marzo 27, 2009

Crisis del capitalismo mundial

Economía Moral
Julio Boltvinik
jbolt@colmex.mx
â– Crisis del capitalismo mundial/ Texto completo
â– Origen inmediato: colapso inmobiliario y financiero

Toda crisis es también oportunidad de transformación. Resulta central, por ello, para todos aquellos que nos hemos declarado en resistencia ante el capitalismo salvaje, comprender la presente crisis mundial. Tenemos que contestar muchas preguntas, como: ¿Es esta crisis diferente de las anteriores? ¿Cuáles son sus características? ¿Cuál es la relación entre ellas? ¿Es ésta una crisis de la modalidad del capitalismo neoliberal o una crisis del capitalismo como tal? ¿La superación de la crisis requerirá transformaciones de fondo o sólo cosméticas? ¿Salidas a la crisis económica sin cambios fundamentales y drásticos del patrón tecnológico, y de las relaciones entre la economía real y la financiera, pueden ser algo más que parches temporales? Inicio esta serie con la intención de apoyarme en los mejores escritos presentes de autores nacionales y extranjeros (pero también en los autores del pasado que han iluminado el camino (como Marx, Sweezy, Keynes, Galbraith). Lo primero que hay que entender claramente es por qué el capitalismo genera crisis cíclicas. En segundo lugar hay que dilucidar si los ciclos económicos actuales son similares a los del siglo XIX y primera mitad del XX. Antes de entrar a las explicaciones de las crisis, describamos los orígenes y el desarrollo de la crisis actual, para lo cual seguiré a Arturo Guillén (AG): “La crisis inmobiliaria y la recesión global”, ponencia presentada en el Coloquio Internacional “América Latina: escenarios del nuevo siglo”, Buenos Aires, octubre 22-24, 2008.

