noviembre 07, 2009

¡Clasemedieros de México uníos!

A R T U R O S A N T A M A R í A G ó M E Z

Noroeste.com.mx
El título de este artículo se refiere a un ensayo intitulado ´Un futuro para México´, que escribieron Héctor Aguilar Camín y Jorge Castañeda. El sarcasmo juega con el famoso lema comunista ´¡Proletarios del mundo uníos!´

El título de este artículo tiene un tono jocoso pero se refiere a un ensayo serio y rico en sugerencias, intitulado "Un futuro para México", que escribieron el historiador y novelista Héctor Aguilar Camín, y el analista político Jorge Castañeda.

El sarcasmo que juega con el famoso lema comunista de "¡Proletarios del mundo uníos!", obedece a que estos dos destacados intelectuales mexicanos proponen que para salir de nuestro marasmo histórico es necesario que surja un movimiento democrático de clase media que construya a su vez una sociedad de clase media.

No son Castañeda y Aguilar Camín los primeros en proponer una sociedad de este tipo; esa tesis, entre otros, la ha expuesto Fritz Schumacher cuando habla de una sociedad de pequeños propietarios.

La famosa frase "Small is beautiful" resume a la perfección el ideal de este economista inglés.

Una sociedad de clase media es el sueño acariciado en muchos rincones del mundo porque se propone como la fórmula amortiguadora de los abismos que hay entre los ricos y los pobres.


Si planteamos que una sociedad es de clase media cuando en la distribución de su PIB gran parte es absorbida por salarios y/o ganancias, mayores en su conjunto a los que reciben los ricos y los proletarios, y que permiten gozar de una casa propia, uno o dos automóviles en la cochera, rigurosas vacaciones anuales, vestuario renovado cada año y otras pequeñas conquistas, pues en pocos países del mundo se ha visto eso.

Quizá en Estados Unidos y Canadá de la postguerra y antes de la crisis actual, o en la Europa del Estado de Bienestar, en la Argentina de principios del Siglo 20, o en Singapur, Corea y Japón modernos ha habido tal sociedad de clase media, pero ni antes ni después ha habido en ningún otro lugar y momento del mundo una sociedad donde predomine la clase media.

Por lo menos en Europa, son numerosas las voces que hablan precisamente de lo contrario a lo que desean y proponen Jorge Castañeda y Héctor Aguilar Camín:

"Se hace difícil imaginar la supervivencia de una clase media occidental con las características de las últimas décadas cuando asoman al mercado mundial mil quinientos millones de trabajadores a bajo coste", escriben en su libro "El fin de la clase media", los italianos Massimo Gaggi y Edoardo Narduzzi.

Gaggi, periodista, y Narduzzi, empresario, "basándose en abundantes datos de la economía mundial, se lee en una reseña de su obra- especulan con prudencia, aunque también con un enfoque neoliberal, sobre el nuevo espectro sociológico occidental, cada vez más polarizado: una plutocracia, que no cesa de crecer en recursos, pero también en discursos legitimadores de su riqueza, y un gran ´magma social´, en el que se diluyen las diferencias entre las llamadas clase media y clase baja".

Gaggi y Narduzzi no son los únicos europeos que sostienen esta idea crítica. Richard Senett, en Inglaterra, con sus obras "La corrosión del carácter" y "La nueva cultura del capitalismo" o Viviane Forrester, en Francia, con su obra "El horror económico", entre muchos otros, hablan de un oscuro futuro para la clase media del Viejo Continente.

Así pues, la propuesta de Castañeda y Camín parece una nueva y bien intencionada utopía mexicana.

Sin embargo, si la vía y la meta para salir de crisis histórica parecen totalmente inviables, lo que sí es mucho más certero es el diagnóstico que hacen los autores de varios de los grandes males de la sociedad mexicana.

El ensayo en cuestión inicia recuperando con palabras propias una de las ideas más insistentes de Octavio Paz: "México es preso de su historia".

