septiembre 23, 2009

LOS MÁRTIRES DE MADERA, REBELDIA EN EL ESTADO DE CHIHUAHUA. México (1965)

Por Alberto G. López Limón

Introducción
El pasado 23 de septiembre de 2004 se cumplieron 39 años de aquella mañana en que, al despuntar el alba, el núcleo militar del Grupo Popular Guerrillero intentó tomar por asalto el Cuartel de Ciudad Madera, Chihuahua. Ocho jóvenes rebeldes murieren en el intento, entre ellos, los principales dirigentes.
La decisión de tomar las armas fue la consecuencia del tremendo rezago agrario y el enorme latifundismo ganadero, principalmente en la zona serrana del estado más grande de México; de la explotación despiadada de mano de obra indígena por parte de la oligarquía terrateniente (entre la que sobresale el cacicazgo de la familia Ibarra); de un régimen político autoritario y represivo, profundamente antipopular y anticomunista; de la herencia agrarista proveniente de luchas y sacrificios del movimiento campesino (en particular del jaramillismo durante la década de los cincuenta), experiencia incorporada y simultánea de los combates producidos por la Unión General de Obreros y Campesinos de México; del largo trabajo organizativo desarrollado por el magisterio democrático y socialista, fundamentalmente en la región serrana dentro de las comunidades tarahumaras; la constante radicalización de la juventud socialista y comunista, y de cuadros naturales importantes del Partido Popular y de las normales rurales aglutinadas en torno a la Federación de Estudiantes y Campesinos Socialistas de México; el auge de las luchas agrarias en 1958 contenidas por una creciente represión gubernamental estatal junto con una dirección de izquierda cada vez más vacilante y oportunista conducida por Vicente Lombado Toledano; la revolución cubana y su impacto en América Latina. Detrás de las acciones rebeldes del Grupo Popular Guerrillero se encontraba una larga trayectoria de luchas en el campo y las ciudades, frenadas por la represión policial y militar.



El latifundismo en Chihuahua
Chihuahua es un estado, al igual que Morelos y Guerrero, con enorme tradición de luchas sociales, muchas de ellas de relevancia nacional. Después de ser derrotado el proyecto villista, hasta los años setenta todos los gobiernos de la entidad se distinguieron por la suspensión virtual del reparto agrario, la promoción del crecimiento del latifundismo y el fomento de la agricultura y ganadería en el sector privado a costa de la producción ejidal. Todos estos factores alimentaron el malestar social creciente.
Para mediados de los años cincuenta, en el estado se había consolidado una poderosa casta de caciques que mantenía asolada a la población campesina, indígena y obrera. Gracias a las fabulosas ganancias obtenidas de la exportación ganadera a los Estados Unidos, los grandes agricultores y ganaderos fortalecieron su economía, de tal manera que la ley y el poder, la política y hasta la religión estuvieron a su servicio. Los dólares obtenidos les sirvieron para convertiste en los amos, los dueños de Chihuahua (Santos, 1968:9-16).
La especulación, el sometimiento y una ambición sin freno de los ricos ganaderos, empresarios y terratenientes empobrecieron desmedidamente a los sectores más vulnerables y desprotegidos del campo y la ciudad. Entre 1960 y 1964, esa situación se agravó porque fue tanta la carne exportada a los Estados Unidos que se presentó un fenómeno de desabasto en el mercado interno, y esto a su vez agudizó el hambre, la miseria y el desamparo de una población que basaba su dieta precisamente en ese producto. La situación se tornó explosiva (Santos, 1968: 17).
El neolatifundismo se desarrolló de tal forma que para 1960 Chihuahua
[...] contaba con un total de 24.5 millones de hectáreas, de las cuales de seis a ocho millones corresponden a enormes latifundios que están en manos de 300 propietarios. Así, en promedio cada latifundista poseía una superficie de tierra igual a 20 mil hectáreas. Parte de esos enormes latifundios están amparados por más de 200 concesiones ganaderas que por 25 años convierten a esos latifundios en inafectables, con el riesgo de que al vencer la concesión sean prorrogables en beneficio de los latifundistas. Así, legalmente en manos de 300 latifundistas se encuentran el 30% del total de las tierras de riego, humedad y pastizales de primera mientras que no otro porcentaje igual lo controlan con fraccionamientos simulados, con presta nombres.” (Gámiz, en Santos, 1968: 58-59).
Tan sólo Luis Terrazas, por esas fechas, era propietario de un millón y medio de hectáreas, seguido de cerca por la Compañía Bosques de Chihuahua S. de R. L. y de la sociedad ganadera Cuatro Amigos (propiedad, entre otros, del banquero Carlos Trouyet y el Lic. Antonio Ortíz Mena, entonces Secretario de Hacienda y Crédito Público), mientras que otras 145 familias lo eran de casi 3,761,953 hectáreas (Méndez, 1968: 18).
Entre 1960 y 1966, 145 familias eran propietarias de 3,700,000 hectáreas; y llegaron a existir incluso propiedades de más de 100,000 hectáreas que pertenecían a un solo dueño, dedicadas fundamentalmente a la ganadería [...] gran parte de los campesinos chihuahuenses tenían para sembrar tan sólo cerca de 900,000 hectáreas, cuyos productos representaban la mitad total de la producción agrícola del estado […] (Reyes [s.f.]: 2-3).
Al mismo tiempo, cien mil ejidatarios estaban en posesión legal de 4.5 millones de hectáreas; un promedio de posesión por parcelero de 45 hectáreas, en contraste con el promedio de 20 mil para cada latifundista. Hasta 1963 había en Chihuahua 50,000 hombres del campo sin tierra, como consecuencia del acaparamiento de 300 latifundistas. En este último año existían 400 expedientes legalmente constituidos que solicitaban la formación de nuevos centros de población agraria, para lo cual se necesitaba forzosamente expropiar por causa de utilidad pública a los terratenientes. Por esa razón, las autoridades agrarias del estado obraron con demasiada lentitud; retrasaron, mediante miles de artimañas y argumentos superfluos, la ejecución de resoluciones presidenciales que beneficiaban a los campesinos. Algunos peticionarios tenían cerca de 20 años de haber iniciado sus gestiones para buscar una resolución favorable. Las autoridades agrarias al servicio de los latifundistas embrollaron los trámites, hicieron surgir dificultad tras dificultad, lo que propició pérdida de dinero y tiempo, así como constantes humillaciones para los campesinos. (Gámiz en Santos, 1968: 58-59).

El cacicazgo de la familia Ibarra en la Sierra de Madera
Desde 1943 -paralelamente al primer levantamiento armado dirigido por Rubén Jaramillo en el estado de Morelos- la sierra de Chihuahua se convirtió en una tierra sin ley. Desde entonces los cacicazgos implantados por Ibarra y Vega, entre otros personajes, sembraron el terror y la desolación entre una población que se fue hundiendo cada vez más en la miseria y el abandono. El cacicazgo de los Ibarra llegó a abarcar desde Temosáchic (Sonora) a Temosachi (Chihuahua); amplio territorio fundado y controlado mediante todos los recursos fraudulentos imaginables, desde el despojo violento hasta el asesinato (Gámiz en Santos, 1968: 54).
Tanto el origen como el centro de operaciones de la poderosa familia Ibarra se genera en el desarrollo capitalista del municipio de Ciudad Madera, convertido en el núcleo de las más grandes explotaciones forestales del estado de Chihuahua.
La Sierra de Chihuahua por aquella época se componía de altísimas montañas y profundas cañadas que se extendían hasta llegar a Sonora. Únicamente se podía penetrar en ella a lomo de mula o a pie; las vías de comunicación eran prácticamente inexistentes. En 1965, Madera era una joven ciudad de 12 mil habitantes, poblada de ricos bosques de pinos, a la entrada de la Sierra de Madera. Contaba con alcantarillado, red de agua potable, electricidad, una difusora (Radio Sierra de Chihuahua, XESW), bancos, escuelas primarias y secundarias. Su riqueza forestal se concentró exclusivamente en manos de la Compañía Bosques de Chihuahua, S. de R. L. Su patrimonio ganadero en ese año se valuó en 100 millones de pesos (150 mil cabezas de ganado), propiedad en su mayoría de la familia Ibarra.
José Ibarra, el fundador del clan, llegó procedente de Temosóchic a Ciudad Madera en 1935. No poseía ganado ni tierras…
Durante años se dedicaron a la fabricación clandestina de xotol. Explotaron a sus peones y les robaron el pago como en la época porfiriana [...] Con el respaldo de la empresa “Bosques de Chihuahua”, han quemado algunos ranchos como el de Timoteo Castellanos en el Salitre y el de los Olivas en Las Varas, dejando a las familias a la intemperie y sólo con las escasas pertenencias que lograron salvar de las llamas junto con su vida. Han matado gente en Agua Amarilla, Carrizito, Dolores, Temosáchic, en el camino real, etc., etc. Han fabricado delitos y calumnias para mandar a la cárcel a cuanto ciudadano honrado y pacífico les estorba. Han azotado a decenas, han robado mujeres. Todo impunemente. Son amigos de Borunda y de muchos influyentazos. Compran autoridades o las nombran ellos. En Dolores sostuvieron durante 18 años al mismo Presiente (Gámiz en Santos, 1968: 54).
Se puede resumir en tres los mecanismos empleados por la familia Ibarra para desarrollar y consolidar su poder económico y político. En primer lugar, créditos privados y gubernamentales obtenidos para fundar nuevos almacenes (de ese modo que instaló uno en la sierra); en segundo lugar, pagos en especie a los trabajadores (además de encarecer los productos a su gusto por el monopolio que ejerció en la venta de mercancías, al ser el único con permiso oficial para venderlas); y, en tercer lugar, por aliarse y estar en complicidad con las autoridades gubernamentales locales (las cuales persiguieron a todo ranchero opositor que intento hacerles competencia en el comercio) (De los Reyes, 1964: 61-64).
Instaló una vinatería en el pueblo. Más tarde, amplió su negocio a través de la venta de mercancías bajo la modalidad de uno de los mecanismos de capitalización más condenados durante la etapa porfirista en el país: la tienda de raya. La explotación de decenas de trabajadores en condiciones de esclavitud le permitió amasar una fabulosa riqueza usada para expandir su lucrativo negocio por toda la sierra.
Además, José Ibarra contó con una total impunidad para cometer sus crímenes gracias a sus amistades, entre las que destacó el apoyo de Tomás Vega, dueño de varias empresas, cercano de políticos locales y estatales, así como del gobernador en turno de Chihuahua (Reyes, 1964: 61-64).
El 11 de julio de 1959, José Ibarra asesinó a Anselmo Enríquez Quintana. A pesar de que se consignaron los hechos y se giró orden de aprehensión contra el cacique, éste continúo haciendo su vida personal sin ser nunca molestado por la policía. Casi dos meses después, el 4 de septiembre, Rubén Ibarra Amaya (hijo de Florentino Ibarra) asesinó al profesor Luis Mendoza. Ambos crímenes, como muchos otros perpetrados por miembros de esa familia, nunca fueron castigados. Antes de finalizar ese año, el 26 de noviembre Encarnación García Muñoz asesinó en Ciudad Madera, por consigna de los hermanos Ibarra, al profesor y defensor de los rancheros de la región, Francisco Luján Adame. Encarnación fue sentenciado a ocho años y seis meses de prisión (Melgar, en López, 1977: 18-19). En aquel momento, los Ibarra no imaginaron que una figura determinante en la vida política de Chihuahua se enfilaba a convertirse en el futuro comandante en jefe del Grupo Popular Guerrillero: Arturo Gámiz.


La trayectoria política de Arturo Gámiz García.
Arturo Gámiz García nació el 28 de febrero de 1940 en Súchil, un pueblo del estado de Durango. Sus padres eran hijos de campesinos. Elodia García de Gámiz, su madre, tenía como oficio las labores domésticas; su padre, Emilio Gámiz Fernández, trabajó siempre como obrero. En la fecha en que cayeron combatiendo sus hijos Emilio y Arturo, su progenitor se desempeñaba como “operario de primera” en la fábrica Celulosa de Chihuahua, S.A.
A los siete años de edad, Arturo inició sus estudios en la Escuela Primaria Federal de Súchil; se distinguió por su inteligencia y responsabilidad. Cursó allí hasta el cuarto año. Debido a que el padre tuvo que trasladarse temporalmente a trabajar al Distrito Federal, Arturo concluyó el ciclo en la Escuela Primaria Federal matutina “José Ma. Morelos y Pavón”, ubicada en la zona de La Villa, y obtuvo un Diploma de Honor por su aprovechamiento.
En 1955 se inscribió en la Secundaria Federal No. 4, de la Ciudad de México, y al año siguiente, a los 16 años, empezó a participar en la Juventud Popular, organización juvenil perteneciente al Partido Popular. En 1957 fue elegido Secretario General de la sociedad de alumnos por la base estudiantil de la secundaria. En el mismo año formó parte del Comité de Huelga en apoyo al movimiento realizado por los estudiantes del Instituto Politécnico Nacional. Desde entonces comenzó a ser vigilado por la Dirección Federal de Seguridad (Santos, 1968).
Se trasladó a la Ciudad de Chihuahua, donde radicaban sus padres, y empezó a organizar la Juventud Popular en esa ciudad. Gracias a su militancia dentro de las filas del Partido Popular conoció, entre otros, a Pablo Gómez Ramírez. Más tarde se fue a trabajar como maestro interno a La Junta, hoy Adolfo López Mateos. Entre febrero y marzo de 1958 se trasladó a Las Lajas donde laboró como oficinista en la construcción de un puente o túnel del ferrocarril Chihuahua-Pacífico. Regresó a La Junta y organizó una sección de la Juventud Popular. En septiembre de 1959, ya como alumno de la Escuela Normal del Estado, en la ciudad de Chihuahua, participó en la Federación de Estudiantes y Campesinos Socialistas de México y conoció a muchos de los futuros combatientes de fines de los años sesenta, como Lucio Cabañas Barrientos (Secretario General de la FCSM en 1960 y fundador, en 1967, del Partido de los Pobres), Guillermo Rodríguez Ford y a los hermanos Gaytán; gracias a la influencia de éstos últimos obtuvo trabajo en la sierra (Melgar en López, 1977: 161-163).

