Claudio Katz
El impacto de la crisis mundial sobre América Latina suscita tres tipos de discusiones: la incidencia económica inmediata, los efectos políticos de largo plazo y las medidas sociales requeridas para enfrentar el descalabro financiero.
Especulaciones pos-desacople
En el terreno económico, la crisis ha producido un generalizado desplome de las Bolsas y fugas capital, que han contraído el crédito. La depreciación de las materias primas induce a la recesión, el desempleo se expande y se agota el crecimiento con desigualdad que predominó en los últimos cinco años.
También la esperanza en un desacople se ha diluido y decae la expectativa de evitar el temblor, por haberlo sufrido anticipadamente durante la década pasada. La protección esperada de tres escudos -reservas sustanciales, menor deuda en relación al PBI y superávit fiscal- ya resulta insuficiente.
Esas barreras probablemente habrían contrarrestado el desplome internacional acotado que prevalecía hasta septiembre del 2008. Pero el desmoronamiento financiero asumió una dimensión muy superior desde esa fecha. Esta vez América Latina es receptora del tsunami. Soporta desde afuera la conmoción que protagonizó en repetidas oportunidades. ¿Qué gravedad tendrá este golpe en comparación a otras zonas de la periferia?
Algunos economistas estiman que el efecto bursátil será más agudo que en las economías centrales por la fragilidad local de los mercados accionarios. Pero esperan una incidencia manejable en los bancos, que han limpiado mayoritariamente sus balances durante los desplomes anteriores. También evalúan que las entidades financieras se encuentran menos contaminadas con títulos tóxicos (hipotecas) y operaciones especulativas (securitización, derivados). La reducida gravitación del crédito en la zona redujo la envergadura de esas transacciones. (1)
Otros diagnósticos destacan que la situación fiscal luce mejor que en Europa Oriental. También estiman que la retracción de las exportaciones será más digerible que en África, aunque más impactante que en Asia. Atribuyen esta adversidad a la gran concentración de ventas en una limitada canasta de productos básicos (2).
Pero el principal problema de estas evaluaciones es su carácter efímero. Irrumpen y desaparecen de la crónica periodística con asombrosa velocidad. Un día se coloca a Latinoamérica fuera del vendaval y a la jornada siguiente en el centro de la tormenta.
Algunas estimaciones presentan, además, un tono sospechosamente sesgado. El FMI, por ejemplo, considera que Argentina, Venezuela y Ecuador afrontan mayores amenazas de cesación de pagos que México, Chile o Colombia. Esos mensajes están en realidad plagados de resentimiento hacia los gobiernos contestatarios y los deudores incumplidores (3). Ninguna caracterización seria surge de esas especulaciones.
Tres efectos
América Latina recepta, en primer lugar, la crisis de sobre-acumulación global que generó la aglomeración de capitales ficticios en la esfera financiera. Dado el reducido alcance del endeudamiento personal en la región, este impacto no se traduce por ahora en bancos corroídos por préstamos irrecuperables.
Pero el crack ha creado una necesidad de liquidez en las economías centrales, que provoca fuertes sustracciones de fondos. Especialmente los bancos extranjeros transfieren recursos desde América Latina hacia sus casas matrices. Estas repatriaciones ya afectan a un cuarto del total de recursos manejados por esas entidades en las economías emergentes.
También los segmentos internacionalizados de las finanzas regionales son vulnerables al desplome global. Algunos fondos privados de pensión –enlazados al vaivén especulativo mundial- acumulan pérdidas que amenazan su supervivencia (especialmente en Chile).
América Latina soporta, en segundo lugar, la sobreproducción de mercancías, que caracteriza a la crisis actual. Este excedente fue desencadenado por el modelo de competencia mundial en torno a salarios descendentes, que generalizó el neoliberalismo. El efecto de este desequilibrio se verifica particularmente en las ramas más globalizadas de la industria regional. El sector automotor sufre, por ejemplo, la misma plétora de productos que golpea a las economías metropolitanas. (4)
Este sobrante es dramático en México, que exporta vehículos ensamblados a Estados Unidos y en Brasil, que soporta una destrucción de empleos equiparable al registrado en la primera potencia. El panorama es igualmente problemático en Argentina, a pesar de la extraordinaria rentabilidad que tuvieron las automotrices en los últimos años.
