septiembre 28, 2008

¿Quién gana?

Sergio Aguayo Quezada / Reforma
saguayo@colmex.mx 24 de septiembre de 2008.
Esa pregunta, machacona, incisiva y sórdida, brinca con cada escaramuza, masacre o atentado de la fantasmagórica Guerra del Narco. Adelanto una respuesta que tiene, como hilo conductor, la centralidad de la información.
Empiezo con lo verificable. El Estado salió de su catatonía y lanzó la primera ofensiva seria contra el crimen organizado. Fue una decisión un tanto improvisada;
Felipe Calderón no tenía idea de lo que le esperaba. El 15 de junio del 2008 le comentó al director de El País que "cuando llegué a la presidencia, [el] alcance [del narco] era ya insostenible. Llegué al quirófano sabiendo que el paciente tenía una dolencia muy grave; pero al abrirlo nos dimos cuenta de que estaba invadido por muchas partes y había que sanarlo a como diera lugar". ¿Diagnosticó bien la dolencia o provocó una metástasis?

Con otra perspectiva, lo que hemos visto en el tiempo que lleva en el gobierno es una batalla en la cual la calidad de la información es vital. El crimen organizado la tiene y de primera. El gobierno y la sociedad están generándola y ello permite categorizar mejor los contornos de la amenaza y adelantar una respuesta a la pregunta: ¿quién gana?
Las buenas noticias. Si la competencia fuera entre gobernantes, Calderón derrota, y con holgura, a Fox y Zedillo. Cuando se comparan los resultados de los primeros 18 meses de los tres gobiernos en el de Calderón se dispara el número de detenidos y la cantidad de decomisos de droga, dinero, armas, aeronaves, etcétera. Otro indicador positivo es una reducción notable en el número de desertores del Ejército, una parte de los cuales alimenta las filas del sicariato. Si en el 2006 botaron el uniforme 20 mil 536, en el 2007 fueron 15 mil 665. La explicación más plausible es que está teniendo efectos positivos el fuerte incremento concedido a los salarios de los militares.
Las malas noticias. Que Calderón derrote a Fox y a Zedillo no justifica una fiesta de la victoria. Las cifras empequeñecen cuando se les compara con lo que sabemos sobre el dinero que se mueve en el negocio de la droga. El efecto sobre el negocio sigue siendo menor. Con un criterio bastante conservador, en el primer año y medio de gobierno el valor de lo decomisado representa una merma para los cárteles de sólo el 6 por ciento del dinero que mueve. El impacto sobre el trasiego de armas es todavía más insignificante: únicamente se capturó el 1.4 por ciento del total del armamento que se estima ingresó al país durante los primeros 18 meses de este gobierno.
Pese a que sabemos más, sigue habiendo más preguntas que respuestas. ¿Cuántos desertores -policías y militares- se convirtieron en sicarios? ¿De cuántos efectivos armados disponen los cárteles? ¿Cuál es su base social? ¿Cuántas de las armas ilegales no decomisadas están en manos de los cárteles? ¿Qué tanto participa el crimen organizado en la política federal, estatal o local? ¿Tiene, el Estado mexicano, algún plan para anticiparse a los riesgos asociados con la mayor presencia estadounidense en las instituciones de seguridad mexicanas? ¿Y si falla el Ejército en el combate al narco, qué sigue?...
Dedico el resto de la columna a comentar el consumo porque en tierra de ateos sucedió el milagro: un año después de lo debido, la Secretaría de Salud acaba de dar en la capital los resultados preliminares de la Encuesta Nacional de Adicciones.
Haré lo posible por no avasallar al lector con cifras que, sin embargo, son indispensables. Según esta encuesta, en los últimos seis años otro millón de personas probó las drogas y de ellos alrededor de 150 mil desarrollaron dependencia a la adicción. Otra mala noticia es que los jóvenes sin estructura familiar son los más expuestos y de esos hay muchísimos. Cuando se conozca la versión definitiva podré contrastar mi primera impresión: dicha encuesta subestima el aumento en el consumo.
Con lo que sabemos es posible asegurar que la política de Calderón hacia las drogas sigue teniendo dos patas en lugar de tres. Los recursos se dirigen a frenar la producción y el tráfico y se dedica una atención insuficiente a las adicciones y al narcomenudeo.
Conclusión con recomendación. Pese a lo terrible de la Guerra del Narco hay una brisa de esperanza. Es cierto que la violencia devasta a la sociedad pero finalmente se está atendiendo una infección que tenía décadas corroyendo al cuerpo social. Es tan obvio el tamaño de la amenaza que la sociedad se está unificando y presiona al gobierno aprovechándose de ese flujo constante de información que nos permite apreciar carencias y logros.
En épocas de tensión extrema florecen las propuestas y recomendaciones. Me concentro en una bastante elemental: concedamos al consumo la misma atención dada a la producción y al tráfico. De atenderse, se modificaría la gran estrategia impuesta hace ya varias décadas por Estados Unidos pensando en sus intereses. Si se preocupan más por los adictos mexicanos tal vez las encuestas sean mejores y más frecuentes y se discuta con seriedad si ha llegado el momento de legalizar la mariguana.
Esta especie de grito de independencia pondría primero los intereses de la sociedad mexicana y después los del vecino. En tanto eso no suceda y carezcamos de información confiable la respuesta a la pregunta inicial es bien sencilla: ignoramos quién gana, pero sabemos que la sociedad pierde.
Nota. Las cifras que respaldan lo antes expuesto provienen de la obra México. Todo en Cifras (la nueva edición del Almanaque Mexicano) que circulará en noviembre con el sello de Aguilar. Colaboró Abelardo Rodríguez, profesor de la Universidad de Guadalajara.
La Miscelánea
Crece el descontento entre los vecinos de San Jerónimo por la última ocurrencia del gobierno capitalino. En lugar del desarrollo armónico recurren a la destrucción de lo existente echando asfalto para ponerlo al servicio del vehículo privado. El sur de la ciudad ya está saturado de vehículos y a la avenida Luis Cabrera le quieren añadir la circulación de 30 mil vehículos diarios que se estima utilizaría una carretera de cuota que serviría como libramiento. Comparto la indignación y el malestar de los vecinos de la zona por la opacidad del proyecto impulsado por Capital en Crecimiento que dirige Jorge de los Santos. Existen alternativas que atienden la supervivencia ambiental de una zona estratégica para el Distrito Federal. Y a todo esto ¿dónde quedaron la Secretaría del Medio Ambiente y el Plan Verde?
Correo electrónico: saguayo@colmex.mx

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