AG señala que la crisis inmobiliaria que comenzó a manifestarse a comienzos de 2007 provocó una crisis financiera de grandes proporciones y el inicio de una recesión de alcance global. Recuerda que durante los años noventa la economía estadunidense vivió “la expansión cíclica más larga de su historia moderna” asociada a tres factores: el ascenso de la nueva economía -informática, Internet, telecomunicaciones-, la globalización y la ‘burbuja’ financiera, de la cual fue parte la burbuja inmobiliaria que, entre otros elementos, se manifestó en aumentos muy acelerados de los precios de las viviendas (véase gráfica). Aunque la expansión llegó a su fin en 2000, la recesión fue benigna (y la recuperación rápida) en gran medida por la continuidad del boom inmobiliario que sustituyó (como factor de continuidad del crecimiento del consumo privado) al auge de la nueva economía, los valores de cuyas acciones se habían desplomado. AG cita a Samuelson: “El boom inmobiliario salvó la economía (...) Hartos del mercado de acciones, los estadunidenses se volcaron en una orgía de bienes raíces”. El valor de la propiedad (de la vivienda) poseída por los estadunidenses se elevó de 10 billones (trillions) de dólares a 20 billones entre 2000 y 2005, continúa AG quien destaca que, hacia el final del “boomsubprime [o de segunda] concedidos a grupos de bajos ingresos, bajo condiciones leoninas, riesgosos y sin garantías”. Añade que la burbuja inmobiliaria fue alentada por la política monetaria laxa seguida por la FED [la banca central de EU] y que la ‘financiarización’ [que AG designa más adelante como régimen de acumulación con dominación financiera] de la economía fue respaldada por la desregulación financiera implementada desde los años ochenta y fortalecida en 1999. También AG explica que los mínimos de capitalización exigidos a los bancos por el Banco de Pagos de Basilea llevaron a éstos a mover sus negocios hacia intermediarios no bancarios. inmobiliario, al saturarse el mercado, es cuando entran en escena los llamados préstamos
En 2005 concluyó el auge inmobiliario en EU, explica AG: la venta de casas nuevas y usadas empezó a disminuir y la “cartera vencida de los créditos subprime comenzó a crecer como la espuma”. El impacto de estos fenómenos fue muy amplio porque las deudas hipotecarias habían sido bursatilizadas (transformadas en bonos hipotecarios cotizados en la bolsa de valores) con lo cual “los riesgos se diversificaron entre una cadena de intermediarios financieros (bancos de inversión, fondos institucionales, aseguradoras, etcétera”), explica AG, quien añade que las agencias calificadoras, “alcahuetes del capital financiero”, se prestaron cómodamente a esta economía casino, mediante la asignación de altas calificaciones a tales bonos hoy convertidos en basura. A partir de julio (y sobre todo de octubre) de 2007 las bolsas de valores empezaron a resentir los efectos de la crisis inmobiliaria.
La crisis inmobiliaria, hace notar AG, no es sólo de EU sino que afecta “también a las mayores economías del mundo y a las emergentes” por dos razones: 1) el auge inmobiliario abarcó a muchas economías: por ejemplo, los precios inmobiliarios se duplicaron o triplicaron en países como Irlanda, Gran Bretaña, España y Sudáfrica (véase gráfica); 2) debido a la globalización financiera los tenedores de los bonos hipotecarios (y otros instrumentos asociados) se ubican en numerosos países. La crisis es global, continúa, no sólo por su cobertura geográfica sino porque afecta a toda la estructura financiera: de las hipotecas subprime la crisis pasó a los mercados de crédito (contracción aguda del crédito) con repercusiones en la economía real. Las hipotecarias y las principales compradoras de hipotecas entraron en quiebra (o están al borde de entrar). Algunas fueron nacionalizadas. Los bancos de inversión quebraron, muchos de los bancos comerciales del mundo se encuentran envueltos en la crisis, señala AG y explica este hecho porque “el régimen de acumulación con dominación financiera, constituido a partir de la crisis de la deuda de 1982, es una estructura piramidal en cuya cúspide se encuentran los grandes bancos comerciales”.
AG termina esta sección (“El desarrollo de la crisis financiera”) analizando la reacción de las autoridades monetarias de EU y Europa ante la crisis financiera: baja drástica de la tasa de interés de referencia hasta, en EU, hacerla negativa en términos reales (lo cual, comenta, abre la puerta a un círculo vicioso de corte deflacionario como el de Japón en los años noventa); compra de cartera chatarra; abandono de una “política basada en principios” por otra “decidida en el vuelo”. Continuaré analizando, en la próxima entrega este importante trabajo de Arturo Guillén, quien en la siguiente sección hace una “interpretación teórica de la crisis”.
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Economía Moral
Julio Boltvinik
jbolt@colmex.mx
â– Crisis del capitalismo mundial /II
â– Interpretación teórica de la crisis
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Habiendo descrito en la entrega anterior (Economía Moral, 09/01/09) el origen de las manifestaciones externas de la crisis en la ruptura de la burbuja inmobiliaria y la consecuente crisis financiera, siguiendo de cerca a Arturo Guillén (AG), conviene tratar de entender su trasfondo tratando de explicar por qué en el capitalismo se producen recurrentemente crisis periódicas y las características específicas de esta crisis en particular. AG (“La crisis inmobiliaria y la recesión global” ponencia presentada en el Coloquio Internacional “América latina: escenarios del nuevo siglo”) al abordar la interpretación teórica de la crisis se remonta, en primer lugar, a la crisis estructural de los años setenta del siglo pasado, que “señaló el fin del largo periodo de estabilidad estructural del capitalismo iniciado en la posguerra”.
AG identifica cuatro hechos que se pueden calificar como determinantes de dicha crisis, dos de los cuales me parecen centrales: la baja de la tasa de ganancia y la crisis del sistema monetario financiero internacional de Bretton Woods (que implicó el fin del patrón oro-dólar y del régimen de tipos de cambio fijos). Esta crisis, continúa nuestro autor, “desencadenó un conjunto de procesos de destrucción-restructuración de los sistemas productivos, así como de las instituciones y de las políticas económicas de los gobiernos”. Éstos y los segmentos más poderosos del capital impulsaron un conjunto de transformaciones entre las que enumera: a) El lanzamiento de una ofensiva de gran envergadura del capital contra el trabajo, que aún continúa, con el fin de contrarrestar la caída de la tasa de ganancia y que incluyó el incremento de la intensidad del trabajo; flexibilización de las normas laborales; desmantelamiento de la seguridad social y de los sistemas de bienestar, recorte de empleos, subcontratación, etc. b) Búsqueda de salidas en los mercados externos ante la contracción de los internos (aceleración del comercio exterior, de la inversión extranjera directa y de los movimientos de capital de portafolio). c) La liberalización y desregulación de los mercados de bienes y de activos financieros. d) la instauración de un régimen de acumulación con dominación financiera, en la cual las finanzas privadas imponen su lógica de operación a todo el sistema económico.
AG, siguiendo a autores de la escuela “regulacionista” (M. Aglietta, F. Chesnais) ahonda en el último punto: “La implantación de un régimen de acumulación con dominación financiera implicó un cambio cualitativo en la lógica de la reproducción del capital”, en la cual la “esfera financiera predetermina la economía real” y somete las formas de gestión de las corporaciones a las necesidades de rentabilidad de corto plazo. Las firmas se financiarizan, añade, lo que importa ahora es el valor accionario [es decir, en bolsa] de la corporación y aumentar sus ingresos mediante la participación activa de sus tesorerías en los mercados financieros. La rentabilidad de las empresas y los ingresos de sus directivos pasan a depender crecientemente del valor de sus acciones en bolsa, en la cual los inversionistas institucionales cobran gran presencia. La gestión de las corporaciones, que se basaba en sanciones a posteriori lo hace ahora con base en restricciones y normas a priori, lo que modifica en profundidad sus objetivos y sus modos de gestión. A esto, añade AG que también hay una profunda transformación en el funcionamiento de los sistemas financieros donde predominan ahora los mercados de obligaciones y los bancos de inversión. Las corporaciones emiten sus propias obligaciones, dependiendo menos de los bancos, los cuales ahora emiten también sus propios títulos en el mercado de obligaciones. Ello va acompañado de un proceso de diversificación e innovación constante de los instrumentos financieros, incluyendo los llamados derivados, creados para disminuir riesgos En síntesis, concluye AG, el “régimen de acumulación con dominación financiera subordina toda la lógica de la reproducción del capital a las necesidades de valorización del capital financiero” y plantea una pregunta central: si este régimen de acumulación con dominación financiera elevó la fragilidad y los riesgos sistémicos de la estructura financiera. Me parece que la pregunta es más amplia y que debemos referirnos a la fragilidad de la economía en su conjunto. La opinión de AG es que sí aumentó la fragilidad porque la nueva estructura, al fragmentar los riesgos entre una amplia cadena de intermediarios, aumenta el riesgo sistémico.
Citando la revista The Economist, AG proporciona, entre otros, los siguientes datos sobre la economía de EU que refuerzan algunas de las tesis comentadas: a) las ganancias financieras, como porcentaje del total de ganancias corporativas pasaron del 10% en 1980 al 40% en 2007; b) la participación de las acciones de sociedades financieras en el valor total del mercado accionario pasó en el mismo periodo del 6% al 19%; c) un portafolio de acciones, bonos y otros instrumentos rendía, antes de la crisis inmobiliaria, 14% anual, casi cuatro veces más que en el régimen financiero anterior; d) en 1980 la deuda del sector financiero era sólo el 10% de la deuda corporativa no financiera, y ahora representa la mitad.
Estos serían algunos rasgos del capitalismo del presente según AG y los autores en los que se apoya. Es este capitalismo el que está en crisis mundial hoy día. Me parece que la descripción de AG de este capitalismo no puede dejarse de lado al analizar la crisis actual. La gran duda, sin embargo, es si estos cambios introducen una diferencia esencial o no en la dinámica capitalista que conduce a las crisis. AG señala más adelante que lo que se vive ahora es una crisis de deuda-deflación como son todas las grandes crisis financieras del capitalismo, pero que no es un receso cíclico estándar si no una recesión pos-burbuja inmobiliaria. La pregunta fundamental es si podemos o no explicar esta crisis, como el propio AG explica la del decenio de los años 70, por una baja en la tasa de ganancia, alrededor de la cual gira la explicación fundamental de las crisis capitalistas para Marx y sus seguidores, y también (de alguna manera) para Keynes y los keynesianos. La baja cíclica en la tasa de ganancia está ligada a la ley sobre la tendencia de dicha tasa a descender inevitablemente a largo plazo a medida que se mecaniza y automatiza la producción (véase gráfica).
Fuente: elaboración propia a partir del cuadro 36 (p. 173) de J. Steindl, Maturity and Stagnation in American Capitalism, Basilm, Blackwell, Oxford, Gran Bretaña, 1952
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Economía Moral
Julio Boltvinik
jbolt@colmex.mx
■ Crisis del capitalismo mundial / III
■ Teoría de las crisis de Marx, según John Strachey
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En la historia del pensamiento económico hay dos autores que sobresalen por su contribución al entendimiento de las crisis capitalistas: Karl Marx y John Maynard Keynes. Ahora que enfrentamos la crisis mundial más grave después de la de 1929 es necesario volver a ellos para tratar de entender la crisis actual. Entre los divulgadores del pensamiento de Marx sobre las crisis sobresalen John Strachey (JS), Maurice Dobb y Paul Sweezy. Como señalé en la entrega anterior (16/01/09), la teoría marxiana (calificativo que se usa para lo referido a Marx mismo, mientras marxista se usa para referirse no sólo a Marx sino a Engels y a los seguidores de ambos) de las crisis se deriva, en lo fundamental, de la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia (G’), aunque Sweezy (Teoría del Desarrollo Capitalista, Fondo de Cultura Económica, 1945) distingue entre crisis relacionadas con esta ley y crisis de realización, distinción que convendrá abordar en próxima entrega.
Dicha ley establece que, como el trabajo vivo es el único creador de valor (y de plusvalía: P), a medida que la producción se mecaniza, se automatiza, cada trabajador está dotado de más y mejores medios de producción (trabajo muerto), para lo cual el capitalista tiene que invertir cada vez más una mayor proporción del capital en dichos medios (capital constante: C) y una menor en trabajo vivo (capital variable: V), haciendo que aumente la proporción del capital constante en el total [C/ (C+V)], a la que Marx llama la composición orgánica del capital (O)1. Dice JS que no hay ninguna duda que O ha subido, está subiendo y tiene que seguir subiendo, pues esta alza es la esencia del progreso técnico. La tasa de ganancia [G’=P/(C+V)] aumenta con el aumento de la tasa de plusvalía [P’=P/(C+V), donde P es la masa de plusvalía] y disminuye con el aumento de O, de donde, dada la tendencia de O a aumentar, se desprende la ley citada.2
JS en su libro La naturaleza de las crisis capitalistas (Fondo de Cultura Económica, 1939, capítulo XVI) sostiene que la tendencia decreciente de G’ es un hecho observado y aceptado por “economistas capitalistas” como Lionel Robbins y Friedrich von Hayek, pero que sólo el análisis de Marx provee una explicación racional de dicha tendencia. JS se pregunta en qué medida es compatible el capitalismo con esta tendencia a la baja de G’ y contesta señalando que el propósito de la producción capitalista es el aumento del monto absoluto de ganancia, lo que puede ser alcanzado, a pesar de la baja en la tasa de ganancia(G’), aumentando suficientemente rápido el monto de capital total para que sobre-compense la baja en G’, lo que significaría que el monto de V (capital invertido en fuerza de trabajo) aumente3.
JS señala que para Marx la tasa mínima de acumulación necesaria para el funcionamiento del capitalismo es la que logra esto. A esto le denomina la ley de las dos caras (en las traducciones al español de El capital esta expresión se traduce, del alemán, como ley de doble filo o ley bifacética) según la cual tanto la baja en G’ como el aumento en el monto absoluto de P son condiciones del funcionamiento del capitalismo. A estas dos condiciones Marx agregaría la del ejército industrial de reserva (porción desempleada de la fuerza de trabajo) que permita el crecimiento de V. JS cita El capital:
El número de obreros empleados por el capital, es decir, la masa absoluta de trabajo que éste pone en movimiento, por ende la masa absoluta del plustrabajo que ha absorbido, por consiguiente la masa del plusvalor que ha producido, y por lo tanto la masa absoluta de la ganancia que ha producido, puede aumentar entonces, y hacerlo en forma progresiva a pesar de la baja progresiva de la tasa de ganancia. Éste no sólo puede ser el caso. Debe serlo –al margen de fluctuaciones transitorias– sobre la base de la producción capitalista. El proceso capitalista de producción es, esencialmente y a la vez, un proceso de acumulación. (Edición en español de Siglo XXI editores, Tomo III, vol. 6, p. 277; cursivas de Marx.)
De aquí deriva JS el dilema básico del capitalismo: el dilema entre ganancias o abundancia que se puede describir diciendo que “los salarios son al mismo tiempo demasiado bajos para causar un exceso de oferta y demasiado altos para disminuir el ritmo de acumulación. Strachey añade que es la existencia de este dilema el que hace que las crisis capitalistas sean inevitables. Ahora podemos entender, continúa, por qué Robbins y Hayek recomiendan disminuir salarios, pues buscan eliminar todos los obstáculos para una tasa máxima de acumulación. Y mientras sólo Marx puede explicar el porqué, hay acuerdo que la tasa máxima de acumulación es condición esencial de la existencia del capitalismo. Concluye JS: “Éste es el diablo dentro del capitalismo que lo empuja hacia adelante. Ésta es la ley que industrializó el mundo. Ésta es la ley que hoy está empujando a los capitalistas a buscar nuevas áreas de explotación por todo el planeta. La ley de las dos caras se ha convertido, por otra parte, en una ley de guerra”. JS cambiaría parcialmente de opinión ante el influjo de las ideas de Keynes.
1 Aunque la composición orgánica del capital, O, se suele expresar como (C/V) o a la inversa como V/C, como lo hace JS), es más preciso expresarla, como lo hace notar Sweezy, de la manera que se hace en el texto. Sólo así la fórmula de la tasa de ganancia (G’) que se presenta en el siguiente pie de página, se puede derivar matemáticamente de las definiciones de P’ y de O. Marx en el Capítulo XIII del Libro Tercero de El Capital (obra que dejó inconclusa) no expresa algebraicamente O, ni la fórmula de G’ en términos de O, desarrollando el argumento con base sólo en ejemplos.
2 La fórmula de la tasa de ganancia, G’, es: G’ = P’(1-O) (Sweezy, op. cit. p. 91). Nótese que 1-O es igual a [V/(V+C)], por lo que G’ se puede expresar, como lo hace Marx en el Capítulo III del Libro Tercero de El Capital, así: G’ = P’ [V/ (C+V)], o sea que G’ varía en el mismo sentido en que lo hace la tasa de plusvalía (P’) y la proporción entre V y (C+V).
3 Hace aquí JS una distinción importante. Mientras para el capitalista individual lo que importa es la tasa de ganancia sobre su capital, pues esto es lo que lo guía sobre cómo debe usarlo (por ejemplo, si debe o no moverse a otra rama de actividad), para la clase capitalista en su conjunto lo que importa, en una última instancia, es el monto (y no la tasa) de ganancia. Es necesario aclarar que para Marx esta Ley predice sólo una tendencia y no un hecho inevitable porque hay un conjunto de causas contrarrestantes que analiza en el capitulo XIV del Libro Tercero de El capital. JS también las analiza.