El ajuste industrial que sacude a Latinoamérica es impuesto por las empresas transnacionales, que reorganizan su producción a escala mundial. En el sombrío clima actual ya no se escuchan elogios a la globalización neoliberal, ni alabanzas a cualquier tipo de inversión. Las terribles consecuencias de la fabricación mundial integrada -bajo los principios de la competencia y el beneficio- comienzan a salir a flote.
Pero la mayor amenaza en ciernes para la zona proviene de un tercer impacto mundial: la abrupta caída de los precios de las materias primas. Este desmoronamiento revierte el crecimiento del último quinquenio, que se apoyó en una significativa mejora de los términos de intercambio (33% en comparación al promedio de la década precedente). Esa coyuntura permitió incluso alcanzar volúmenes de exportación superiores a la deuda externa en el 2006 y el 2007.
Pero el cambio de tendencia afecta ahora las balanzas comerciales y los presupuestos públicos. El crecimiento consecutivo al 5,5% anual desde el 2003 ha quedado atrás. El PBI del 2008 se desaceleró a 3,3% y todas las estimaciones del 2009 se están ajustando hacia abajo.
Muchos economistas sostienen que América Latina podrá soportar igualmente el huracán, si adopta medidas audaces de reactivación keynesiana. Estas iniciativas ya se están implementando para aumentar la liquidez, expandir el crédito público y subvencionar la industria. Los debates sobre su efectividad o suficiencia han ganado la primera plana. (5)
Pero, en los hechos, esa viabilidad depende de la magnitud de la crisis y no tanto del acierto de los correctivos. Las políticas monetarias y fiscales anticíclicas inciden dentro de ciertos límites. Pueden reanimar la demanda o detener la caída de la producción en un cuadro recesivo, pero tienen poca influencia en una depresión en picada
Por ahora el colapso financiero golpea con mayor furia a las economías centrales, pero Estados Unidos, Europa Central y Japón cuentan con recursos superiores para intentar un contrapeso. Pueden ensayar reactivaciones con el sostén del Tesoro y emiten los dólares, euros y yenes que utiliza América Latina. Además, incrementan el déficit fiscal, mientras la región continúa atada a las normas del superávit.
En síntesis, en la cambiante coyuntura latinoamericana tiende a estrecharse el margen de las políticas macroeconómicas que intentan frenar el vendaval.
¿Beneficios de largo plazo?
El escenario que emergerá de la crisis dependerá de desenlaces políticos imprevisibles y autónomos de la tormenta económico-financiera. Basta recordar que la depresión del 30 fue zanjada con una guerra mundial y que la Unión Soviética se desmoronó por la implosión de un régimen, para notar cuán gravitante es la incidencia de los acontecimientos políticos.
América Latina se encuentra en un punto de cruce de tendencias geopolíticas contradictorias determinadas por tres procesos: la autonomía regional, la postura de Estados Unidos y el perfil de Brasil.
En el primer terreno de independencia zonal, algunos analistas estiman que la adversidad actual tendrá efectos favorables, si se repite lo ocurrido en los años 30. Recuerdan que la debacle de entre-guerra generó condiciones propicias para la gestación de los procesos posteriores de industrialización. (6)
Pero olvidan que el impacto inicial de la gran depresión fue una dolorosa depreciación de las materias primas. La sustitución de importaciones apareció sólo ulteriormente, como consecuencia del proteccionismo y la guerra mundial y se instrumentó en una región, que pudo mantenerse al margen de esa conflagración.
La única comparación apropiada, hasta el momento, es con el shock adverso que inicialmente generó la gran depresión. Nadie puede predecir que sucederá posteriormente. Una eventual reproducción del contexto de posguerra choca no sólo con la ausencia de confrontaciones bélicas interimperialistas, sino también con la mayor internacionalización de la economía.
Es cierto que algunos rasgos de autonomía regional ya aparecieron en Sudamérica antes del estallido actual, especialmente en el plano financiero. En el último quinquenio de crecimiento se registraron recompras de títulos públicos y reducciones del endeudamiento, que guardan cierto paralelo con lo ocurrido luego de la gran depresión. Pero la continuidad de esta atenuación de la carga financiera es un interrogante.
Lo importante es percibir que un desmoronamiento económico en el centro del capitalismo, no amplía necesariamente los márgenes de acción de la periferia. La crisis de los 70 demostró que puede suceder lo contrario.
