Pedro Echeverría V.
1. "¡Es un error convertir un asunto electoral en uno de principios!", truena Jesús Ortega, presidente del Partido de la Revolución Democrática (PRD), ante las críticas por aliarse con Acción Nacional (PAN), al que los perredistas acusan de haber cometido fraude contra ellos en las elecciones presidenciales de 2006. "¿Se está legitimando a Calderón? ¡No es cierto! No desconozco que hubo fraude en las elecciones de 2006. Lo sigo diciendo, pero no puedo y no debo arrinconarme gritando que hubo fraude electoral y olvidarme del acontecer político diario y permanente. ¡No estoy legitimando a nadie!" Calderón "es y seguirá siendo ilegítimo por los siglos de los siglos" Seguirá siendo ilegítimo. Reitera: "No ignoro ni olvido lo que pasó en 2006, pero no me voy a encerrar a que me crezca la barba en un refugio en la montaña para rumiar lo que nos pasó en 2006. No. O para autoflagelarnos porque nos hicieron fraude y porque no hubo elecciones limpias.
2. En esas declaraciones hechas a la revista Proceso de hoy 14, está la esencia de esa corriente mayoritaria que llaman "Nueva Izquierda", encabezada por Jesús Ortega, que domina aproximadamente el 70 por ciento de los votos del PRD. Como dirían los viejos socialdemócratas Bernstein y Kaustki, criticados en el libro Reforma o Revolución de Rosa Luxemburgo: "El movimiento lo es todo, los principios son nada"; Ortega repite: "No puedo y no debo arrinconarme y olvidarme del acontecer diario". La realidad es que Ortega está desesperado y busca el poder usando cualquier "táctica". Olvida que el asunto electoral no es una simple táctica en busca de cargos de gobierno sino toda una estrategia, un fin, un objetivo muy bien delimitado para ir acumulando poder. Es la característica esencial de los socialdemócratas: no les importa con quien se alíen ni para qué dado que el movimiento lo es todo y los principios políticos o éticos valen un carajo.
3. Con esa estrategia –como enseña la historia de la socialdemocracia en el mundo- muy pronto los orteguistas y "NI" duplicarán sus diputados, senadores, alcaldes municipales y demás. Podrá ser tan grande el partido, tan incluyente, plural y elástico, que no tendrá la menor diferencia en principios, objetivos y programas con el PRI y con el PAN. Será un nuevo PRI o un nuevo PAN, incluso con héroes del pueblo en sus discursos. Me imagino que incluso podrían llegar a la Presidencia de la República y serán otro Brand, Palme, Mitterand, Felipe González y otros socialdemócratas al servicio de la sociedad capitalista. ¿Qué ganaría la población mayoritaria con un PRD que sólo engrasaría la maquinaria de explotación? Nosotros, dice Ortega, seguimos desconociendo a Calderón porque su ilegitimidad vivirá hasta su muerte, pero para que no me crezcan las barbas en la oposición a ultranza prefiero hacer política junto al PAN o con cualquiera.
4. La posición de Ortega es 100 por ciento coherente con los objetivos que ha trazado: convertir al PRD en un partido grande que gane elecciones y conquiste cargos de gobierno. Sin duda las estrategias de una organización social, de las luchas sindicales y las guerrillas armadas son diferentes. La lucha electoral tiene que ser pública, abierta y regida por leyes que ha impuesto el Estado, es decir, absolutamente legal. Las organizaciones de masas deben saber moverse entre las legalidades impuestas por legislación laboral y la "ilegalidad" que busca transformarla en beneficio de los trabajadores. La guerrilla es otra cosa: es de por sí "ilegal", "clandestina" para el Estado y el gobierno y posee características militares y centralizadas. De acuerdo a los objetivos (fines) se trazan los medios. Dado que para Ortega las elecciones forman parte de la simple búsqueda de la conquista del gobierno su "táctica" se vale todo tipo de alianzas.
5. Fidel Castro dijo algo así en un discurso en los sesenta: es condenable esperar sentado a la puerta de su casa –es decir, sin hacer nada- para ver pasar el cadáver del imperialismo. Ortega dice que no puede estar en un rincón sin hacer política. Sin embargo no debe silenciar Ortega que los del PRI y los del PAN nunca descansan de hacer política, de planear en los restaurantes, en los retiros de descanso, en los viajes internacionales acerca de qué hacer político. El asunto son los objetivos y los medios: ¿política para quién y con quiénes? Salinas, Zedillo, Fox y Calderón se han desvivido haciendo política pero, ¿para beneficio de qué clase social o sector de clase? Sin duda hay millones de políticos que hablan y no actúan, que son unos farsantes; pero tampoco en el nombre de hacer mucho porque "el movimiento lo es todo" se puede dejar de pensar o analizar los objetivos que se persiguen al actuar.
6. Todos los partidos políticos centralizados tienen la misma historia y no pueden escapar de ella: cuando son pequeños son radicales, respetan sus principios, son honrados y sus militantes entregan su tiempo y hasta su vida por la lucha. Conforme van creciendo y son tomados socialmente en cuenta se van desdibujando, van olvidando sus orígenes y sus principios, abren sus programas para que entren más asociados, realizan todas las concesiones, hasta convertirse en más de lo mismo. Surge otra oposición que busca formar otro partido que repite el mismo ciclo. Es el motivo por el que los partidos dejan de ser revolucionarios y han surgido las propuestas de organizar coordinaciones, consejos, órganos autogestivos, la ideas de horizontalidad organizativa y de la organización no permanente. Por eso se ha planteado que los partidos son el germen del nuevo estado jerárquico y autoritario que sustituye a las bases.
7. El planteamiento de Ortega es completamente socialdemócrata: aliarse con quien sea en la búsqueda del poder político; el PRI y el PAN, partidos de derecha, hacen exactamente lo mismo al aliarse entre ellos y con cualquiera. Si López Obrador o Cárdenas, cada quien por su lado, buscan construir otro partido electorero, centralizado y jerárquico, puede adelantarse que será más de lo mismo, que entre dos o cinco años estarán dividiéndose entre "buenos" y "malos". Organismos como la APPO, la CNTE, sin jerarquías sindicales o políticas, sin funcionarios burócratas y salarios, con asambleas y debates abiertos y radicales, con independencia de gobiernos, empresarios, iglesias y partidos, pueden ser el modelo igualitario del presente y del futuro. Los luchadores sociales, los que no buscan poder y dinero, parecen ya no aceptar jerarquías, caciques, caudillos o dirigentes permanentes. Si sus fines son la igualdad, también sus medios.
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