Buscando un nuevo camino dentro del marxismo revolucionario.
Arturo Gámiz y los principales dirigentes del núcleo guerrillero en Chihuahua se formaron en la tradición del marxismo revolucionario. Su concepción de la vida y del mundo los llevó a romper ideológica, política y teóricamente con las ideas del principal dirigente marxista de la época, Vicente Lombardo Toledano, fundador de la organización en que se encontraban militando. Los futuros combatientes, bajo el liderazgo de Arturo Gámiz, fueron fruto natural de quehacer político-ideológico de la izquierda comunista.
Desde 1958, Lombardo comenzó a propiciar públicamente una política de acercamiento del Partido Popular con el Partido Revolucionario Institucional, con el argumento de que con la llegada de López Mateos a la presidencia, el gobierno cumplía los propósitos de la revolución, por lo que, desde esos momentos y hasta su muerte, el legendario líder sumó sus fuerzas y las de su organización con las del partido oficial, y mantuvo su apoyo a los sucesivos candidatos presidenciales del PRI. Así, el Partido Popular abandonó su principal bandera de lucha (la cabal aplicación de la Reforma Agraria) al aceptar la tesis gubernamental que dio por terminado los repartos de tierras y pronto se convirtió en el mejor defensor de la “Reforma Integral” propuesta por López Mateos en el marco de la Alianza para el Progreso, impulsada por el entonces presidente de los Estados Unidos John F. Kenedy. En síntesis se planteaba el agotamiento del reparto de tierras y la necesidad de apoyar la producción campesina con crédito adecuado, tecnología y mejores canales de comercialización. Desde esta particular visión, las inconformidades agrarias que existían eran responsabilidad de los gobiernos de los estados que protegían a los latifundistas, y no del gobierno federal. Invariablemente, Lombardo avaló las decisiones presidenciales de López Mateos, aunque dichas medidas muchas de las veces fueron peligrosamente contrarias a los intereses de la Unión General de Obreros y Campesinos de México (UGOCM) y del propio Partido Popular Socialista (de Grammont, 1989: 231). Esta concepción, que ocultaba el carácter bárbaro del desarrollo capitalista en nuestro país, choca diametralmente con los puntos de vista de los futuros dirigentes armados, todavía para esas fechas líderes estatales del PPS.
El otro núcleo importante de la futura fuerza guerrillera en Chihuahua se conformó en torno a la UGOCM formada en junio de 1949. Esta Unión fue creada, dirigida, desarrollada y frenada por el Partido Popular. Jacinto López fue su primer secretario y manifestó numerosas divergencias precisamente con Lombardo Toledano. Sin embargo, la relación de ambos durante los primeros veinte años de la organización campesina fue cercana y fuerte. Ambas organizaciones compartieron la misma definición ideológica, y sostuvieron la tesis defendida por Lombardo: “el enemigo principal era el imperialismo, principalmente norteamericano, por lo que las clases populares, las clases medias y la burguesía nacional debían unirse en la lucha antiimperialista”. Esta tesis fue de gran importancia en las invasiones de tierra que llevó a cabo la UGOCM en 1958, puesto que la mayoría de ellas estaban en manos de extranjeros.
Las divergencias se hicieron presentes desde la campaña de Jacinto para gobernador del estado de Sonora en 1949, y estallaron con mayor fuerza tras las invasiones de 1958. En 1959 se tensó el ambiente con la formación del Movimiento de Liberación Nacional hasta producirse el rompimiento definitivo entre la UGOCM y el PPS en 1968, a consecuencia de las fuertes discrepancias en torno a la coyuntura de las elecciones para diputados federales.
Muy parecido al movimiento jaramillista, el combate dirigido por la UGOCM se manifestó en los tres principales tipos de lucha campesina característicos de esos años. Incursionó en la lucha electoral estatal y federal, exigió el respeto a los procesos electorales democráticos (en este tipo de lucha estrechó su relación con el Partido Popular). Defendió el colectivismo ejidal surgido del cardenismo en contra de los procesos de parcelación y privatización impuestos por el gobierno federal y luchó por el reparto de los latifundios. La UGOCM también fue una de las cunas de los futuros dirigentes populares que encabezarían modernos movimientos guerrilleros socialistas, en particular en el norte del país, como fue el caso de Pablo Gómez Ramírez.

La trayectoria política de Pablo Gómez Ramírez
Pablo Gómez Ramírez nació en 1925, en la ciudad de Saucillo, población situada al sur del estado de Chihuahua. Su infancia fue la de un niño campesino. Cursó la carrera de Maestro Normalista de Educación Primaria en su estado natal. Fue un estudiante inquieto, con la mente y voluntad abiertas a las corrientes modernas y progresistas del pensamiento. Por 1948 o 1949 interrumpió sus estudios de Medicina para desempeñarse como profesor en la Escuela Normal Rural de San Marcos, Zacatecas, donde consolidó su interés por el saber científico y asumió una apasionada defensa de las causas justas; se opuso a la explotación de unos pueblos por otros y a la que en nuestro país se hacía del trabajo humano; esa misma pasión guió sus actos durante el resto de su vida. Impartió algunas materias, como Trigonometría en tercero de Secundaria. De espíritu alegre y poseedor de un inalterable buen humor, era un hábil jugador de básquetbol y dominó. En poco tiempo se ganó la simpatía de los estudiantes normalistas y del personal docente, administrativo y manual de su centro de trabajo. Antes de llegar a San Marcos, ya era militante del Partido Popular que por esos años daba una fuerte sensación de que en breve tiempo se convertiría en un partido de masas alternativo. “Pablito”, como de cariño le decían, realizó trabajo político a favor de su partido entre los muchachos y campesinos con los que convivía.
Su dinamismo y entusiasmo, y el contagioso y siempre alegre humor con el que enfrentaba todas las situaciones de su vida determinaron que la dirigencia del Partido Popular lo considerara útil para el trabajo político en el Distrito Federal, donde vivió varios años. (Santos, 1968).
Aprovechó esta nueva circunstancia, pues decidió reiniciar sus interrumpidos estudios en Medicina. Participó activamente en la campaña electoral de 1952 y le dio su apoyo al Partido Popular. Concluido sus estudios profesionales, regresó a Chihuahua, donde impulsó la formación de la UGOCM estatal al lado de su hermano Raúl y de Álvaro Ríos, destacados por el Partido Popular para trabajar en la organización campesina. Gracias a esos esfuerzos nació en Chihuahua y Durango la primera sección de la UGOCM (Reyes y Moreno, 1993: 5).

Las luchas agrarias en Chihuahua
La lucha agraria más importante de Chihuahua fue protagonizada, durante casi veinte años, por campesinos de la zona nororiental que pugnaban por el fraccionamiento del latifundio La Babícora, propiedad de la familia Hearst, que en los años treinta del siglo XX llegó a cubrir casi la tercera parte del estado.
La lucha fue iniciada por el campesino comunista originario de San Luis Potosí, Socorro Rivera, quien mediante vías legales logró, pese a una respuesta de represión y asesinatos, la expropiación de algunas tierras del enorme latifundio; se crearon así los ejidos Gómez Farías, Peña Blanca y La Pinta, entre otros. Pero el precio fue muy alto: el 11 de abril de 1939, Socorro Rivera, Crecencio Macías y Manuel Jiménez fueron emboscados y asesinados por la “Acordada” (guardia blanca) en el paraje denominado Las Varitas (Rubio, 1995: 218-219).
La lucha continuó encabezada por Úrsulo Luján y Rafael García, representantes de más de ochocientas familias de solicitantes. La CNC intentó dividir el movimiento. Promovió invasiones y ocupó, dentro de la hacienda, un paraje conocido como El Terraceño, compuesto por las mejores tierras; sin embargo, en febrero de 1950 los colonos fueron desalojados por el ejército. La decisión de usar la violencia contra el asentamiento humano fue el resultado de la compra por noventa millones de pesos, de lo que quedó de La Babícora. La propiedad pasó así a manos del ex presidente Miguel Alemán Valdés. Finalmente, cuatro años después y bajo fuertes presiones populares, el 12 de agosto de 1954 el gobierno federal compró a Miguel Alemán las tierras disputadas por una suma de ciento ochenta millones de pesos (el doble del precio original), lo que benefició a cerca de dos mil quinientas personas aglutinadas en las colonias agrícolas Nicolás Bravo, La Libertad y San José (Rubio, 1995:219).
Nuevos ciclos de lucha continuaron sobre estas tierras. Los campesinos de la colonia Nicolás Bravo, en el norte del estado, en la región de Madera, solicitaron la afectación del latifundio de 17 845 hectáreas denominado “Lote No. 9”, propiedad del español Amador Cazarín Laredo (Rubio, 1995:220). En mayo de 1960 se publicó la solicitud en el Diario Oficial; sin embargo, nunca obtuvieron una respuesta de las autoridades responsables. Ante ello los campesinos decidieron afiliarse a la UGOCM (Rubio, 1995:220).
Esta organización continuó las luchas agrarias en el estado de Chihuahua a fines de la década de los cincuenta. La organización fue dirigida por líderes campesinos y magisteriales, entre los que sobresalieron Álvaro Ríos, Pablo y Raúl Gómez Ramírez, Salomón y Salvador Gaytán, Ramón Mendoza, Francisco Lujan Adame (asesinado el 26 de noviembre de 1959), los hermanos Rodríguez Ford, Francisco Márquez, Miguel Quiñónez y Arturo Gámiz García (Reyes [s.f.]: 3).
En un contexto de gobiernos locales caracterizados desde 1940 por un profundo conservadurismo político, la UGOCM en el estado de Chihuahua aglutinó a cinco mil solicitantes de tierra en 35 grupos, desde los municipios de Camargo (Chihuahua) hasta Cárdenas (Sonora) impulsando distintas formas de lucha para la consecución de sus demandas: marchas, invasiones simbólicas de tierra, mítines. Paralelamente, el doctor y profesor Pablo Gómez y el profesor Arturo Gámiz, cada uno desde su trinchera de lucha, sobresalieron como dirigentes estatales del Partido Popular. En estos años, los estudiantes, sobre todo de las normales rurales, tuvieron una participación importante, tanto por sus demandas como por el apoyo que dieron a las luchas campesinas (Expediente abierto [s.f.]: 3).
Los sectores revolucionarios de los cuadros estatales de la UGOCM en Chihuahua, Durango y Sonora “aprovecharon la fachada legal para desarrollar una labor de concientización entre la masa campesina”, y de ese modo crearon “una relación de contacto para posteriores trabajos entre el campesinado” (Lugo, 2003:16).
Ese núcleo se formó bajo la influencia de libros como Fidel Castro; Escucha Yanqui; La Joven Guardia; El Comité Regional Clandestino Actúa, así como de obras de Marx, de Engels y de Lenin, y con los mensajes de folletos y volantes de propaganda revolucionaria. Y por otro lado, fue determinante la labor de politización personal, muchas veces de “boca en boca”, desarrollada por los dirigentes de la UGOCM y la Juventud Popular. Los jóvenes fueron los más propensos a aprender y comprender los procesos sociales, asimilaron las experiencias históricas de la lucha de clases nacional e internacional, bajo la influencia de la doctrina marxista (Lugo, 2003:24-25).
La propuesta teórica elaborada y expresada en los escritos políticos de Arturo Gámiz –que se referían a temas como la sociedad capitalista y sus mecanismos de explotación; la relación entre el normalismo y el Estado; y que reflexionaban sobre la organización política partidaria de izquierda, su confianza en las masas trabajadoras del campo y la ciudad, la recuperación de la historia nacional, el peso que, como vanguardia política, le confirió a estudiantes y campesinos, entre otros temas importantes- tuvo una profunda influencia dentro del medio estudiantil socialista y comunista no sólo de Chihuahua, sino de todo el país, donde ejerció una poderosa influencia a pesar de las propias direcciones nacionales del Partido Popular y el Partido Comunista Mexicano.

El movimiento estudiantil chihuahuense
Hasta 1960 no existió un movimiento estudiantil como tal en Chihuahua. Ni siquiera como membrete se constituyó algún organismo estatal. Se hicieron intentos serios, pero todos fracasaron (como lo fue la creación de una Confederación de Normales Nocturnas, que nació muerta). Los estudiantes, además de ser solidarios con otras luchas populares desarrolladas en el estado y el país, reivindicaron intereses propios. Básicamente, la lucha se concentró en las Normales Rurales con sistema de internado (como la Flores Magón, la de Salaices, y los internados de las Escuela de Artes y Oficios, cuyo profesorado abrazó posiciones progresistas).
En todas esas escuelas existieron confrontaciones con las autoridades educativas. Los alumnos les exigían mayores prestaciones económicas que les permitiera culminar sus estudios en condiciones más decorosas. Para esas fechas ya existen fuertes cuestionamientos políticos y constantes enfrentamientos de los normalistas con el gobierno estatal , situación que se agravó por las invasiones campesinas organizadas conjuntamente por la UGOCM, el Partido Popular y las Normales Rurales. En este contexto, el magisterio jugó un importante papel organizador entre las masas campesinas e indígenas; de esas luchas salieron gran parte de los guerrilleros de la dirección político militar en 1964 (Moreno, 1994-1995: 29-30).
De esta forma, los futuros cuadros revolucionarios de la organización político-militar Grupo Popular Guerrillero formaron parte de diferentes experiencias organizativas. Arturo Gámiz, Pablo Gómez y Salomón Gaytán se destacaron como los dirigentes estatales del Partido Popular. Arturo Gámiz, además, destacó como dirigente de las normales rurales junto a Miguel Quiñónez, las que jugaron un papel importante de apoyo a las luchas campesinas. El grupo realiza peticiones, gestiones e instrumentan diversas formas de lucha: los plantones en la Plaza Hidalgo, paradas permanentes en las distintas oficinas de los gobiernos estatal y federal, la toma del DAAC y las invasiones de tierra [...] Estas invasiones las llevan a cabo por varias partes del estado de Chihuahua e incluso en algunas regiones de Sonora y Durango. La invasión la realizan grupos de campesinos a latifundios de propietarios [como] los de la Sra. Vda. De Muñíz, de Antonio Aún, la familia Chávez en Delicias; de los Shneider, los Pinocelly, de la familia Ibarra y a las tierras de la empresa Bosques de Chihuahua de los Vallina, entre otras muchas (Reyes [s..f.]:8).
De la participación solidaria de los estudiantes normalistas sobresalió, entre otros, Oscar Sandoval Salinas , quien nació el 15 de diciembre de 1945 en la colonia Esperanza, municipio de Praxedis G. Guerrero. Cayó en combate, a los 19 años de edad, el 23 de septiembre de 1965, al intentar tomar el cuartel de Madera. Hijo de Manuel Sandoval Ramos (campesino) y Consuelo Salinas de Sandoval (ama de casa).
A fines de los años cincuentas, el avance de la petroquímica y el desarrolló de los sintéticos, como el nylon, desplazó parcialmente al algodón como materia prima para confeccionar ropa, tela y otros productos; de esa forma zonas como el Valle de Juárez entraron en crisis, pues su principal cultivo era precisamente el algodón; muchas familias se vieron obligadas a emigrar a los Estados Unidos, y otras, como la de Oscar, a la ciudad de Chihuahua.
Los hermanos Sandoval crecieron en el Barrio del Santo Niño. Oscar estudió la primaria en la escuela estatal Centenario. Tras haber concluido sus estudios de secundaria ingresó en la escuela normal del estado, donde conoció y compartió su vida, entre otros, con Rafael Martínez Valdivia y Arturo Gámiz García.

