julio 03, 2009

Salinas y la diferencia entre fila y cola

Alvaro Cepeda Neri
Conjeturas

De entre los modismos del sublenguaje o jerga, los mexicanos tenemos la costumbre de llamar “cola” a las filas (fila india: uno tras otro, para guardar un orden cuantitativo). “¿Aquí empieza la cola?”, preguntamos. O, “¡váyase a la cola!”, increpamos al que quiere pasarse de vivo y meterse entre los que ya hacen fila. “Hay que hacer cola”.
Y es que para ciertos espectáculos, para ir por la leche a los expendios de Liconsa, con todo y estar dado de alta y con tarjeta en mano para acreditar el derecho. Al ir en busca de cualquier producto o servicio, se debe hacer “cola”. Para pagar luz, gas, supermercados, etcétera, no hay más remedio que formarse, ya que somos el país de las “colas”.
Pero ya que se ha puesto nuevamente de moda la mafia de los Salinas y cuyo protagonismo, por la acusaciones de Miguel de la Madrid (los niños, los borrachos y los viejitos, siempre dicen la verdad) cimbraron al PRI, ubicaron a Carlos, el famoso “Chupacabras”, blanco de las miradas, las mentadas (de nueva cuenta) y salió a relucir la “cola” salinista, en el sentido más estricto.
Y es que la cola, en ciertos mamíferos, es su característica. En ratas y ratones, sus colas son bastante largas, sin que por ello se mida su instinto para robar y que, presas en las trampas tradicionales (las ratoneras) o muertas por haberse tragado queso envenenado, es de la “cola” de donde son agarradas para deshacerse de ellas. En el caso de los humanos que se dedican al robo, en cualquiera de sus modalidades, se les apoda “rateros”.

La diferencia entren “cola” y fila es evidente en el ejemplo de los Salinas. De éstos, Carlos –dijo de la Madrid– se robó más de la mitad de la multimillonaria cuenta de la partida secreta. Los malosos aseguran que de las empresas privatizadas (Telmex, TV-Azteca y una larga lista) cuando menos recibieron un diez por ciento y, a veces hasta más. Con esa fortuna los Salinas: Carlos y Raúl son multimillonarios.
Eso más aparte lo que obtuvo Raúl del narcotráfico. Este tiene más de 50 inmuebles (casas, mansiones, terrenos, edificios) en nueve estados y en la capital del país, que se encuentran asegurados y están por devolvérselos. Ya Salinas Pliego, tramposo dueño de TV-Azteca, le pagó los 36 millones de dólares, que Raúl invirtió cuando la televisora fue vendida en una licitación sospechosa.
Las “colas” de Raúl y Carlos sí son (y no sólo en sentido figurado) un apéndice de su trayectoria ratonil cuando ambos estuvieron en el poder presidencial. Las imputaciones que les hizo De la Madrid confirmaron lo que ya sabíamos de los dos y que se ha ventilado durante estos 14 años, cuando sus “colas”, por enrolladas que las lleven se les notan.
Igual que las orejas de Carlos, notorias cuando tenía algo de cabello; pero ahora completamente calvo, más sobresalen. Y si conserva el abultado bigote, es porque oculta con ello una huella de labio leporino. Y su delgadez es debido a que padeció úlcera y le cortaron la mitad del estómago. Lo único que no le cercenaron es la “cola”. Ni a él ni a su hermano.

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