Ricardo Monreal Avila
Frente a la incertidumbre del presente, Felipe Calderón vende futuro. Ante la parálisis de aquí y ahora, el gobierno intenta saltar la barda de mañana. A falta de resultados tangibles en el presente, decálogo de reformas deseables para el futuro.
En los tres años que faltan a la presente administración no habrá los empleos prometidos, pero sí el paquete de reformas económicas ideales que podrían generarlos. En el trienio que viene no se abatirá la pobreza, pero sí conoceremos el proyecto de reforma social que podría reducirla al máximo. Seguramente tampoco veremos caer drásticamente la tasa histórica de desempleo, pero sí conoceremos el proyecto de reforma laboral que presuntamente llevaría al país al pleno empleo.
En los tres años que faltan a la presente administración no habrá los empleos prometidos, pero sí el paquete de reformas económicas ideales que podrían generarlos. En el trienio que viene no se abatirá la pobreza, pero sí conoceremos el proyecto de reforma social que podría reducirla al máximo. Seguramente tampoco veremos caer drásticamente la tasa histórica de desempleo, pero sí conoceremos el proyecto de reforma laboral que presuntamente llevaría al país al pleno empleo.
El país seguirá reprobando la prueba Enlace, Pisa y demás evaluaciones educativas internacionales, pero eso no importa: en su lugar habrá el boceto de la reforma educativa de ensueño que haría de México el paraíso del conocimiento y la “mentefactura”. La inseguridad seguirá apoderándose de las calles, pero en su lugar tendremos un paquete de reformas penales y judiciales que harían temblar en el papel a la delincuencia más temida y mejor organizada.
A cada uno de los diez proyectos de reforma enunciados el pasado 2 de septiembre, con motivo del tercer informe de gobierno, seguirá ahora las diez iniciativas de ley que harían realidad ese decálogo del cambio. Las diez propuestas de reforma política presentadas antier muestran la ruta crítica, el método y la estrategia.
1) Elección consecutiva de alcaldes y jefes delegacionales hasta por un período de 12 años. 2) Elección consecutiva de legisladores federales en períodos que tengan un límite de 12 años. 3) Disminuir el tamaño del Congreso: de 128 a 92 senadores y de 500 a 400 diputados. 4) Incorporar la figura de la iniciativa ciudadana en el proceso legislativo. 5) Reconocer la figura de candidatos independientes en todos los cargos de elección popular. 6) Segunda vuelta en la elección presidencial, para alcanzar la mayoría absoluta. 7) Incrementar de 2 a 4�l porcentaje de votos para que un partido sea reconocido, conserve su registro y obtenga financiamiento público. 8) Facultar a la Suprema Corte de Justicia para que presente iniciativas de ley en el ámbito de su competencia. 9) Facultar al Ejecutivo Federal para que presente dos iniciativas preferentes de ley por año, bajo el principio de la “afirmativa ficta”. En caso de reformas constitucionales, serían sometidas a un referendo para que el ciudadano decida sobre ellas. 10) Facultar al Ejecutivo para hacer observaciones parciales o totales al Congreso sobre la Ley de Ingresos y el presupuesto de Egresos.
La mayoría de estas iniciativas ya se han presentado a lo largo de la última década en el Congreso. Buena parte de ellas son autoría del PAN y han sido sacadas de la congeladora legislativa para ser relanzadas ahora por el Ejecutivo federal. Seguramente así se procederá con los restantes nueve puntos del “decálogo para el cambio”.
¿Cuántas de esas reformas “imposibles” se volverán posibles en los próximos tres años? Probablemente ninguna o sólo algunas. Pero eso no importa. Lo verdaderamente trascendente es tener un “workframe” o cuadro de referencia, una serie de “iusses” o temas de contraste para que el ciudadano juzgue desde ahora quién está a favor de las “reformas del cambio” y quién en su contra… y tenga desde ahora un marco de referencia ideológico y político para decidir cómo votar en las elecciones de julio del 2012.
Si la elección del 2000 fue un plebiscito entre el cambio (Fox) o la continuidad (Labastida), y la del 2006 un posicionamiento entre la “continuidad del cambio” (Calderón) o el “peligro para México” (López Obrador), la del 2012 se proyecta desde ahora como un referéndum entre dos polos opuestos: las reformas para el cambio (PAN) o la mediocridad y prolongación de la crisis (PRI, PRD y todos los demás).
¿Cambio o continuidad? Este es el quid de cualquier campaña y la del 2012 ya empezó con este decálogo de reformas de ensueño que lo menos que buscan es que realmente sean aprobadas por el Legislativo, buscando en realidad reposicionar al titular del Ejecutivo y a su partido en el ánimo de los ciudadanos.
No es la primera vez que Felipe Calderón lanza un programa de cambio. En la campaña presidencial del 2006 planteó 100 acciones para los primeros 100 días de su gobierno. En su discurso de toma de posesión también se refirió a ellas. Allí están desde entonces las reformas retomadas, recargadas y relanzadas el pasado 2 de septiembre, las cuales se irán desglosando en los próximos meses. Y al igual que Moisés en la campaña de liberación del pueblo de Israel, Calderón presenta su decálogo de las reformas necesarias para liberar a México de la crisis y encauzar, ahora sí, al país por el crecimiento y el progreso, justo cuando el pueblo se encuentra idolatrando a ese “becerro de oro” político que sería el PRI.
Más que reinventar su gobierno o reiniciar su mandato, Calderón ha lanzado con toda la fuerza mediática del Estado la precampaña presidencial del 2012, con un eje de definición, contraste y polarización: los que están a favor del decálogo del cambio y los que se oponen al mismo.
La estrategia suena audaz los primeros cinco minutos, pero al sexto empieza a desdibujarse. Es el reconocimiento implícito de que los primeros tres años de gobierno se perdieron y los próximos tres dependen de la concreción de “reformas imposibles” por definición. Es la confesión de parte de que las reformas fiscal, electoral, energética, de pensiones y de seguridad, presentadas como un avance democrático, resultaron fallidas e inútiles.
Es decir, es la validación de la imagen que muchos ciudadanos tienen actualmente del PAN: que le asienta mejor actuar como partido de oposición, con campañas recurrentes a favor del cambio eterno, que como partido en el gobierno capaz de diseñar y operar políticas públicas de cambio. Y si esta imagen se afianza y extiende, dentro de tres años el electorado podría estar regresando al PAN a su origen, a la oposición leal, y colocando en el gobierno no a quienes prometan la brega del cambio eterno, sino a quienes acrediten que lo pueden hacer realidad en el plazo inmediato.
ricardo_monreal_avila@yahoo.com.mx
A cada uno de los diez proyectos de reforma enunciados el pasado 2 de septiembre, con motivo del tercer informe de gobierno, seguirá ahora las diez iniciativas de ley que harían realidad ese decálogo del cambio. Las diez propuestas de reforma política presentadas antier muestran la ruta crítica, el método y la estrategia.
1) Elección consecutiva de alcaldes y jefes delegacionales hasta por un período de 12 años. 2) Elección consecutiva de legisladores federales en períodos que tengan un límite de 12 años. 3) Disminuir el tamaño del Congreso: de 128 a 92 senadores y de 500 a 400 diputados. 4) Incorporar la figura de la iniciativa ciudadana en el proceso legislativo. 5) Reconocer la figura de candidatos independientes en todos los cargos de elección popular. 6) Segunda vuelta en la elección presidencial, para alcanzar la mayoría absoluta. 7) Incrementar de 2 a 4�l porcentaje de votos para que un partido sea reconocido, conserve su registro y obtenga financiamiento público. 8) Facultar a la Suprema Corte de Justicia para que presente iniciativas de ley en el ámbito de su competencia. 9) Facultar al Ejecutivo Federal para que presente dos iniciativas preferentes de ley por año, bajo el principio de la “afirmativa ficta”. En caso de reformas constitucionales, serían sometidas a un referendo para que el ciudadano decida sobre ellas. 10) Facultar al Ejecutivo para hacer observaciones parciales o totales al Congreso sobre la Ley de Ingresos y el presupuesto de Egresos.