Pero, mientras el poeta hablaba de un pasado remoto que gravita en nuestra mentalidad, Camín y Castañeda hablan, en realidad, de estructuras económicas, políticas y sociales del presente nacidas con la Revolución Mexicana.

Para estos prolíficos intelectuales la historia que nos tiene apresados es la "herencia política del estatismo y corporativismo" llamado "nacionalismo revolucionario" que "alguna pedagogía pública volvió algo parecido a la identidad nacional".

El nacionalismo revolucionario, ideología y programa de los vencedores de la Revolución de 1910, ha estado bajo el fuego crítico de Aguilar Camín por lo menos desde que él se convirtió en el intelectual más cercano a Carlos Salinas de Gortari, y bajo la artillería de Jorge Castañeda desde que dejó de lado, a fines de los 80, su trayectoria al lado de la izquierda latinoamericana, sellando ese rompimiento con el libro "La utopía desarmada".

Sin duda que el estatismo y el corporativismo han sido un tremendo lastre para el desarrollo de una sociedad democrática y de una economía eficiente; pero los autores parecen decir que toda intervención y regulación del Estado en la economía son siempre ejemplos de estatismo, cuando, justamente, en la crisis mundial actual, el Estado ha vuelto a jugar un papel muy importante para enfrentar la caída del crecimiento.

Es cierto que los autores del ensayo "Un futuro para México", plantean que el poder del Estado enfrente a los oligopolios e impida que actúen como "poderes fácticos", pero para Castañeda y Aguilar Camín "la agenda antimonopólica debe empezar por los únicos monopolios strictu censu que existen en la República: los estatales, en particular los de energía".

Por cierto, cuando los autores hablan de poderes fácticos no se atreven a mencionarlos por su nombre como sí lo hacen cuando hablan de los monopolios sindicales y señalan a los maestros, petroleros, electricistas, etcétera.

Seguramente están pensando en Televisa y TV Azteca, el duopolio televiso, o en Telmex, en otros, pero no quieren mentarlos, mostrándonos implícitamente el temor, o por lo menos, el "respeto" que les tienen a esas empresas, determinantes para hacer política en México.

Aguilar Camín y Castañeda acuñan frases recordables:

"El PRI salió de Los Pinos pero no del alma de México". Se pasó "del autoritarismo irresponsable a la demagogia improductiva", "del estatismo deficitario al mercantilismo oligárquico" y "al imperio de los poderes fácticos".

Culminan este fraseo con una atractiva idea: "Hace falta una nueva épica nacional".

Bueno, pues esa nueva épica, proponen estos dos reconocidos intelectuales, tiene que ser encabezada por la clase media.

En México tenemos antecedentes de movimientos históricos de la clase media. Quizá los más trascendentes hayan sido el que encabezó Francisco I. Madero antes de que estallara la lucha armada en 1910, el que dirigiera José Vasconcelos en 1929 en su frustrada lucha por llegar a la Presidencia de la República, y el Movimiento Estudiantil de 1968.

El primero desató el movimiento revolucionario pero fue rebasado por el torbellino popular a lo largo de la lucha armada.

Para algunos historiadores de la Revolución Mexicana, la pequeña burguesía, un concepto marxista semejante al de clase media, de cuña liberal, tomó el poder en 1921 pero no con el proyecto maderista.

El movimiento vasconcelista, derrotado en las urnas, quizá mediante un fraude electoral, si acaso fue una de las inspiraciones para los fundadores del PAN en 1939.

Y el Movimiento Estudiantil de 1968, aun marcando un hito en la historia democrática del país, no se proponía llegar al poder ni construir una sociedad de clases medias.

La idea de Jorge Castañeda y Héctor Aguilar Camín, parece muy romántica ante el dominio apabullante de los grandes capitales, no tan sólo en México sino en las principales economías del mundo; sin embargo, ante la desesperante pobreza de ideas y liderazgo social y político en México, el ensayo de estos dos hombres pensantes es un aliciente para el debate y la necesaria reformulación de metas para la Nación. Encabece quien encabece, lo cierto es que sí hace falta una "nueva épica nacional".

0 comentarios: