Adolfo Sánchez Rebolledo / La jornada
Este primero de mayo nos quedamos sin desfile obrero. Ni los sindicatos oficialistas ni los independientes. Nada. Qué diferencia con aquellos tiempos cuando las grandes centrales pagaban costosas páginas enteras para felicitar al presidente de turno y abarrotaban los zócalos con las masas proletarias. Ya no.
Perdidas entre la danza de los números de la epidemia, se esconden las declaraciones huidizas de los líderes de Congreso del Trabajo, liberados de la obligación de hablar del empleo, los salarios, las carencias en materia de salud o cualquier otro tema alusivo a la fecha, cuya memoria se va como el agua por la coladera. Sólo unos pocos, esa minoría clasista que en México representa la dignidad obrera, capturan la resonancia simbólica del momento: "Por primera vez desde 1913 en este primero de mayo de 2009 los trabajadores de la ciudad, del campo y los ciudadanos, en solidaridad con la situación de emergencia que padece la sociedad mexicana, no marcharemos", declara en un manifiesto el Movimiento Nacional por la Soberanía Alimentaria y Energética, los Derechos de los Trabajadores y las Libertades Democráticas.
La medida –no manifestarse– se toma con responsabilidad ante el justificado temor creado por la crisis sanitaria, pero sin concesiones a la paranoia que recorre los corrillos y las páginas de Internet. La vida es primero, en efecto, pero "la situación de emergencia no puede ser pretexto para soslayar las injusticias no resueltas", afirman en el manifiesto con toda la razón. Y éstas se concentran en un nombre: Cananea:
“A casi 99 años del inicio de la primera revolución social del siglo XX, de la que los mineros de Cananea fueron precursores destacados, el gobierno federal ha escogido esta lucha minera por la libertad, la democracia y la autonomía sindical, como el escenario para una nueva agresión en contra del ejercicio del derecho de huelga de los trabajadores mexicanos.
"La aberrante decisión de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje de dar por terminadas las relaciones de trabajo, tanto individuales como colectivas en la empresa Mexicana de Cananea, SA de CV, a pesar de la existencia de una huelga legal no resuelta, representa la continuación de una estrategia gubernamental orientada a golpear y someter al sindicalismo en general y al minero en particular, para favorecer los intereses de sus aliados empresariales, en este caso, el Grupo Industrial Minera México."
Después de 21 meses cumplidos de resistir todas las formas de agresión de la empresa, en clara connivencia con algunas autoridades del Trabajo, para los sindicalistas minerometalúricos es inocultable la existencia de un arreglo oligárquico entre los patrones y la autoridad política: “Nos hemos preguntado repetidas veces a qué obedece el empecinamiento en la embestida antisindical y antiminera de estos gobiernos de la derecha –escribe el primero de mayo el Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana (SNTMRM)–.
"La respuesta parece obvia. El gobierno cómplice defiende a las empresas poderosas más retrógradas y más carentes de responsabilidad social, especialmente aquellas que aportaron fondos económicos para sus respectivas campañas electorales o para sus promociones. Con ello el gobierno pretende abrir una brecha en la política sindical mexicana, y echar adelante su contrarreforma patronal de la Ley Federal del Trabajo, que ya han anunciado como favorecedora de la clase patronal y enemiga de las garantías obreras fundamentales, como el derecho a la huelga, la autonomía y la libertad sindical, y la contratación colectiva. Quieren poner de rodillas a la clase trabajadora mexicana ante los dictados del gran capital."
En su declaración del Día del Trabajo, el Movimiento por la Soberanía Alimentaria y Energética coincide con otras fuerzas sociales que exigen un inmediato viraje en la política económica, dejando atrás los fallidos sueños de grandeza que nuestras realidades cotidianas se encargan de disipar. "Causa irritación, en ese contexto, que el gobierno festeje la generación de 4 mil empleos, en el mes de marzo, cuando los empleos perdidos en el último semestre superan los 800 mil."
Anular al sindicato minero es parte de la estrategia de cero resistencia aplicada para contener los efectos sociales de la crisis. Al viejo panismo le repugnaba el viejo corporativismo sindical; al de hoy le importa oficiar como patrón sustituto en la tarea política de pastorear a los líderes hacia su propio redil azul. Está visto que el gobierno prefiere la flexibilidad de los sindicatos que le arriman el hombro, asi éstos claudiquen de su razón de ser, como viene ocurriendo con el poderoso SNTE, cuya actuación en la emergencia se limitó a prometer la recuperación de las clases perdidas y a solicitar la programación en radio y televisión de una barra educativa infantil y juvenil. A su manera, ésa es también una forma de decir: ¡gracias, señor Presidente!
P.D. La emergencia sanitaria no ha terminado. Hay lecciones muy positivas que deben subrayarse, pero salta a la vista la debilidad estructural de los sistemas de salud. Urge la universalización de la atención médica, la vuelta a la investigación científica y una gran labor educativa en todos los frentes.
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