marzo 20, 2009

Liderazgo continental

Porfirio Muñoz Ledo

20 de marzo de 2009 / El Universal

Más allá de las fronteras políticas aparece el imperio mutante de las civilizaciones. Los polos de poder se desplazan por la acumulación virtuosa de capacidades estratégicas, científicas, económicas o militares. Así ha ocurrido con el Brasil, cuyo liderazgo continental es hoy indiscutible.

La presencia de Lula en Estados Unidos marca el renacimiento del diálogo norte-sur, enterrado por la prepotencia neoliberal. No tanto porque su entrevista con Obama sea la primera que éste realiza —ya en funciones— con un líder de los países emergentes, sino porque el visitante habló por todos nosotros, de modo directo o indirecto, pero sobre todo en el alcance conceptual.


Suele hablarse de “química” en este género de encuentros, como ardid publicitario para exaltar una relación con argumentos intangibles, aunque nada importante haya ocurrido. Esta vez habría que hablar de bioquímica —sin alusión a la presencia del etanol en las conversaciones— por la evidente empatía libertaria y humana entre los gobernantes. Fueron el retrato vivo de la igualdad.

El encuentro generó guías preparatorias para las dos cumbres próximas: la del G-20 y la de las Américas. Las tesis sostenidas por el brasileño en Nueva York y refrendadas en Washington ubican la crisis más allá de la desregulación financiera y sus efectos devastadores sobre el crecimiento y el empleo. Apunta a la “irracionalidad de los conceptos económicos que se creyeron eternos” y llama a la “reforma cabal de las instituciones para una nueva gobernabilidad global”.

Ante la comunidad financiera dio lecciones de economía heterodoxa. Explicó las razones por las que su país ha salido ileso de la crisis y creado 11 millones de empleos en seis años. La reconversión energética y tecnológica, la primacía del mercado interno, la defensa de sus exportaciones, los controles sobre el sistema bancario, la integración regional, la coherencia programática y, sobre todo, la autonomía política que han ejercido.

Asumió la defensa de los latinos, “cuyo aporte es esencial en la edificación de la nación más rica de la Tierra”. Actuó como portavoz de los países de la región, a los que conoce —dijo— “como la palma de su mano”. Ninguno lo desmintió; antes bien, varios dirigentes se identificaron explícitamente con su línea política. Así Mauricio Funes, presiente electo de El Salvador.

Condecoró pomposamente al propio Álvaro Uribe y hasta le hizo un “quite” a Calderón. “La relación interregional no se reduce a la cuestión del narcotráfico —afirmó—, nuestro problema es el desarrollo”; “debemos construir una relación de confianza, no injerencia y compaginación política y económica”. “No la alianza para el progreso de los 70, sino una asociación de países prósperos”.

Expuso esquemas de cooperación horizontal y de producción a gran escala, tanto para el universo sudamericano como para Centroamérica, el Caribe y la misma Unión Americana. Casi todos relacionados con la generación de biocombustibles y combustibles mixtos, que en Brasil alimentan a más de 90% de los vehículos. Soluciones para todos como divisa.

La petición formulada a Obama de “aproximarse a Bolivia, Cuba y Venezuela” es una raya en el agua de la autoridad política. No hubo oferta de mediación, sino replanteamiento histórico: dar vuelta a una larga página que —mucho antes de la guerra fría— arranca con la independencia de nuestras naciones. Fue enfático: “No hay razón política o racional para que Cuba y EU no restablezcan relaciones”.

Ecos nostálgicos percibimos de lo que fue en tiempos idos la mejor política exterior mexicana. Los argumentos de hoy: “El crecimiento alto y sostenido de la mayoría de los países del sur” y “la rica experiencia democrática” que se despliega en América Latina. Las exitosas innovaciones económicas, diversas de los dictados del ALCA y la búsqueda de modelos políticos endógenos que se apartan de cánones liberales de importación.

Semejantes razones a las que exhibe hoy la política estadounidense para retirar sus tropas de Irak debieran conducirla a retraer añejas políticas imperiales en nuestras tierras. Ese es el mensaje que celebro como latinoamericano y amigo leal del Brasil. Pero ¿no sería el momento de adelantar un proyecto de integración, que trascendiera liderazgos personales, ideológicos o nacionales?

Duele el trazado implícito de un México enano. El drama de una gran historia suplantada por una irremediable pequeñez. El eje ancestral del continente transmutado en una Alaska montañosa, tropical y corrupta. Explica la emergencia de regresar cuanto antes al pueblo su soberanía para que elija gobernantes proporcionados a la coyuntura y a la dimensión del país.

Ex embajador de México ante la Unión Europea

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