Esa conmoción empalmó inicialmente con un marco favorable para el Tercer Mundo. La derrota de Vietnam había recortado la capacidad de intervención norteamericana y el encarecimiento de las materias primas mejoraba los ingresos de la periferia, en el novedoso marco que rodeaba a la OPEP. Un bloque de 77 a 125 países No Alineados proponía el establecimiento de un Nuevo Orden Económico Internacional. Promovía estabilidad de precios para las materias primas, mayor acceso a los mercados desarrollados, transferencias de recursos al Sur y participación de la periferia en las decisiones de ONU.
Pero este curso quedó abruptamente clausurado en los 80 con la ofensiva neoliberal. Mediante aumentos de tasas de interés y recortes de la demanda de insumos que provocaron la depreciación de los productos básicos, las grandes potencias retomaron su control del Tercer Mundo.
América Latina soportó el brusco aumento de su endeudamiento -y en lugar de un desahogo post-30- padeció un desplome equivalente a la gran depresión. El breve alivio de las desigualdades internacionales quedó sustituido por una nueva etapa de polarización global, que perduró hasta el fin del siglo XX.
Este antecedente ilustra cuán acotado y frágil puede resultar un período de autonomía periférica. Se pueden ponderar las numerosas diferencias que distinguen la etapa actual de los años 70, comparando por ejemplo el viejo rol de la Unión Soviética con el papel reciente de China. Pero resulta imposible definir si estos cambios serán ventajosos o desfavorables para la periferia. Más especulativo aún es presagiar un escenario de nueva industrialización independiente para América Latina.
Multipolaridad opresiva
La apuesta a un beneficio latinoamericano de la crisis actual se apoya en la previsión de un escenario multipolar. Muchos analistas estiman que la región podría aprovechar la mutación del marco global, para adoptar políticas más autónomas. (7)
Ese período de mayor dispersión o equilibrio entre fuerzas capitalistas del planeta es ciertamente una posibilidad. Pero resulta decisivo subrayar que no favorecería por sí mismo a las mayorías populares. Más bien fortalecería a las clases dominantes locales vinculadas con las potencias hegemónicas. Esta hipótesis es omitida por la tesis multipolar.
El mayor ascenso geopolítico de China, India o Rusia seguramente incluiría agudos conflictos con los capitalistas del centro, pero tendería esencialmente a asentarse en la asociación con esos sectores. Estas alianzas se forjaron durante las últimas dos décadas y dieron lugar a llamativas compras de activos en las economías avanzadas por parte de las multinacionales emergentes. (8)
Estas mismas tendencias han persistido luego del estallido global y se verifican en el financiamiento asiático del déficit norteamericano. La activa participación oriental en el rescate de los bancos estadounidenses y el traspaso de empresas quebradas a propietarios de ese origen forman parte de este mismo proceso. (9)
En las últimas décadas la dominación global estuvo en manos de una tríada de potencias encabezadas por Estados Unidos. El imperialismo clásico -de países que derrotan y subordinan a sus rivales por medio de la guerra- fue sustituido por el imperialismo colectivo. Norteamérica ha liderado en las últimas décadas un poder compartido con Europa y Japón. Un eventual escenario multipolar surgiría de la incorporación de nuevos asociados a ese entramado. Remodelaría la opresión y obstruiría la emancipación popular. (10)
La crisis de dominación estadounidense
La localización central de la crisis en la economía norteamericana agrava los problemas que enfrenta la primera potencia en América Latina. Estas dificultades derivan de fracasos políticos militares extra-regionales (Medio Oriente) y rebeliones antiimperialistas en la zona.
Desde el fallido proyecto del ALCA se registra una pérdida de posiciones del gigante del Norte, que ha dado lugar al estancamiento de los Tratados de Libre Comercio. Un afianzamiento del giro proteccionista actual acotaría adicionalmente el alcance de esos convenios. Cualquier aumento significativo de los aranceles en la principal economía del continente haría trastabillar a los TLCs.
