agosto 10, 2009

La rebelión de los oprimidos

Honduras, en el corazón de los pueblos de América

Jesús Peraza Menéndez / Poresto.net

(I)
Honduras ocupa las notas periodísticas de este reciente capítulo de la historia, la que, una vez más, escribe el pueblo contra sus opresores. Los poderes fácticos son 10 familias que acaparan la riqueza, la tierra, los medios y los servicios de energía en este país centroamericano. Operaron un golpe de Estado, al que han querido “matizar” e incluso “conjurar” con diseños de la “realidad correcta”, en la explicación de las cadenas mediáticas que se adjudican la democracia y la representación de Dios tan absoluto, neoconservador-neoliberal como las élites del poder, claro siempre lejos de los que sufren.


Son “democracia” y “Dios” que se convierten en palabras vacías, confusas con las que ellos construyen artificialmente, subjetivamente, “su realidad”,
la que deben imponer con violencia a todos. Con perseguidos, presos políticos, torturados, asesinados; con decretos de contención a las movilizaciones de masas trabajadoras que han comprendido la indispensable necesidad de dar otro sentido a sus vidas más allá de la opresión, la explotación y la fe implacablemente cruel, que han heredado de generación en generación, de la que renuncian para romper con la continuidad de este monstruoso proceso del desprecio por la vida. Con conciencia, el pueblo se opone a esta realidad inhumana: de la concentración de la tierra, de monopolio absoluto de las ganancias obtenidas con la producción agropecuaria (plátano, café y madera), a la imposición de una visión esclavista-servil-moderna de fincas agromaquiladoras basadas en fuerza de trabajo no sólo barata sino desechable y sustituible. A la negación de los derechos humanos de género, a la desnutrición, la pobreza que reina para la mayoría de los hondureñas (os), siervos de trasnacionales y súbditos de la pequeña oligarquía religiosa-finquera-empresarial-militar.
El de Honduras, es un pueblo de más de siete millones de seres humanos, que conforman la otra dimensión de la construcción de la historia que tiende a permanecer oculta, igual en la producción intelectual, académica que mediática. Es la historia de la resistencia humana que debe ser develada y descifrada. Honduras no es, no ha sido y no podrá ser un paraíso de justicia y democracia con un Dios inhumano y una democracia con la dictadura de una élite asociada al imperio norteamericano. Si cada vez que los trabajadores, los productores, los maestros, las mujeres, los jóvenes, los estudiantes, los indios proponen reformas humanistas, la ultraderecha-pro norteamericana impone su fuerza militar. Los golpes de Estado se han repetido en la historia moderna de Honduras, desde la independencia política a finales del siglo XIX. Por eso, no sólo se trata de restituir al empresario liberal José Manuel Zelaya Rosales, sino de abrir los candados históricamente impuestos por la fuerza y la intervención norteamericana a las reformas sociales, las que ahora surcan y brotan en la vida de todos los pueblos de nuestra América, para sacudirse los criminales efectos del modelo imperial-neoliberal, que sólo produce miseria y muerte, que niegan toda esperanza de futuro a las nuevas generaciones; la única posibilidad es transformarse o morir, ante una nueva era que ya muestra la incapacidad del neoliberalismo para reproducirse por el convencimiento, con todo su poder mediático; ya no convence a nadie, no se necesita la fuerza cuando se ha logrado el control ideológico absoluto. Pero las élites están socialmente aisladas, por voluntad propia y sólo les queda la fuerza bruta de sus milicos para mantenerse; dicen los militares hondureños que esperan que este recurso de golpe de Estado de extienda por toda Latinoamérica (La Jornada 05/08/09).
Un pueblo ignorado, abandonado a la venia de su vieja oligarquía, amantada desde siempre por los gobiernos norteamericanos que conservaban el control sobre esa nación, sometiendo la energía humana al despilfarro y manteniendo el territorio tal como argumentan los militares golpistas, como punto geográfico de la operación contrarrevolucionario, contra los pueblos rebeldes de Nicaragua, El Salvador y Guatemala en los años setenta y ochenta.