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Julio Boltvinik
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Crisis del capitalismo mundial /IV

Inevitabilidad de las crisis y esencia del capitalismo

Ampliar la imagen Carlos Marx Foto: Archivo

Boeing, AT&T, AOL, Starbucks, son algunas de las empresas mundiales que el día de ayer anunciaron recortes de personal para contrarrestar la caída en sus ganancias. Recordemos con Marx, la esencia y misión histórica del capitalismo:

La tasa de ganancia es la fuerza impulsora de la producción capitalista, y sólo se produce lo que se puede producir con ganancia y en la medida en que ésta puede obtenerse. De ahí el temor de los economistas ingleses a la disminución de la tasa de ganancia. El hecho de que la mera posibilidad inquiete a Ricardo, demuestra precisamente su profunda comprensión de las condiciones de la producción capitalista... El desarrollo de las fuerzas productivas del trabajo social es lo que constituye la misión histórica y la razón de ser del capital. Es así precisamente como crea, sin proponérselo, las condiciones materiales para una forma de producción superior. Lo que desasosiega a Ricardo es que la tasa de ganancia ¬acicate de la producción capitalista, condición y motor de la acumulación¬se vea en peligro por el propio desarrollo de la producción. Y en este caso, la proporción cuantitativa lo es todo. Hay algo más profundo escondido en este punto, que Ricardo sólo vislumbra. Se revela aquí de un modo puramente económico..., desde el punto de vista de la producción capitalista misma, su limitación, su carácter relativo, el hecho de no ser un modo de producción absoluto, sino sólo un modo de producción histórico, correspondiente a cierta época de desarrollo limitado de las condiciones materiales de producción. (El Capital, Libro Tercero, capítulo XV)1

Habiendo citado este párrafo, John Strachey (JS), en su libro sobre las crisis escrito en 1935 en plena depresión, JS interpretó equivocadamente (como otros marxistas) el significado de ésta: “ahora es claro que la época de desarrollo limitado, en la cual el capitalismo podía cumplir su misión ha terminado. La fuerza productiva del trabajo social ha sido desarrollada al grado supremo al que puede ser desarrollada por el capitalismo”. Meghnad Desai sostiene en un libro (Marx’s Revenge, Verso, 2002) escrito 67 años después, cuando el socialismo realmente existente se había derrumbado, que Marx se vengó de críticos y distorsionadores al hacerse evidente que el capitalismo sigue cumpliendo su misión histórica y que el ‘socialismo’ instaurado en la URSS resultó prematuro2, validando así la famosa frase del prólogo de la Contribución a la Crítica de la Economía Política (Siglo XXI editores, 1980):

”Una formación social jamás perece hasta tanto no se hayan desarrollado todas las fuerzas productivas para las cuales resulta ampliamente suficiente, y jamás ocupan su lugar relaciones de producción nuevas y superiores antes de que las condiciones de existencia de las mismas no hayan sido incubadas en el seno de la propia antigua sociedad”.

Las crisis capitalistas se manifiestan siempre, dice JS siguiendo a Marx, como trabajadores desempleados al lado de capital ocioso (véase gráfica). Si se usase ese capital la tasa de ganancia (G’) caería a niveles demasiado bajos. El capitalismo sólo se podría estabilizar si, maximizando el ritmo de acumulación, manteniendo bajos los salarios, produjese más máquinas que produjesen más máquinas que produjesen más máquinas, pero como en algún momento esto se tiene que traducir en más bienes de consumo, enfrenta el hecho de salarios demasiado bajos para absorber la creciente producción. Si de todas maneras lograse estabilizarse en ese ritmo máximo, lo que Marx no creía posible, de todas maneras tarde o temprano enfrentaría un aumento salarial por el aumento en la demanda de fuerza de trabajo por arriba del crecimiento de la población trabajadora, y ello haría caer las tasas de plusvalía (P’) y G’ de manera estrepitosa. Es decir, se reduciría a cero el “ejército industrial de reserva” Así el alza de los salarios reales que ocurrió en los países centrales en el periodo dorado de la 2ª posguerra, si bien hicieron algo para evitar los excedentes de producción, tuvieron un efecto negativo en G’. Los periodos de auge asociados con alza en los salarios reales, decía JS en los años 30, siempre terminaban en crisis por la caída en G’. Por ello Marx (en el siglo XIX) que estos períodos eran heraldos de la crisis. La población es, entonces, el factor limitante último de las posibilidades del desarrollo capitalista, dice JS. Para sobrevivir tiene que encontrar nuevas fuentes de abastecimiento de fuerza de trabajo explotable. Pero aun así, el siguiente límite es aquél en el cual nueva inversión resultaría en una masa de ganancia menor, porque se deprimiría G’ de todo el capital (el nuevo y el preexistente). Sea que la crisis se provoque por la incapacidad de vender una masa aumentada de bienes de consumo o por el aumento en los salarios, las consecuencias inmediatas son las mismas. En ambos casos la siguiente etapa de acumulación se vuelve imposible porque no generaría utilidades. Los nuevos capitales generados por la plusvalía se mantienen ociosos. Se atesoran en los bancos. Hay sobreproducción de capital. La competencia entre los capitalistas para evitar que su capital no sea el que permanece ocioso, genera codazos nacionales e internacionales (la guerra). La crisis (desempleo del capital y de la fuerza ed trabajo) se manifiesta en la destrucción física de capital y, sobre todo, en su desvalorización (que se refleja en la caída del valor de las acciones), así como en la caída en los salarios reales. Con ello se empiezan a dar las condiciones para la recuperación, porque ambas desvalorizaciones aumentan G’.

El concepto básico de las crisis para Marx es el de sobreproducción de capital y también de mercancías, dice JS quien explica que no es sobreproducción en relación con las necesidades sino sobreproducción en términos de la generación de ganancias. Se cierra el círculo: el propósito del capitalismo es la producción de ganancias y es, en relación con ellas, que debe concebirse la sobreproducción. Cuando cumple cabalmente su propósito genera más capital (plusvalía) que el que puede ser invertido sin disminuir la masa de ganancias.

1 Es el último párrafo de la sección “Exceso de capital y exceso de población”. He combinado las traducciones al español publicadas por el Fondo de Cultura Económica y por Siglo XXI, así como la versión en inglés del párrafo, que cita John Strachey en The Nature of Capitalist CrisisLa naturaleza de las crisis capitalistas, Fondo de Cultura Económica, 1939)

2 Para un análisis detallado de las ideas desarrolladas en este libro véase las entregas de Economía Moral del primero, 8, 15 y 22 de julio del 2005.
(Covici Friede Publishers, Nueva York, 1935, p. 290). Versión en español:


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Economía Moral
Julio Boltvinik
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â– Crisis del capitalismo mundial / V
â– Keynes muestra que desempleo y recesión son ‘normales’
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Aunque sólo he abordado algunas de las ideas más generales de la teoría de las crisis de Marx (entregas de enero 23 y 30), dejo pendiente profundizar en su análisis y exploro a partir de hoy las ideas de John Maynard Keynes, el otro autor central en el esclarecimiento de las crisis. La teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, de Keynes, publicada en 1936, cambió radicalmente las concepciones de los economistas de la corriente dominante y sentó los fundamentos para un cambio drástico del papel de los gobiernos en la economía capitalista.
Es muy importante entender que la experiencia de una depresión prolongada cambia, para todas las personas. muchas cosas por mucho tiempo. Quienes vivimos la larga depresión de la economía mexicana de los años 80, sabemos eso en carne propia. La experiencia traumática del mundo desarrollado durante la gran depresión de los años 30 ha sido captada por John Kenneth Galbraith en el capítulo “La psicosis de la depresión” de American Capitalism (1952 y 1956):
La gran depresión de los años 30 nunca llegó a su fin. Simplemente desapareció en la gran movilización de los años 40 [provocada por la Segunda Guerra Mundial]. Para una generación entera se convirtió en la vida normal en tiempos de paz en EU: lo que hay que temer y esperar. Medida por su huella permanente en las acciones y actitudes, la depresión se sitúa junto con la Guerra Civil como uno de los dos eventos más importantes de la historia de EU desde la revolución [de independencia]. La depresión no sólo contribuyó profundamente a la inseguridad con la que los estadunidenses ven su economía, sino también tuvo una importante influencia en la conducta económica.
Esta depresión podría haber quedado sólo como un accidente si las ideas no hubiesen situado la depresión como el patrón normal de comportamiento del capitalismo no administrado, continúa Kenneth Galbraith. Las ideas las proveyó Keynes, añade Kenneth, quien iguala la influencia de la Teoría general a las de la Riqueza de las naciones, de Adam Smith, los Principios, de David Ricardo, y El capital de Marx.
Keynes destruyó los argumentos de la famosa Ley de Say que sostiene que la oferta crea su propia demanda, que los ingresos generados y distribuidos por la producción siempre permiten adquirir exactamente la producción, por lo cual la sobreproducción y las crisis son imposibles. Éste era el credo dominante entre los economistas neoclásicos en los años 30, a pesar de la evidencia empírica de las crisis y de que Marx había mostrado el absurdo de la Ley de Say en el capítulo III del Libro Primero de El capital en 1867 (¡69 años antes que la Teoría general!):
“... lo que se pretende probar es que el vendedor lleva al mercado su propio comprador... Nadie puede vender si no hay quien compre. Pero no es necesario comprar inmediatamente después de haber vendido. La circulación [que utiliza el dinero como medio] derriba las barreras temporales, locales e individuales del intercambio de productos [trueque] y lo hace precisamente porque escinde, en la antítesis de venta y compra, la identidad directa existente aquí [en el trueque] entre enajenar el producto del trabajo propio y adquirir el del trabajo ajeno ... Cuando cosas que por dentro forman una unidad, puesto que se completan recíprocamente, revisten al exterior una forma de independencia, y ésta se agudiza hasta llegar a un cierto grado, la unidad se abre paso violentamente por medio de una crisis... Por eso estas formas entrañan la posibilidad, aunque sólo la posibilidad, de crisis. Para que se convierta en realidad tienen que concurrir un conjunto de condiciones que no se dan todavía dentro de la órbita de la circulación simple de mercancías. (Combino las traducciones del Fondo de Cultura Económica y de Siglo XXI editores.)
Marx distingue el trueque, la circulación simple de mercancías, que utiliza el dinero como medio, pero persigue el propósito de satisfacer necesidades, y la circulación capitalista de mercancías cuyo único sentido es el lucro. Las crisis corresponden sólo a esta última forma. Marx hace notar que James Mill, Say y, en general la “economía apologética” igualan las tres formas, ocultando sus diferencias y, por tanto, derivando la falsa conclusión de la imposibilidad de la crisis.
John Strachey (El capitalismo contemporáneo, Fondo de Cultura Económica, 1960) dice que este pasaje de Marx contiene el germen del concepto de preferencia por la liquidez que Keynes utiliza para explicar las crisis en su aspecto monetario. Lo hizo así porque observó que la teoría monetaria había sido una parte insatisfactoria y separada de la economía ortodoxa, lo que estaba asociado a su incapacidad para explicar las crisis.
En el modelo neoclásico el ahorro y la inversión se equilibraban a través de la tasa de interés. Si las intenciones de ahorro son más altas que las de inversión, la tasa de interés bajaría desestimulando el ahorro e incentivando la inversión, hasta que ambas se igualaran. Dice Kenneth Galbraith que Keynes proveyó una teoría de la tasa de interés que no la hace depender de la oferta y demanda de ahorros, sino que está basada en el deseo de mantener dinero líquido (la preferencia por la liquidez) y que, aunque esta nueva teoría de Keynes no es del todo plausible, al argumentar a su favor logró persuadir a muchos de que la teoría neoclásica era inadecuada. Y que fue este ataque el que destruyó la vieja fe en el equilibrio con pleno empleo. Rota la conexión entre la tasa de interés y los ahorros, explica, un aumento en el ahorro (que no se traduce en inversión) podría resultar en una insuficiencia del poder adquisitivo para comprar el volumen de bienes producidos. Keynes pensaba que al aumentar el ingreso subía la propensión a ahorrar y bajaba la propensión a consumir en las sociedades (véase gráfica). Otra razón por la cual la economía no necesariamente genera pleno empleo en su visión es la rigidez a la baja de los salarios nominales. Strachey explica cómo la dinámica de la crisis según Keynes se puede originar en una disminución en la propensión de los ricos a invertir (expectativas de ganancias a la baja serían la explicación); esta disminución desencadena los siguientes acontecimientos: aumenta la preferencia por la liquidez y una parte de sus ingresos de los ricos no se gasta ni en consumo ni en inversión, es decir, los ricos intentan atesorar. Pero esta operación se autoanula porque disminuyen la demanda y la producción, comienza una depresión y los ingresos caen a tal nivel que los ricos, que intentaban atesorar, ya no pueden hacerlo. Gastan en consumo o inversión su, ahora, más bajo ingreso. Se igualan ahorro e inversión, pero a un nivel más bajo de ingreso y empleo.
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Economía Moral
Julio Boltvinik
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â– Crisis del capitalismo mundial / VI
â– Keynes: el empleo depende de la demanda efectiva, no del salario
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Cuando el mundo vivió la gran depresión (1929-1939), la sabiduría convencional de la “ciencia económica” dominante, simbolizada por la Ley de Say (“la oferta crea su propia demanda”) estipulaba que las crisis eran imposibles. Después de la gran depresión y de la “revolución keynesiana”, dice Paul Krugman en su nuevo libro:
“Puesto que los economistas han aprendido la lección, nada como la gran depresión puede volver a pasar. ¿O si puede? A finales de los años 90 un grupo de economías asiáticas -que producen cerca de una cuarta parte del PIB mundial- experimentaron una recesión con una horripilante semejanza a la gran depresión... como en los años 30 la medicina económica convencional mostró ser inefectiva, tal vez incluso contraproducente. Que algo así pudiera pasar en el mundo moderno debió haberle producido escalofríos a quien tuviese sentido de la historia, como fue mi caso... Vi la crisis asiática como un signo ominoso para todos, como una advertencia que los problemas de depresión económica no han desaparecido del mundo moderno. Es triste decir que tuve razón en estar preocupado. Cuando esta nueva edición va a prensa, buena parte del mundo, incluyendo Estados Unidos, está contendiendo con una crisis financiera y económica que se asemeja mucho más a la gran depresión que la crisis asiática...”1
La frase de Krugman marcada en cursivas muestra que la “ciencia económica convencional” ha perdido la brújula, si es que alguna vez la tuvo. Refuerza la importancia de volver a estudiar a Marx y a Keynes. En la entrega del 6 de febrero empecé el abordaje de Keynes, cuya Teoría general (1936)2 significó la derrota de la Ley de Say y ayudó a abrir una nueva época del capitalismo en la cual la política económica keynesiana, que promovía el pleno empleo, se combinó con el desarrollo de los Estados de Bienestar, que redistribuyeron masivamente el ingreso mediante tasas impositivas progresivas y muy elevadas a los ingresos altos para financiar servicios sociales públicos gratuitos de vocación universalista.
Por las dificultades que la lectura de la Teoría general impone, diversos autores escribieron manuales o libros de texto para facilitar su comprensión. En ésta y sucesivas entregas me apoyaré en la que escribió A.H. Hansen3. Debo advertir que estas lecturas de Keynes no son inocentes: tratan de minimizar la ruptura entre este autor y la tradición neoclásica (que se suele llamar “clásica”) y tienden a volver estático su análisis dinámico.
Keynes atacó la Ley de Say en la versión de Pigou que, según Hansen, sostiene que la “economía moderna” tiende a generar pleno empleo (todo desempleo observado es friccional), porque:
“las tasas de salarios se ajustan de tal manera que estados diferentes de la demanda de mano de obra, una vez establecidos, tienden a asociarse con promedios similares de tasas de desocupación... [la desocupación que existe en cualquier momento] se debe totalmente al hecho de que ante cambios en las condiciones de la demanda las resistencias friccionales impiden que se hagan los ajustes apropiados en los salarios en forma instantánea”. (Pigou, Theory of Unemployment, 1933, citado en Guía de Keynes, p.27.)4
Keynes sostuvo que los trabajadores son renuentes a aceptar reducciones en sus salarios nominales, pero además mostró que su baja generalizada en lugar de llevar a un aumento de la ocupación, como creía Pigou, llevaría a su disminución porque, al bajar el ingreso de todos los asalariados, disminuiría el consumo y, por tanto, caería la demanda de trabajadores (que producen los bienes de consumo). El cambio paradigmático es profundo: la variable principal en la determinación de la ocupación no es el nivel salarial sino la demanda efectiva (suma del consumo, C, y la inversión, I). La demanda de trabajo es una demanda derivada de las decisiones de producción e inversión y no depende centralmente del nivel de los salarios. Por tanto, el salario deja de ser el precio cuyas fluctuaciones equilibran oferta y demanda de trabajo.5
La intersección entre la función de oferta global (el valor de toda la producción) y la demanda efectiva (C+I) es la que determina el nivel de ocupación como se muestra en la gráfica. La curva de oferta es la línea recta de 45° que sale del origen. La función consumo es la curva que sale del punto A. Como se aprecia, a mayores niveles de actividad económica, la brecha entre la función consumo y la oferta total se amplía. Es la tarea de la inversión cerrar la brecha. Pero si el consumo depende del ingreso corriente, la inversión depende, según Hansen, del cambio tecnológico y el crecimiento de la población a largo plazo y de las expectativas de ganancias a corto plazo. En algunos modelos keynesianos las expectativas se definen como dependientes del crecimiento del ingreso o crecimiento económico. En todos los casos podemos reinterpretar estos determinantes de la inversión en función de las oportunidades de inversión lucrativa que generan. La inversión es la variable determinante en todos los modelos de crecimiento económico keynesianos y el motor es la búsqueda de la ganancia. Como se aprecia en la gráfica, el equilibrio puede obtenerse a un nivel de empleo Na menor al empleo pleno N. No hay razón alguna, en ausencia de políticas específicas, para que haya una tendencia al pleno empleo: la Ley de Say fue derrotada por Keynes: el capitalismo no se autorregula. Las reformas neoliberales desreguladoras olvidaron esto y las grandes depresiones volvieron.
1 Paul Krugman, The Return of Depression Economics and the Crisis of 2008 (El regreso de la teoría económica de la depresión y la crisis del 2008), W.W. Norton, Nueva York, 2009, pp. 3-4.
2 John Maynard Keynes, Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, Fondo de Cultura Económica, cuarta edición, 2003/2006.
3 Alvin H. Hansen, Guía de Keynes, Fondo de Cultura Económica, 1953.
4 El nivel de ceguera de Pigou (como el de sus colegas de entonces y de muchos de ahora) es tal que no ve nada especial en la mercancía fuerza de trabajo: no percibe que debajo de cierto nivel del salario el trabajador muere de hambre; que, por tanto hay un piso mínimo debajo del cual los salarios no pueden bajar. El libro citado lo publicó en plena gran depresión, cuando el desempleo en EU era de 25 por ciento de la población activa.
5 Este cambio paradigmático ha sido aplicado, hasta sus últimas consecuencias, por Fernando Noriega quien ha sostenido la “inexistencia del mercado de trabajo”: “Según esta teoría, dice Noriega, las empresas no demandan más trabajo cuanto más baratos se venden los trabajadores, sino cuanto más les requiere el mercado de aquello que producen. Por tanto, la relación inversa entre demanda de trabajo y salario real de la teoría neoclásica parece completamente alejada de estos resultados”. Macroeconomía para el desarrollo. Teoría de la inexistencia del mercado de trabajo, Mc Graw Hill, 2001, p. 67.
Viernes 20 de febrero de 2009
Economía Moral
Crisis del capitalismo mundial/ VII
Keynes: centralidad de las expectativas de ganancias
Julio Boltvinik

