En un reciente seminario sobre la privatización de la banca el ex presidente declaró que el Estado "debe retomar el control del sistema de pagos para tener un desarrollo soberano"
. ¿Salinas, promotor a ultranza del libre comercio, darling del neoliberalismo, poseído antaño por una fiebre privatizadora, se "nacionaliza"
de pronto en este año de celebraciones patrias? Milenio tituló la nota con fanfarrias: "ni neoliberalismo ni populismo, democracia republicana: Carlos Salinas"
(24/2/10).
Un somero análisis del discurso del ex presidente nos hace concluir que no traiciona sus antiguas convicciones: simplemente regresa a una vieja obsesión, que le ha tomado 16 años de investigación y dos tomos de miles de páginas: el error de diciembre. Hoy, convertido en factótum de la política nacional, Salinas ventila su sed de venganza: fue Ernesto Zedillo quien "dio de baja a la mayor parte del equipo financiero (el equipo que Salinas necesitaba para seguir gobernando tras bambalinas) y duplicó en un mes (diciembre, claro está) la emisión de tesobonos"
: ¡un arma financiera de destrucción masiva concebida por Salinas!
En julio del año pasado comparé en estas páginas la crisis de 1995 con la situación actual, y concluí que la inusitada crisis enfrentada por Zedillo fue provocada por los excesos salinistas, y por una enorme deuda externa que había cambiado peligrosamente de manos. En lugar de un reducido grupo de bancos comerciales, con quienes antes se había negociado, Salinas convirtió a los acreedores en miles de inversionistas anónimos que cobraban intereses a través de poderosos fondos de inversión. A mitad de su sexenio, mientras negociaba entusiasmado el Tratado de Libre Comercio (TLC), Salinas cambió el perfil de la deuda y abrió la puerta para que las tesorerías de los fondos internacionales acudieran a México buscando los redituables tesobonos. Esos populares títulos de corto plazo, garantizados por el gobierno mexicano, estuvieron originalmente denominados en pesos, hasta que Salinas los convirtió a dólares. Devengaban además intereses a las elevadas tasas ofrecidas por la banca mexicana: un negocio redondo para los inversionistas, ¡y una bomba de tiempo para México!
El artefacto explotó tras los asesinatos de Posadas Ocampo, Ruiz Massieu y Luis Donaldo Colosio, cuando los inversionistas, que buscaban utilidades y seguridad económica, sin riesgo político, iniciaron una atropellada fuga de capitales que redujo las reservas por debajo de los 6 mil millones de dólares. El país estaba quebrado, y algunos economistas discutían sotto voce la posibilidad de que Zedillo, a punto de asumir el poder, declarara una moratoria de pagos. He ahí el origen de la crisis de 1995, que Salinas insiste en atribuir a un elusivo error de diciembre del sucesor. Quince años después sabemos que la crisis no fue ocasionada por una supuesta impericia de Zedillo. Fue consecuencia de decisiones tomadas y actos (como los asesinatos políticos) ocurridos durante el gobierno de Salinas.
"La privatización bancaria estuvo bien hecha, y no ocasionó la crisis de 1995"
, afirma sin inmutarse el hombre que malbarató aceleradamente el sistema bancario a "casabolseros"
, interesados en el corto plazo, y empresarios que de la noche a la mañana se volvieron aprendices de banqueros. Salinas, hoy envuelto en la bandera de la rectoría del Estado, oculta que en 1990 privatizó la banca, y promulgó la ley que abrió la puerta a la inversión extranjera en los bancos. Miguel de la Madrid elevó a la Constitución el concepto de "rectoría del Estado"
, pero Salinas lo anuló 10 años después, cuando desmanteló el partido, jugó con el sistema y se lanzó a perseguir el neoliberalismo. Se trataba de complacer al Congreso estadunidense para obtener la aprobación del TLC.
¿Et tu, Salinas, regresas 20 años después a promover el "desarrollo soberano"
; hoy que la banca funciona con parámetros objetivos, capital, recursos técnicos y funcionarios profesionales? ¿Tú que descarrilaste un proceso iniciado en 1910 para asegurar el control gubernamental sobre la economía y los recursos naturales? Me refiero al lento proceso de consolidación de la rectoría del Estado que se inició con la Constitución de 1917, siguió su carrera ascendente hacia la expropiación petrolera de Lázaro Cárdenas y culminó con las reformas de Miguel de la Madrid, que insertaron un capítulo de derecho económico en la Constitución.
Qué tarde llega Salinas (el hombre que americanizó nuestro sistema jurídico) a recuperar la rectoría estatal y la soberanía; el hombre que negoció en 1991 un tramposo TLC que se extendió más allá del comercio de bienes para incluir inversiones, servicios, telecomunicaciones, servicios financieros y propiedad intelectual. ¿Et tu, Salinas?
0 comentarios:
Publicar un comentario