enero 05, 2010

Yo, comunista

Firman este artículo, además: Alberto Arregui (integrante de la Presidencia Federal de IU), Víctor Domínguez (miembro del Comité Federal del PCE y del Consejo Político Federal de IU), Henar Moreno (Coordinadora de IU-La Rioja y del Comité Federal del PCE) y Federico Sabater (Responsable de Organización comarcal del PCPV del Alacantí).

Hoy es un lugar común el debate por la recomposición de la izquierda a escala global. Cuando nos aprestamos a esta tarea, especialmente en el Estado español pero no sólo en él, desde distintas ópticas se pone en duda el papel que podemos jugar los comunistas. Con ocasión del Congreso del PCE se desató una clara ofensiva anticomunista, de la que el grupo Prisa fue adalid, escandalizándose de que existan jóvenes comunistas. En pleno siglo XXI, cuando la humanidad se enfrenta a una crisis global, lo que debería extrañar no es que una joven de 26 años que vive de su trabajo crea en el comunismo, lo que debería escandalizarnos es que haya gente adulta que defienda el mundo tal y como es hoy.

¿Qué cómo es hoy el mundo? Basta mirar las primeras páginas de la prensa y ver como el que pomposamente fue llamado "nuevo orden mundial", deja un rastro de desastres, de inestabilidad, de violaciones masivas de los derechos humanos: Irak, Afganistán, el muro de la vergüenza en Palestina, África destrozada por el hambre y el sida: ¿dónde está el progreso? ¿Acaso en esta economía que ha esquilmado ya los recursos sobre los que se basa no sólo la vida humana sino toda la vida del planeta, que produce el comercio de seres humanos, la explotación y la prostitución infantil...y todo ello para que un pequeño puñado viva en la abundancia?

Ese es el único sentido de tantas guerras, tanta hambre y tantas muertes: mantener los privilegios de una parte ínfima de ricos. Porque, no lo olvidemos, cuando nacieron las ideas emancipadoras de los primeros comunistas se fundamentaron en la existencia de una clase obrera explotada, fundamentalmente en Europa. Hoy esa clase obrera es mucho más numerosa que en el siglo XIX porque más que nunca vivimos en un mundo sin fronteras para la explotación económica, con la libre circulación del capital para enriquecerse a costa del proletariado más numeroso que jamás haya existido.

Creo que no es escándalo, sino miedo lo que sienten ante el futuro. Creo que al escuchar que las ideas que han defendido los comunistas a lo largo de la historia siguen vivas provoca miedo a quienes sí tienen algo que perder en un mundo socialista. Pero, pensadlo un momento, mirad más allá de las fronteras de vuestro barrio lujoso, la realidad del mundo hoy, tomado en su conjunto, es la misma que cuando Marx y Engels dijeron "No tienen nada que perder salvo sus cadenas y todo un mundo que ganar" Y esto sí es el comunismo. Éste representa una meta, una sociedad en la que la propiedad de la riqueza que generamos con nuestro trabajo sea propiedad de quienes la crean y no quede en manos de un pequeño puñado de parásitos que limita nuestras vidas y organiza guerras a su antojo.

Es cierto que las experiencias que han tratado de liberar a la humanidad han tenido siempre sus lados positivos y sus lados negativos pero no seré yo quien rechace el avance que supuso la Revolución Francesa para el progreso de la humanidad, a pesar de todos sus errores. No seré yo quien rechace el avance que supuso la contienda que abolió la esclavitud en Norteamérica, a pesar del horror de la guerra. La historia no se desarrolla como en los cuentos infantiles. La historia es violenta, es cruda, pero puede desarrollarse para favorecer los intereses de una minoría o para avanzar en las conquistas de la inmensa mayoría de la sociedad. Los comunistas siempre estaremos del lado de los avances en la justicia y en la igualdad a pesar de toda su humana imperfección. Ni somos diletantes intelectuales que critican todo y no hacen nada ni vamos a tirar por el desagüe al niño al arrojar el agua sucia del baño.