E
l Libro Primero de El Capital nos enseña que no todo dinero es capital, que el dinero se vuelve capital cuando, de ser simple expresión de valor, se convierte en valor que se valoriza a sí mismo, en dinero que incuba más dinero. Por su parte,
“como agente consciente de este movimiento, el poseedor de dinero se convierte en capitalista. El contenido objetivo de este proceso de circulación –la valorización del valor– es su fin subjetivo, y sólo actúa como capitalista, como capital personificado, dotado de conciencia y voluntad, en la medida en que sus operaciones no tienen más motivo propulsor que la apropiación progresiva de riqueza abstracta. El valor de uso no puede, pues, considerarse jamás como fin directo del capitalista. Tampoco la ganancia aislada, sino el apetito insaciable de ganar” (p. 109, edición Fondo de Cultura Económica.)
Los capítulos 11 y 12 de la Teoría general, de Keynes, abordan el incentivo para invertir, elemento central del capitalismo. Hansen en su Guía de Keynes (Fondo de Cultura Económica, 1953) explica que el incentivo para invertir será fuerte si el “valor de un bien de capital adicional es mayor que su costo”. Esto equivale a que la tasa de ganancia esperada del bien de capital (a la que Keynes llama eficiencia marginal del capital1 o EMC) debe ser mayor que la tasa de interés para que haya incentivo a invertir. Por tanto, para Keynes el volumen de inversión en la economía estará determinado por la intersección de la curva de la EMC y la curva de la tasa de interés. Keynes supone que la EMC para cada tipo de bien de capital irá descendiendo a medida que aumenta la inversión en dicho bien porque el rendimiento probable bajará o porque la presión sobre las instalaciones que lo producen hará subir su precio. Nótese que esto supone que el último bien de capital invertido resulta en una ganancia neta (después de descontar los intereses) igual a cero. Con ello se maximiza la masa de ganancia, lo que coincide con el planteamiento de John Strachey de que en la teoría de Marx el conjunto del capital busca maximizar la masa y no la tasa de ganancia, como lo señalé en Economía Moral del 30/01/09. Con argumentos y bases teóricas muy diferentes, esta idea de Keynes sobre el descenso de la EMC coincide con la de Marx sobre la tendencia descendente de la tasa de ganancia, como lo he planteado en entregas anteriores de esta serie. Otra diferencia importante es que el planteamiento de Keynes está formulado en términos de expectativas y no en términos de valores observados, como parece ser el de Marx:
“Notará el lector que la EMC se define aquí en términos de expectativa del rendimiento probable y del precio de oferta corrienteque se espera obtener del dinero si se invirtiera en un bien recién producido; no del resultado histórico de lo que una inversión ha rendido sobre su costo original si observamos retrospectivamente sus resultados” (Keynes, Teoría General, p. 147). del bien de capital. Depende de la tasa de rendimiento
Es la EMC esperada, y no la observada, la que determina la inversión. Keynes critica la teoría económica vigente (la neoclásica) por su carácter estático que no toma en cuenta las expectativas:
La teoría usual de la distribución, donde se supone que el capital da en el presente su productividad marginal [como ganancia] sólo es válida en una situación estacionaria” (pp. 149-150).
Keynes insiste en el papel de las expectativas y explica su accionar:
“La confusión más importante respecto al significado e importancia de la EMC ha sido consecuencia de no haberse advertido que depende del rendimiento probable del capital y no solamente de su rendimiento corriente. Esto puede aclararse mejor señalando el efecto que tiene la expectativa de modificaciones en el costo previsto de producción sobre la EMC, bien sea que se esperen esos cambios como resultado de alteraciones en el costo del trabajo, es decir, en la unidad de salarios, o de invenciones y nueva técnica. La producción resultante del equipo producido en la actualidad tendrá que competir, mientras dure, con la producción del equipo producido después, quizá a un costo menor en trabajo, tal vez por un técnica mejorada… Más aun, las ganancias del empresario (medidas en dinero) procedentes del equipo, nuevo o viejo, se reducirán si toda la producción se hace más barata. En la medida en que tales desarrollos se prevean como probables, o aun como posibles, disminuye en proporción la EMC producido en la actualidad. (pp. 151-152)
Y añade, ubicando la EMC como la variable clave de los ciclos económicos:
“Es importante entender la dependencia que hay entre la EMC… y los cambios en las expectativas, porque es principalmente esta dependencia la que hace a la EMC quedar sujeta a ciertas fluctuaciones violentas que son la explicación del ciclo económico” (p.154).
Al finalizar el capítulo 11 de la Teoría general Keynes dice que la razón de que el futuro económico esté ligado con el presente se encuentra en la existencia de equipo duradero. Y en el siguiente capítulo pinta un cuadro vivo sobre lo extremadamente precario de las bases de conocimiento en las que han de basarse nuestros cálculos de los rendimientos probables (p. 159). De esta afirmación, y de otras similares del capítulo 12 parten Foster y Madgoff:
“Para que una economía capitalista funcione bien, el plusvalor que genera debe ser invertido en nueva capacidad productiva. Sin embargo, la inversión en el capitalismo moderno, argumentó Keynes, era en el mejor de los casos riesgosa, pues las decisiones de inversión que determinan el nivel del producto en el presente están basadas en las expectativas de ganancias de esta inversión durante varios años futuros. Bajo estas circunstancias, dominadas por la incertidumbre, la subinversiónTeoría General en EU fue muy afectada por la recesión de 1937, en la que la economía de EU sufrió un cambio de tendencia a la baja muy fuerte, subiendo el desempleo del 14% al 19%... Los economistas se enfrentaron con el espectro de un estancamiento económico continuado. Alejándose de los modelos mecánicos en los que el tiempo está ausente, Hansen enfatizó las implicaciones de largo plazo del pensamiento de Keynes, presentando lo que se llamó la tesis del estancamiento”. (John Bellamy Foster y Fred Magdoff, The Great Financial Crisis, Monthly Review Press, Nueva York, 2009, pp. 12-13). puede derivar de diversos factores, incluyendo la existencia de capacidades ociosas en planta y equipo, una sensación de que el mercado de bienes de consumo está o estará pronto saturado, una percepción de que la frontera externa para la expansión es limitada, etc. La recepción de la
1 Lamentablemente la traducción al español de la Guía de Keynes, de Hansen (Fondo de Cultura Económica, 1953), traduce este término, correctamente traducido en la versión al español de la Teoría general de la ocupación, el interés y el dineroeficacia marginal del capital. (Fondo de Cultura Económica, 4ª edición, 2003), como
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Economía Moral
Crisis del capitalismo mundial/ VIII
La teoría del estancamiento del capitalismo maduro
Julio Boltvinik