Crece la represión en la Sierra de Madera
El 26 de noviembre de 1959 el profesor y dirigente de la UGOCM Francisco Luján Adame fue asesinado, en Madera, a manos de Encarnación García Muñoz -por orden de los hermanos Ibarra-. La sentencia dictada en su caso: ocho años seis meses de prisión (López, 1997:18), fue considerado por los campesinos de la localidad como una burla, y en respuesta realizaron, desde Madera, una marcha que concluyó en la capital del estado, mediante la cual exigían un castigo justo a los autores materiales e intelectuales del homicidio: Tomás Vega, latifundista del municipio de Temosachic; José Ibarra, de Madera; y Fernando y Alejandro Prieto. Se inició con cerca de doscientas personas, pero durante su recorrido se fue nutriendo con numerosos contingentes estudiantiles normalistas encabezados por el profesor Arturo Gámiz, hasta aglutinar casi cinco mil asistentes (Rubio, 1995: 221).
Ante el asesinato de Luján Adame y el inicio de la triple huelga en las fábricas de Celulosa, Viscosa y Ponderosa, los estudiantes de las escuelas Nacional del Estado, Normal de Chihuahua, de Artes y Oficios, La Industrial para señoritas y otras, encabezados o no por sus comités ejecutivos, empezaron a salir a la calle en actos de apoyo a los obreros en huelga y a los campesinos de la sierra. En los hechos se gestó la unidad de los estudiantes chihuahuenses. Fue una etapa fundamental en el despertar de la conciencia de clase en el movimiento estudiantil (Reyes y Moreno, 1993: 4).
En 1960, el profesor Pablo Gómez, residente de Buenaventura (un poco adelante de la ex hacienda de El Carmen, Chihuahua), se entregó, junto con el ejercicio de la medicina, a la organización política de los campesinos de la zona; intentó aglutinarlos para obtener créditos, agua y otras demandas urgentes, así como por la defensa de sus bienes y derechos para impedir atropellos y burlas. Simultáneamente, atendía su cátedra en la escuela normal rural de ese mismo municipio. Sus actividades sociales le quitaron mucho tiempo y su situación económica no fue del todo solvente; sin embargo, se mantuvo momentáneamente firme en su militancia dentro de las filas del Partido Popular Socialista y la UGOCM.
Fue un buen médico; su práctica popular lo llevó a cobrar barato (cuando lo hacía) por sus servicios; por ello, el sustento de su familia dependió de su cátedra de la escuela normal rural. Por comodidad y eficacia para cumplir los objetivos de su lucha, se mudó al pueblo de Flores Magón, y de ese modo consiguió perder menos tiempo en sus traslados, vivir constantemente en contacto con las alumnas de dicha escuela y ampliar su acción política entre los campesinos (Santos, 1968: 133-137 y 166-169).
[...] Catedrático con preparación científica muy amplia y amando como amó a la gente del campo y de manera especial a los jóvenes, pronto dejó de ser el simple amigo de las estudiantes para convertirse en su indisputado guía. Circunstancia que le permitió extender su influencia hasta con los normalistas rurales de Salaices (Santos, 1968: 165).
La Escuela Normal Rural Flores Magón, en contra de la opinión generalizada de la población, fue reubicada a Saucillo. Así, Pablo regresó circunstancialmente a su tierra natal, que para esas fechas se había convertido en el centro de los más candentes problemas campesinos de la región. Pronto se le unió su hermano Raúl, también normalista. Gracias a sus esfuerzos pronto la organización campesina agrupó en su seno a los núcleos agrarios más descontentos, despojados de sus derechos, atropellados moral y físicamente por los caciques. Pablo y Raúl Gómez organizaron campesinos sin tierra; discutieron y promovieron medidas para evitar que se privara de sus derechos a los ejidatarios y poner fin, en general, a las decisiones arbitrarias de las autoridades gubernamentales.

De la autodefensa a la lucha revolucionaria armada
Durante 1961, los caciques siguieron su política de terror. Espontáneamente, los campesinos y su vanguardia natural política comenzaron a desarrollar su legítima autodefensa. Formaron grupos defensivos armados, muchas de las veces con muy escasos o nulos recursos y armas rudimentarias que, como en el caso de Rubén Jaramillo y sus seguidores, buscaban defender su propia integridad física y la de sus dirigentes. Ante la violencia de pistoleros, las comunidades respondieron con la violencia popular. Sin un plan organizativo que los aglutinara a otras luchas, Mariano Rascón y Manuel Ríos (hermano del asesinado Carlos Ríos Torres) asaltaron a José Ibarra. Los crímenes y despojos continuaron pero, al mismo tiempo, la resistencia campesina fue consolidándose hasta tener la suficiente fuerza para combatir a los latifundistas y las fuerzas armadas que los protegían en su propio terreno (Gámiz, 1965: 54-60).
Las masas campesinas e indígenas -sectores más explotados y sometidos a la discriminación social y económica del estado- continuaron su ancestral resistencia y oposición a los herederos de aquellos que los habían despojado, en tiempos de la Colonia, de sus tierras y forma de vida; el proceso revolucionario y la larga trayectoria del villismo radical dejaron, junto con el cardenismo, una enorme huella. Las masas empobrecidas y hambrientas nuevamente se aprestaron a la lucha; eran fuertes en número, pero débiles por estar dispersas. Resistieron individualmente y fueron derrotados, pero a mediados de los cincuenta, en medio de la agitación imperante en el país, la larga lucha agraria, y la trayectoria democrática de la normales rurales aglutinadas en torno a la FECSM, muchos de los miembros de las corrientes marxistas más progresistas y radicales, formados en la lucha estudiantil y magisterial, confluyeron en sus esfuerzos. Los caciques recrudecieron la represión y prepararon, con el apoyo incondicional del aparato estatal y de sus fuerzas del orden público, el campo propicio para el desarrollo de la lucha político-militar en Chihuahua. Estudiantes, campesinos y maestros de Chihuahua iniciaron su ofensiva democrática de claro tinte socialista, mientras que el viejo dirigente zapatista Rubén Jaramillo y su familia morían asesinados en las ruinas prehispánicas de Xochicalco, Morelos, y se perseguía y eliminaba sistemáticamente a los integrantes del Estado Mayor jaramillista. Todo en un contexto de gobiernos locales caracterizados desde 1940 por un profundo conservadurismo político.
Arturo Gámiz García, por invitación de Salvador Gaytán, llegó como profesor particular al Mineral de Dolores, el 12 de noviembre de 1962. Salvador, por conducto de su hermano Salomón, había conocido a Gámiz. Éste, al llegada solicitó infructuosamente garantías al entonces presidente seccional Leonardo Olivas -esbirro de Ibarra-, quien se había reelecto en el cargo durante diecinueve años. De inmediato Gámiz comenzó a impartir clases gratuitas a ochenta y cinco niños, hasta que, por gestiones con la administración de Salvador Gaytán, logró que el gobierno estatal lo contratara y le pagara como maestro de primaria. De esta forma, después de veintiocho años, el pueblo volvió a contar con un mentor permanente.
Para entonces los caciques habían convertido el inmueble de la escuela en caballeriza, por lo que Arturo tuvo que iniciar su trabajo en la plaza pública. Comenzó a organizar a los pobladores. Transcurrido así apenas un mes de su llegada, el 25 de diciembre, logró impulsar las obras para la reconstrucción de la escuela. Y en poco tiempo también se inició la represión en su contra, y para el caso lo tildaron de comunista (Gaytán, en Santos, 1968: 81-83).
Si Salvador Gaytán se convirtió en el principal enemigo de la familia Ibarra, Arturo Gámiz pronto se transformó en el rival del gobernador Giner Duran. Después del asesinato de Francisco Luján, su hijo, el joven estudiante Leonel Luján, retomó la lucha de su padre con el apoyo del profesor Arturo Gámiz. Inicialmente culparon a la empresa forestal de ser la responsable del deterioro económico-social de las comunidades campesinas. Presionados, los dueños de la empresa cedieron parte de sus propiedades para que fueran repartidas, previa deforestación de los suelos.
Gámiz acusó a José Ibarra repetidas veces de ser el principal cacique de la región, culpándolo de asaltos y asesinatos sobre la indefensa población campesina e indígena. Gámiz habló muchas veces con el Gobernador del Estado, Gral. Práxedes Giner Duran. Las respuestas del ejecutivo nunca dejaron contentos a los líderes campesinos. A veces hubo ásperos cambios de palabras entre el Gobernador y Gámiz. Una de estas entrevistas se celebró en los mismos patios de la Casa de Gobierno. Luego vino a Chihuahua como Jefe de la Zona Militar el Gral. Antonio Gómez Velasco. Volvieron a hacer gestiones los jóvenes campesinos. Gómez Velasco tomó cartas en el asunto y obligó a Ibarra a dejar la región de Madera... Gámiz y quienes lo seguían no quedaron contentos. Querían que las tierras se repartieran y que se castigaran los asesinatos de que acusaban a Ibarra (Santos, 1968: 127-129).
Con el tiempo, al calor del combate cotidiano, Arturo Gámiz llegó a ser uno de los principales dirigentes de la oposición política del estado y el principal ideólogo de la resistencia contra el cacicazgo imperante en la zona serrana de Chihuahua.
Después de años de haber iniciado los trámites jurídicos necesarios para la adjudicación de tierras y no obtener respuesta alguna, en enero de 1963, grupos de campesinos decidieron seguir los consejos de Arturo Gámiz y realizaron entre diez y quince ocupaciones pacíficas de predios en Las Peñitas, Guadalupe Victoria, El Serrucho, Casa Colorada, Huizopa, Cebadilla, El Refugio, La Junta de los Ríos y Durazno, ubicados en los municipios de Madera y Gómez Farías, al noroeste del estado. El gobierno respondió con violencia, encarcelando y golpeando (Rubio, 1995: 221). En julio continuaron las invasiones y la respuesta represiva del gobierno estatal.
Durante mayo y junio de 1963 apareció en el periódico La Voz de Chihuahua el reportaje de Arturo Gámiz “Sobre la vida rural en la región de Temosáchic, Madera y del viejo mineral de Dolores”. En el artículo se plasmó el sentir y sufrimiento que en carne propia vivían los futuros guerrilleros dentro de una comunidad sometida a un régimen de injusticia, represión y atropello constante. El reportaje analizó la situación existente en el campo, la política violenta de los caciques de la zona, las formas de explotación forestal violatorias de los derechos humanos, y además propuso vías para remediar el secular atraso campesino e indígena en el estado (Gámiz en Santos, 1968:58). Propuso el impulso de lo que él llamó la Reforma Agraria Integral. En esencia concebía que el problema a resolver no era nada más la entrega de tierras; junto con ello se debían dejar establecidas las bases para su industrialización. Así, la tierra, con su productividad, debería dar satisfacción amplia a las necesidades domésticas. Esa reforma agraria tenía que liberar al país de la influencia de los extranjeros. Su objetivo era crear un plan racional para la agricultura, la ganadería y la selvicultura, que abarcara dotación de créditos favorables, aplicación de técnicas adecuadas, diversificación de los cultivos y establecimiento de una industria rural complementaria a la economía ejidal (Gámiz en Santos, 1968:62).
En septiembre de 1963, más de trescientos campesinos permanecieron en la capital del estado en protesta; denunciaron la terrible situación existente en el campo y las injusticias de las que eran víctimas. El apoyo fue amplio y masivo. El movimiento popular comenzó a rebasar a las organizaciones estudiantiles puesto que no tenían una política definida o acorde con el ascenso revolucionario como un todo. Comenzaron a surgir manifestaciones abiertas contra la unidad de las fuerzas democráticas y contra la acción de los estudiantes. Esta contracorriente postuló la pureza y virginidad del movimiento estudiantil, y trató de desligarlo de las luchas campesinas.
En octubre de 1963 se celebró el Primer Encuentro de la Sierra Heraclio Bernal, en Dolores de Cebadilla, Municipio de Madera. Participaron delegaciones de cinco entidades federativas; los trabajos fueron dirigidos por Arturo Gámiz y se realizan bajo la poderosa influencia de la revolución cubana, que en 1962 había declarado su carácter socialista; en el centro del intercambio de ideas se encontró la vía para la toma del poder. El evento constituyó un acercamiento organizativo entre diferentes grupos campesinos, estudiantiles, magisteriales y proletarios para intercambiar diferentes puntos de vista sobre la situación del país y para analizar la viabilidad de una salida al socialismo por medio de las armas. Era el justo momento en que los sectores radicalizados de la Juventud Popular, del Partido Popular Socialista y de la UGOCM del estado de Chihuahua comenzaron a romper ideológicamente con su dirección reformista. En la reunión, “.. Arturo Gámiz había planteado ya las perspectivas generales para la lucha armada y destacaba la importancia del núcleo guerrillero como elemento aglutinador de las luchas, así como su rompimiento con las posiciones de la UGOCM y de las [del] PPS a los que consideraba incapaces para llevar su lucha hasta el final.” (Reyes, [s.f.]; 10).
En el mismo mes de octubre, los dirigentes de la UGOCM, Álvaro Ríos, Jesús Orta, Dr. Pablo Gómez y Arturo Gámiz, aprovechando la visita del presidente Adolfo López Mateos a Chihuahua, lograron entrevistarse con él. Como representantes de los campesinos sin tierra, denunciaron la postura conservadora y represiva del gobernador Giner Durán, así como los múltiples problemas existentes en el campo chihuahuense; fue la única audiencia popular que concedió el representante del Ejecutivo (Reyes, [s.f.]; 10). A los pocos días de celebrada esa reunión, Arturo fue aprehendido y encarcelado (Lugo, 2003: 25).
En diciembre de 1963, fuerzas policiales y el Ejército detuvieron a dirigentes magisteriales, campesinos y estudiantiles de la UGOCM en la Ciudad de Chihuahua. El gobierno estatal empezó a reprimir abiertamente al movimiento popular. Con la intención de descabezar la organización y detener su creciente influencia social, se produjeron las detenciones de dirigentes de la UGOCM local y líderes estudiantiles que apoyan solidariamente la lucha. Los ocupantes de tierra fueron desalojados por la fuerza pública y el ejército, y al mismo tiempo se clausuraron cuatro escuelas rurales y dos internados.
Desde el 7 de diciembre de 1962, en Cebadilla de Dolores, Chihuahua, gracias a las fuerzas democráticas locales, asumió la presidencia municipal Salvador Gaytán Aguirre, dirigente democrático local y arrendatario. Cebadilla de Dolores, por esas fechas, era el centro de operaciones y bastión de la familia Ibarra. Durante su administración se realizaron obras benéficas para la población. Se combatió el enorme poder que tenía la familia Ibarra. Se abrieron nuevas fuentes de trabajo, educación, deporte y comunicaciones. El pueblo beneficiado se unificó y organizó, perdió el temor a los caciques y se dispuso a luchar por la creación de un ejido, demanda que desde hacía muchos años solicitaban. Su constitución significaba afectar las ilegales propiedades de los caciques
Mientras tanto, en la sierra tarahumara crecía la influencia magisterial dentro de las luchas indígenas. Destacó ahí la presencia del profesor Miguel Quiñones Pedroza, quien nació en San Bernardo, pueblo localizado al norte del estado de Durango, el 6 de octubre de 1943. Fue el quinto de nueve hermanos. Sus padres, Miguel Quiñones Juárez y María del Refugio Pedroza de Quiñones, eran campesinos. Vivió en el seno de su familia, de su escuela y fuera de ella con rectitud y limpieza ejemplares. Fue generoso, bueno, comprensivo, estudioso, puntual, obediente, de clara inteligencia. “Tomaba sus obligaciones y deberes con un muy elevado sentido de responsabilidad lo que le hacía ser cumplido y exigente pero, sobre todo, exigente consigo mismo. Era [...] un niño ejemplar [...] su conducta resultaba simplemente intachable.” (Santos, 1968: 170).
Estudió su primaria en San Bernardo bajo la dirección del profesor Alfredo N. Herrera. Gracias a su apoyo logró ingresar a la Escuela Normal Rural de Salaices (Chihuahua). Presentó la prueba de admisión el último día de agosto de 1957. Fue un estudiante distinguido. Su personal filosofía se formó en la autodisciplina, impuesta libre y deliberadamente. Le gustaba el cine, los deportes y los bailes. Miguel daba una sensación de fuerza, de limpieza, de vitalidad, que atraía a los demás hacia él. Eran [...] los elevados sentimientos morales que lo animaban y que se conjugaban con su generosidad y sus demás virtudes para expresarse en una conducta disciplinada siempre, lo que hacía que ganara la estimación y confianza de los demás [...] Irradiaba [...] una fuerza que atraía. Tal vez su tranquilidad, su limpieza, su decisión, su ánimo siempre dispuesto a la acción, a comprender y a servir, era como una afirmación tan rotunda de su humana bondad, que a pesar de su juventud era escuchado con respeto y, lo que es mejor, atendido (Santos, 1968: 171-172).
Tuvo altas calificaciones, mereció distinciones y premios. Pronto se convirtió en líder estudiantil natural y guía. Varias veces figuró como miembro de los diversos comités ejecutivos de la Sociedad de Alumnos. Durante los dos últimos años de su carrera como maestro normalista rural, Miguel figuró como dirigente del Consejo Nacional de Estudiantes Campesinos (CNEC), organización surgida de la escisión reciente de la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM). En esa lucha conoció, entre otros muchos compañeros dirigentes estudiantiles, a Lucio Cabañas Barrientos y a Arturo Gámiz García. Por esas fechas ya era radical en su pensamiento y acción. Aunque era alegre y cordial con sus compañeros, en los problemas ideológicos y de teoría política era terco, tesonero, pertinaz, a tal punto que lo que él consideraba justo como teoría política, merecía el sacrificio total.
Terminó su carrera en junio de 1963. Nunca pidió ni gozó privilegios como secretario general de la sociedad de alumnos o como miembro del Ejecutivo del CNEC, ni exigió una vez graduado preferencia sobre lugar determinado de adscripción. Su primer año de trabajo lo realizó en Heredia, municipio de San Jacinto, Chihuahua. Más tarde fue comisionado al pequeño poblado de Ariseáchic, en la Sierra Tarahumara. Aliado con sus hijos y los campesinos pobres de la comunidad y sus hijos trabajó en esta última población de septiembre de 1963 hasta su muerte, el 23 de septiembre de 1965.
Durante su permanencia, Quiñónez elaboró un estudio para dar a conocer las condiciones económicas de Ariseáchic -incluido en otro estudio más amplio sobre la zona tarahumara- publicado en el periódico de circulación nacional El Día. En sus líneas se denunciaron las condiciones de existencia deplorables de los indígenas.
Luchó tenazmente por cambiar la vida infrahumana de los indígenas de la zona; sin embargo no logró algo apreciable. Tampoco tuvo éxito su lucha contra una compañía maderera que explotaba impunemente los bosques del ejido. Lo mismo ocurrió con la lucha emprendida contra un general del Ejército Mexicano que había arrebatado sus tierras a varios ejidatarios.
Siempre padeció de su aparato digestivo. Constantemente, el inspector escolar le proponía cambiarlo de zona para mejorar sus condiciones materiales de trabajo y existencia, pero Quiñonez siempre se negó porque no estaba dispuesto a salirse de la sierra tarahumara y abandonar a los indígenas y mestizos pobres de la zona; quería seguir viviendo y trabajando entre los más pobres, aunque las exigencias fueran muchas.
Miguel dejó obras materiales en Heredia y Ariseáchic. Por su iniciativa quedaron finalizados en cada uno de esos lugares los edificios escolares correspondientes para ser impartidos cursos de educación primaria en el ámbito federal. En ambas construcciones participó durante muchas horas trabajando en su edificación, incluso cooperó con su propio dinero a pesar de ser un maestro pobre. Odiando el ocio, no podía estar sin hacer nada; cuando se le ocurría algo, siempre era en beneficio de los demás. “[...] Maestro rural como de los tiempos de oro de la Escuela Rural Mexicana, ejerció el magisterio con verdadera devoción apostólica. ‘Ellos me necesitan’ -se refería a los pobres y a los humildes- les confesó una vez a sus padres cuando se vio forzado a explicar su decisión de regresar a la Tarahumara.” (Santos, 1968: 174).
Sin que nadie se le pidiera, nunca dejó de mandar dinero a sus padres. Tuvo dos deseos que nunca pudo satisfacer. Por un lado, hacer una especialidad en la Escuela Normal Superior y, por el otro, ir a los Estados Unidos; quería conocer, tener experiencia sobre el modo de vivir en aquel país.
Para principios de 1964
[...] el grupo mantenía dos frentes de lucha que operaban de manera coordinada, un núcleo de la UGOCM trabaja en Madera y en la sierra. Este grupo lo dirigen Arturo Gámiz y los hermanos Salvador y Salomón Gaytán. El otro grupo trabaja en Ciudad Delicias, San Francisco de Conchos y Lázaro Cárdenas, además de Delicias, Saucillo y Camargo, en esa zona los dirigentes son el Dr. Pablo Gómez Ramírez y Prof. Raúl Gómez Ramírez, coordinados durante un tiempo con el dirigente de la UGOCM en Chihuahua Álvaro Ríos y el dirigente nacional de la misma el sonorense Jacinto López (Reyes [s.f.]:7).