Dicen los gorilas golpistas: “Hace tres años y medios acudimos al Centro de Estudios Hemisféricos, en Washington, donde hicimos ver el peligro que representaba el hecho de que Estados Unidos había casi olvidado a Latinoamérica… (Luego) nuestro país ya estaba formando parte de la Alternativa Bolivariana Latinoamericana (sic)…. Eso era inadmisible para un país que siempre ha sido el baluarte en Centroamérica de cómo se defiende la democracia, contrario a la situación crítica de subversión vivida en Guatemala, Nicaragua y El Salvador”. (La Jornada 05/08/09). Esto pasa por el tráfico de drogas y lavado de dinero, como en el caso Irán-Contras, del general Oliver North, teniente coronel al servicio del gobierno de Ronald Reagan, que se operó en su base militar hondureña; es una “carambola de seis bandas” contras-narcos-poder fáctico-imperio-monopolios-guerra.
Es una oligarquía sanguinaria que se ha impuesto con el acoso permanente, no sólo de la oposición política sino de toda forma de organización de los explotados y oprimidos que busquen elevar su condición y existencia humana; es una democracia con una peculiar divinidad que carga sobre las espaldas de los trabajadores el bienestar de los finqueros, la jerarquía católica y los altos mandos militares y de las clases medias urbana y rural, compuesta de burócratas de la “clase política” y burócratas de la administración de las empresas privadas. Adheridos a una ley estática inamovible que responde la maquinaria económica más que a la condición humana, que han decretado las dictaduras abiertas y encubiertas, con ese juego de la “legalidad” injusta para el pueblo y la impunidad absoluta para los criminales opresores.
Los militares están al servicio de la oligarquía, y sus mandos son parte de la misma. El general Romeo Vázquez, secretario de Defensa, un prominente finquero, considerado el héroe del golpe de Estado, fue entrenado en la Escuela de las Américas de los Estados Unidos, y obedece al mando norteamericano en el proyecto contarreformista neoliberal contra los pueblos de América. Los militares han masacrado en varios periodos históricos a los trabajadores del campo y la ciudad, a los intelectuales independientes, con el auspicio del gobierno y las empresas norteamericanas de producción de plátano que, desde finales del siglo XIX, operan en Honduras. Son compañías exportadoras, que definen los rasgos del modelo hondureño neocolonial y su modo de gobierno dictatorial que se inaugura luego de la guerra civil de 1925 entre facciones de militares sublevados, en pugna por el control político, para asegurar “estabilidad social” a las compañías norteamericanas bananeras, que abarcan la comercialización. Son norteamericanos los dueños del capital financiero con el control de la banca y las aseguradoras. Tenían y tienen sometida la economía hondureña y les faltaba el control político. Cuando dicen respetar la ley se refieren a las que protegen las ganancias extraordinarias y la impunidad de los dictadores y sus burocracias, y se aseguran de no permitir reformas sociales que mermen las ganancias extraordinarias e inhumanas.
A finales de los años treinta del siglo XX, las que eran acérrimas competidoras, Cuyamel Fruit Company y la United Fruit Company, se fusionaron creando un vasto imperio bananero, que heredan a la United Brans. Supremacía que se mantiene hasta la fecha con empresas como Inalma Corporación Brant y Alimentos Rico Sula, las que juntas acaparan la producción hondureña y el 80 �e la que importan de Nicaragua, Costa Rica y Panamá que se procesa en Honduras. Estados Unidos consume unos 1,000 millones de toneladas de plátano cada año. El 90 �el plátano que se consume en los Estados Unidos los produce Latinoamérica; el principal proveedor es Brasil, el sexto más importante es Honduras, que aporta unos 264 millones de toneladas anualmente, los otros son Costa Rica, Panamá, Colombia y Nicaragua. Esto, aún con los severos daños que causó el huracán Mitch en 1998, que le hicieron perder posición frente a Costa Rica, Colombia y Guatemala. Los dos principales productos de exportación de Honduras son el plátano y el café, siguen en importancia la madera, mariscos y algunos minerales. La de Honduras sigue siendo una economía agrominera exportadora basada en un orden de empresas monopólicas norteamericanas, socias de la oligarquía hondureña (son ciudadanos e interese norteamericanos), bajo esa concepción de mano de obra, sin derechos humanos y desechable. La fuerza está latente, es una potencial amenaza siempre contra todo movimiento social. (Continuará)

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