José Steinsleger
La Jornada
Con una población levemente inferior a la de Iztapalapa (1.5 millones), el territorio palestino de Gaza ocupa una superficie similar a la del municipio de Tlalpan. A inicios de diciembre pasado, People’s Aid (Ayuda para los pueblos, organización humanitaria de Noruega) estimó que a Gaza le faltaba poco “… para estar en la ‘Edad de Piedra’”. Simultáneamente, Egipto y otros países de la Liga Árabe (casi todos aliados de Estados Unidos) pedían al gobierno de Tel-Aviv el levantamiento del bloqueo y el fin de la agresiva colonización israelí en Gaza y Cisjordania. Richard Falk, estadunidense judío y relator especial de la ONU para los Territorios Palestinos, viajó el 14 de diciembre pasado con el propósito de monitorear la situación sobre el terreno.
La policía israelí retuvo a Falk en una celda de confinamiento del aeropuerto internacional Ben Gurion (Lod). Quince horas después, lo expulsó del país. El 27 de diciembre, empezó el matadero. Con armas prohibidas de última generación, las Fuerzas de Defensa (sic) de Israel bombardearon Gaza (4.2 mil personas por kilómetro cuadrado), densidad que en las urbes de mayor concentración supera la del Distrito Federal (5.7 mil por kilómetro cuadrado).
Durante 21 días con sus noches, el fuego se concentró en la infraestructura civil, arrasando con 2 mil 500 objetivos: escuelas y centros de ayuda a refugiados de Naciones Unidas, un par de edificios donde transmitían medios de comunicación internacionales, 16 centros médicos, 16 ambulancias, 4 mil viviendas, 16 mil edificios residenciales, mil 500 fábricas, tiendas y comercios, 51 edificios gubernamentales, 18 centros educativos, 20 mezquitas y 50 kilómetros de carreteras. Saldo inicial: mil 400 muertos (mitad, niños ancianos y mujeres) y 5 mil heridos.
En medio de la masacre y el silencio cómplice de las “democracias modernas” (Cuba, Venezuela y Bolivia fueron digna excepción), el cardenal Renato Martino, presidente del Pontificio Consejo para la Justicia y la Paz del Vaticano, declaró el 7 de enero que Gaza se había convertido en “el campo de concentración más grande del mundo”. Ajustado al guión, Israel lo calificó de “antisemita”. ¿Cómo era posible que el cardenal no entendiese una situación “tan compleja”?
Un vocero del genocidio israelí, el señor Elhud Golan (consejero político y de prensa de la embajada de Israel en México), declaró que en su país hubo menos muertos “…porque una vez que suena la alarma, todos los ciudadanos se refugian en sótanos y detrás de paredes blindadas, mientras que para algunos palestinos extremistas su objetivo principal es la muerte y convertirse en mártires” (sic, entrevista, La Jornada, 15/1/09).
Cisjordania, el otro territorio de Palestina (que a diferencia de Gaza es gobernado por una camarilla de palestinos corruptos y sumisos), ocupa una superficie poco mayor que la de Aguascalientes (el segundo estado más pequeño de México) y cuenta con una población ligeramente superior a los municipios de Iztapalapa y Gustavo A. Madero juntos (2.5 millones). En Cisjordania viven 400 mil colonos israelíes muy bien armados en 200 asentamientos ilegales y 150 mil palestinos en 19 campamentos de refugiados.
México y Palestina. Geográficamente lejanos… y geopolíticamente vecinos de potencias militares intervencionistas y agresivas. Cisjordania está cercada por un muro de 721 kilómetros de concreto, zanjas de cuatro metros de profundidad y sensores electrónicos. Y en su frontera sur, Washington tiene un muro de 800 kilómetros, que a mediados del año llegará a mil 100 kilómetros.
El ex secretario de Seguridad Interior de Estados Unidos, Michael Chertoff, declaró a mediados de diciembre de 2008 que gracias al muro limítrofe “…venía cayendo la cifra de indocumentados que entran en Estados Unidos”. Al día siguiente, sin querer, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) confirmó el comentario de Chertoff: 10 mil indocumentados muertos en la frontera en los pasados 14 años.
Entre los muchos análisis que trataron con lucidez el lento y programado holocausto palestino, destaca “Gaza: ensayo general” (Gustavo Esteva, La Jornada, 26/1/09). Esteva citó un comentario revelador del criminal de guerra Ehud Olmert, primer ministro de Israel: “… La verdadera lección (nr, de la invasión a Líbano, 2006) es que en las guerras contemporáneas el frente interno es el frente, el frente interno está envuelto en la batalla”.
Fijemos esa idea de Olmert, y preguntémonos cuán “lejos” estamos de Palestina, pues en un informe reciente, el Pentágono auguró el “colapso rápido y repentino” de dos países del orbe: Pakistán y… México.
El informe sostiene: “… cualquier descenso de México al caos, demandará una respuesta estadunidense basada únicamente en las serias implicaciones para la seguridad de la patria (home’s land security)” (La Jornada, 16/01/09).
¿Qué futuro nos aguarda? ¿”Autoridades nacionales” como la de Cisjordania en Sinaloa, Chihuahua, Tamaulipas, Michoacán, Oaxaca, Chiapas? En todo caso, y llegado el momento, los politólogos volverán a explicarnos que en la “democracia moderna”, la soberanía es cosa del pasado.
febrero 10, 2009
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