Inicio de las operaciones revolucionarias armadas
El 29 de febrero de 1964 (Reyes [s.f.]:11) Antonio Scobell Gaytán, conocido como “Lupito” (sobrino de Salomón y Salvador Gaytán), deseoso de participar, atacó, por iniciativa propia, los intereses materiales de uno de los símbolos de opresión de la oligarquía dentro de la zona serrana de Madera: la empresa Bosques de Chihuahua (López, 1997: 21). Fue el inicio de la lucha armada revolucionaria socialista, apoyada en la doctrina marxista, en Chihuahua. El incendio y la destrucción de un puente propiedad de la familia Ibarra, fue reivindicado por el Grupo Popular Guerrillero (Lugo, 2003: 39)
Días después, como respuesta al asesinato impune del campesino Carlos Ríos Torres perpetrado por Florentino Ibarra con el objetivo de despojarlo de sus tierras, el 5 de marzo de 1964 Salomón Gaytán Aguirre, apoyado en un grupo de gente leal y en la legalidad proveniente del cargo municipal desempañado por su hermano Salvador, decidió expulsar de la zona a Florentino Ibarra, hermano del más poderoso cacique de la región . Acostumbrado a imponer su mandato, Florentino intentó, a la puerta de su casa, utilizar su pistola; sin embargo, Salomón fue más rápido y lo mató de dos balazos. Salomón nació en 1943. Para estudiar la primaria, en 1960 se trasladó a la ciudad de Chihuahua; al año siguiente obtuvo su certificado. Desde 1957, a los catorce años de edad, comenzó a luchar al lado de los campesinos, dirigido personalmente por su hermano Salvador. En sus actividades lo acompañó siempre su sobrino Antonio Scobell; juntos, se remontaron a la sierra y emprendieron la lucha armada. Inmediatamente, la policía inició su persecución. Ambos murieron en Ciudad Madera el 23 de septiembre de 1965 (Santos, 1968: 85-87).
Mientras tanto Arturo Gámiz recobró su libertad e inmediatamente se dirigió a la sierra; unos pocos días se unió a la incipiente guerrilla (Lugo, 2003: 29). Al poco tiempo se les incorporaron Miguel Quiñónez, Rafael Martínez Valdivia (hermano de Antonio), Guadalupe Scobell Gaytán y Francisco Ornelas (Rubio, 1995: 226-227). En total, el núcleo fundador de la lucha armada del Grupo Popular Guerrillero se formó con seis o siete jóvenes, en su mayoría campesinos, maestros y gente pobre de la ciudad, con diversos grados de experiencia en las luchas democráticas, invasiones de tierras y trámites en cuestiones legales ante las autoridades agrarias (Lugo, 2003: 38).
Grupos de la Policía Judicial del estado y destacamentos del Ejército buscaron a los guerrilleros en la sierra, para lo cual recorrieron parte de los estados de Sonora y Chihuahua (López, 1977: 21). La zona que escogieron los guerrilleros en esa época era una sierra muy quebrada y frondosa. Al haber pasado toda su vida en ese territorio, tuvieron la ventaja de conocer perfectamente la región y contar con total apoyo campesino.
[...] los campesinos los cuidaban. Los soldados [...] andaban como a ciegas, porque no sabían ni dónde encontrarlos. Y ninguno de los campesinos les daban información de nada a pesar de que los cintareaban, los colgaban para que les dieran informes. Los campesinos les pasaban informes [a los rebeldes], les llevaban comida a donde se encontraban, los ayudaban con alimentos, con información. Los guerrilleros sabían todo lo que pasaba allá; por dónde llegaban y regresaban (en Rubio, 1995: 286).
Ante la nueva situación, los dirigentes locales se reunieron en un hotel de la ciudad de Chihuahua y llegaron a la conclusión de que el Partido Popular Socialista era “un partido pequeño burgués” y su “actitud conciliadora con el enemigo de clase” hacía necesario “crear una organización revolucionaria que aglutinara a las masas oprimidas, desarrollando consecuentemente el proceso radical hasta conseguir sus intereses de clase”. En este sentido, tanto la UGOCM como el PPS fueron la “fachada legal” y el “punto táctico de apoyo” en los cuales se basaron Gámiz, Gómez y otros para su actividad revolucionaria, sustentada en el contacto cotidiano con las masas y con el trabajo político en las cuestiones campesinas (Lugo, 2003:28).
La lucha táctica de los dirigentes locales del PPS y la UGOCM, así como de la dirección combativa de sus bases sufrieron, al calor de una acentuada política represiva de caciques y autoridades gubernamentales, una profunda división. Pablo Gómez, Arturo Gámiz, Raúl Gómez y Álvaro Ríos eran partidarios de un combate más activo; querían movilizar a las masas campesinas y mantener a sus integrantes en una constante y activa lucha en contra de los latifundios; sin embargo, los hermanos Gómez no querían provocar conflictos internos en la UGOCM, solamente presionaban para que ésta actuara; creían que bajo la presión de los campesinos sin tierra conseguirían sus metas. Así, con esa táctica, los dirigentes estatales de la UGOCM, comprometidos en el proyecto de la organización político-militar, esperaron cristalizar sus anhelos libertarios a través de presiones legales. Respetaron, hasta cierto punto, las políticas nacionales de la central campesina durante un año y medio sin que cristalizaran sus esperanzas. Al final, concluyeron que la dirección política nada práctico hacía (tanto la de la UGOCM como la del PPS, y en particular de Vicente Lombardo Toledano); y en consecuencia se decidieron a actuar.
En marzo de 1964 Pablo Gómez Ramírez inicia su candidatura a diputado suplente por el Partido Popular Socialista (distrito electoral de Delicias), y con ello los revolucionarios tratan de mantener algún vínculo con las actividades abiertas mientras consolidan su organización interna clandestina. Desde la sierra, Arturo llama a votar por el PPS en el distrito de Guerrero, donde era postulado como candidato a diputado federal Raúl Gómez Ramírez. La dirigencia nacional del PPS se alió con el PRI y promovió la candidatura de Díaz Ordaz a la Presidencia. Los líderes nacionales de la UGOCM fueron presionados para poner fin a las movilizaciones campesinas y estudiantiles, o cuando menos para que no las radicalizaran.
De marzo de 1964 a principios de 1965, el núcleo armado de la Sierra de Dolores desarrolla algunas acciones de represalia enfocadas principalmente a aumentar su potencial de fuego y consolidar su apoyo logístico. También concretaron una red de apoyo entre los campesinos de la región. Se debe de tener perfectamente claro que la pequeña vanguardia no rompió con el orden legal, pues éste era inexistente en la zona. En términos político-ideológicos se trató de una lucha que aprovechó el creciente potencial revolucionario de estudiantes y campesinos, una pugna de unificación que combatió el creciente divisionismo, el sectarismo y el reformismo existente en el círculo de los dirigentes de izquierda regional en la zona norte del país. El núcleo armado comenzó por la acción cotidiana, por establecer, aunque fuera, limitadas bases locales y con un puñado de guerrilleros. Mientras éstos consolidaban sus núcleos de abastecimiento y comunicaciones en la Sierra y las principales ciudades del estado, así como su adiestramiento militar, políticamente mantenían contacto y coordinación con diversas organizaciones públicas y sociales, así como con el vigoroso movimiento normalista, encabezado por las normales de Salaices y Saucillo, a través de comunicados dirigidos al movimiento estudiantil de Chihuahua y del país, buscando la incorporación de nuevos elementos deseosos de participar en la revolución socialista. Esos nuevos componentes, incorporados a la organización clandestina comenzaron a formar las Células Revolucionarias de Apoyo Urbano.
Al poco tiempo de unirse al núcleo armado en la sierra, Arturo Gámiz solicitó a dichas células el envío de gente para incorporarla en el grupo armado. En las ciudades, dichos contingentes estuvieron formados por cuadros estudiantiles y magisteriales, y tuvieron las tareas de aprovisionamiento, propaganda y reclutamiento para la lucha guerrillera. Los datos disponibles indican que tan sólo de Nuevo Casas Grandes se reclutaron siete personas, entre las que figuró Florencio Lugo Hernández. Se fijaron fecha, lugar y hora para el traslado a la sierra de los futuros combatientes; se transportaron por ferrocarril a Ciudad Madera (Lugo, 2003: 29-30). En esa población, Guadalupe Scobell los condujo a la casa de seguridad que era la base de apoyo de la guerrilla, y por la noche los internó por la sierra hasta llevarlos a un lugar previamente convenido con Salomón y Antonio Gaytán. Guadalupe regresó para seguir con el cumplimiento de las tareas suburbanas que le fueron encomendadas. El resto del grupo se adentró a lo más abrupto de la sierra.
Después de varios días, y de detenerse para visitar diferentes ranchitos, llegaron al de la familia Gaytán, en Zaragoza. Por la noche se trasladaron a un lugar previamente establecido donde encontraron el campamento de Arturo Gámiz y “Arnulfo”. Al comandante se le dio un informe de los acontecimientos producidos durante el traslado de la ciudad a la montaña (Lugo, 2003: 32-33).
Los campamentos montados por los guerrilleros se establecieron en lugares de difícil acceso, rodeado por puestos de vigilancia. Las rondas de postas, en las que participaron todos por igual sin importar el cargo que ocupaban, fueron de cuatro horas por persona. Vigilaron desde los puntos más altos y estratégicos del lugar, lo que les permitió dominar en forma amplia el terreno y evitar cualquier sorpresa de las fuerzas militares y policiales. La educación fue integral. Cada actividad, sin importar lo valiosa que fuere, sirvió como factor de educación de los militantes (Lugo, 2003: 32-33).
El núcleo de Gámiz nunca se desligó de la población en las zonas en que se movía. En cada uno de sus descansos siempre se envío a un guerrillero de enlace a bajar a las poblaciones más grandes y pobladas, o incluso a las ciudades importantes, a tratar asuntos especiales o para obtener información del acontecer cotidiano de las comunidades. “Eso permitía políticamente hacer de la lucha una cuestión de todo el pueblo y permitía, de hecho, ir creando la base política en el lugar” (Lugo, 2003: 35).
Los actos para recuperar fondos económicos por métodos violentos no fueron vistos como pillaje sino como actos de expropiación, de abastecimiento; le quitaban recursos al enemigo, recursos que habían sido robados a su vez a los trabajadores por la clase burguesa (Lugo, 2003: 36).
Ante los escasos elementos técnicos con que contó el núcleo armado para difundir sus ideas, se utilizó la propaganda oral, método que además les permitió mantener un contacto personal con los pobladores. Por ello, la influencia se circunscribió a determinadas zonas de desarrollo. Eso limitó mucho las posibilidades de un crecimiento acelerado disciplinado, tanto por las deficiencias existentes en la estructura organizativa (redes de abasto, información, etcétera) como por las dificultades obtener armas y lograr formar militarmente a los futuros combatientes. Para luchar contra estas carencias, la dirección del núcleo armado decidió construir talleres clandestinos en áreas suburbanas para atender, prioritariamente, las tareas de elaboración, edición y distribución de propaganda (Lugo, 2003: 37).
La idea de desarrollar el trabajo entre la masa campesina se estableció bajo la perspectiva “de agarrar y consolidar una base política de apoyo a la guerrilla” (Lugo, 2003: 37). Es muy importante comprender que el reclutamiento de cuadros militares entre los campesinos no fue un objetivo inmediato buscado por los guerrilleros. La estrategia empleada se determinó en función de ganarse a la población para crear una base política de apoyo que en un futuro, a mediano plazo, los dotara de cuadros político-militares capaces, con su actividad, de generalizar la lucha armada en un área mucho más amplia; por ello, esos meses de 1964 y 1965 se utilizaron para fortalecer la formación política y para la preparación militar profesional de los combatientes, unos en el medio urbano y otros en el rural, dedicados de tiempo completo a realizar la revolución socialista. Lo prioritario no era impulsar acciones espectaculares, sino construir y consolidar las estructuras organizativas y políticas-ideológicas del núcleo revolucionario cuya dirección se encontró, como en el caso de la ACNR, en la montaña.
Las tareas de reclutamiento para subir gente a la sierra y formar nuevos combatientes en la táctica de lucha guerrillera fueron encomendadas al área urbana, pues los militantes campesinos comprometidos con la actividad revolucionaria disponibles, en esos momentos iniciales de la lucha, no tenían compañeros con su experiencia y reconocimiento que los sustituyeran para dar continuidad al trabajo político realizado en sus comunidades, además de que la red urbana carecía también de los cuadros adecuados para cubrir esa tarea. Sin embargo, la naciente red urbana fue insuficiente, sobre todo cualitativamente, para abastecer a la guerrilla de militantes de la ciudad. Los líderes estudiantiles que se vieron forzados por la represión policial a pasar a la clandestinidad y replegarse a la sierra, pronto tuvieron que regresar a las ciudades por su carencia de conocimientos militares y de una preparación física adecuada. La dirección del Grupo Popular Guerrillero extrae una valiosa experiencia: para incorporar a la guerrilla rural a elementos que sólo venían desarrollando su trabajo político en el medio urbano era necesario, previo a su traslado a la sierra, que tuvieran un proceso de preparación ideológica y entrenamiento militar lo más completo posible en el mismo medio urbano o suburbano. Esa política los lleva a establecer contactos con otros grupos político-militares, algunos de los cuales, a su vez, contaban con elementos que estaban o que habían estado en las fuerzas armadas en forma profesional
