MORELOS NOS HABLA AL OÍDO
La soberanía dimana inmediatamente del pueblo, el que sólo quiere depositarla en sus representantes [...] que deben ser sujetos sabios y de probidad [...] Que la patria no será del todo libre y nuestra mientras no se reforme al gobierno, abatiendo al tiránico [...] que la esclavitud se proscriba para siempre, y lo mismo la distinción de castas quedando todos iguales y sólo distinguirá a un americano de otro el vicio y la virtud [...] que se quiten la infinidad de tributos.
De una copia de Los sentimientos de la nación.
BUSCÁNDOLE EL RABO AL DEMONIO
Reseña Luis Villoro, en un memorable ensayo, que después de la toma de Guanajuato por los insurgentes, andaban por las calles algunos indios de las huestes de Hidalgo bajándole los pantalones a los realistas muertos.
El sentido de tal investigación no era robar a los gachupines difuntos, sino averiguar si era cierto lo que se decía, que los defensores de Guanajuato eran demonios, porque solo los diablos podían querer defender tanto abuso e injusticia y maldad pura, y la cosa era comprobable porque deberían tener rabo.
Todavía estamos los mexicanos en esta danza macabra, buscando el rabo a los demonios y todavía es mucha nuestra decepción y desconcierto, al igual que la de los indígenas del ejército insurgente, al encontrarnos tantas nalgas rosadas sin rabo.
INSULTOS
Endurecida alma, escolástico sombrío, monstruo, taimado, corazón fementido, rencoroso, padre de gentes feroces, Cura Sila, entraña sin entrañas, villano, hipócrita refinado, tirano de tu tierra, señor septembrizador, pacha máximo, lo-cura, impudentísimo bachiller, caco, malo, malísimo, perversísimo, ignorantísimo bachiller Costilla, excelentísimo picaro, homicida, execrable majadero, badulaque, borriquísimo, primogénito de Satanás, malditísimo ladrón, liberticida, insecto venenoso, energúmeno, archiloco americano.
Estos son algunos de los insultos, tan solo algunos, recogidos al azar de las páginas de la serie de cartas que se publicaban anónimamente en un periódico capitalino, el Diario de México, en 1810 bajo el título de «Cartas de un doctor mexicano al Br. D. Miguel Hidalgo Costilla, ex cura de Dolores, ex sacerdote de Cristo, ex cristiano, ex americano, ex hombre y generalísimo capataz de salteadores y asesinos.»
Su autor, se revelaría tras la muerte de Hidalgo al recopilarlas con su firma en un volumen, El anti-Hidalgo. Se trataba de un dominico aragonés, Fray Ramón Casaus, examinador del Tribunal de la Inquisición, que recibió como premio por su celo contra la insurgencia el arzobispado de Guatemala en 1812.
(Después de haber redactado esta nota descubro que la idea se le ocurrió a otros antes que a mí. Florencio Zamarripa, por ejemplo, en la página 73 de su Anecdotario insurgente rescata una lista doblemente más larga de insultos dirigidos a Hidalgo, producto de esta y otras fuentes.)
EL MEJOR EPITAFIO PARA HIDALGO
Ignacio Ramírez lo hace mucho mejor de lo que yo podría hacerlo, y lo cuenta en una tarde de otoño en Mazatlán, en medio de la guerra contra el imperio francés en 1863:
México era la Nueva España; las danzas del andaluz, las fiestas idolátricas de las aldeas de Castilla, los ridículos trajes de la corte, la literatura de Góngora, dominando el pulpito y el foro [...] Para ir a los cielos se pasaba por España. Y en medio de estas costumbres, de estas preocupaciones de estas leyes, de esa religión, de esta atmósfera. Un cura. Un anciano sobreponiéndose a su profesión, a su edad, a sus recuerdos, a sus esperanzas, a sus parientes, a sus amigos, a su rey, a su Dios, a sí mismo, se propone trastornar la mitad del mundo, pronuncia la palabra mágica y deshace el encanto de tres siglos [...] Cuando pone la tea en la mano del indígena no ignora que van a desaparecer entre las alas y bajo los pasos del humo, del fuego, la casa de sus padres y la cosecha de sus amigos.
Fragmentos de:
"El cura Hidalgo y sus amigos"
Paco Ignacio Taibo II
Ediciones B
septiembre 15, 2009
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