E
n The Great Financial Crisis, John Bellamy Foster y Fred Magdoff (FyM) citan un encabezado de la revista satírica The Onion: Nación abrumada por la recesión solicita burbuja para invertir en ella; comentan que la revista “acierta en el problema crucial del moderno capital monopolista-financiero: el estancamiento de la producción y el crecimiento de burbujas financieras como respuesta1. FyM se reconocen como herederos de una tradición:
“Mucho más que otros, este libro resulta de ‘estar parados sobre los hombros de gigantes’ que a su vez estaban parados sobre los hombros de gigantes. Está construido sobre los fundamentos establecidos por Paul Baran, Paul Sweezy y Harry Magdoff, quienes a su vez se apoyaron en Marx, Veblen, Schumpeter, Keynes, Kalecki, Steindl y Minsky” (p.8).
Estos autores habrían sentado las bases para el diagnóstico central del libro:
“la Gran Crisis Financiera ha superado a todos [los shocks económicos que la precedieron a finales del siglo XX]. Tanto la economía de EU como la del mundo en su conjunto están en un estado de decadencia aguda, enfrentando lo que probablemente será un estancamiento prolongado” (pp.11-12).
La explicación hay que buscarla en los mismos autores: A pesar de la prosperidad de los años 50 y 60 del siglo pasado, durante los cuales
los descubrimientos de Keynes fueron domesticados y reinsertados en el análisis neoclásico pre-keynesiano (a lo que la colega más joven de Keynes, Joan Robinson, llamó keynesianismo bastardo), “algunos economistas radicales, keynesianos y marxistas, desafiando la visión dominante de la época, continuaron planteando el tema del estancamiento, sosteniendo que seguía siendo el problema central de la economía capitalista monopolista y que la prosperidad de los años sesentas dependía de estímulos de corto plazo insostenibles” (p.14).
En El Capital Monopolista de Paul Baran y Paul Sweezy (1966), se señala que:
“…no hay manera de evitar la conclusión que el capitalismo monopolista es un sistema auto-contradictorio que tiende a generar cada vez más excedente pero que no provee las salidas de consumo y de inversión requeridas para su absorción… Puesto que el excedente que no puede ser absorbido no será producido, se sigue que el estado normal de la economía capitalista monopolista es el estancamiento…lo que significa la sub-utilización crónica de los recursos humanos y materiales disponibles…En ausencia de fuerzas compensatorias que no forman parte de la ‘lógica elemental’ del sistema, el capitalismo monopolista se hundiría más y más en un pantano de depresión crónica…Estas fuerzas compensatorias existen…y se analizan en los siguientes tres capítulos” (p.108, edición original en inglés).
Esas fuerzas compensatorias son elementos que estimulan la demanda: La cuestión para el capital monopolista no es si estimular o no la demanda. Tiene que hacerlo so pena de muerte. La pregunta es cómo hacerlo (p.113). Sólo serán promovidas formas de hacerlo compatibles con los intereses del capitalismo monopolista, como los esfuerzos de ventas (publicidad y mercadotecnia), gastos gubernamentales civiles y militares (véase gráfica que muestra que la prosperidad o la recuperación ha sido acompañada de gastos gubernamentales crecientes).
El concepto de excedente fue desarrollado por Paul Baran en La economía política del crecimiento (Fondo de Cultura Económica, 1957): “El excedente económico real es la diferencia entre la producción real generada por la sociedad y su consumo efectivo corriente” (p.39), que es menor que la plusvalía (P), pues es sólo la porción de ésta que está siendo acumulada.2 En contraste, el “excedente económico potencial es la diferencia entre la producción que podría obtenerse (en un ambiente dado con la ayuda de los recursos productivos utilizables) y lo que pudiera considerarse consumo esencial”. Baran aclara que este nuevo concepto también difiere de P, pues no incluye el consumo esencial de los capitalistas ni el gasto gubernamental esencial que sí están en P, y al comprender la producción perdida a causa del desempleo que no está incluida en P (p.40).
En El Capital Monopolista, Baran y Sweezy señalan que el análisis de Marx en El Capital supone una economía competitiva predominante en el siglo XIX, pero que ya no lo es. Que a pesar del énfasis de Hilferding y Lenin en la presencia dominante de los monopolios, este cambio no ha sido incorporado al análisis de los principios de funcionamiento y las leyes del movimiento de la economía capitalista monopolista, y que en el análisis económico marxista sigue reinando El Capital. Los autores declaran que
“el propósito radical de su libro es remediar esta situación empezando por reconocer que la competencia (pequeñas empresas que producen una fracción despreciable de una producción homogénea de su rama) ha dejado de ser la forma predominante de relaciones de mercado, lugar que actualmente ocupan las empresas grandes que producen una parte significativa de la producción de su rama de actividad, y que pueden controlar los precios y el volumen de su producción. No podemos abstraer esta forma dominante ni introducirla como un mero factor modificador: tenemos que incluirla en el centro mismo del esfuerzo analítico (p.6).
En Teoría del desarrollo capitalista (Fondo de Cultura Económica, 1942), Sweezy manifestó su acuerdo con Hilferding quien dice que la realización de la teoría de Marx de la concentración, de las fusiones monopolistas, parecen resultar en la invalidación de la teoría del valor de Marx. Sweezy resume así los más importantes efectos del monopolio en el funcionamiento económico capitalista: 1) suben los precios de las mercancías monopolizadas; 2) la tasa de ganancia única de la competencia es sustituida por una jerarquía de tasas de ganancia; 3)aumenta, en general la tasa de acumulación y se acentúan las tendencias a la baja de la tasa promedio de ganancia y al subconsumo; 4) se bloquea la inversión en las industrias monopolizadas y se aglomera el capital donde hay mayor competencia, lo que lleva a que la tasa de ganancia pertinente para las decisiones de inversión sea más baja; 5) se fortalece el sesgo de la tecnología capitalista a ahorrar mano de obra; 6) Los costos de venta suben, lo que crea puestos de trabajo improductivo y lleva a la baja de las ganancias monopólicas extraordinarias, al aumento del consumo y a la baja de la tasa de acumulación. Lo anotado en el punto 6 tiende a compensar lo anotado en 3), 4) y 5), pero lo hace llevando no al desarrollo de las fuerzas productivas sino desviando los recursos a usos socialmente innecesarios y al desperdicio.
1 The Great Financial Crisis. Causes and Consequences, Monthly Review Press, Nueva York, 2009, p.7.
2 Hay aquí un pequeño error ya que la plusvalía acumulada no incluye los ahorros de los asalariados que sí están incluidos en la diferencia entre producción y consumo.
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Economía Moral
Crisis del capitalismo mundial/ IX
Abrazo simbiótico entre tendencia al estancamiento y financiarización
Julio Boltvinik


Expliqué en la entrega anterior (27/02/09) que John Bellamy Foster y Fred Magdoff (FyM) en su libro The Great Financial Crisis (Monthly Review Press, Nueva York, 2009) se consideran herederos de la tradición analítica de Paul Baran, Paul Sweezy y Harry Magdoff, que se puede englobar con el nombre de teoría del estancamiento del capitalismo monopolista financiero. FyM se apoyan en esta teoría (ya explicada en mi entrega de la semana pasada) y en el escasamente percibido planteamiento de Keynes sobre el papel contradictorio de las finanzas en la economía capitalista. El desarrollo de la corporación es inseparable del desarrollo de las finanzas modernas, incluyendo el mercado de valores industriales y un nuevo y más importante papel del crédito y la deuda en toda la economía. Añaden:
“La bolsa de valores misma, sugirió Keynes, fue sobre todo un producto de los intentos de los inversionistas de reducir los riesgos asociados con la inversión productiva mediante la tenencia de derechos a la riqueza escriturados en papel y por tanto fácilmente transferibles. Pero una vez que esto ocurrió, el capitalismo adquirió crecientemente un aspecto dual reflejado en dos estructuras diferentes de formación de precios: la de los productos físicos y la de los activos financieros. Cada uno operado por separado. Al quedar convertidos los activos de largo plazo de las corporaciones en compromisos financieros de corto plazo, surge la posibilidad, argumentó Keynes, que la economía fuera más y más rehén de la especulación, generando más y más volatilidad e inestabilidad… Para Keynes, la estructura de las finanzas modernas propiciaba un desacoplamiento periódico entre el mercado de activos financieros y la producción, y la posibilidad de que las burbujas especulativas seguidas de su inevitable estallido pudieran desestabilizar el sistema en su conjunto” (FyM, p. 16).1
Citan aquí una famosa y profética frase de Keynes::
“los especuladores pueden no hacer daño cuando sólo son burbujas en una corriente firme de espíritu de empresa; pero la situación es seria cuando la empresa se convierte en burbuja dentro de una vorágine de especulación” (Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, Fondo de Cultura Económica, 4ª edición, 2003, p. 167).
FyM relatan que el crédito de haber redescubierto y desarrollado estas agudas percepciones de Keynes corresponde a Hyman Minsky, quien postuló la hipótesis de la inestabilidad financiera. Para Minsky, dicen FyM:
“El talón de Aquiles de un sistema financiero desarrollado es su dependencia de un flujo constante de ingreso en efectivo, en particular ganancias, para apoyar y validar la continua expansión. La inestabilidad del sistema financiero aumenta en el tiempo al apilarse deuda sobre deuda en una burbuja que estallará en cuanto se vuelva más lento el flujo de efectivo. La economía moderna, por lo tanto, se vuelve crónicamente dependiente de la función de prestamista de última instancia de los bancos centrales y de las tesorerías gubernamentales…”. (p. 17)2
Además, Sweezy y Harry Magdoff insistieron durante 30 años a través de las páginas de Monthly Review, dicen FyM, en las relaciones entre el estancamiento y lo que luego habría de llamarse financiarización (el remplazo, como centro de gravedad de la economía, de la producción por las finanzas). El argumento de Sweezy y Magdoff, continúan FyM, es que la tendencia al estancamiento crea las condiciones para un viraje mayor en el papel de las finanzas en el capitalismo estadunidense: de ayudante modesto a fuerza impulsora. La especulación financiera se convirtió en una segunda locomotora del crecimiento, dada la debilidad de la primera locomotora, la inversión productiva. Se aceleró el proceso de endeudamiento creciente que se convirtió en rasgo institucionalizado de la economía, presente todo el tiempo y no sólo durante las orgías especulativas que ocurrían históricamente en las cimas del ciclo económico (véase gráfica). El funcionamiento del sistema se volvió más y más dependiente de una serie de burbujas financieras cada una más grande que la anterior.
Para Harry Magdoff y Sweezy, la esencia del dilema del capitalismo en su etapa monopolista se captura en el abrazo simbiótico entre el estancamiento y la financiarización. La economía no puede vivir sin la financiarización (y otros propulsores como el gasto militar), pero al final de cuentas no puede vivir con ella, dicen FyM. Añaden que el argumento central de su libro es que una evaluación realista de la historia económica reciente requiere centrarse en la interrelación entre la tendencia al estancamiento del capital monopolista y las fuerzas contrarrestantes, la más importante de las cuales es la financiarización, al grado que podemos hablar hoy del capital monopolista financiero. Por si hiciera falta FyM aclaran cuál es el problema de fondo y cuál el síntoma:
“La explosión financiera en EU y otras economías capitalistas avanzadas desde los años sesentas es sintomática de la tendencia subyacente al estancamiento cuyas raíces se encuentran en el patrón de acumulación del capital monopolista financiero. Es este patrón y no la financiarización (o la crisis actual de la financiarización) la que constituye el verdadero problema. Marx explicó que las crisis resultan de la sobreproducción de capital. En efecto, Marx escribió que ‘la barrera real de la producción capitalista es el capital mismo’. El sistema se confronta ahora duramente contra esta barrera de múltiples maneras. No hay posibilidad que el sistema en esta etapa de su historia y con la estructura existente de desigualdad, pueda absorber vía la inversión productiva, el enorme excedente que ha alimentado la explosión financiera. Al mismo tiempo, el proceso de financiarización mismo está en crisis. El prospecto más probable, por tanto, es un estancamiento profundo y prolongado” (pp. 20-21).
Las importantísimas conclusiones de este párrafo parecen irrefutables y sus consecuencias son gravísimas. Podemos entender la financiarización como un keynesianismo privado espontáneo que ha sido, aún más que el gasto militar y el publicitario, lo que ha mantenido a flote el capitalismo aunque sin superar la tendencia al estancamiento. Si la financiarización está en crisis, ¿cuál será la salida a ese enorme excedente que el sistema genera? ¿Podrá el presupuesto enviado por Obama remplazar, aunque sea parcialmente, esta función de la financiarización? El estancamiento profundo y prolongado del capitalismo, recordemos la historia de la primera mitad del siglo XX, puede llevar a fortalecer el fascismo y corrientes similares de ultraderecha en el mundo.
1 FyM se apoyan no sólo en la Teoría general sino también en los Essays in Persuassion (Ensayos de persuasión), de Keynes, publicados en 1932.
2 FyM citan un artículo autobiográfico de Minsky, escrito en 1992, e incluido en P. Arestis y M. Sawyer, A Biographical Dictionary of Dissenting Economists, (Edgard Elgar, 2000), así como el libro de Minsky: Stabilizing an unstable Economy (estabilizando una economía inestable), Yale University Press, 1986.
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Economía Moral
Crisis del capitalismo mundial/ X
Límites del capitalismo y teoría del derrumbe de Grossmann
Julio Boltvinik

A
l final de la entrega del 06/03/09 señalé que la crisis de la financiarización (el reemplazo de la producción por las finanzas como centro de gravedad de la economía), que se había constituido en mecanismo central para posponer la tendencia al estancamiento del capitalismo monopolista financiero, volvía inevitable la pregunta de cuál mecanismo encontraría el capitalismo de hoy para intentar absorber los enormes excedentes que genera, y si el presupuesto de Obama cumpliría esta función al menos parcialmente. Joseph Stiglitz, premio Nobel de economía, declaró que el paquete de Obama, aunque mejor que el rescate de Bush, será insuficiente y que la crisis será peor (La Jornada, 12/03/09). La respuesta de Stiglitz nos puede llevar a concluir que la tendencia al estancamiento o incluso el derrumbe completo del sistema capitalista es una posibilidad hoy.
El derrumbe, y los límites del capitalismo, han sido objeto de amargas controversias en la historia del marxismo. En palabras de Henryk Grossmann (HG), “el problema que aquí tratamos es el problema central o, mejor dicho, el problema del capitalismo”. Añade:
“Se investiga la cuestión de si el capitalismo plenamente desarrollado se halla en condiciones de extender, sin límite alguno, el proceso de reproducción sobre bases progresivamente más amplias, o si, por el contrario, esta extensión tropieza con barreras infranqueables” (La ley de la acumulación y del derrumbe del sistema capitalista, Siglo XXI, 1979; edición original en alemán, 1929, p.5).
Más adelante señala que la idea de que el modo de producción capitalista no constituye un orden natural imperecedero sino histórico y, por tanto, transitorio, ya había sido enunciado antes de Marx, por Sismondi (p.7). A pesar del enorme desarrollo que las fuerzas productivas experimentan bajo el capitalismo.
“El monopolio ejercido por el capital se convierte en traba del modo de producción que ha florecido con él y bajo él. La concentración de los medios de producción y la socialización del trabajo alcanzan un punto en que son incompatibles con su corteza capitalista. Se la hace saltar. Suena la hora postrera de la propiedad capitalista. Los expropiadores son expropiados. (K. Marx, El Capital, T. I, vol. 3, p.953,Siglo XXI, citado por HG).
El carácter histórico, transitorio, del capitalismo, y la posibilidad de que sus propias contradicciones lo lleven al derrumbe, al colapso, están ambos relacionados con el tema fundamental del marxismo: la transición al socialismo. ¿Ocurrirá esta transición porque el derrumbe obligará a los seres humanos a reorganizar radicalmente la economía? ¿Es ésta una visión teleológica, inaceptable desde la perspectiva de que la historia la hacen las mujeres y los hombres? Éste es el contenido político de la polémica que, en torno al derrumbe, y a la transición al socialismo se vivió dentro del marxismo desde finales del siglo XIX hasta 1929 en que Grossmann publica su obra sobre el tema. HG cita a K. Diehl que dice, en 1898, que Marx nunca fundamentó sus principios socialistas a partir de la teoría del valor, sino de su concepción materialista de la historia de la cual deben derivarse las causas últimas del por qué el capitalismo se aproxima a su fin abriendo paso al socialismo, y lo refuta:
“Esta concepción es del todo falsa. La ley del valor domina la totalidad del proceso económico del capitalismo, y puesto que su dinámica y las tendencias de su desarrollo sólo pueden ser comprendidas sobre la base de esta ley, su fin –el derrumbe– debe igualmente ser explicado a partir de la ley del valor. Esto es lo que Marx efectivamente hizo…La idea de que ‘la negación de la producción capitalista se produce a sí misma con la necesidad de un proceso natural’ fue enunciada en el tomo I de El capital sin que Marx dijera expresamente cómo esta tendencia a la negación se impone, o sea cómo habrá de sobrevenir ese derrumbe del capitalismo y cuáles son las causas inmediatas que provocarán el hundimiento económico del sistema”. (pp. 14-15)
HG se muestra desilusionado que en el tomo III de El capital, al abordar la tendencia descendente de la tasa de ganancia, Marx no haya demostrado la tendencia al derrumbe de manera expresa. Se propone, en su libro, llevar a cabo dicha demostración. Sin embargo, la opinión tanto de Paul Sweezy (Teoría del desarrollo capitalista, Fondo de Cultura Económica, Cap. XI) como de M. C. Howard y J. E. King (A History of Marxian Economics, Vol. I, 1883-1929, Princeton University Press, 1989), es que su demostración tiene fallas lógicas evidentes. HG partió de un ejemplo numérico de cuatro periodos de la reproducción capitalista ampliada desarrollado por Otto Bauer y extendió el ejemplo a 36 periodos para demostrar que el proceso de acumulación no puede ser sostenido indefinidamente porque (en el ejemplo) no se produce suficiente plusvalía para permitir tanto la acumulación de capital como el consumo de los capitalistas. Para el año 35 el consumo capitalista se volvería negativo. El sistema se colapsa. Las críticas que reseñan Howard y King y la crítica de Sweezy señalan que los supuestos del ejemplo numérico son rígidos y exagerados: la fuerza de trabajo (capital variable, v) crece a 5 por ciento y el capital constante (c, maquinaria, materias primas, etcétera) a 10 por ciento, de tal manera que la composición orgánica del capital [c/ (c+v)] va aumentando. La plusvalía crece a 5 por ciento y, por tanto, crecientemente va siendo insuficiente para hacer crecer c a 10 por ciento y proveer al consumo de los capitalistas (véase gráfica). Sweezy es particularmente duro: La teoría de Grossmann muestra en forma aguda los peligros del pensamiento mecanicista en las ciencias sociales (p.259).
En agudo contraste, HG según Bolívar Echeverría, es un pensador de altísimo nivel (aunque insinúa, como se ve al final de la cita siguiente, que está al tanto de las críticas que se le han hecho y que su justicia requeriría investigación adicional):
“La obra de Grossmann representa, con respecto a la problemática económico-social de la discusión general que vertebra el gran debate de la II Internacional, lo que la obra del joven Lukács representa a la problemática filosófico-histórica de la misma. Constituye, pues, el gran intento, en verdad asombroso, de encontrar una respuesta diferencial y ortodoxa creativa capaz de armonizar y hacer efectivo el discurso crítico de Marx frente a los derroteros impuestos al proletariado del siglo XX” (La discusión de los años veinte en torno a la crisis: Grossmann y la teoría del derrumbe, en Pedro López Díaz (coord.) La crisis del capitalismo. Teoría y práctica, Siglo XXI, 1984, p.174).
Después de esta alta valoración es necesario seguir estudiando a Grossmann.


Economía Moral
Crisis del capitalismo mundial / XI
Un sistema social alternativo al capitalismo: no hay otro camino
Julio Boltvinik