El núcleo guerrillero se movió en el Mineral de Dolores, zona territorial con muchos ranchitos, en plena sierra, con una distancia entre sí de tres a cuatro kilómetros (Rubio, 1995: 286-287). La zona colinda con la población de Zaragoza, de donde fue originaria la familia Gaytán. Su campamento lo establecieron a unos siete kilómetros del Mineral de Dolores, rumbo a Sonora. Era una zona de pura montaña tupida que llegaba a la Sierra de Cebadillas (En Rubio, 1995: 293). En esa área se produjeron los primeros enfrentamientos con las fuerzas policiales y militares. Un grupo de agentes judiciales rurales (conocidos como “acordada”) y un pelotón de soldados se trasladaron a Dolores. Comenzaron a presionar al pueblo para que denunciaran el lugar donde se encontraba el campamento guerrillero. Ningún campesino denunció. Frustrados, se dirigieron al rancho de la familia Gaytán, donde detuvieron a Juan Antonio y a otro campesino que vivía cerca. Ambos fueron brutalmente golpeados, pero tampoco lograron obtener alguna información, a pesar de que ellos conocían que el campamento guerrillero por esas fechas se encontraba en un lugar denominado Arroyo Amplio, cerca de Dolores. Enterados de la forma en que atacaban a la población indefensa, y a pesar de que les convenía no mostrarse ante las fuerzas de seguridad del Estado porque corrían el riesgo de ser detectados y cercados, los rebeldes decidieron realizar alguna operación militar para proteger a su base campesina:
[…] demostrarle al pueblo que nuestras ideas y nuestra práctica revolucionaria estaban comprometidas hasta las últimas consecuencias; que no rehuíamos el combate; que éramos una fuerza revolucionaria; que hacíamos de los problemas y sufrimientos del pueblo una cosa nuestra y que estábamos dando el ejemplo de batalla contra el enemigo de clase, demostrarle al enemigo que la guerra estaba declarada y que sería una guerra a muerte (Lugo, 2003: 41-43).
Por ello, el núcleo guerrillero decidió, el 12 de abril de 1964, incendiar una casa de la familia Ibarra. Al día siguiente asaltaron y destruyeron una estación de radio de los caciques (Santos, 1968: 85-87). En el mismo mes, en el Rancho de El Durazno, jurisdicción de Cebadilla, el pistolero Ramón Molina asesinó de la manera más cobarde al campesino convaleciente Leonardo Rivera, para no pagarle la renta de un terreno que éste le había alquilado, además de violar, en compañía de sus cómplices, a dos de sus nietas, de 15 y 17 años de edad, a quienes dejaron tiradas en el campo (Santos, 1968: 85-87).
El 18 de mayo de 1964, el núcleo militar del Grupo Popular Guerrillero, formado por campesinos y estudiantes, fue emboscado cerca del pueblo de Dolores por caciques y pistoleros. Los guerrilleros cometieron el enorme error de marchar sin cuidado y hablando en voz alta, por lo que fueron fácilmente detectados. Si no hubiera sido por la valiente intervención de “Arnulfo”, que se había quedado en las alturas del cerro para cuidar el ascenso de sus compañeros, todos hubieran sido aniquilados. El repliegue se realizó desorganizadamente. Días después, se reunificó el núcleo. La Secretaría de la Defensa Nacional decidió aumentar el número de su tropa para combatir a los guerrilleros. Una compañía fue destacada para su persecución (una compañía está compuesta por tres secciones, cada una de treinta y tres hombres, comandados por un capitán, es decir, los rebeldes fueron perseguidos por cerca de cien soldados).
Los guerrilleros hicieron un balance de sus errores y de la situación imperante en la región; decidieron realizar una operación ofensiva. Por ese motivo se autorizó, con total protección, bajar de la sierra al área suburbana al dirigente estudiantil –que era perseguido por la policía, y que se había incorporado al núcleo armado tan sólo dos días antes-, en vista de su nula preparación física (Lugo, 2003: 47-49). Salomón y Antonio trasladaron a dicho dirigente, junto con dos de los siete recién reclutados de Nuevo Casas Grandes -que tampoco resultaron aptos para la guerrilla rural- a un lugar seguro en el área suburbana, mientras lograban regresarlos a la ciudad. Al volver, consiguieron un M-1 y parque. A su llegada se empezó a planear militarmente el ataque y su traslado al pueblo de Dolores (Lugo, 2003: 50-51).
El bautizo de fuego del núcleo guerrillero se produjo el 15 de julio de 1964 al atacar la casa de la familia Ibarra que servía por esas fechas de cuartel a la policía judicial del estado. El objetivo de la operación fue desarmar a los judiciales comandados por el ex pistolero de los Ibarra, Rito Caldera, entonces comandante local de la policía judicial, y eliminar su cuartel para evitar que siguieran reprimiendo a los pobladores de la zona; entre ellos, niños y mujeres indefensos. Fue la respuesta popular a la forma en que los judiciales se habían ensañado con la población civil, al no poder combatir y aniquilar al núcleo guerrillero. Para esas fechas ya se había unido a los guerrilleros Juan Antonio, el mayor de los hermanos Gaytán. Desde el ajusticiamiento de Florentino Ibarra la familia Gaytán había comenzado a ser hostigada y torturada para obtener información que permitiera ubicar el paradero de Salomón y Arturo. Los soldados detuvieron ilegalmente a toda la familia Gaytán. A José de la Luz Gaytán, de ocho años de edad, lo colgaron y azotaron en la espalda durante horas para que delatara el lugar donde llevaba el “lonch” a sus tíos guerrilleros; la misma suerte corrió su anciano abuelo. Pero ni así lograron que éstos revelaran la ubicación del campamento guerrillero. Antonio ya había soportado dos detenciones, en las que fue torturado, colgado y golpeado de manera brutal. Cuando la tropa intentó detenerlo por tercera ocasión, éste decidió escapar y unirse a los rebeldes. Experto conocedor de la región, a pesar de los grandes esfuerzos de los militares por alcanzarlo y detenerlo, evadió a sus perseguidores (en Rubio, 1995: 291-193).
La casa-cuartel de los Ibarra fue atacada antes de aclarar el día, desde tres flancos, por un comando de seis personas que llevaban una metralleta, tres rifles y dos pistolas de gran calibre. Salomón Gaytán y un campesino apodado “El güero” atacaron por el frente de la casa; Antonio Gaytán y Florencio Lugo protegieron la parte trasera; Arturo Gámiz y Juan Antonio Gaytán desde un costado (Lugo, 2003: 50-51).
Los ocho judiciales que se encontraban en la casa fueron sorprendidos. Gracias a su favorable ubicación, Salomón evitó que los agentes se acercaran y usaran el radio transmisor (en Rubio, 1995: 286-290). Después de un intenso tiroteo que se prolongó por cerca de media hora y de explotar varios “cócteles molotov” sobre el techo, los agentes se rindieron. Caldera intento herir a Gámiz, pero un certero disparo de Salomón Gaytán le salvó la vida. Salomón, el más impulsivo, trató de fusilar a Rito, pero el comandante guerrillero se opuso; decidieron ser implacables en el combate y generosos en la victoria.
La acción fue un éxito gracias a la información oportuna proporcionada por los habitantes de la localidad y lo sorpresivo de la acción. La casa-cuartel fue incendiada y la radio de la policía destruida. La localidad quedó así bajo el control del pequeño grupo guerrillero (Rubio, 1995: 228-229). Entre los derrotados hubo dos heridos: Rito Caldera y Manuel Gómez (Reyes [s.f.]: 11).
Los rebeldes emprendieron la retirada hacia lo alto de la sierra. Inmediatamente cambiaron de zona, pues previeron la movilización de soldados como respuesta a la operación militar. Después de días de exploración del nuevo terreno, decidieron que Florencio Lugo bajara de la sierra y se trasladara a la ciudad de Chihuahua para ponerse en contacto con los militantes de la red urbana y conocer así lo que sucedía en la ciudad, además de conseguir y trasladar parque, ropa, calzado y otros objetos necesarios para la guerrilla. Emprendió el viaje a Ciudad Madera y desde ahí a la capital del estado, donde estableció contacto con la red urbana. Sin embargo, antes de que completara su tarea, Gámiz valoró la situación existente y decidió la retirada táctica del grupo armado rural y su traslado a la ciudad, con el fin de reclutar más gente y fortalecerla por medio de un entrenamiento político-militar que permitiera la selección de los cuadros y el regreso a la sierra a la brevedad posible (Lugo, 2003: 58-59).
Durante los meses finales del año de 1964, la dirección de la organización revolucionaria luchó por corregir las deficiencias existentes en la red urbana, cuyas tareas de apoyo logístico y preparación de cuadros político-militares para la guerrilla rural no eran cumplidas por los militantes comisionados de la estructura. Se intentó lograr un todo coherente entre la red urbana y la guerrilla rural, con un mando, centralizado en el núcleo armado, que generalizara la lucha en ambos frentes. Por ello, los problemas y las limitaciones de una estructura repercutieron inevitablemente en la otra. Sin embargo, a pesar de las buenas intenciones, la red urbana continuó mostrando sus carencias provocadas por las apreciaciones “subjetivas, románticas y no pocas veces carentes de experiencia política” de sus componentes, aun cuando se contaba, en los cargos de responsabilidad, con militantes honestos y muy comprometidos con la causa, como Pablo Gómez Ramírez y Oscar Gonzáles Eguiarte.
A finales de 1964 y principios de 1965, tanto Arturo como Pablo intensificaron sus viajes a la capital del país (Rubio, 1995: 295) para montar una casa de seguridad que permitiera tanto conseguir recursos económicos, como contactos con otros grupos armados más desarrollados a fin de obtener para los futuros cuadros político-militares la formación necesaria y, al mismo tiempo, depurar los elementos no aptos para la guerrilla rural. Fue un repliegue necesario para formar un grupo en la Ciudad de México que organizara y planificara mejor las cosas a realizar en Chihuahua.
En enero de 1965 se reunieron clandestinamente en la Ciudad de Chihuahua dirigentes y militantes de la UGOCM, estudiantiles y magisteriales. Sin la presencia de Arturo, se realizó una reunión secreta entre los principales exponentes de las diferentes tendencias y sectores populares en el estado. Se deslindaron las diferentes posiciones existentes al interior del movimiento. Los lombardistas se manifestaron por detener las movilizaciones y tomas de tierras; dieron, además, prioridad a lucha electoral con el objetivo de abrir espacios para denunciar la situación campesina y estudiantil existente. El grupo de Gámiz defendió la táctica de continuar con las tomas de tierras y las movilizaciones para presionar al gobierno a satisfacer sus demandas; además se manifiestó, sin descartar la lucha electoral, por la necesidad de construir una organización, paralela a la existente, de grupos de autodefensa campesinos, bajo el objetivo inmediato de proteger a los dirigentes populares contra la represión desatada por los caciques locales y, con el paso del tiempo, de los diversos cuerpos represivos oficiales. Por ello, propusieron que los líderes surgidos en la lucha de masas en sus diferentes frentes se convirtieran en la nueva dirigencia político-militar ubicada en la sierra, para que influyeran en otras regiones del país hasta que, con el tiempo, tuviera una extensión nacional.
En febrero de 1965 se llevó a cabo en el municipio de Las Nieves, Torreón de Cañas, Durango, el Segundo Encuentro de la Sierra Heraclio Bernal. Asistieron, entre otros, el Grupo Popular Guerrillero, su sector armado y varios centenares de estudiantes de Chihuahua y diversas regiones del país. Los cinco resolutivos, aprobados por la asamblea popular, fueron elaborados por Arturo Gámiz García. La reunión se realizó para unificar teóricamente el grupo y que a partir de sus resolutivos se establecieran y acrecentaran las relaciones con otras fuerzas y otros núcleos revolucionarios armados o que tendían en ese momento a ese tipo de lucha, como para avivar su influencia política entre las masas trabajadoras y estudiantiles de Chihuahua. Las determinaciones fueron fruto del conocimiento que el núcleo de dirección, y en particular Arturo, tenía en aquella época de la realidad nacional e internacional. En los resolutivos se establecía públicamente una visión política completa y la justificación sobre el método de lucha elegido para conquistar el cambio revolucionario. Se publicaron, y junto con el folleto “La participación de los estudiantes en el Movimiento Revolucionario” fueron repartidos abundantemente durante las semanas siguientes, dentro de las normales rurales de Chihuahua.
A partir del Segundo Encuentro, y hasta su muerte, el 23 de septiembre, se incorporó al movimiento otro de los hermanos de Arturo: Emilio Gámiz García. Éste nació en la ciudad de Puebla el 19 de mayo de 1945. Cursó el primero y segundo años de educación primaria en la misma escuela que Arturo, la José María Morelos y Pavón, en el Distrito Federal. El resto de la primaria y la secundaria la realizó en Chihuahua. Se recibió en el Tecnológico del estado como mecánico en máquinas de Combustión Interna. Además de poeta fue un ciclista destacado, incluso organizó un club de ciclismo al que le puso el nombre de Novel (Santos, 1968: 163).
Semanas después, Salvador Gaytán Aguirre, presidente seccional en Dolores, buscó refugio en la sierra de Madera, forzado por el hostigamiento de las guardias blancas de los caciques y por el descarado apoyo de las autoridades estatales en favor de los latifundistas.
Salvador Gaytán Aguirre se levantó en armas el 5 de Mayo de 1965. Su primera acción militar fue detener y desarmar ese mismo día a Emilio Rascón, principal cacique de Cebadilla de Dolores. La acción, apoyada activamente por el campesino Ramón Mendoza Torres, se llevó a cabo por la madrugada en el Río Tutuaca. Aunque Emilio debía muchas, el naciente comando guerrillero no lo ajustició. Lo desarmaron sin necesidad de utilizar sus armas. Le decomisaron una ametralladora M1 y una pistola 38 especial. Lo llevaron a la Presidencia del pueblo de Dolores y a media plaza se le exhortó a dejar de explotar y reprimir a la población cansada de soportar sus crímenes. Se le obligó además a entregar un cheque por seiscientos pesos como donativo para la escuela de del lugar. Los rebeldes se retiraron a la Sierra de Madera en búsqueda de los hermanos de Salvador, Salomón y Juan Antonio (Santos, 1968: 86 y Reyes, [s.f.]: 13).
El 17 de mayo, un núcleo armado compuesto por siete miembros, comandados por Salvador Gaytán, decidió defender a unos campesinos ante los intentos del cacique criminal Roberto Jiménez de despojarlos de sus tierras (días antes había degollado a una joven sin recibir castigo por ello). Esos indígenas, además obligados a trabajar por el sistema de tienda de raya en la fábrica de licor del latifundista, sufrían una brutal explotación. Los guerrilleros aprehendieron a Roberto y a sus pistoleros, en el rancho El Durazno; destrozaron la fábrica, repartieron las provisiones entre los trabajadores y quemaron los libros de raya donde tenían sumidos en deudas a los empleados (las cuales llegaron a sumar más de dieciocho mil pesos).
