febrero 05, 2008

¿Identidad perdida en la democracia?

Gustavo Compean Vibriesca / AGencias
Que si se es de derecha o de izquierda; a lo mejor del centro, amarillo o azul, quien sabe; la identidad social es tan compleja como la misma identidad de cada uno de sus asociados.

Apenas hace unos cuantos años estábamos en la creencia que nuestra ideología estaba pintada de tres colores: verde, blanco y colorado. El azul, el rojo y el verde, estaban en el panorama como complemento del paisaje; de vez en cuando alguna gota de agua filtraba los rayos de luz, emitiendo colores secundarios.

Nuestra vida, oscilaba suspendida, en la ilusión de un equilibrio pacifico, a partir de 1917, cuyo camino estuvo salpicado de muchos “cadillos” entre “liberales” y “conservadores”; el pasado manipulador de conciencias místicas, pesaba tanto como las cadenas de la inquisición.

Ante la tradicional pregunta de ¿qué hago aquí? O ¿Quién soy? Surge la rebeldía del ser y del pensamiento; la fuga de la casa entre el llanto “manipulador” de la madre. En la “libertad” ideológica se opta por refugiarse en otra madre, no natural, bajo el grito: “El Derecho Ajeno es la Paz”.

Bajo la fresca brisa primaveral, se empieza a madurar en una metamorfosis de colores indefinidos. Motas diversas empiezan a aparecer según el agua primitiva de que es riega, tomada del arroyo que fluye de los nacimientos naturales; a la rustica, el carácter se va formando: terco, necio y testarudo.

Competir en el mundo de la realidad natural y social es un reto no previsto; pensar que por el simple hecho de independizarse ya se es autónomo, es un craso error que puede costar muy caro. Independiente dejado de la mano que sostiene el péndulo los chacales se atreven a salir de su escondite robando a la “malagueña” el riquísimo bocado “texano”; reduciendo los espacios de movilidad que empobrecen la dignidad y el coraje de un ser que no alcanza a entenderse y entender a los demás.

Las reglas del juego apenas comienza; un juego muy diferente al de la infancia; ahora hay “adultos” y “muy adultos” que no están dispuestos a ceder ni un “ápice” de lo que tanto les ha costado acumular por la vía formal o informal.

Incertidumbre de encontrar el rumbo; los temporales y el hambre encamina los pasos al cobijo de un ideal “irreal”, es tolerado pero no aceptado; los equipos ya están armados; al norte todos forman parte de un juego donde cada uno desarrolla su individualidad bajo la dirección de un entrenador conductista.

Al sur, la naturaleza en toda su franca dimensión salvaje; en medio de estos polos, la soledad, la angustia de no formar parte de nada, entrampado en la individualidad. Desgasta la materia que acumulada, debía servir para sobrevivir.

Ante el temor de caer en el abismo de la nada; la conciencia social, se aferra al péndulo del tiempo que la lleva de un color a otro color, en espera de mejores oportunidades; del matriarcado al paternalismo –o presidencialismo-, que también tiene su historia; ambos se vuelven socios y cómplices en el reloj de péndulo.
Sobrevivir acapara todo; no hay tiempo ya para pensar la razón del ser; la estepa esta llena de fieras salvajes; los tributos son cada vez más asfixiantes hay que correr y correr para alcanzar y que no lo alcancen.

La liana del péndulo esta ahí, colgando, esperando como el anzuelo al pez, como el dólar al necesitado; en el laberinto de la soledad acepta todo, incluso pintarse del color que sea a fin de poder sacar del Monte de Piedad la “medallita” de la Virgen de Guadalupe.

La identidad puede esperar otros seis años, o doce o setenta, ya ni siquiera piensa en el ideal de libertad; mucho menos pasa por la mente que en el laberinto del tiempo hubo un “periodo de miedo” en un país donde el asalto a “la Bastilla” acabo con el despotismo de los borbones.

"Liberté, Égalité, Fraternité", ¿Qué será eso?; suena cómo a decapitados en Acapulco; como a ejecutados en Laredo; ¿Sufragio efectivo y no reelección?, suena como a dinosaurios; no, “pos no”, si no hay tiempo para sobrevivir, menos para historiar. Pregunten mejor quien gano el mundial de Alemania.

Si alguna vez hubo inocencia, ésta se quedo perdida o en la infancia, o en la adolescencia, pero en la madurez solo quedó la “ingenuidad”. Gozosos asistieron al “estadio” con la cara y el pelo pintado del color que fuere, gritar, brincar, festejar embriagados de adrenalina.

Por un tiempo se soñó vivir en un primer mundo, el otro el de la realidad, será después del evento, incluso después de las elecciones; al fin que basta y sobra con volverse a colgar de la liana pintarse del color que mejor convenga y seguir la vida sin novedad.

La identidad puede esperar; ¡es más!: es cosa del pasado; el presente; se dice es herencia del coloniaje con más defectos que virtudes; en lo sucesivo el arco iris será la guía de la vida porque al final se encuentra la olla del tesoro. Los colores son luces que surgen de la pasarela difusa por el humo y el ruido del nunca jamás.

Entonces la identidad no esta perdida, lo que sucede es que desde Quetzalcóatl, se impuso el “anual”; cuando Moctezuma apenas era un niño. No acaba de educarse cuando abruptamente se aparecen los “tzitzimime” con sus “M1”, sus cananas y sus mascaras imponiendo masivamente un nuevo color.

No puede perderse, lo que nunca se ha tenido y si nunca ha existido, entonces ¿que razón habrá para serle fiel a un color?, si al acercarse al arco iris se vuelven difusos e incomprensibles. Utopía de un mundo ideal. Tlacaélel ordena teñir de rojo la piedra de los sacrificios y de rojo se tiñe, no se pinta.

Los ideales de Francisco I. Madero quedaron ensangrentados en la decena trágica ordenada por un dipsómano con la complicidad de los “primos”; ahora parece que los “primos” no quieren cometer el mismo error; a virtud de un “lenguaje” indescriptible y manipulador del que no desean ser cómplices.

La identidad de la democracia se encuentra, en el foro del testimonio de los anónimos; discurriendo sus vergüenzas; exhibiendo sus errores; lamentando su pasado; prometiendo no volver a caer en la adicción arrastrando en su enfermedad a la familia desconcertada que perdona al enfermo. Perdonado vuelve a cometer los mismos errores y en su camino arrastra a los suyos.

Grave enfermedad social es la ignorancia, y más grave aun es seguir al líder manipulador de esa ignorancia; mientras la identidad se encuentra en lo más recóndito de la conciencia histórica sepultada entre los escombros de las ruinas de la destrucción de la civilización Azteca.
(publicado el 23 de Julio 2006)

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