La crisis actual golpeará especialmente a los socios fronterizos de Estados Unidos. México afronta el desplome del mercado que absorbe el 90 % de sus exportaciones, en un explosivo contexto de retorno de emigrantes, deterioro social y crimen organizado. El viejo idilio con el Nafta se ha transformado en una pesadilla. También la expectativa estadounidense de capturar PEMEX ha decaído, junto al desmoronamiento de varias multinacionales mexicanas dependientes de la economía estadounidense. (11)
Más grave es la situación de los pequeños países centroamericanos atados a la afluencia de remesas. La escasa significación pasada de los emigrantes latinos en la economía del Norte (1,7 millones en 1970) contrasta con su enorme gravitación actual (17, 4 millones en 2005). La repatriación -que ya genera el desempleo masivo en la metrópoli- afectará directamente las relaciones de Estados Unidos con estas naciones. (12)
El contexto político que afronta el Departamento de Estado es más adverso en Sudamérica. Como resultado de grandes conmociones políticas y sociales, gran parte de los gobiernos han tomado distancia de su vieja subordinación al Norte. Durante el año pasado Estados Unidos quedó marginado de las negociaciones para enmendar dos conflictos claves: la incursión militar de Colombia a territorio ecuatoriano y el frustrado golpe derechista en Bolivia. Debió soportar, además, la inédita expulsión de dos embajadores (Venezuela y Bolivia), que hasta ahora no retornado a sus cargos.
Algunos analistas estiman que este marco obligará a Estados Unidos a atenuar su control sobre América Latina. Consideran que el Departamento de Estado adoptará una postura más condescendiente (o menos interesada) en el futuro del continente. Suponen, especialmente, que Obama podría también deslizarse hacia actitudes que “superen los vestigios de la guerra fría”. (13)
Pero, en realidad, el nuevo presidente no se dispone a introducir cambios significativos en el área latinoamericana. Retirará los presos de Guantánamo, pero no devolverá el enclave a Cuba, ni juzgará a Bush por las torturas. Aliviaría las restricciones para viajar a la isla, pero sin levantar el embargo y buscará acercamientos diplomáticos que eviten reconocer la derrota imperial. Habrá que ver si aligera el encubrimiento al terrorismo de estado en Colombia y si atenúa el acoso sobre Venezuela y Bolivia.
La continuidad de políticas imperialistas consensuadas con los republicanos ha sido la norma de todas las administraciones demócratas. Seguramente Obama retomará una combinación de garrote y zanahoria, con más incidencia diplomática (tradición de Clinton) que brutalidad descarada (herencia de Bush).
Los virajes que el nuevo presidente debe encarar en el plano interno no se proyectan a la política exterior. Un mandatario de color –que no representaba inicialmente al establishment- enfrenta un terremoto social sin precedentes desde Roosvelt, en un contexto de transformaciones democráticas inéditas desde Kennedy. Este aluvión interno obliga a cambiar la agenda tradicional. Pero el libreto para el Patio Trasero se mantiene sin variantes.
Desde hace siglos los gobiernos estadounidenses implementan estrategias de sujeción basadas en la doctrina Monroe. Tarde o temprano la primera potencia encarará una contraofensiva, cuyos anticipos ya se vislumbran en la reactivación de IV flota. Con el pretexto del narcotráfico (o del terrorismo), el Comando Sur de Miami gana terreno. Ya reúne más personal civil dedicado a la Latinoamérica que todos los departamentos diplomáticos y comerciales de Washington. Las bases de Colombia tienen extensiones en Perú y existe una novedosa hipótesis de intervención militar a México. (14)
La primera potencia perdió en la última década cierta gravitación económica, frente a sus competidores europeos. Las empresas del Viejo Continente desplazaron a las compañías norteamericanas en el monto de las inversiones externas. (15)
Pero la Unión Europea no aspira a reemplazar a su rival y se ha limitado a ensayar tratados de libre comercio calcados del ALCA. Habrá que ver, además, cómo la crisis global afecta al artífice español de la avanzada europea. Las compañías ibéricas deben lidiar con una montaña de pérdidas, que las obliga a retirarse y vender activos. (16)
Es cierto también que Estados Unidos ha debido tolerar la primera incursión comercial china, la visita de la marina rusa a Cuba y los viajes de funcionarios iraníes a Venezuela. Pero estas presencias amenazan menos que Europa la dominación tradicional norteamericana. Ningún dato corrobora, por lo tanto, las tesis de la indiferencia (o la resignación) de Estados Unidos frente a Latinoamérica.
Notas:
1) The Economist-La Nación “América Latina se prepara para tiempos duros”, 22-1-09.
2) The Economist- La Nación, ¿”Emergentes: ¿caída o tropezón”?, 20-1-09.
3) The Wall Street Journal- La Nación, “La sequía del financiamiento comercial pone en jaque a los mercados emergentes”, 22-12-08.
4) Hemos analizado esta combinación de sobre-acumulación de capitales y sobreproducción de mercancías en: Katz Claudio, “Codicia, regulación o capitalismo”(30-12-08) y “Lección acelerada de capitalismo” (4-10-08), http://katz.lahaine.org
5) Por ejemplo, Vanoli Alejandro. “Cómo inmunizar a la argentina en el casino global”, Clarín, 16-8-07.
6) Esta tesis plantea, por ejemplo, Cardoso Fernando Henrique, “Ante una reingeniería de las finanzas mundiales”, Clarín, 15-10-08.
7) Es la tesis que presentan: Gersh Alain. El consenso de Pekín Le Monde Diplo, noviembre 2008, Sercovich Francisco. “Globalización: los nuevos desencantados” Clarín, 19-8-07, Golub Philip “Hacia un mundo descentralizado”, Le Monde Diplo, noviembre 2008, Buenos Aires.
8) Algunos periodistas utilizaron el término NAN (Nuevas Naciones Adquisitivas) para describir este proceso, que incluyó la transferencia de una parte de British Petroleum a capitalistas chinos, así como de la canadiense Inco a empresarios brasileños y de la norteamericana Asaco a potentados de la India. Cohen Roger. “El mundo está al revés”, La Nación, 2-6-08.
9) Los países del sudeste asiático tienen en su poder la mitad de la deuda EEUU y China jugó un papel directo en los salvatajes de Fanny Mae y Freddie Mac. Bular Martine, “El poder mundial se desplaza”, Le Monde Diplo, noviembre 2008.
10) El concepto de imperialismo colectivo ha sido desarrollado por Amin Samir, “US imperialism, Europe and the middle east”, Monthly Review vol 56, n 6, November 2004.
11) Una empresa de este tipo -como Cementos mexicanos- se encuentra en un estado crítico por la retracción de insumos que provocó el desplome del negocio inmobiliario. The Wall Street Journal- La Nación, “Cemex, un símbolo de la globalización ahora hace frente a su costado adverso”, 11-12-08.
12) Un detallado análisis de estos problemas presenta: Canales Alejandro. “Incluidos y segregados”, Crisis de hegemonía de Estados Unidos. Siglo XXI, México, 2007.
13) Es la conducta que sugiere: Tokatlian Juan Gabriel, “Fin a la guerra fría en América Latina”, Clarín, 20-1-09. Tokatlian Juan Gabriel. “Obama y el cambio”, Pagina 12, 19-11-08. Tokatlian Juan Gabriel, “Un golpe a la hegemonía de EEUU”, La Nación, 6-10-08.
14) La IV flota tiene previsto navegar por ríos interiores, con un equipamiento equivalente a la V flota (Golfo Pérsico) o la VI flota (Mediterráneo). Introducirá un complemento marítimo al control aéreo y territorial que Estados Unidos detenta de la zona. Boron Atilio, “La IV flota destruyó a Imperio”, ALAI, 21-8-08. Boron Atilio, “Gatopardismo imperial”, Página 12, 21-1-09. Dufour Jules. “El regreso de la cuarta flota y el futuro de América Latina”, www.Mondalisation.ca/, 28-8-08.
15) Cammack Paul. “Signos de los tiempos: capitalismo, competitividad y el nuevo rostro del imperio en América Latina”. El imperio recargado, CLACSO, Buenos Aires, 2005.
16) Estas empresas invirtieron en la región 165.000 millones de dólares (10% de PBI español) y ahora predomina una oleada de ventas, visible en la salida del grupo Marsans de Aerolíneas, la nacionalización de los fondos de pensión en Argentina (manejados por el BBVA) y la estatización venezolana de filiales locales del Santander. También Repsol se desprende de sus participaciones en Venezuela, Bolivia y Ecuador. The Wall Street Journal- La Nación, “Las inversiones en América Latina les cuestan caro a las empresas a las empresas españolas”, 4-12-08.
febrero 24, 2009
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