Enterados de los sucesos, el Ejército hizo acto de presencia para proteger los intereses y la vida de la familia Molina. Tomaron preso a un indígena; después de torturarlo se dispusieron a ahorcarlo en un árbol. Pero los guerrilleros tenían una amplia red de vigilancia y, al conocer las intenciones del Ejército, el 25 de mayo, al aclarar el día, decidieron impedir a como diera lugar la ejecución. Con armas de alto poder y parapetados en las faldas de los cerros, los rebeldes atacaron a los veinticuatro soldados y seis pistoleros. En medio del tiroteo, el indígena logró huir. Los soldados se refugiaron entre ramas y riscos de aquellas barrancas. El objetivo de los guerrilleros no era en ese momento eliminar soldados, sino quitarles el control del campamento. Al final, los soldados huyeron y abandonaron ahí armas y parque, y los hombres de Gaytán los incorporaron a su arsenal.
El 26 de mayo de 1965 uno de los núcleos del Grupo Popular Guerrillero, comandado por Arturo Gámiz, emboscó en las Moras, municipio de Madera, a un pelotón de soldados (aproximadamente doce hombres) del 52 Batallón de Infantería, y a varios policías. El saldo fue de tres bajas, y una completa victoria de los alzados.
El Grupo Popular Guerrillero tenía en total cuatro núcleos: dos autónomos, en la sierra de Dolores, uno establecido en la ciudad de Chihuahua, y otro más que operaba en la Ciudad de México. En junio de 1965, Salvador comandaba uno de los núcleos en la sierra de Dolores y Arturo el otro; ambos tenían en común una base social conjunta y un limitado número de integrantes; sin embargo, el grupo bajo el mando de Arturo no tenía como objetivo inmediato comprometerse en acciones militares; su propósito era servir de apoyo fundamental para las acciones político-militares futuras en Chihuahua y estar abierto para la incorporación de una buena parte de los miembros de otros núcleos, entre ellos, los que estaban recibiendo preparación política y militar fuera del estado.
El tercer núcleo del Grupo Popular Guerrillero está en la ciudad de Chihuahua, con una fuerte presencia en el movimiento legal de masas, especialmente en los sectores más radicalizados. El tercero y último núcleo formó la dirección político-militar y su cuartel general se estableció en la Ciudad de México.
Todavía con la creencia en la posibilidad de lograr alguna ventaja a través de los procesos electorales locales, en 1965 Pablo Gómez contempló la viabilidad de competir por la presidencia municipal de Ciudad Delicias; pronto se desengañó, no encontró respuesta popular y por último decidió ni siquiera figurar como candidato.
[...] La campaña no tuvo el éxito que buscaba. Decepcionados [...] los campesinos en su mayoría ni siquiera votaron. Tal hecho causó profunda impresión en el ánimo de Pablo. Se fue a México y por más de medio año gestionó irse llevándose a su familia, a Cuba, para trabajar [...] como médico o como profesor normalista. Tampoco pudo llevar adelante el nuevo propósito y viendo que no podía salvar los obstáculos que se alzaban en su camino, tomó una nueva decisión y la llevó a cabo: regresó a Saucillo, Chih., abrió, otra vez, su consultorio médico y se dispuso a luchar nuevamente en favor de los campesinos (Santos, 1968: 167).
Al terminar el año escolar, en junio de 1965, presionada por los caciques de la región, tal como hizo con Lucio Cabañas, la SEP ordenó el cambio de adscripción del profesor Pablo Gómez Ramírez y de varios de sus compañeros a escuelas alejadas de Chihuahua, como San Diego Texas (Yucatán) y Perote (Veracruz). En julio, el colectivo guerrillero elaboró una carta, perdida para la posteridad. Aunque se desconoce su contenido real, se cree que fue elaborada para deslindarse y romper con la ideología sustentada por el Partido Popular Socialista y la Unión General de Obreros y Campesinos de México.
A fines de julio y principio de agosto, mientras Pablo Gómez se trasladaba de Chihuahua a Delicias, la policía detuvo a varios de sus amigos normalistas. Gómez supo que los agentes también traían una orden de aprehensión en su contra, y huyó al sur; se refugió en la Ciudad de México, entre el 15 y 25 de agosto, en el viejo Hotel Atlanta, ubicado en las calles de Allende y Belisario Domínguez. Intentó desde ahí que se revocara la decisión de las autoridades educativas, pero finalmente que aceptar su traslado como el equivalente a una derrota completa, pues fue obligado a dejar su estado y con ello a abandonar la lucha campesina, que era lo que más le apasionaba. Gracias a la intervención del profesor supervisor José Santos Valdés, dos de sus compañeros se mantuvieron cerca de Chihuahua (Muñoz en Aguilera, Durango, y Ramón Soto en Salaices, Chihuahua); sin embargo, Pablo Gómez fue reubicado a la Escuela Normal Rural de Perote, Veracruz. Por esas fechas, Pablo no tenía dinero ni siquiera para comer. Pero, contra lo que pretendían aquellos actos de persecución, acoso policial y represión administrativa, las convicciones revolucionarias de Gómez se fortalecieron (Santos, 1968: 167). Una de las anécdotas de este personaje refiere que durante una gira de Díaz Ordaz como candidato presidencial del PRI, éste se encontraba por Delicias, y al enterarse de que Gómez sería enviado a prisión, decidió intervenir y no solamente gestionó su liberación, sino que incluso le brindó protección y viajaron juntos en el camión de campaña. Durante el trayecto el futuro presidente oyó con interés los puntos de vista de Pablo sobre los problemas que aquejaban a la población y las posibles salidas que éste proponía (Santos, 1968: 167).
Después de ese tiempo en Perote, Gómez volvió a Chihuahua. Buscó nuevos contactos y promovió entre los estudiantes de medicina la realización de su servicio social en la zona serrana con el objetivo de que su trabajo sirviera para apoyar la organización en las futuras tareas planeadas por el Estado Mayor (Rubio, 1995: 298). Finalmente partió a la Ciudad de México para reunirse con Arturo.
El grupo concentrado en la Ciudad de México se dedicó exclusivamente al entrenamiento militar y político, así como a establecer relaciones con otros militantes de organizaciones radicales y democráticas, como fue el caso del Movimiento Revolucionario del Pueblo, gracias al cual logran preparar cuadros en escuelas clandestinas de esa organización ubicadas en Zacatecas y la Ciudad de México. Los miembros del núcleo de la capital también se vincularon con el ex capitán del Ejército Mexicano, Lorenzo Cárdenas Barajas, de quien recibieron entrenamiento militar: levantamiento de planos topográficos, realización de emboscadas, entrenamiento físico, etcétera, por algunos meses. Dicha formación se llevó a cabo en los cerros del sur de Iztapalapa, el Ajusco, Los Reyes Iztacala, en el Estado de México, y Zacatecas. Se fundó una escuela de cuadros. Se organizaron cursos políticos a cargo de Arturo, y fue lográndose una mejor planificación y una mayor eficacia en las tareas. La dirección del grupo siguió en el intento de allegarse apoyo económico, político, moral y material para sus fines de lucha. Algunos elementos los apoyaron en el plano individual; otros, como Jacinto López, dirigente nacional de la UGOCM, o la corriente cardenista agrupada en torno del Movimiento de Liberación Nacional, no estuvieron de acuerdo en respaldarlos públicamente, pero tampoco los condenaron. Se establecieron muchos contactos con las normales rurales, en particular las del Mexe (Hidalgo) y San Marcos (Zacatecas), donde existía una corriente favorable a la lucha armada.
De doce a quince personas (Rubio, 1995: 303) conformaron el núcleo de la Ciudad de México; entre ellos, Oscar Sandoval y Florencio Lugo Hernández. Los reclutados fueron escogidos por Arturo en Chihuahua (Lugo, 2003: 68-69).
El 14 de septiembre, el núcleo dirigente, durante una reunión celebrada en la capital del país, decidió realizar un operativo contra el cuartel militar de Ciudad Madera (Reyes [s.f.]: 17). Fueron varios los motivos que llevaron a definir el ataque, entre ellos, la trayectoria histórica democrática del municipio de Madera, centro de las luchas campesinas de la región donde se habían dado los más fuertes enfrentamientos contra los caciques, y las características del terreno para la acción militar y el apoyo de la población en caso de retirada, por ser un punto estratégico en la sierra y que podía fácilmente remontarse a su parte alta (Reyes y Moreno, 1993: 7-8).
Por esas fechas el cuartel de Madera no era muy importante y sus fuerzas, por lo mismo, débiles. Era una edificación formada por unas cuantas barracas que las compañías madereras habían proporcionado a la Secretaría de la Defensa Nacional para albergar a ciento veinte soldados (Santos, 1968: 133-137 y 166-169).
Dada la carencia de coordinación e información entre los distintos grupos que entrarían en la operación, la dirección del grupo decidió, ya en Chihuahua, como fecha definitiva para el ataque el 23 de septiembre. Se planificó la intervención de más de cuarenta guerrilleros divididos en tres columnas. Una bajo las ordenes de Saúl Ornelas y Pedro Uranga, formada por estudiantes normalistas; otra, integrada por veinte o treinta campesinos comandados por Salvador Gaytán; y la tercera, por catorce miembros, entre ellos los principales dirigentes del grupo (Arturo Gámiz, Salomón Gaytán y Pablo Gómez) (Reyes, [s.f.]: 18) El objetivo era golpear la moral del ejército, “tirar las comunicaciones, asaltar el banco para hacerse de dinero, sacar la provisión de la Mercantil de la Sierra e ir a la radio para hablarle a la gente y explicarle porque se hacía aquello” (Reyes, [s.f.]: 18).
Para esas fechas, el núcleo militar se conformó permanentemente con un mínimo de treinta hombres armados. Tiene un amplio equipo logístico, informativo y de propaganda en el estado de Chihuahua y otras regiones del país. Circunstancias fortuitas impidieron la coordinación final de las tres afluentes. El grupo dirigido por Saúl Ornelas y Pedro Uranga, formado por estudiantes normalistas, se perdió en la sierra y no llegó al lugar de la cita. Lo mismo sucedió con el comando de Salvador Gaytán, integrado por veinte o treinta campesinos, debido al crecimiento de los ríos que iban al valle por las lluvias de septiembre. Así, el grupo de ataque queda reducido a quince miembros. A pesar de las adversidades decidieron continuar con el ataque.
Al principio, por el factor sorpresa, los rebeldes tuvieron la ventaja, pero no duró. Los planes del ataque habían sido rebelados por un infiltrado: el ex capitán Lorenzo Cárdenas Barajas, y de ese modo el Ejército atacó desde dos posiciones envolventes y prácticamente aniquiló a los comandos. Sólo siete logran sobrevivir: Ramón Mendoza, Francisco Ornelas, Matías Fernández Osorio, Hugo Hernández, Guadalupe Scobell Gaytán, Juan Antonio Gaytán Aguirre y Florencio Lugo Hernández. Ocho murieron, incluyendo al principal estratega, teórico y comandante en jefe del Grupo Popular Guerrillero: Arturo Gámiz García. Arturo murió junto con Salomón Gaytán Aguirre y Oscar Sandoval Salinas, en la parte norte del cuartel; Pablo Gómez Ramírez cayó al lado de Emilio Gámiz García y Antonio Scobell Gaytán, en la parte este; Miguel Quiñónez Pedroza, al lado de Rafael Martínez Valdivia, en la parte oeste. El Ejército Mexicano tuvo siete bajas y once heridos.
Los militares emprendieron la persecución sistemática de los sobrevivientes desde el mismo día del asalto; todas las casas de Ciudad Madera fueron minuciosamente revisadas y cateadas. Los generales Tiburcio Zamora (jefe de la zona militar de Chihuahua) y Práxedes Giner Durán se trasladaron vía aérea al lugar de los hechos para dirigir personalmente los “interrogatorios”. De inmediato la represión se acentuó. Las autoridades civiles son anuladas por las militares. Incluso, el hermano del presidente municipal es golpeado y encarcelado por los soldados. Los que no se identificaron y muchos de los que sí lo hicieron fueron vejados y detenidos. Centenares de soldados de las zonas militares de Chihuahua y Sonora y también sesenta y ocho elementos pertenecientes al batallón de Fusileros Paracaidistas al mando del entonces coronel José Hernández Toledo (quien años más tarde encabezó las agresiones a las universidades de Sonora y Michoacán, así como el genocidio del 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco) reforzaron los esfuerzos por cercar y aniquilar a los sobrevivientes. A Ciudad Madera se enviaron dos escuadrones del 20 Regimiento de Caballería y a Guadalupe y Calvo el escuadrón destacamentado en Ciudad Camargo. Contribuyeron a la persecución tres aviones C-54 y cuatro jets T-33 de caza. En la capital del estado, las jóvenes de la Normal de Salaices reclamaron justicia para los guerrilleros inmolados. La respuesta del gobierno estatal fue la represión y el encarcelando de estudiantes. Fueron arrestados los dirigentes Hortensia Rivera González, Silvina Rodríguez Sariñana y Jesús Jurado Lerma. En protesta, los escolares ganaron las calles; la policía empleó gases lacrimógenos para disolver la marcha. El conflicto agrario se extendió hasta 1971 cuando el entonces presidente Luis Echeverría decretó la afectación de doscientas cincuenta mil hectáreas del municipio de Madera a favor de campesinos e indígenas. Así, uno de los principales objetivos de los guerrilleros muertos en combate fue conseguido.
El 23 de septiembre de 1965 marcó la fecha del inicio de las operaciones ofensivas del movimiento revolucionario armado socialista marxista en nuestro país. Dio origen a importantes organizaciones regionales que se ramifican a nivel nacional, como el Movimiento 23 de Septiembre, el Grupo Popular Guerrillero Arturo Gámiz, los Guajiros, Los Procesos, Movimiento de Acción Revolucionaria 23 de Septiembre, un sector que engrosó las filas del Partido de los Pobres y, por último, junto a otros grupos político-militares, nació la Liga Comunista 23 de Septiembre. Los jóvenes inmolados intentaron llevar a cabo la consigna acuñada por Ho Chi Minh desde la guerra contra la intervención francesa, que se dejó sentir en todo el mundo y en México hasta fines de los setenta: ¡Bajo el cielo no hay nada más hermoso que la libertad de los oprimidos!



Conclusiones
La decisión de tomar las armas, a principios de la década de 1960, en el estado de Chihuahua, como hemos visto, obedece a múltiples causas; entre ellas, el tremendo rezago agrario y un latifundismo ganadero sin límites, principalmente en la zona serrana del estado más grande de México; de la explotación despiadada de mano de obra indígena por la oligarquía terrateniente (entre la que sobresale el cacicazgo de la familia Ibarra); un régimen político autoritario y represivo, profundamente antipopular y anticomunista; una herencia agrarista de luchas y sacrificios del movimiento campesino, en particular del jaramillismo, durante la década de los cincuenta; la experiencia incorporada y simultánea de los combates producidos por la Unión General de Obreros y Campesinos de México; el largo trabajo organizativo asumido en forma destacada por el magisterio democrático y socialista, fundamentalmente en la región serrana de las comunidades indígenas de la tarahumara; la constante radicalización de la juventud socialista y comunista y de cuadros naturales importantes del Partido Popular y de las normales rurales aglutinadas en torno a la Federación de Estudiantes y Campesinos Socialistas de México; el auge de las luchas agrarias en 1958 contenidas por una creciente represión gubernamental estatal junto con una dirección de izquierda cada vez más vacilante y oportunista, conducida por Vicente Lombado Toledano; la revolución cubana y su impacto en América Latina; y la lucha política desplegada en la clandestinidad por las diferentes organizaciones de izquierda, como el Partido Comunista de México, que legalmente no podían expresarse públicamente, por no tener reconocimiento oficial.
Detrás de las acciones rebeldes del Grupo Popular Guerrillero se registró una larga trayectoria de luchas campesinas y populares frenadas por la represión policial y militar.
Chihuahua es un estado, al igual que Morelos y Guerrero, con enorme tradición de luchas sociales, muchas de ellas de relevancia nacional. Todos sus gobiernos, hasta llegar a los años setenta, se distinguieron por la suspensión virtual del reparto agrario, la promoción del latifundismo y el fomento de la agricultura y ganadería privadas a costa de la producción ejidal; factores que alimentaron el malestar social. Para mediados de los años cincuenta, del siglo pasado, se había consolidado en la entidad una poderosa casta de caciques que mantenía asolada a la población campesina, indígena y obrera del estado. La especulación, el sometimiento y la ambición sin freno de los ricos ganaderos, empresarios y terratenientes encarecieron desmedidamente las condiciones de vida de los sectores más vulnerables y paupérrimos del campo y la ciudad.
Desde 1943, la sierra de Chihuahua se convirtió en una tierra sin ley. Desde entonces los cacicazgos implantados por Ibarra y Vega, entre otros personajes, sembraron el terror y la desolación entre los pobladores, quienes fueron hundiéndose cada vez más en la miseria y el abandono. Tanto el origen como el centro de operaciones de la poderosa familia Ibarra se encontraban en el desarrollo capitalista del municipio de Ciudad Madera, convertido en el epicentro de las más grandes explotaciones forestales del estado de Chihuahua. Por aquella época, la sierra de Chihuahua se componía de altísimas montañas y profundas cañadas que se extendían hasta llegar a Sonora. Únicamente se podía penetrar en ella a lomo de mula o a pie; las vías de comunicación eran prácticamente inexistentes. Para 1965, Madera era una joven ciudad de doce mil habitantes. Poblada de ricos bosques de pinos a la entrada de la Sierra de Madera, contaba con alcantarillado, red de agua potable, electricidad, una difusora (Radio Sierra de Chihuahua, XESW), bancos, escuelas primarias y secundarias. Su riqueza forestal se concentró en manos de la Compañía Bosques de Chihuahua, S. de R. L. Su riqueza ganadera de ese año se evaluó en 100 millones de pesos (ciento cincuenta mil cabezas de ganado), concentrada, en su mayoría, en manos de la familia Ibarra.
Se pueden resumir en tres los mecanismos empleados por la familia Ibarra para desarrollar y consolidar su poder económico y político. En primer lugar, créditos privados y gubernamentales obtenidos para fundar nuevos almacenes (de ese modo que instaló uno en la sierra); en segundo lugar, pagos en especie a los trabajadores (además de controlar los precios debido al monopolio que ejercia en la venta de mercancías, por ser la única con permiso oficial para venderlas); y, en tercer lugar, por aliarse y estar en complicidad con las autoridades gubernamentales locales (las cuales persiguieron a todo ranchero opositor que intento hacerles competencia en la venta de mercancías). Además, José Ibarra contó con una total impunidad para cometer sus crímenes gracias a sus amistades, entre las que destacó el apoyo de Tomás Vega, dueño de varias empresas, cercano de políticos locales y estatales, así como del gobernador en turno de Chihuahua.
La insurgencia de 1964 tenía como una de sus raíces más inmediatas la serie de crímenes impunes cometidos por la familia Ibarra, entre ellos, el asesinato de Anselmo Enríquez Quintana (el del 11 de julio de 1959, perpetrado por José Ibarra), y en particular el del profesor y dirigente agrarista de la UGOCM en el estado de Chihuahua, Luis Mendoza, el 4 de septiembre de 1959, delito consumado por el hijo de Florentino Ibarra, Rubén Ibarra Amaya.
Arturo Gámiz y los principales dirigentes del núcleo guerrillero en Chihuahua se formaron en la tradición del marxismo revolucionario. Su concepción de la vida y del mundo los llevó a romper ideológica, política y teóricamente con las ideas del principal dirigente marxista de la época, Vicente Lombardo Toledano. Fueron fruto natural de quehacer político-ideológico de la izquierda comunista.
El otro núcleo importante de la futura fuerza guerrillera en Chihuahua se formó en torno a la Unión General de Obreros y Campesinos de México (UGOCM), formada en junio de 1949. La UGOCM fue creada, dirigida, desarrollada y frenada por el Partido Popular. Jacinto López fue su primer secretario y sostuvo numerosas divergencias precisamente con el presidente de ese partido: Vicente Lombardo Toledano. Ambas organizaciones compartieron la misma definición ideológica, y sostuvieron la tesis defendida por Lombardo: “el enemigo principal: el imperialismo, principalmente norteamericano, por lo que las clases populares, las clases medias y la burguesía nacional debían unirse en la lucha antiimperialista”. Esta tesis fue de gran importancia en las invasiones de tierra que impulsó la UGOCM en 1958, puesto que la mayoría de ellas eran de propiedad extranjera.
Las divergencias se hicieron presentes desde la campaña de Jacinto para gobernador del estado de Sonora, en 1949, y estallaron con mayor fuerza tras las invasiones de tierras en 1958. Un año después, se tensaron con la formación del Movimiento de Liberación Nacional, hasta que se produjo el rompimiento definitivo entre la UGOCM y el PPS en 1968, a consecuencia de las fuertes discrepancias en torno a la coyuntura de las elecciones para diputados federales.
La UGOCM encabezó diversas luchas agrarias en el estado de Chihuahua. La organización fue emprendida por líderes campesinos y magisteriales, entre los que sobresalieron Álvaro Ríos, Pablo y Raúl Gómez Ramírez, Salomón y Salvador Gaytán, Ramón Mendoza, Francisco Lujan Adame, los hermanos Rodríguez Ford, Francisco Márquez, Miguel Quiñónez y Arturo Gámiz García.
En un contexto de gobiernos locales caracterizados desde 1940 por un profundo conservadurismo político, la UGOCM en el estado de Chihuahua aglutinó a cinco mil solicitantes de tierra en 35 grupos, desde los municipios de Camargo (Chihuahua) hasta Cárdenas (Sonora). Impulsó distintas formas de lucha para la consecución de sus demandas: marchas, invasiones simbólicas de tierra, mítines. Paralelamente, el doctor y profesor Pablo Gómez, y el maestro Arturo Gámiz, cada uno desde su trinchera de lucha, sobresalieron como dirigentes estatales del Partido Popular. En estos años, los estudiantes, sobre todo de las normales rurales, jugaron un importante papel, tanto por sus demandas como por el apoyo que dieron a las luchas campesinas. Éste fue otro de los sectores de los que se nutrió el Grupo Popular Guerrillero.
La propuesta teórica elaborada y expresada a través de los escritos políticos de Arturo Gámiz (al cuestionar la sociedad capitalista y sus mecanismos de explotación; la relación entre el normalismo y el Estado, así como la organización política partidaria de izquierda; su confianza en las masas trabajadoras del campo y la ciudad, la recuperación de la historia nacional, el peso que como vanguardia política le confirió a estudiantes y campesinos, entre otros temas importantes) tuvo una profunda influencia en el medio estudiantil socialista y comunista no sólo de Chihuahua sino de todo el país, donde ejerció una poderosa influencia a pesar de las propias direcciones nacionales del Partido Popular y el Partido Comunista Mexicano.
Durante 1961, los caciques continuaron con su política de terror. Espontáneamente los campesinos y su vanguardia natural política comenzaron a desarrollar su legítima autodefensa. Formaron grupos defensivos armados que, muchas de las veces con muy escasos o nulos recursos y armas rudimentarias, como en el caso de Rubén Jaramillo y sus seguidores, buscaban defender la integridad física de sus miembros o la de sus dirigentes. Ante la violencia de pistoleros, las comunidades respondieron con la violencia popular. Los crímenes y despojos continuaron pero, al mismo tiempo, la resistencia campesina fue consolidándose hasta tener la suficiente fuerza para combatir a los latifundistas y las fuerzas armadas que los protegían en su propio terreno.
Las masas campesinas e indígenas –los sectores más explotados y sometidos a la discriminación social y económica del estado- continuaron su ancestral resistencia y oposición a los herederos de aquellos que los habían despojado de sus tierras y forma de vida que se remontaban a la Colonia. Eran fuertes en número, pero débiles por estar dispersos. Resistieron individualmente y fueron derrotados, pero a mediados de los años cincuenta del siglo pasado la agitación imperante en el país, así como la larga lucha agraria y la trayectoria democrática de la normales rurales aglutinadas en torno a la FECSM, ylos miembros de las corrientes marxistas más progresistas y radicales, muchos de ellos formados en los movimientos estudiantil y magisterial, confluyeron en sus esfuerzos. Los caciques recrudecieron la represión y prepararon, con el apoyo incondicional del aparato estatal y de sus fuerzas del orden público, el campo propicio para el desarrollo de la lucha político-militar en Chihuahua. Mientras que se consumaba el asesinato del viejo dirigente zapatista Rubén Jaramillo y su familia en las ruinas prehispánicas de Xochicalco, Morelos, y se perseguía y eliminaba sistemáticamente a los integrantes del estado mayor jaramillista, estudiantes, campesinos y maestros de Chihuahua iniciaban su ofensiva democrática de claro tinte socialista.
