Guillermo Fabela Quiñones / Poresto.net
Es inobjetable que lo más característico del estilo personal de "gobernar" de Felipe Calderón es su irrefrenable afán de recurrir a la demagogia más ramplona, como si creyera a pie juntillas que así podrá ganar tiempo una vez conseguido su propósito de engañar a la ciudadanía. Sin embargo, luego de tres años de recurrir al sobado método característico de los regímenes totalitarios, dicho recurso ha perdido su eficacia. De ahí que nadie le crea ya cuando nos sale con sus desplantes de hueca retórica, como decir que "la primera de las prioridades de su gobierno es la reducción de la pobreza extrema". ¿Cómo creerle cuando afirma que "llegó la hora de enderezar el rumbo social del país"?
Lo único que consigue con tal fraseología es enojar a la ciudadanía informada, que cada día aumenta más, como consecuencia de los golpes que recibe provenientes del mismo "jefe" del Ejecutivo. Porque en los hechos demuestra precisamente lo contrario, es decir que la lucha contra la pobreza es lo que menos le ha importado, y que el rumbo social que sigue la nación es también algo en lo que jamás ha meditado. Si ahora nos sale con palabras de arrepentimiento tardío es porque posee información fidedigna de que las cosas en el país van muy mal, a pesar de su inveterado optimismo sin sustento. Ahora sabe, porque así se lo deben haber informado desde la Casa Blanca, que Joseph Stiglitz se quedó corto en sus críticas al manejo de la economía nacional, y que más le vale actuar conforme a las exigencias de una realidad muy desfavorable.
Sin embargo, sabemos que no lo hará, que su cambio de actitud, su tardío arrepentimiento, no pasará de los discursos, pues su compromiso con los poderes fácticos es mucho más fuerte de lo que cabría imaginar, como lo demuestran sus hechos, estos sí elocuentes e ilustrativos de las verdaderas intenciones de un "gobierno" que ve a la sociedad mayoritaria como el enemigo a vencer, por la concepción clasista y aristocrática que tiene el grupo en el poder, la ultraderecha, del ejercicio de gobierno. Si ahora Calderón da muestras de que tiene "sensibilidad" política, se debe a que los problemas que agobian a la población mayoritaria amenazan rebasarlo.
La oligarquía se ha extralimitado en su afán de acumular más riquezas y privilegios, a costa del acelerado empobrecimiento de los trabajadores. De ahí la terquedad en sacar a flote una política económica que va a generar más pobreza y una más acelerada descomposición social, a partir de enero de 2010, cuando entren en vigor los nuevos impuestos y aumentos generalizados que se van a suceder en cascada aprovechando la confusión. Y desde luego, no será con programas como "Oportunidades" como se logrará erradicar el flagelo, tal como lo presupone Calderón, en un perverso interés por conservar los recursos más jugosos que serán la cereza del pastel en los próximos procesos electorales.
Porque a final de cuentas, lo que verdaderamente importa a la ultraderecha es conservar no sólo sus privilegios de clase, sino el suficiente número de pobres para lucrar con ellos, tanto en lo meramente político como en el aspecto económico, pues resulta un buen lema de "gobierno" la lucha contra la pobreza, sin tomar las responsabilidades consecuentes. Por eso ahora Calderón nos sale con que su "prioridad" será esa, reducir el número de pobres cuando en los tres primeros años de su "administración" aumentaron en más de seis millones de acuerdo con datos del INEGI. ¿Qué sentido tiene afirmar que la meta de su "gobierno" es que para el 2030 "no haya un solo mexicano en condiciones de pobreza extrema? ¿Acaso tiene la negra intención de permanecer en el poder hasta ese año?
El problema de fondo es cómo reducir las causas estructurales de la pobreza, de lo que Calderón no tiene la más remota idea. Porque lo que es una verdad incuestionable es que por decreto no podrá acabar con este flagelo apocalíptico, según lo debe suponer, Y también es cierto que hasta donde podemos ver, ya no digamos el 2030, sino veinte años menos, lo único que tiene como arma antipobreza son las tácticas asistencialistas más burdas, que no sirven para absolutamente nada, más que para engañarse a sí mismos quienes las practican, los sectarios de la doble moral. Como vamos, subidos a pie firme en el barco neoliberal, lo único que se va a lograr es que para dentro de dos décadas la embarcación esté ya en el fondo del mar, con todos nosotros ahogados.
Lo único evidente hasta ahora es que no hay la más mínima voluntad política de enderezar el rumbo social del país. Ahí está el caso de los ataques al SME para corroborarlo.
gmofavela@hotmail.com
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