noviembre 21, 2008

Gobierno a pique

JOSé GIL OLMOS
MÉXICO, D.F., 19 de noviembre (apro).- Cuando el avión Learjet 45 en el que viajaban el secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, y el exsubprocurador de la PGR, José Luis Santiago Vasconcelos, cayó a tierra, en ese mismo momento el gobierno de Felipe Calderón también se fue en picada, perdiendo el rumbo, de por si incierto, en apenas dos años de vida.
De muchas maneras Felipe Calderón perdió la Presidencia de la República ese mismo día del trágico accidente, pues más allá de la pérdida de su amigo y principal operador político, mostró la fragilidad con la que se ha mantenido desde que llegó, a trompicones y con un enorme descrédito, a Los Pinos.
Ante las cámaras de televisión, horas después de que se confirmara la muerte de Mouriño a bordo del avión, Felipe Calderón mostró su enorme debilidad, pues en lugar de salir al paso con una actitud de jefe de Estado, abonó las sospechas que aún hoy se mantienen, no obstante la teoría del error humano que Luis Téllez, el secretario de Comunicaciones, ha defendido con base en un dictamen parcial, incompleto y manipulado de la información contenida en la caja negra.
La actitud derrotista de Calderón durante las exequias de Mouriño, la atención exagerada que se dio al secretario de Gobernación sobre Vasconcelos, los demás pasajeros del avión, así como el desdén que se le dio inicialmente a los ciudadanos de a pie que murieron en el accidente, fueron errores que la opinión pública y la ciudadanía detectaron de inmediato.
Esta actitud de menosprecio, que posteriormente el gobierno trató de rectificar con declaraciones, quedará registrada en la memoria colectiva y no sería aventurado decir que estos son factores que influyen en el ánimo electoral.
Las dificultades evidentes que Calderón expuso al elegir al sustituto de Mouriño en la Secretaría de Gobernación y la decisión de que fuera el abogado de mala fama Fernando Gómez Mont, fue un nuevo indicador de las dificultades que tiene para sostener un equipo que sólo ha mostrado su inexperiencia y su incapacidad.
Tuvo que buscar fuera de su gobierno y de su partido y echar a mano de sus viejas ligas con Diego Fernández de Cevallos, del que es socio Gómez Mont, para elegir al nuevo responsable de la política interna. Esa decisión tiene un claro mensaje: Calderón se ha quedado solo al frente del gobierno.
Otro hecho que destapó la debilidad y fragilidad del gobierno de Calderón fue la posición desafiante de Vicente Fox y Manuel Espino, quienes no se ocuparon de atender el luto y no asistieron a la ceremonia luctuosa que se efectuó en el Campo Marte. El grupo panista ultraconservador siguió con sus reuniones de la Internacional Demócrata de Centro en el Centro Fox, como si nada pasara.
La reacción de Calderón no se hizo esperar y públicamente mostró su ira cuando asistió al homenaje que le hiciera el PAN a Mouriño.
"Debemos dejar atrás la mohína, la pereza, la ambición, las envidias que tanto sufrió él (Mouriño) y seguir luchando contra los enemigos de México por la convicción y determinación con la que él lo hizo, con más fuerza aún, y de presentar siempre, siempre, siempre, invariablemente las mejores opciones a los ciudadanos", dijo y al día siguiente.
El declive del gobierno calderonista, sin embargo, no está únicamente en las divisiones internas ni en la inexperiencia de su equipo, sino también en la calidad de algunos de sus principales funcionarios, como Juan Camilo Mouriño y el secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, a quien desde hace tiempo se le venía cuestionando por su presunta vinculación con algunos jefes del crimen organizado.
La reportera Anabel Hernández revela en su reciente libro, Los cómplices del presidente, que Mouriño se hizo rico utilizando sus influencias políticas, las cuales se reflejaron en la reciente reforma energética, pero sobre todo se corre el velo sobre las relaciones de García Luna y miembros de su equipo con bandas de secuestradores y el cártel de Sinaloa.
Las revelaciones de la periodista ponen sobre la mesa cuestiones graves como el hecho de que fuera Mouriño a quien un grupo de generales le dijo que García Luna tenía amistades oscuras, antes de que tomara posesión de la Secretaría de Seguridad Pública. Calderón supo desde la etapa de transición quién era este personaje y a pesar de ello lo designó como el responsable de combatir al crimen organizado.
Así, en medio del luto, Calderón tendrá que enfrentar no sólo las acusaciones de que el crimen organizado está infiltrado en los niveles más altos de su gobierno, sino resolver, además, el enorme problema económico que se avecina y del cual no tiene la menor idea, pues está rebasado desde el principio, ya que lo consideró como un "resfrío" proveniente de Estados Unidos que poco o nada le haría al país

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