noviembre 12, 2009

Los grandes capitalistas a la conquista de tierras de cultivo de países pobres

Rómulo Pardo Silva (especial para ARGENPRESS.info)

Se apoderan de los recursos naturales cada vez más escasos por medio de la guerra de las armas o del trato con dinero. La extinción de pueblos en desarrollo no les importa.

El uso de las tierras arables alcanzó su límite y para continuar destruyen selvas; el cambio climático no da ninguna seguridad alimentaria hacia el futuro; los países desarrollados y dependientes persiguen un crecimiento económico permanente y por tanto la explotación irracional de la naturaleza; en el año 2050 se necesitará alimento para 3 mil millones de personas más; el petróleo se agota y se ocupan tierras en la siembra de biocombustibles; los precios de los alimentos han subido provocando inestabilidad social y hambre.

Ante esa perspectiva crepuscular los burgueses buscan su propia seguridad. El método, llamado agrocolonialismo, consiste en lanzarse en una avalancha de adquisiciones internacionales de campos de pobres. (1) Sus gobiernos y empresarios asociados con las corruptas burguesías locales los comprar o comúnmente arriendan por largos años.

Bahrein, Omán, Qatar, China, Corea del Sur, Kuwait, Malasia, India, Suecia, Libia, Brasil, Rusia y Ucrania han adquirido tierras en África. El 2008 Arabia Saudita trató con el gobierno de Tanzania el arriendo de 500.000 hectáreas para producir arroz y trigo, empresarios de Kuwait arrendaron tierras en Camboya y el gobierno de Qatar creó una empresa agrícola en Sudán en sociedad con su par local. El mismo año Ghana, Etiopía, Malí y Kenia les dieron en arriendo millones de hectáreas para la producción agrícola o de biocarburantes. En Sudamérica se han vendido decenas de miles de hectáreas en Argentina, Uruguay y Paraguay. Corporaciones de la India están comprando plantaciones de palma aceitera indonesias y buscan en Uruguay, Paraguay y Brasil tierras para cultivar lentejas y soja.

Según el Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias, con sede en Washington, DC, se han transferido entre 15 y 20 millones de hectáreas de tierras arables en los países pobres de África y en Camboya, Pakistán y Filipinas. Sobre el dinero utilizado hay oscuridad, pero da una idea lo sucedido en cinco países subsaharianos donde por la venta o arriendo de 2,5 millones de hectáreas se pagó 920 mil millones de dólares en los últimos cinco años.

Solo un sistema depredador de hombres y medio ambientes en unión con gobiernos nativos indiferentes del futuro de sus pueblos pueden explicar que personas subalimentadas sean despojadas de sus tierras en beneficio de países ricos donde la obesidad es un problema de salud grave.

El aparato de propaganda dominante justifica la conquista colonial diciendo que se trata de algo mutuamente conveniente porque los países ricos aportan tecnología, capital, mercados y conocimientos. Ocultan que el hambre ha sido permanente y sin embargo antes no hicieron este 'aporte'. También argumenta con el libre comercio y la necesidad de la competencia para erradicar a los productores ineficientes. Principios que no son válidos en las economías desarrolladas que subsidian a sus agricultores arruinando a los de estos países pobres.

En realidad los inversionistas foráneos saben claramente que provocan graves perjuicios a los explotados de siempre. Dañan los suelos con los cultivos intensivos que rompen sus ritmos naturales, agotan las aguas subterráneas, contaminan con químicos. No ignoran que son expulsados agricultores locales sin títulos, que se estafa a pequeños propietarios en el pago de sus tierras, que sus siembras de biocarburantes significan menos alimentos locales y precios inalcanzables. Saben que el cambio de propiedad y el acaparamiento ha aumentado el suicidio de campesinos en países como Sri Lanka, China y Corea del Sur. En India entre 1997 2007 lo hicieron 182.936 personas. Se desconoce la cifra en África.

Los capitalistas se han apoderado del mundo. Se condena su modo violento de hacerlo, pero su vía solapada de conquista a través de la compra de naturaleza, como petróleo, coltan, diamantes, cobre, hierro… sí, aunque significa un despojo de futuro.

La respuesta popular a este despojo es imprescindible. Cuando Madagascar llegó a un acuerdo para arrendar a la transnacional Daewoo Logistics 1,3 millones de hectáreas durante 99 años y cultivar y exportar maíz y aceite de palma a Corea del Sur por 6 mil millones de dólares, los agricultores hicieron caer al gobierno y lo impidieron.

La Coalición de Campesinos Asiáticos y la Liga Internacional Panasiática de Campesinos realizaron una campaña en diez países del continente con la exigencia "¡Paremos el acaparamiento de la tierra! Luchemos por una verdadera reforma agraria y por la soberanía alimentaria de los pueblos."

Es necesario entender el presente y los peligros del futuro para encauzar con luchas la única salida humanista posible: el socialismo poscapitalista solidario, sustentable, planificado, de decrecimiento en los países ricos.

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