La mayoría de estas iniciativas ya se han presentado a lo largo de la última década en el Congreso. Buena parte de ellas son autoría del PAN y han sido sacadas de la congeladora legislativa para ser relanzadas ahora por el Ejecutivo federal. Seguramente así se procederá con los restantes nueve puntos del “decálogo para el cambio”.
¿Cuántas de esas reformas “imposibles” se volverán posibles en los próximos tres años? Probablemente ninguna o sólo algunas. Pero eso no importa. Lo verdaderamente trascendente es tener un “workframe” o cuadro de referencia, una serie de “iusses” o temas de contraste para que el ciudadano juzgue desde ahora quién está a favor de las “reformas del cambio” y quién en su contra… y tenga desde ahora un marco de referencia ideológico y político para decidir cómo votar en las elecciones de julio del 2012.
Si la elección del 2000 fue un plebiscito entre el cambio (Fox) o la continuidad (Labastida), y la del 2006 un posicionamiento entre la “continuidad del cambio” (Calderón) o el “peligro para México” (López Obrador), la del 2012 se proyecta desde ahora como un referéndum entre dos polos opuestos: las reformas para el cambio (PAN) o la mediocridad y prolongación de la crisis (PRI, PRD y todos los demás).
¿Cambio o continuidad? Este es el quid de cualquier campaña y la del 2012 ya empezó con este decálogo de reformas de ensueño que lo menos que buscan es que realmente sean aprobadas por el Legislativo, buscando en realidad reposicionar al titular del Ejecutivo y a su partido en el ánimo de los ciudadanos.
No es la primera vez que Felipe Calderón lanza un programa de cambio. En la campaña presidencial del 2006 planteó 100 acciones para los primeros 100 días de su gobierno. En su discurso de toma de posesión también se refirió a ellas. Allí están desde entonces las reformas retomadas, recargadas y relanzadas el pasado 2 de septiembre, las cuales se irán desglosando en los próximos meses. Y al igual que Moisés en la campaña de liberación del pueblo de Israel, Calderón presenta su decálogo de las reformas necesarias para liberar a México de la crisis y encauzar, ahora sí, al país por el crecimiento y el progreso, justo cuando el pueblo se encuentra idolatrando a ese “becerro de oro” político que sería el PRI.
Más que reinventar su gobierno o reiniciar su mandato, Calderón ha lanzado con toda la fuerza mediática del Estado la precampaña presidencial del 2012, con un eje de definición, contraste y polarización: los que están a favor del decálogo del cambio y los que se oponen al mismo.
La estrategia suena audaz los primeros cinco minutos, pero al sexto empieza a desdibujarse. Es el reconocimiento implícito de que los primeros tres años de gobierno se perdieron y los próximos tres dependen de la concreción de “reformas imposibles” por definición. Es la confesión de parte de que las reformas fiscal, electoral, energética, de pensiones y de seguridad, presentadas como un avance democrático, resultaron fallidas e inútiles.
Es decir, es la validación de la imagen que muchos ciudadanos tienen actualmente del PAN: que le asienta mejor actuar como partido de oposición, con campañas recurrentes a favor del cambio eterno, que como partido en el gobierno capaz de diseñar y operar políticas públicas de cambio. Y si esta imagen se afianza y extiende, dentro de tres años el electorado podría estar regresando al PAN a su origen, a la oposición leal, y colocando en el gobierno no a quienes prometan la brega del cambio eterno, sino a quienes acrediten que lo pueden hacer realidad en el plazo inmediato.
ricardo_monreal_avila@yahoo.com.mx
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