Después de años de haber iniciado los trámites jurídicos necesarios para la adjudicación de tierras y no obtener respuesta alguna, en enero de 1963, grupos de campesinos decidieron seguir los consejos de Arturo Gámiz y realizaron entre diez y quince ocupaciones pacíficas de predios en Las Peñitas, Guadalupe Victoria, El Serrucho, Casa Colorada, Huizopa, Cebadilla, El Refugio, La Junta de los Ríos y Durazno, ubicados en los municipios de Madera y Gómez Farías, al noroeste del estado. El gobierno respondió con violencia, cárcel y golpes. En julio continuaron las invasiones y la consecuente respuesta represiva del gobierno estatal. Las movilizaciones campesinas y los apoyos estudiantiles continuaron en los siguientes meses.
En octubre de 1963 se celebró el Primer Encuentro de la Sierra Heraclio Bernal, en Dolores de Cebadilla, Municipio de Madera. Participaron delegaciones de cinco entidades federativas. Sus trabajos fueron dirigidos por Arturo Gámiz y se realizan bajo la poderosa influencia de la revolución cubana, que en 1962 había declarado su carácter socialista; en el centro del intercambio de ideas se encontró la vía para la toma del poder. El evento constituyó un acercamiento organizativo entre diferentes grupos campesinos, estudiantiles, magisteriales y proletarios para intercambiar diferentes puntos de vista sobre la situación del país y para analizar la viabilidad de una salida al socialismo por medio de las armas. Fue el justo momento en que los sectores radicalizados de la Juventud Popular, del Partido Popular Socialista y de la UGOCM del estado de Chihuahua rompieron ideológicamente con su dirección reformista.
La ofensiva democrática culminó en un primer momento con el triunfo popular que llevó a la presidencia municipal de Cebadilla de Dolores al agrarista Salvador Gaytán Aguirre, el 7 de diciembre de 1962. Durante su administración se realizaron obras benéficas para la población. Se combatió el enorme poder que tenía la familia Ibarra. Con los trabajos de construcción volvieron a existir fuentes de trabajo, educación, deporte y comunicaciones. El pueblo beneficiado se unificó y organizó, perdió el temor a los caciques y se dispuso a luchar por la creación de un ejido, demanda que desde hacía muchos años atrás solicitaban. Su constitución significaba afectar las ilegales propiedades de los caciques. Mientras tanto, en la sierra tarahumara crecía la influencia magisterial dentro de las luchas indígenas. Destacó ahí la presencia del profesor Miguel Quiñones Pedroza. Para principios de 1964, el grupo de rebeldes mantenía dos frentes de lucha que operaban de manera coordinada. Uno, de la UGOCM, trabaja en Madera y en la sierra, y era dirigido por Arturo Gámiz y los hermanos Salvador y Salomón Gaytán. El otro, en Ciudad Delicias, San Francisco de Conchos y Lázaro Cárdenas, además de Delicias, Saucillo y Camargo, bajo las instrucciones de Pablo Gómez Ramírez y Raúl Gómez Ramírez, coordinados durante un tiempo con el dirigente de la UGOCM en Chihuahua, Álvaro Ríos, y su dirigente nacional, el sonorense Jacinto López.
Las operaciones militares del Grupo Popular Guerrillero iniciaron el 29 de febrero de 1964, cuando Antonio Scobell Gaytán destruyó e incendió un puente propiedad de la familia Ibarra. El 5 de marzo de 1964, Salomón Gaytán Aguirre, como respuesta al impune asesinato del campesino Carlos Ríos Torres a manos de Florentino Ibarra -con el objetivo de despojarlo de sus tierras-, ejecutó a este último, hermano del más poderoso cacique de la región. Salomón huyó a la sierra, donde iniciaron la lucha armada, a la que se incorporaron Arturo Gámiz, Miguel Quiñónez, Rafael Martínez Valdivia (hermano de Antonio), Guadalupe Scobell Gaytán y Francisco Ornelas. En total, el núcleo fundador de la lucha armada del Grupo Popular Guerrillero se formó con seis o siete jóvenes, en su mayoría campesinos, maestros y gente pobre de la ciudad, con diversos grados de experiencia en las luchas democráticas, invasiones de tierras y trámites en cuestiones legales ante las autoridades agrarias.
De marzo de 1964 a principios de 1965 el núcleo armado de la Sierra de Dolores desarrolló algunas acciones de represalia enfocadas principalmente a aumentar su potencial de fuego y consolidar su apoyo logístico, y de ese modo logró concretar una red de apoyo entre los campesinos de la región. Debe quedar perfectamente claro que la pequeña vanguardia no rompió con el orden legal, pues éste era inexistente en la zona. En términos político-ideológicos se trató de una lucha de unificación que combatió contra el creciente divisionismo, el sectarismo y el reformismo entre los dirigentes de la izquierda regional en la zona norte del país, pues aprovechó el creciente potencial revolucionario de estudiantes y campesinos. Decidieron rebasar esas posiciones a través de la acción cotidiana. Empezaron con limitadas bases locales y con un puñado de guerrilleros. El núcleo guerrillero consolidó sus bases de abastecimiento y comunicaciones en la Sierra y las principales ciudades del estado, así como su adiestramiento militar, mientras mantenían contacto y coordinación con diversas organizaciones públicas y sociales, así como con el vigoroso movimiento normalista, encabezado por las normales de Salaices y Saucillo, a través de comunicados dirigidos al movimiento estudiantil de Chihuahua y del país. Con ello buscaban la incorporación de nuevos elementos, deseosos de participar en la revolución socialista. Esos nuevos componentes, incorporados a la organización clandestina comenzaron a formar las Células Revolucionarias de Apoyo Urbano.
Al poco tiempo de unirse al núcleo armado en la sierra, Arturo Gámiz solicitó a dichas células el envío de gente para incorporarla en el grupo armado. En las ciudades, por lo general, dichos núcleos, formados por cuadros estudiantiles y magisteriales, tuvieron las tareas de aprovisionamiento, propaganda y reclutamiento para la lucha guerrillera.
Los campamentos montados por los guerrilleros se establecieron en lugares de difícil acceso, rodeado por puestos de vigilancia. Las rondas de postas, en las que participaron todos por igual, sin importar el cargo que ocupaban, fueron de cuatro horas por persona. Vigilaron desde los puntos más altos y estratégicos del lugar, lo que les permitió dominar en forma amplia el terreno y evitar cualquier sorpresa de las fuerzas militares y policiales. La educación fue integral. Cada actividad, sin importar lo valiosa que fuere, sirvió como factor de educación de los militantes.
El núcleo de Gámiz nunca se desligó de la población en las zonas en que se movía. En cada uno de sus descansos siempre se envío a un guerrillero de enlace a bajar a las poblaciones más grandes y nutridas, o incluso a las ciudades importantes, a tratar asuntos especiales o para obtener información del acontecer cotidiano de las comunidades. Los actos para recuperar fondos económicos por métodos violentos no fueron vistos como pillaje sino como actos de expropiación, de abastecimiento: le quitaban recursos al enemigo, los cuales, a su vez, habían sido robados a los trabajadores por la clase burguesa.
Ante los escasos elementos técnicos con que contó el núcleo armado para difundir sus ideas, se utilizó la propaganda oral, método que además les permitió mantener un contacto personal con los pobladores. Por ello, la influencia se circunscribió a determinadas zonas de desarrollo. Eso limitó mucho las posibilidades de un crecimiento acelerado disciplinado, tanto por las deficiencias existentes en la estructura organizativa (redes de abasto, información, etcétera) como por las dificultades obtener armas y lograr formar militarmente a los futuros combatientes. Para contrarrestar estas carencias, la dirección del núcleo armado decidió construir talleres clandestinos en áreas suburbanas para atender prioritariamente las tareas de elaboración, edición y distribución de propaganda.
Es muy importante comprender que el reclutamiento de cuadros militares entre los campesinos no fue un objetivo inmediato buscado por los guerrilleros. La estrategia empleada se determinó en función de ganarse a los pobladores para crear una base política de apoyo que en el mediano plazo los dotara de cuadros político-militares capaces, con su actividad, de generalizar la lucha armada en un área mucho más amplia; por ello, esos meses de 1964 y 1965 se utilizaron para fortalecer la formación política y para la preparación militar profesional de los combatientes, unos en el medio urbano y otros en el rural, dedicados de tiempo completo a realizar la revolución socialista. Lo prioritario no era impulsar acciones espectaculares, sino construir y consolidar las estructuras organizativas y políticas-ideológicas del núcleo revolucionario cuya dirección se encontró, como en el caso de la ACNR, en la montaña.
La naciente red urbana fue insuficiente, sobre todo cualitativamente, para abastecer de militantes de la ciudad a la guerrilla. Los líderes estudiantiles que se vieron forzados por la represión policial a pasar a la clandestinidad y a replegarse en la sierra, pronto tuvieron que regresar a las ciudades por su falta de conocimientos militares y de preparación adecuada. La dirección del Grupo Popular Guerrillero extrajo una valiosa experiencia: para incorporar a elementos que sólo habían desarrollando su trabajo político en el medio urbano era necesario, antes de su traslado a la sierra, que tuvieran un proceso de preparación ideológica y entrenamiento militar lo más completo posible en el mismo medio urbano o suburbano. Esa política los llevó a establecer contactos con otros grupos político-militares, algunos de los cuales, a su vez, contaban con elementos que habían estado o aún militaban en las fuerzas armadas en forma profesional, como es el caso del ex capitán segundo Lorenzo Cárdenas Barajas, quien, sin que lo supieran los jóvenes rebeldes, desde 1947 había pasado a formar parte de la Segunda Sección (Inteligencia Militar) del Estado Mayor de la Secretaría de la Defensa Nacional. Precisamente, Lorenzo Cárdenas fue quien les proporcionó información incorrecta a los revolucionarios y dio aviso a las autoridades militares del asalto del 23 de septiembre de 1965, para que montaran un doble dispositivo envolvente y de ese modo pudieron aniquilar el núcleo guerrillero. Murieron en combate Arturo Gámiz García (principal estratega, teórico y comandante en jefe), Salomón Gaytán Aguirre, Oscar Sandoval Salinas, Pablo Gómez Ramírez, Emilio Gámiz García, Antonio Scobell Gaytán, Miguel Quiñónez Pedroza y Rafael Martínez Valdivia. El Ejército Mexicano tuvo siete bajas y once heridos. Siete rebeldes, dos de ellos heridos, lograron sobrevivir: Ramón Mendoza, Francisco Ornelas, Matías Fernández Osorio, Hugo Hernández, Guadalupe Scobell Gaytán, Juan Antonio Gaytán Aguirre y Florencio Lugo Hernández.
El 23 de septiembre de 1965 marcó la fecha del inicio de las operaciones ofensivas del movimiento revolucionario armado socialista marxista en nuestro país. Dio origen a importantes organizaciones regionales que se ramificaron a nivel nacional, como el Movimiento 23 de Septiembre, el Grupo Popular Guerrillero Arturo Gámiz, los Guajiros, Los Procesos, Movimiento de Acción Revolucionaria 23 de Septiembre; un sector que engrosó las filas del Partido de los Pobres y, por último, junto a otros grupos político-militares, nació la Liga Comunista 23 de Septiembre.

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1 comentarios:

Anónimo dijo...

En primer lugar mi abuelo (florentino ibarra) si fue un hombre leal. Siempre ay dos lados d una estoria. -IBARRA-