mayo 06, 2009

Manipulación, delirio y desmesura calderonista

Por Julio Pimentel Ramírez / Poresto.net

No cabe duda que en México el Poder Ejecutivo se encuentra en manos de una persona desesperada por allegarse la legitimidad que de origen carece, lo que la induce a tomar decisiones que han conducido al país por el sendero de una profunda crisis que parece no tener fin y se manifiesta lo mismo en la economía que en la seguridad pública y, ahora, en el de la salud social.
El discurso de Felipe Calderón, al anunciar que la epidemia de influenza humana AH1N1 se encuentra controlada y que se inicia el retorno a la normalidad, es una joya de la manipulación y la desmesura: se pone el traje de general de mil batallas y se autocalifica como salvador ya no solamente de México sino de la humanidad toda.
El usurpador de Los Pinos pretende ocultar el hecho de que él mismo y sus funcionarios, así como el sistema de salud pública, desmantelado y abandonado por tres décadas de neoliberalismo, fueron incapaces de reaccionar a tiempo ante la aparición de este nuevo virus mutante. Existe información, publicada oportunamente en POR ESTO!, que demuestra la respuesta tardía a las observaciones hechas por especialistas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre la aparición de casos atípicos de influenza, ya fuera de la temporada invernal.
Calderón declara textualmente que “en pocos días fuimos capaces de identificar la presencia de un nuevo virus…..”, mintiendo y eludiendo que por la falta de inversión pública en el sector salud en México no se cuenta con la infraestructura adecuada para lograrlo y que fue en laboratorios canadienses donde se aisló la nueva cepa que se transmite de hombre a hombre y combina elementos de ave, cerdo y humano.

Recurriendo al lenguaje que utiliza cuando se disfraza de verde olivo y se refiere a su “guerra” contra el narcotráfico, asegura que “México ha encabezado la batalla global contra este nuevo virus, porque la primera línea de defensa contra este virus se está librando en las clínicas y en los hospitales del país y por médicos mexicanos. El frente de batalla es México y en esta trinchera estamos defendiendo no sólo a los mexicanos, sino a todos los seres humanos que en el mundo pueden contagiarse con esta nueva enfermedad”.
Recordemos que en el enfrentamiento contra el narcotráfico, “epidemia” en cuyo “virus” se mezclan complicidades, corrupción e impunidad, la medida del “éxito” es el número de personas ejecutadas diariamente, cifra de muertos que supera la producida por la influenza H1N1 que en esta fase no ha resultado tan letal. Según epidemiólogos el “rebrote”, que puede darse en dos o tres meses o en el próximo invierno, podría ser más peligroso, sobre todo para la población pobre y desnutrida que representa un alto porcentaje de mexicanos. Esperemos que no sea así.
Sin pretender demeritar a los médicos y enfermeras mexicanos, a los que Calderón llama “héroes” con la misma facilidad que en su momento hizo con su amigo Juan Camilo Mouriño, sino colocando la situación en su dimensión objetiva hay que señalar que nuestro sistema de prevención y combate a enfermedades depende de las farmacéuticas transnacionales: ellas son las que hacen negocio con los antivirales, por ejemplo.
Esto sin obviar que hay decenas de millones de mexicanos sin atención médica adecuada, muchos porque no la tienen y otros por las carencias, de todos conocidas, en las clínicas y hospitales que dependen de la SSA, IMSS e ISSSTE.
En otro orden de ideas, el miedo y la histeria globalizadas desatadas por las medidas tomadas tanto por los gobiernos de varias naciones y los organismos internacionales –la Organización Mundial de la Salud no siempre difundió adecuadamente la información-, como por la manipulación de muchos medios de comunicación, se convirtió en un mundo que no se caracteriza precisamente por la tolerancia y el respeto a la diferencia, en un clima de xenofobia y rechazo a los mexicanos en el extranjero y de los “chilangos” en algunas entidades de la República.
Así, en plena euforia patriótica Calderón -heredero ideológico de los conservadores que en el siglo XIX pedían un emperador extranjero para que gobernara México, como recordamos este 5 de mayo- subraya su “….más enérgico rechazo a las medidas vejatorias o discriminatorias emprendidas por varios países en contra de los mexicanos”; él, que pertenece a la clase política que ha entregado los recursos y la riqueza social en manos de extranjeros y de un pequeño grupo de “mexicanos” para los que, como buenos capitalistas, lo nacional sólo es materia folclórica.
Los que firmaron y avalaron el Tratado de Libre Comercio, desmantelaron la industria nacional y destruyeron las actividades productivas del campo, con lo que convirtieron en parias a millones de compatriotas que emigran al Norte en busca de trabajo y que en esa aventura sufren toda clase de atropellos, vejaciones y violaciones a sus derechos humanos, ahora se indignan por el trato que sufren algunas decenas de mexicanos en China, Argentina y otros países.
Por supuesto que hay que rechazar todo tipo de injusticia, pero es indignante que se intente manipular el sentimiento nacional en medio de una emergencia de salud pública de la que el gobierno calderonista pretende emerger como el salvador de la patria y la humanidad, cuando hay muchas preguntas que debe responder y que apuntan a la criminal responsabilidad de un sistema que ha sumido a millones de mexicanos en la pobreza y la desesperanza.

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