mayo 28, 2009

De la crisis a la catástrofe

Gerardo Fernández Casanova

Que el fraude electoral jamás se olvide


Pasada la emergencia epidemiológica resulta importante decantar la experiencia y aprender su lección. Todos los elementos de información que han salido a la luz indican, sin lugar a dudas, que se tuvo conocimiento de la posibilidad del brote desde, por lo menos, un mes antes del fatídico 23 de abril en que intempestivamente se lanzó la alarma y se suspendieron las clases en la zona conurbada de la Ciudad de México. El dato es importante puesto que debieron y pudieron haber sido puestas en práctica medidas preventivas y de advertencia a la población, de manera cautelosa y proporcionada, en su caso, a la progresión del evento; esto aplica tanto a la debida información al público, como a la logística de la operación de la autoridad sanitaria.

Calderón y su ignaro secretario de Salud actuaron a la inversa: ocultaron la información inicial e, intempestivamente, la dieron a conocer junto con las drásticas y exageradas medidas adoptadas, provocando el pánico en la población y desencadenando una severa contracción de toda actividad. Los efectos derivados del procedimiento seguido fueron más graves que los que pudieran haberse registrado por causa de la epidemia. Así como Calderón puso a toda la población en cuarentena, la comunidad internacional puso en cuarentena a México; se cayó el turismo y las exportaciones, principalmente las de carne de puerco; todo por la desmesura y la incorrecta información. Fueron cientos de miles los que dejaron de trabajar y tener ingresos, en una condición en que la enorme mayoría vive (o intenta hacerlo) al día, carente de una reserva de emergencia en su escasa economía. Fue brutal el impacto sobre la actividad turística y hoy se destinan 1,800 millones de pesos del erario para tratar de resarcir el daño. Todo por un simple error de apreciación y de implementación.
Quisiera no compartir la opinión de quienes aseveran que tal actuación gubernamental obedeció a un plan electorero o para no arriesgar a la cancelación de la inútil visita de Obama; sería tanto como dar por hecho que el gobierno, además de fraudulento, es asesino. Me inclino más a considerar que estamos ante un gobierno rotundamente incapaz. No me extrañaría que el secretario de Salud, atento a la grilla para regresar como candidato a gobernador de Guanajuato, haya hecho caso omiso a las advertencias de sus especialistas, como tampoco sería raro que dicho funcionario no haya logrado abrir espacio para el tema en la abultada agenda de inauguraciones intrascendentes y giras de distracción del que se dice presidente y, en virtud de ello, se haya postergado su atención, lo cual no deja de ser criminal. En un país decente significaría fincar responsabilidades y la destitución del culpable. Sin embargo, la impunidad cubre con su indigno manto al espurio Calderón.
Lo grave del caso es que muestra que igualmente ha sucedido con la crisis económica. No obstante las advertencias oportunas, la ciega vanidad del gobierno panista las ignoró; se regodeó en exhibir una fortaleza inexistente; incluso se mostró animado por el reto, y así continúa en medio de la, ahora sí, catástrofe. Se anuncian programas y se propalan convenios de rescate, medidas anticíclicas les llaman, pero todo se queda en el discurso. Entre tanto, el desplome de la actividad económica y su correlato de sufrimiento y pobreza de la gente, convierte la crisis en verdadera catástrofe. Una mezcla perversa de fundamentalismo neoliberal, con un cinismo criminal y con una tremenda incapacidad ejecutiva, ha anulado la posibilidad de aplicación de las medidas anticíclicas requeridas, mientras que las que se aplican sólo sirven para profundizar sus efectos nocivos. De un plumazo el país adquirió una deuda de más de 80 mil mmd para ser destinada al rescate de empresas en paro, lo que significa vaciarla en un barril sin fondo. Se argumenta que ello sirve para proteger la planta laboral y el nivel de empleo, pero se convierte en dinero improductivo, cuando lo que se requiere es proteger el poder de compra de la población impulsando actividades productivas a través del gasto público.
El campo podría reabsorber una importante cantidad de mano de obra hoy desplazada, anunciando precios atractivos y comprometiendo su adquisición, mediante una moratoria a las importaciones. La producción maíz, arroz, frijol, trigo y oleaginosas, que actualmente se importan en alto porcentaje, tendría una importante capacidad de respuesta al estímulo. El recurso requerido para subsidiar la operación es, con mucho, menor a lo destinado al rescate empresarial. Son muchas las actividades que se han visto reducidas y que son rescatables a condición de que, simplemente, exista la voluntad política de hacerlo.
Señor Calderón: Por lo que usted más quiera, le agradeceremos su renuncia. Si gusta, puede quedarse en Colombia con su socio y amigo; él si lo quiere.

Correo electrónico: gerdez999@yahoo.com.mx

0 comentarios: