jueves 12 de febrero de 2009
Julio Pomar (especial para ARGENPRESS.info)
Curiosa manera de gobernar tienen los actuales personeros de la administración pública federal. Pretenden que no se alce ninguna voz en contra de su política y a quienes lo hacen, apoyados en su experiencia, autoridad o sabiduría, les echan encima a lebreles para que les ladren y los pretendan descalificar.
Es el caso de Carlos Slim, el empresario más rico de México y uno de los más ricos del mundo. Apenas habló, en un foro el lunes 9, diciendo verdades sobre la actual crisis que a todos son evidentes, ya para el lunes había muchos ladridos en su contra en el ámbito público. Y estas descalificaciones venían de los empleados y defensores del actual régimen.
Como suele hacerlo, el más notorio fue el secretario del Trabajo, Javier Lozano Alarcón, quien ha acumulado en su contra molestias y enojos por doquier, en el amplio espectro de la sociedad mexicana. Los argumentos y adjetivos que esgrimió contra Slim son lo de menos en este análisis, quizá porque deben ser considerados irrelevantes. Lo interesante es que Lozano se ha convertido, tal cual dice una respetada columnista, en el secretario del Trabajo (sucio).
Según evidencias públicas, ya que el personaje no se anda por las ramas en eso de exhibirse como “porro” de la política, tiene cuentas pendientes con la justicia, pero no la justicia de los tribunales establecidos, sino la del relamo público y el buen sentido ciudadano. En el poco tiempo que lleva al frente de la Secretaría en que cobra, se le han acumulado hechos como el haberle gestionado a Ricardo Salinas Pliego, de TV Azteca, ante un anterior jefe suyo, Carlos Ruiz Sacristán, titular entonces de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, retorno de impuestos millonarios del magnate de la TV, que siguen sin explicación pública aceptable.
Luego se vino el asunto de los 205 millones de dólares encontrados en una casa del narco-mayorista chino Zhenli Yegon, en lo que el funcionario estaba misteriosa y confusamente involucrado, al grado que es célebre su viaje a Estados Unidos, donde se sospecha que se entrevistó con el mismo empresario para que no hablase de más, sobre el origen y el destino de esos fondos, que presuntamente estaban concentrados para apoyar la campaña electoral de Felipe Calderón Hinojosa, pero por también oscuras razones no se les dio su curso, sino que se quedaron embodegados. Lozano Alarcón fue, como se sabe, una de las personas encargadas de allegarle fondos electorales al michoacano, y al parecer estaba cumpliendo con su cometido en el momento que Zhenli Yegón sugirió que había un trato con el ya secretario del Trabajo y él, por el cual no debían perseguirlo pues estaba dispuesto a abrir la cloaca de ese financiamiento. Pudo Lozano apagar el ruido, pero quedó en la sociedad la sospecha de ese trato muy sucio y misterioso.
No acababa de mal arreglar este asunto, cuando se decidió a perseguir al Sindicato Minero y a su dirigente máximo, Napoleón Gómez Urrutia, quien ya no estaba en México, sino auto exiliado en Canadá tras la persecución de que fue objeto en el sexenio del malhadado y cretino Fox. Ha sido sumamente duro y despiadado este personaje, sin sapiencia de la letra y el espíritu de las leyes laborales mexicanas, contra los mineros y sus dirigentes. En ello está siguiendo servilmente las líneas que le marca el empresario Germán Larrea Mota Velasco, uno de los hombres más ricos del país, tal como repetidamente se lo han achacado tanto los sindicalistas mineros como los dirigentes de otras agrupaciones de trabajadores.
Y por añadidura, pretende hoy que la crisis económica que ya padecemos, con despidos masivos, desempleo, aumentos de precios y las demás secuelas de desgracias, la paguen los trabajadores, todos, del país. Esto lo pretende mediante su amenaza de reformar la Ley Federal del Trabajo, que es imperfecta de origen por las muchas rendijas que, debidamente manipuladas por abogados del sector patronal, le han dejado beneficios sin cuento al sector empresarial y le han restado protección a los asalariados mexicanos, hasta casi anular las que durante décadas se cantaron como conquistas del movimiento obrero. Pretende Lozano una nueva reforma que ahondaría esta parcialidad a favor de los patrones y contra la clase trabajadora; esto es, pretende cargar a los trabajadores el costo de la actual crisis. Y se queda y tan orondo de su genial propósito de apergollar inclementemente al sector del trabajo y beneficiar más a los empresarios poderosos y a los magnates de esta pervertida explotación de la mano de obra.
Cuando aparece haciendo declaraciones contra el empresario Carlos Slim, está obviamente, haciendo pipí contra el viento. Pero habría que indagar a cuáles empresarios está pretendiendo beneficiar con estas lanzadas de moro en tierra de hispanos, y se descubrirían cosas interesantes a más no poder. Pues no solamente defiende a su jefe Calderón y su presunta lucha contra el “catastrofismo” de muchos mexicanos. Parece tarea que no podrá nunca cumplir, pues tendría, igual que su jefe Calderón, que convencer a 100 millones de mexicanos de que esta administración pública tiene los arrestos para combatir la actual crisis y que, dice, lo logrará.
febrero 12, 2009
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