Laura M. López Murillo (especial para ARGENPRESS.info)
El programa de festejos del bicentenario de la guerra por la independencia nacional y del centenario de la revolución mexicana ha producido una serie de eventos fulgurantes y campañas insulsas, fiestas multitudinarias y espectaculares que no han cumplido con el objetivo esencial de una conmemoración: incidir en la memoria y despabilar las conciencias para repensar el porvenir.
Para el bicentenario de la independencia se produjo una telenovela histórica con una versión alterna de la historia oficial; la noche del grito derivó en un espectáculo pseudo-popular de luces y sombras en el zócalo; el proyecto Iniciativa México es un fatuo concurso de popularidad y recientemente inició el debate para encontrar al mejor mexicano de todos los tiempos. Esas conmemoraciones mediáticas sólo cumplieron con el dogma de la industria del entretenimiento: narcotizar las conciencias presentando ficciones para evadir la realidad y, debo enfatizar, mientras más extensa es la multitud cautiva, el mensaje mediático será más idiotizante.
Pero la extensa cobertura mediática no es absoluta ni es total: al margen de la farándula, indiferente al discurso tendencioso y perverso de los medios masivos, sobrevive, lucha y se esfuerza todos los días el auténtico prócer mexicano: este héroe sí es una figura nacional porque fusiona la valentía de todos los ciudadanos que día a día se parten el alma por solventar el costo de la vida.
La gran mexicana sale a trabajar y al volver a casa emprende una segunda jornada de trabajo, asume la responsabilidad de formar a los hijos y nunca le rinde el tiempo pero jamás pierde el ánimo ni la entereza. El gran mexicano recorre tediosos trayectos en el transporte público, cobra un salario mínimo, trabaja después de la jornada laboral, hace verdaderos milagros con sus fuerzas y su presupuesto para solventar las necesidades de su familia y dar a los hijos lo que él no tuvo. El gran mexicano es el joven que se esfuerza por aprovechar las oportunidades del sistema educativo, que armado únicamente con su talento, dedicación e inteligencia se dispone a emprender la construcción de su destino en una sociedad estratificada por el lucro.
El gran mexicano vive entre nosotros y en cada uno nosotros. La mexicanidad debe entenderse como la determinación de ser mejores, solidarios, honestos y generosos, es la convicción de merecer y exigir lo justo que sobrevive al desencanto causado por una perniciosa y deleznable clase política. El gran mexicano no es una estrella de televisión ni el campeón en un concurso de popularidad, pero es un héroe auténtico, porque realiza cualquier sacrificio y soporta las carencias para alcanzar una oportunidad…
1 comentarios:
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