viernes 31 de octubre de 2008
Julio Pomar (especial para ARGENPRESS.info)
Sólo aparentemente, Calderón se salió “con la suya” de privatizar Pemex. Empero, ya no pudo lograr que se aprobase una desembozada o cínica privatización, debido a la encendida respuesta popular encabezada por Andrés Manuel López Obrador, y apoyada y seguida por opiniones múltiples de expertos y estudiosos, técnicos y políticos, que se opusieron con la fuerza de los argumentos y la dignidad nacionalista a la perversa intentona privatizante.
Tuvo Calderón que acudir a retruécanos legaloides para fingir que no hay privatización cínica, pero dejó abiertas vías hipócritas (“rendijas”, les llamó AMLO a los “bloques” de explotación) por las cuales se pueden colar en el futuro inmediato las trasnacionales petroleras. Por lo cual la lucha por el petróleo de México seguirá.
Y seguirá porque no hay de otra para los mexicanos bien nacidos. Ya pueden Calderón y sus derechistas y neo-derechistas (como los “chuchos” del PRD y los “hijos desobedientes” como el actual director de Pemex, Jesús Reyes-Heroles González-Garza, enteco hijo del preclaro y digno Don Jesús Reyes Heroles padre) gritar de júbilo y echar las campanas al vuelo por este “triunfo”. Calderón obtuvo una reforma “pírrica” (según la apostrofó el inconmensurable zafio llamado Fox, que la quería absolutamente entreguista) con la cual justificar su deseo de hincarle el diente a la riqueza petrolera, para él, para Mouriño, su negociante contratista y secretario de Gobernación, y para las empresas petroleras trasnacionales, y poder decir que él sí cumple con los dictados de estas últimas.
Pero es una reforma con trampas hasta más no poder. No obstante haberse eliminado cualquier referencia a “privatizar” y haber establecido cierta autonomía respecto de la Secretaría de Hacienda que ha sido en rigor la mandamás de Pemex, quedaron pendientes diversas cosas, que las cúpulas legislativas del PRI, del PAN y los malhadados “chuchos” del PRD ni se ocuparon de tratar. Por ejemplo, la división de Pemex en cuatro empresas (que abarcan la exploración, la explotación, la distribución y transporte, la refinación, la comercialización, el mantenimiento, la seguridad, el suministro, las finanzas, la contabilidad y los costos) pero de manera dividida, cuando en el mundo entero las empresas petroleras están empeñadas en concentrar la capacidad de acción en esquemas verticales, no horizontales. Subdivisión en cuatro empresas que da lugar a la debilidad de la empresa, ya que entre ellas, dentro del ente general Pemex, deben negociar precios y volúmenes como si se tratara de empresas distintas y no sólo una. Subdivisión que ha sido denunciada por eminentes expertos como John Saxe-Fernández como una de las maneras en que los neoliberales han querido desde hace años postrar a Pemex para su “mejor” venta o privatización al extranjero.
Fue una “reforma” que llenó de alivio a las trasnacionales petroleras que ya operan en México, también desde hace años, como la Halliburton de Richard Cheney, que en la Cuenca de Burgos mantiene sin taxativas más de 80 contratos de explotación y que tras esta reformita ya no peligrarán. Resultado neto de que el PRIAN-RD no haya accedido a incluir las 12 palabras (en rigor 17) demandadas por AMLO y por los legisladores del Frente Amplio Progresista: “No se suscribirán contratos de exploración o producción que contemplen el otorgamiento de bloques o áreas exclusivas”. Las cuales, de haber tenido dignidad la maquinaria que mayoriteó con el auxilio de la fuerza pública comandada por el jefe de la corporación represiva, Genaro García Luna, habrían obligado a revisar y derogar dichas concesiones.
Lo que sigue, como bien lo dijeron Manuel Bartlett Díaz, ex senador, y el técnico petrolero Francisco Garaicochea en el programa de TV Mexiquense “Bitácora” de Porfirio Muñoz Ledo del miércoles 29, es que siga la movilización popular y la alerta de la sociedad contra las trampas de la reforma alcanzada. Trampas que son hijas netas de la espureidad del actual ocupante de Los Pinos, pues pretenden dar resultados también espurios para el interés nacional y para la soberanía de México.
Esta pelea no se acaba hasta que se acaba, como reza el afamado dicho beisbolístico. Para las amplias fuerzas progresistas y nacionalistas de México, lo que hasta hoy se alcanzó fue sólo ponerle un claro freno a la suicida pretensión privatizante de Calderón y la derecha, que contó con la complicidad de los “chuchos” del PRD, enajenación frustrada pero que asume hoy formas tramposas para penetrar en el manejo de Pemex y de la riqueza petrolera mexicana. Ya se verá que no hay tal triunfo de Calderón y su torva y aviesa formulación.
octubre 31, 2008
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