J
ohn Bellamy Foster y Fred Magdoff (FyM) citan a un par de autores de lo que en Estados Unidos se llama economía radical que sostienen la tesis inversa a la que ellos, siguiendo a Paul Sweezy y Harry Magdoff (padre, ya fallecido, de Fred) desarrollan en su libro The Great Financial Crisis (Monthly Review Press, 2009), tesis que sostiene que la tendencia crónica al estancamiento del capital monopolista, genera una masa de excedente que no encuentra oportunidades de inversión productiva y que se canaliza al sistema financiero buscando ganancias. Ante la oferta masiva de recursos, el sistema financiero fomenta el sobre-endeudamiento de todos los sectores de la economía, incluidos los hogares (la deuda global acumulada en Estados Unidos de hogares, empresas y gobierno era de 3.5 veces el PIB en 2007) y diseña nuevos instrumentos financieros, de traslado de riesgos y de aseguramiento de éstos. Todo ello da lugar a la financiarización de la economía (el traslado del centro de gravedad de la economía del sector productivo al financiero). Es decir, la tesis central es que la financiarización es un resultado de la tendencia al estancamiento.
Thomas Palley al igual que Özgur Orhangazi sostienen la tesis opuesta: es la financiarización la que genera el estancamiento. Palley incluso atribuye a la financiarización el estancamiento de los salarios reales y la creciente concentración del ingreso. No hay duda, dicen FyM, que un estancamiento prolongado y profundo puede derivar del estallido de una burbuja financiera, como ocurrió en Japón después de la ruptura de la burbuja de los valores del mercado inmobiliario en 1990. Sin embargo, sostienen que esta enfermedad económica puede ser vista de manera más útil como una crisis de financiarización que, al atascarse, paraliza el crecimiento que había generado.
Orhaganzi argumenta que las mayores oportunidades de ganancias financieras excluyen las inversiones productivas, al cambiar los incentivos de los directivos corporativos. Así, el estancamiento se explicaría porque el crecimiento de la inversión financiera genera, por exclusión, un crecimiento muy lento de la inversión productiva. FyM refutan a este autor señalando que la idea de que la inversión real es excluida por la inversión financiera hace muy poco sentido cuando se le sitúa en el contexto de una economía caracterizada por cada vez menos oportunidades de inversión productiva y una creciente capacidad ociosa: el promedio de capacidad utilizada en la industria manufacturera en los años 1960-1969 fue de 85 por ciento, y más bajo en el periodo 1972-2007: 79.8 por ciento. También presentan una gráfica que muestra la tendencia a la baja de la inversión neta fija no residencial (INFNR) y el bajísimo nivel absoluto al que llegó en 2006. (Véase gráfica).
Continuando su argumento contra Orhaganzi agregan que, como hay un número limitado de salidas de inversión rentables en la economía real, y como, ante ello, el proceso de acumulación se atasca constantemente, y como el amontonamiento de más y más deuda se convierte en palanca poderosa del crecimiento, cualquier desaceleración en el inflado de la burbuja de la deuda se convierte en una amenaza a tal crecimiento. Está en la naturaleza del capital monopolista financiero el que tienda a volverse adicto a la deuda: más y más deuda se requiere sólo para mantener la máquina funcionando, añaden citando un libro de Paul Sweezy y Harry Magdoff de 1988. Y rematan: “lo anterior no debe cegarnos al hecho que el problema real está en otra parte. En todo el sistema de explotación de clase enraizado en la producción. En este sentido, la financiarización es sólo una manera de compensar la enfermedad subyacente que afecta la acumulación de capital misma”. Y nos recuerdan que Marx escribió: La superficialidad de la economía política se muestra en el hecho que concibe la expansión y la contracción del crédito como la causa periódica de las alteraciones del ciclo industrial, cuando es un mero síntoma de ellas.
La bien intencionada crítica de Palley, Orhaganzi y otros en la izquierda está orientada a la re-regulación del sistema financiero (después de muchos años de des-regulación), creando una arquitectura financiera que estabilice la economía y proteja el trabajo asalariado, dicen FyM. “Pero si la argumentación previa es correcta, continúan, tales empeños para re-regular las finanzas probablemente fracasarán en su objetivo principal, puesto que cualquier intento serio de controlar el sistema financiero corre el riesgo de desestabilizar el régimen de acumulación en su conjunto, que constantemente requiere de la financiarización para elevarse a niveles cada vez más altos”. Los autores terminan el capítulo 5 de su libro que he venido reseñando, comentando que Sweezy señaló en una conferencia en 1994 que lo único que podría hacerse para estabilizar la economía sería expandir de manera muy acelerada el gasto gubernamental en áreas que beneficiaran realmente a la población y llevar a cabo una redistribución radical del ingreso y la riqueza.
En este capítulo, escrito originalmente en abril de 2008 como artículo de la revista Monthly Review, antes de que Obama fuese electo presidente, señalan que ninguna de las propuestas de Sweezy está en la agenda. Sin embargo, sabemos ahora que el presupuesto enviado por el presidente Obama y ya aprobado por el Congreso, sí conlleva la aceleración del gasto público en algunas áreas de alto beneficio para la población, como servicios de salud. No incluye medidas de redistribución radical del ingreso y la riqueza pero sí de elevación de las tasas impositivas a los altos ingresos, que se habían venido desgravando, como parte de las políticas neoliberales, desde 1980.
Los autores muestran su cara radical y su coherencia al cerrar el capítulo: Si la meta es avanzar las necesidades de la humanidad como un todo, el mundo tarde o temprano tendrá que acoger un sistema social alternativo al capitalismo. No hay otro camino.

Economía Moral
Crisis del capitalismo mundial/ XII
Las burbujas de Alan Greenspan
Julio Boltvinik

C
omo hemos venido discutiendo en varias entregas (27/02/09; 6 y 20/03/09), la financiarización (reemplazo de la producción por las finanzas como centro de gravedad de la economía) es el principal (y gigantesco) flotador del capitalismo monopolista financiero que evita que zozobre en el estancamiento crónico, según la visión neo-marxista de los seguidores de Baran y Sweezy. Las burbujas financieras (y su estallido), están en el centro de lo que llamé keynesianismo privado espontáneo. Veamos como percibe esas burbujas el famoso economista Paul Krugman (PK). En su más reciente libro les dedica un capítulo cuyo título reproduzco en esta entrega1. Describe como Alan Greenspan (AG), presidente del Banco de la Reserva Federal durante 18 años, al retirarse en enero del 2006 fue vitoreado en el Congreso como un mesías monetario. Tres años más tarde el nombre de Greenspan era lodo, dice PK y añade que “la historia del ascenso y caída de la reputación de AG, es la historia de cómo los hacedores de la política económica se convencieron a sí mismos que tenían todo bajo control, sólo para descubrir, con horror, y el dolor de la nación, que no era así”.
AG se volvió una leyenda porque presidió la Reserva Federal en un periodo de buenas noticias económicas, dice PK, que para los inversionistas financieros fue celestial: los precios de las acciones subieron más de 10 por ciento anual en promedio (¡durante 18 años!), desempeño en el cual la política monetaria tuvo muy poco que ver. PK compara el enfoque de Greenspan con el de W. C. Martin (presidente de la Reserva Federal entre 1951 y 1970), cuyo enfoque él expresaba con la frase que debería ser como el padre que retira el jarrón de ponche en plena fiesta adolescente, queriendo decir que se debe aumentar la tasa de interés en el auge para evitar la inflación. El enfoque de AG lo explica Krugman con un padre con diferente actitud: no detiene la fiesta (no se lleva el jarrón) pero está disponible para actuar como conductor designado al terminar la fiesta: para actuar AG esperó a que estallara la burbuja de la bolsa de valores en 2000, no subió las tasas de interés. En el periodo 1993 a 2000 la tasa de desempleo en EU disminuyó desde casi 8 por ciento a menos de 4 por ciento. La visión dominante era que, una vez que la tasa de desempleo es menor que 5.5 por ciento, la inflación se empieza a acelerar. Cuando eso ocurrió a mediados de los años noventa, AG resistió las presiones y no bajó la tasa de interés, argumentando que la productividad del trabajo había cambiado las relaciones entre nivel de empleo e inflación. En efecto, a pesar de la baja del desempleo a niveles no vistos en décadas, la inflación no repuntó.
PK dice que, en cuanto a empleo, dejar el ponche en la mesa fue una buena política, pero que el greenspanismo no fue tan exitoso en cuanto a la burbuja de la bolsa de valores. En una gráfica muestra la secuencia entre la burbuja de la bolsa de valores, que revienta en el 2000 y la burbuja inmobiliaria que empieza a acelerarse casi al mismo tiempo. PK explica con gran claridad la dinámica de las burbujas y sus límites. Cuando los precios de las acciones suben y suben, todo el que compra acciones obtiene ganancias rápidas, lo que lleva a otros a hacer lo mismo, lo que acelera el alza de las mismas. Se crea una especie de esquema Ponzi (o pirámide financiera) que funciona mientras hay nuevos bobos entrando y poniendo más dinero. Cuando se acaban los bobos, la pirámide se desploma. Eso ocurrió en el verano de 2000. Las acciones perdieron 40 por ciento de su valor en dos años.
Krugman explica también la burbuja inmobiliaria. Dice que en este caso se abandonaron los principios tradicionales de los préstamos inmobiliarios (el comprador debe dar un enganche sustancial y tener capacidad para hacer los pagos mensuales). Se hicieron préstamos sin enganche y a quienes carecían de la capacidad de pago. ¿Por qué los prestamistas relajaron los principios? PK da dos razones: 1) creyeron que el alza en los precios de la vivienda continuaría indefinidamente, en cuyo caso el comprador que no puede seguir pagando puede vender la casa y pagar la hipoteca; y 2) los prestamistas iniciales no asumían el riesgo, sino que lo trasladaban a inversionistas que compraban valores (emitidos sobre las hipotecas) y que, o no sabían lo que compraban, o recibían garantías de que los valores que compraban estaban clasificados por las agencias en la categoría AAA (la más alta). Para lograr que una parte de las hipotecas subprime (las peores) recibieran esta calificación, se introdujo una innovación financiera llamada obligación de deuda colateralizada (CDO, por su nombre en inglés) que creaba valores de distintas categorías, la preferente (senior) recibiría sus rendimientos primero.
La pirámide continuó creciendo y los valores dando altos rendimientos en tanto los precios de las viviendas se mantuvieron al alza. Aunque algunos economistas, incluido PK, advirtieron que había una burbuja inmobiliaria cuyo estallido causaría serios riesgos a la economía, Greenspan negó la existencia de la burbuja y declaró que una baja sustancial en los precios de las viviendas era poco probable. Cuando Bernanke sustituyó en la Reserva Federal a AG, el greenspanismo continuó vigente, dice PK: se creyó que los efectos del estallido de la burbuja podrían controlarse, que Bernanke también serviría como conductor designado.
La historia oficial de la recesión económica (que siguió a la caída de la bolsa en 2000) fue que duró sólo ocho meses. Muestra que el desempleo aumentó durante dos años y medio (véase gráfica), lo que llevó a AG (quien temía un deflación corrosiva: baja de precios con estancamiento, como la ocurrida en Japón en los años noventa) a seguir bajando la tasa de interés (hasta uno por ciento). Concluye PK: “Los cínicos dicen que AG había tenido éxito sólo al reemplazar la burbuja de la bolsa con la burbuja de la vivienda –y tienen razón”. Coincide así con Foster y Magdoff (véase entrega del 06/03/09) en que, sin burbujas, la economía monopolista actual tiende a la recesión. Seguiré analizando este interesante libro de Krugman, un economista de la corriente principal que parece abierto y pragmático.
1 Paul Krugman, The Return of Depression Economics and the Crisis of 2008, W.W. Norton, Nueva York, 2009. Los seguidores de Baran y Sweezy son John Bellamy Foster y Fred Magdoff, cuyo libro The Great Financial Crisis, Monthly Review Press, Nueva York, 2009, he analizado en las entregas mencionadas.


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