

“Nadie puede condenar que una población se revuelva, después de vivir 45 años bajo la ocupación militar”, dijo el General Shlomo Gazit, ex jefe de la inteligencia militar de Israel, en 1993.

El verdadero problema de los EE.UU. y de la Unión Europea, motivo de la oposición obcecada a Hamas, es que Hamas rechazó aceptar la capitulación implícita en los Acuerdos de Oslo, y después, de Taba a Ginebra, han rechazado olvidar las calamidades que EE.UU. y la Unión Europea han impuesto a los palestinos. Desde Oslo, los EE.UU. y la Unión Europea tienen, como prioridad, quebrar la resistencia de Hamas. Cortar las financiaciones a la Autoridad Palestina es el instrumento obvio para minar la influencia de cualquier iniciativa local en la Región. Otro, es inflar los poderes de Abbas – escogido a dedo, por Washington, como, también, Karzai, en Kabul -, al mismo tiempo que minan la influencia del Consejo Legislativo.

No hubo ningún esfuerzo serio en la dirección de negociar con los líderes políticos electos en Palestina. Dudo mucho que Hamas se dejase rápidamente subordinar a los intereses israelitas y occidentales, pero si así ocurriese, no sería el primero. El propio Hamas carga con una pesada hipoteca sobre los hombros, desde su formación: la debilidad fatal del nacionalismo palestino, que siempre creyó que sólo habría dos caminos, o el completo rechazo de Israel o la completa aceptación del desmembramiento de los fragmentos de Palestina, hasta ser reducida a 1/5 de su propio territorio. Entre el delirio maximalista de la primera vía y el patético minimalismo de la segunda, prácticamente no hay camino más allá del abismo, como lo demostró la historia de Fatah.

La prueba de vida y muerte para Hamas, no es ser o no ser “adaptado” de tal manera para volverse apetecible para la opinión pública occidental, sino, en cambio, conseguir separarse del peso devastador de su pasado. Inmediatamente después de la victoria electoral de Hamas, en Gaza, un palestino me preguntó, en una entrevista, qué haría si estuviese en lugar de Hamas, recién elegido. “Disolvería la Autoridad Palestina”, respondí. Para acabar con la escenificación. Hecho esto, sería posible reponer la causa nacional palestina sobre bases adecuadas para exigir que el territorio y sus recursos sean compartidos proporcionalmente entre poblaciones semejantes en cantidad – no con 80% para israelitas y 20% para palestinos, una violencia tan grande que, a largo plazo, ningún pueblo jamás la aceptará. La única solución aceptable es un único Estado, para israelitas-palestinos, en el cual los crímenes del sionismo puedan al fin ser reparados. No hay otra posibilidad. Sólo esa.

Los ciudadanos de Israel bien pueden meditar sobre estas palabras de Shakespeare (en El Mercader de Venecia), donde introduje pequeños cambios:

“Soy palestino. ¿El palestino no tiene ojos? ¿No tiene manos, órganos, altura, peso, sentidos, aficiones, afectos, pasiones? ¿No come la misma comida, no muere por las mismas armas, no padece las mismas enfermedades, no se cura por la misma cura, no se calienta en el mismo verano y no se congela en el mismo invierno, como el judío? ¿Si nos pinchan, no sangramos? ¿Si nos hacen cosquillas, no nos reímos? ¿Si nos envenenan, no morimos? ¿Si nos hacen daño, no nos podemos defender? Si somos iguales en todo, no nos reclamen por ser iguales también en eso… La villanía que nos enseñaron, nosotros la hemos aprendido; seremos viles; menos viles que vosotros, sí, porque venimos después. Aprendimos con vosotros, pero la villanía se purga con el tiempo. Más que eso, no puedo prometer.”

Traducción del portugués de José André Lôpez Gonçâlez

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