¿Qué significa hoy ese compromiso comunista? El comunismo, podríamos decir también socialismo, no sólo es un objetivo de sociedad es, fundamentalmente, el programa para conseguir alcanzar esa sociedad. Se nos tacha a menudo de utópicos, en el sentido despectivo de la palabra, es decir, pretender algo que no es viable. Lo realmente utópico y reaccionario es pensar que la sociedad actual puede garantizar la supervivencia de la Humanidad, tanto en lo inmediato como en lo futuro. Los jóvenes en esta sociedad podemos aspirar a contratos temporales, como el mío (de cinco meses de duración con salario de mil euros) a cargo no de IU, sino del CJE (Consejo de la Juventud), accediendo a viviendas indignas y ultracompartidas o a una hipoteca de por vida; y, por supuesto, si te atreves a decir lo que otros no se atreven, aspiramos a ser los cabezas de turco del pensamiento único. Y digo, en el mejor de los casos, porque ni siquiera a eso pueden aspirar la mayoría de los jóvenes de la superficie del planeta. ¿Y a largo plazo? Porque claro, si estos sacrificios sirvieran para garantizar el futuro de la humanidad, aún podrían justificarse, pero salvo para quienes siguen pensando que el ser humano surge de un acto divino, todo indica que la evolución de la humanidad es implacable e imparable bajo este sistema capitalista, hacia la destrucción del medio.

¡Qué escándalo! ante esta situación los comunistas proponemos expropiar a unos pocos para satisfacer las necesidades del conjunto de la humanidad. Lo que debería ser un escándalo es lo contrario, porque hoy la mayoría de la población mundial ha sido expropiada. Y, en muchos casos, literalmente, arrojada de sus viviendas, despedida de sus puestos de trabajo, expulsada de sus tierras, abocada a lanzarse al mar jugándose la vida para llegar a las playas europeas para encontrarse a los Berlusconis.

¡Errores! Claro, que se han cometido errores. Errores en la URSS, en Cuba, en Nicaragua... pero el mayor error es permanecer impasible. El mayor error era dejar pasar las tropas fascistas en Madrid, el mayor error era dejar avanzar a Hitler por Europa, el mayor error era el gobierno colaboracionista de Vichy. Los comunistas estuvimos allí, en cada caso, en primera línea.

En definitiva, el error que nunca cometeremos será ser cómplices de la miseria y la explotación. Y claro que aprendemos de los errores del pasado, considerándolos nuestros, porque tenemos un sentido colectivo de la historia, y la mayor lección debe ser que la economía planificada de propiedad social ha demostrado ya que es el único camino para liberarnos de la esclavitud económica, pero, también que no basta sólo con eso, sino que al eliminar el mercado como medio brutal de regulación de la economía, resulta imprescindible el control democrático de la vida política económica y administrativa de la sociedad. Las palabras de Rosa Luxemburgo, fundadora del Partido Comunista Alemán, y asesinada por la socialdemocracia, expresan con rotundidad esta idea:

"…Siempre hemos distinguido el contenido social de la forma política de la democracia burguesa, siempre supimos ver la semilla amarga de la desigualdad y de la sujeción social que se oculta dentro de la dulce cáscara de la igualdad y la libertad formales, no para rechazarlas, sino para incitar a la clase obrera a no limitarse a la envoltura, a conquistar antes el poder político para llenarlo con un nuevo contenido social. La misión histórica del proletariado, una vez llegado al poder, es crear, en lugar de una democracia burguesa, una democracia socialista y no abolir toda democracia".

Y, que a nadie le quepan dudas, sí que somos persistentes. El optimismo histórico es un rasgo del marxismo porque sabemos que los oprimidos del mundo siempre se levantan de nuevo a pesar de las derrotas, como Anteo hijo de la tierra, toman de nuevo fuerza de sus caídas, y la crisis global que vive el capitalismo alumbrará un nuevo y vigoroso movimiento de la clase trabajadora luchando por alcanzar el socialismo.

Yo, comunista, nosotros, comunistas, siempre estaremos entre los que se levantan contra la miseria para conseguir una sociedad en que la propiedad sea común y el Estado deje de ser el instrumento de opresión de una clase social sobre otra y se convierta en la simple administración de las cosas. Eso es ser comunista.

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